martes, 30 de noviembre de 2010

CURVAS PELIGROSAS (Mauvaise graine)

Con el encanto que tienen todos estos films de la primera época del sonoro, es evidente que la importancia primordial de esta peli es que está codirigida por un tal Samuel Wilder, en adelante Billy Wilder, como es y será conocido por los siglos de los siglos en este maravilloso mundo del celuloide.
"Mala semilla", que es en realidad la traducción que corresponde al título original y que refleja bastante mejor, a mi parecer el espíritu de la película, pero como tantas veces, su versión en castellano lleva uno que parece puesto para lucimiento de alguien que, en lugar de lucirse, ha derrapado.
A pesar de que el cine llamado sonoro llevaba ya bastante tiempo en las pantallas, aún conserva el film algunos de los tics de la época muda, pero con la probabilidad de que así sea, ya cuenta quien se dispone a ver una película fechada en estos años (esta es de 1934).


Rodada en Francia, con un escaso presupuesto, lo que llevó a sus autores a suprimir prácticamente las escenas de estudio y rodar casi íntegramente por las calles de París y en un garaje, la historia es una mezcla de estilos, desde la comedia, hasta el romanticismo; con toques de drama social y cine negro y grandes dosis de mensaje moralizante.
Todo ello sin olvidarnos del valor documental que tiene, una vez que que han transcurrido tantos años, pues en ella hacemos un recorrido por el París del momento, igual que, aunque de forma fugaz, por algunos pueblos. Vemos las avenidas, las gentes que deambulan, la forma de vestir, los edificios..., todo tal cual era en aquella época.


Más si en algo se ve reflejada la época del rodaje, es en el desfile, casi a modo de catálogo, de automóviles, con variedad de marcas (Buick, Studebaker, Ford, Renault, Citröen, Hispano-Suiza....) y de utilidades, pues nos muestra autobuses y coches de reparto, además, claro está de lo que hoy llamaríamos turismos.
Es evidente el atractivo que suponían los automóviles para Wilder, de lo contrario hay cosas que no se explicarían del todo bien y no me refiero sólo a las persecuciones, que están muy logradas y transmiten sensaciones de emoción y verosimilitud, sino a algunos de los detalles considerados menores y que sólo alguien que sabe o a quien le gusta ese mundo, es capaz de retratar tal y como se hace en esta peli.


La cuestión social, de la que he hablado, queda reflejada tanto en el mundillo, divertido, por un lado, pero poblado por desheredados y rufianes en el que se mueve la banda de ladrones, empujados hasta donde están por la mala situación económica del momento.
La película nos los presenta como personas que roban sólo a los ricos para sacarse unos francos con los que ir tirando, pero dirigidos por un auténtico bellaco, un ganster en toda regla que además los tiene explotados. Precisamente el protagonsita hará de abogado de causas perdidas y conciencia social de estos pobres pelagatos, haciéndoles ver que se están aprovechando de ellos y saliendo en su defensa, lo que le acarreará los problemas que van a dar lugar a que se decida a cambiar de aires.


El señorito, vago y vividor, que disfruta de la vida a costa de papá, irá tomando conciencia de que su futuro ha de ir por otros derroteros cuando choca con esa realidad representada por esta pobre gente y cuando se enamora. Ambas situaciones darán lugar a un cambio en su actitud y a un final melodramático, con mensaje moralizante de que hay que ser bueno y que los malos lo acaban pagando y, por otro lado, la búsqueda de nuevos horizontes, lejos de su país, en compañía de su amada.


A esta situación, se le pueden encontrar todos los paralelismos que se quieran (y más), con la del propio Wilder, que había salido por pies hacía Francia, huyendo de la barbarie nazi y que se encontraba en París en unos momentos de transición de su propia vida, hasta que acabó dando el salto a Hollywood, donde se labraría la brillante carrera que todos conocemos.


