Aviram (Lupo Berkowitch) es un cincuentón imaginativo que nunca sale de casa sin su perro. El anciano Schwartz (Yosef Carmon), que escapó de Auschwitz, invoca un diluvio que inunde la casa de una vecina que le molesta, aunque Linda (Lyn Hsiao Zamir), una joven filipina, lo cuida con cariño; Hezi (Amos Lavi) ha alquilado un piso para encontrarse con su amante Gabi (Yaël Abecassis) a la que obliga a mantener el secreto, incluso la impide gritar cuando hacen el amor para que los vecinos no se enteren; Ezra (Uri Klauzner) ha instalado en el patio su furgoneta en la que duerme con unos trabajadores chinos a los que ha contratado ilegalmente para hacer una obra, justo delante de las ventanas de Mali (Hana Laslo), su ex mujer que ahora vive con Ilan (Liron Levo). Ezra y Mali tienen un hijo, Eyal (Amit Mestechkin), que ha desertado del ejército.
La vida cotidiana de los habitantes de un edificio de apartamentos en la carretera entre Tel Aviv y Jaffa. "Todos están fuera de sí", dice Ezra de la sociedad israelí. Las noticias de la radio sobre atentados terroristas y unas elecciones legislativas, proporcionan el telón de fondo de la historia basada en una novela de Yehoshua Kenaz, tristemente fallecido el 12 de octubre de 2020 a causa del COVID-19.
No es casual que Amos Gitai escoja un texto de Yehoshua Kenaz para adaptarlo a la pantalla, un escritor que no comulgaba precisamente con el sionismo al considerar que sus postulados no eran la solución a los problemas de Israel, aunque sí era partidario de la partición de Palestina.
Y es que el realizador y guionista israelí, agita algunos de los principios de la sociedad de su país, al menos de los que representan los círculos cercanos al poder, aquí es evidente la crítica sobre el trato a los trabajadores inmigrantes, representados por los chinos que contrata Ezra, ya que las autoridades han decidido expulsar a todos los que no sean judíos: "Envían el dinero que ganan a sus familias, les viene bien para ayudarles", alega Ezra, pero eso no será tenido en cuenta. Más evidente aún es la crítica a uno de los pilares del sionismo y del estado de Israel: El ejército. "Que le den por el culo al ejército. Que le den por el culo al estado" (mis disculpas por la expresiones soeces y malsonantes, pero muy expresivas), dice Eyal, el hijo desertor de Ezra al que su padre, tras haber renegado de él, acabará, no solo entendiendo, sino apoyando, al verse desencantado por algunas de las cosas que observa en su entorno.
No es de extrañar pues que Amos Gitai sea un director muy criticado desde algunos sectores de la sociedad judía, no solo en su propio país, sino también entre los influyentes círculos judíos americanos.