El periodista de investigación Joseph Frady (Warren Beatty) y siete colegas más, presencian el asesinato de un candidato al Senado de los Estados Unidos que se postula para la presidencia del país. Cuando los otros siete periodistas mueren accidentalmente, Frady empieza a dudar de la versión oficial según la cual el autor del crimen es un loco que actúa en solitario. Tras sumergirse más en el caso, Frady comienza a darse cuenta de que el asesinato forma parte de una conspiración que involucra a Parallax Corporation, una enigmática empresa dedicada a temas de seguridad. Más tarde decide inscribirse en el entrenamiento de Parallax para descubrir la verdad.
La película es una adaptación de una novela de 1970 de Loren Singer con el mismo título que la versión original, sobre la peligrosa investigación de un reportero sobre una oscura organización, Parallax Corporation, cuya dedicación principal es el asesinato político.
El título (The Parallax View) hace referencia a perspectivas alternativas y se presenta como un tema recurrente a lo largo de la película con ángulos de cámara únicos (observando las circunstancias desde puntos de vista inusuales) haciendo pleno uso del marco panorámico.
Aunque habían pasado unos años del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, el film toma algunas de las teorías que se barajaron alrededor de aquel magnicidio (el segundo tirador, el complot, etc.) y participa de una especie de moda que abundó en el cine y la literatura por estas historias conspiranoicas, un asunto que resulta de lo más atractivo porque muchos participan de la seguridad, al menos de la sospecha, de que, en efecto, hay unos cuantos miembros de poderosas corporaciones que son los que de verdad rigen los destinos del planeta, gente con tantos medios a su disposición que pueden comprar voluntades y hacer y deshacer a su antojo y empresas cuyas cuentas de beneficios no pueden estar pendientes de la voluntad más o menos proclive a sus intereses de un simple congresista (ellos que quitan y ponen gobiernos) al que, si les da mucho la lata, sencillamente, apartan del camino por el medio que haga falta.
Así pues, un argumento que tiene todos los ingredientes para concitar la atención del espectador, pero que transcurre a trompicones, algo lento a veces y con unas cuantas incoherencias. Quizá lo mejor de la narración es el desesperanzado final que deja al espectador con la duda y la zozobra de que todo aquello puede estar ocurriendo de verdad en el mundo real y que los poderes políticos actúan al dictado de estos oscuros intereses, ocultando al ciudadano toda o parte de la verdad.
Eso sí, podemos disfrutar de una excelente fotografía a cargo de Gordon Willis (apodado el príncipe de las tinieblas), tomas muy bien concebidas que logran transmitir incertidumbre y encuadres que nos sumergen en una creciente tensión.