Interesante film que, a pesar de los años, se ve sin que resulte pesado, pues tiene bastantes dosis de modernidad, acompañado de una buena banda sonora, con una historia que resulta entretenida y con detalles técnicos de gran altura. No sólo las persecuciones, sino los simples paseos en automóvil están magníficamente conseguidos. Lo mismo cabe decir de algunos de los encuadres, tanto en el garaje en el que se rodó parte del film, como las escenas de baño o el precioso plano que se ve en la imagen de más arriba, en el que la pareja protagonista va en un camión de paja y cuando el encuadre se abre, va apareciendo el mar que les llevará a su nueva vida.




jueves, 25 de noviembre de 2010

MAESTRO




























Hace unos años me encontré con una antigua profesora de mi época del instituto, catedrática de Lengua y Literatura.
Tras los consabidos intercambios de parabienes y preguntas (hacía mucho que no nos veíamos), me dijo que para ella, ni profesora, ni catedrática, ni nada de esos apelativos que estaban muy bien, pero que a ella le hubiera gustado que la llamaran maestra.
Y es que esa palabra encierra tanto contenido y significado, que no me extraña que fuera su preferida para poner nombre a lo que ella había estado haciendo durante tantos años.
Lo que ocurre es que a veces, ese contenido o se vacía o pierde su significado primero.
Maestro no sólo es el que enseña, sino el que sabe enseñar y esto es precisamente lo más difícil. Igual que hay gente que tiene dotes para pintar, componer música, escribir o correr más que nadie, hay personas que tienen el don de enseñar, que saben transmitir.
Tienen cultura, o saben pintar, tocar un instrumento, cantar o jugar al baloncesto, claro que saben, pero seguramente no son los mejores, es más, casi nunca son los mejores o de los mejores, pero saben transmitir su conocimiento y hacer que otras personas que tienen esa predisposición, saquen lo mejor de sí mismas.
Todos tenemos el recuerdo de algún profesor que sabía mucho pero que era insoportable dando clase y de lo contrario, hombres y mujeres que hicieron que adoráramos tal o cual asignatura, porque sabían empaparnos del amor que ellos sentían por aquella materia.
Alguna vez oí esta historia, que seguramente será una leyenda:

El maestro de Demóstenes, el orador griego, era un orador mediocre. Alguien le dijo que cómo podía él ser un buen maestro de oratoria si no era capaz de dar un buen discurso. A esto, el maestro le contestó con la siguiente frase:

“La piedra de afilar, ¿corta?”


Y es que a veces se olvida uno de que afilar y cortar son cosas muy distintas.



miércoles, 24 de noviembre de 2010

NINOTCHKA

El otro día, cuando veía esta peli, nadie estaba sentado conmigo y, sin embargo, no estaba solo.
No puedo menos que recordar a mi padre, para quien este film era sinónimo de entretenimiento y humor de altura.
Quiero ver en lo que él veía, a toda aquella gente que en la España del momento con la situación tan dura que les tocó vivir iba al cine, sobre todo, a divertirse, a sumergirse en el mundo al que sólo el celuloide es capaz de llevarte y si además veían una buena peli, mejor que mejor.
Y sin duda, lo debieron pasar bien con esta cinta, hasta el punto de que él y supongo que mucha más gente, no la había olvidado por más tiempo que pasara.


Y es que el film lo tiene todo dentro de lo que pretende ser, con una maravillosa puesta en escena, un guión brillante y unas interpretaciones de altura, no sólo las de los dos protagonistas que además están guapísimos, sino la del elenco de secundarios, algunos de ellos con personajes y situaciones que siempre serán recordados, como los de los tres camaradas soviéticos (Iranoff, Buljanoff y Kopalski), o el de la gran duquesa Swana, personajes arquetípicos y verdaderos hallazgos, sin los cuales la dosis de humor quedaría bastante rebajada.


La peli, anunciada por la propaganda del momento como aquella en la que Greta Garbo se ríe, como contrapunto a los papeles de corte dramático que solía llevar a la pantalla, no sólo hace que se ría la superestrella, sino que consigue que cualquiera que la vea la recuerde para siempre como una gran comedia, de esas que no defraudan y que consiguen, a base de sus magníficos diálogos que pasemos de la sonrisa a la risa y que no paremos hasta llegar a la franca carcajada.


Todo ello a pesar de que desde el principio vemos venir todo lo que va a suceder, de la sencillez del planteamiento que de sencillo pasa por ser casi pueril, una critica descarada al comunismo en general y al estalinismo en particular en la inmediata antesala de la II Guerra Mundial, pero que no por ello deja de ridiculizar ciertas actitudes del mundo capitalista en que vivimos, retratándonos un París que más que divertido es vacuo.


La inteligencia con que critica la sociedad soviética del momento, con su pobreza, sus purgas, sus deportaciones a Siberia, las desapariciones de los disidentes, el adoctrinamiento sistemático y el aplastamiento de cualquier disidencia siquiera sea de pensamiento, es demoledora, precisamente por estar tratada con humor y no cualquier humor, sino con el más brillante de ellos. Frases como "No me extraña que las aves emigren desde la vieja Rusia hasta aquí. Nosotros tenemos los ideales, pero ellos tienen el clima" y otras muchas, tantas que podría estar un mes haciendo entradas en el blog con ellas, no me extraña que William Randolph Hearst, diejese aquello de "Jamás se había proyectado sobre las pantallas ninguna otra cosa que igualara la efectividad de aquella burla, ni que ofreciera una muestra más devastadora del funcionamiento tan poco práctico de aquella forma concreta de locura criminal...". A pesar de que Walter Reisch escribió el guión, hubo que esperar a la incorporación de Charles Bracket y Billy Wilder, para que este tuviera los diálogos chispeantes y el talento que rezuma.


El toque Lubitsch está presente y como alguien dijo, él es capaz de hacer más con una puerta que gira que con una bragueta que se abre (o algo parecido).
Una magnífica comedia, en la que la Garbo con su personaje de Nina Ivanovna Yakushova "Ninotchka", realizó su última gran interpretación antes de su definitiva retirada.




martes, 23 de noviembre de 2010

TAKE ON ME





















No cabe duda de que el acierto en la estética y lo pegadizo de la melodía, hizo de este videoclip una joya en su género, hasta el punto de ser considerado por muchos como el mejor clip musical de los 80.
Yo no sé si será así, pero desde luego está entre los mejores, no sólo de los 80, sino de todos los tiempos y los años que, al transcurrir, ponen a cada cual en su sitio, han pasado ya lo suficiente como para que podamos asegurar que es un clásico, como lo pueden ser "Triller", "All is full of love", "What it feels like for a girl" y algunos otros, dependiendo de los gustos de cada cual.
Al contrario de otros, acapara una buena dosis de aceptación por parte de todo tipo de público, quizá porque aunque la historia tiene su punto de romanticismo, no es ñoña, ni encontramos personajes repulsivos, sexo explícito, escenas gore u otro tipo de situaciones que dependiendo quién las vea, pueden resultar repulsivas, desagradables o como poco, incómodas.
Para los noruegos A Ha, fue su primer y más grande éxito y la canción está incluída en su disco "Hunting High and Low", publicado en 1984, aunque el videoclip, creo que no salió hasta el año siguiente y su director fue Steve Barron.




lunes, 22 de noviembre de 2010

EL TOPO

¿Western alucinógeno? ¿Western Zen? ¿Metáfora del Antiguo Testamento? ¿Surrealismo Buñuelesco?... A ver quién clasífica este film, sin ponerle un montón de apellidos. Quizá lo mejor sea eso de "inclasificable". Algo que por otra parte a mí tampoco me ha importado nunca demasiado, cada cual que le ponga la etiqueta que desee a esta rara cinta en la que el multifacético artista chileno saca a relucir todo aquello que a él le da la real gana.
Por la ambientación paisajística y por las características de los personajes, es un western, pero, como mínimo, irreal. Un oeste que nos rememora algunas escenas típicas del tandem Leone/Eastwood, incluso calcadas, como el duelo en el círculo empedrado, pero también por ese ambiente desolado y por la pobreza de medios que se traslada a la propia peli, traduciéndola en una pobreza que se masca, que se vive, que se nos transmite: Polvo y suciedad.


Para quien haya visto algo de cine, imposible que no se le vengan a la memoria ciertos autores, porque en algunas escenas, como esa del círculo de piedras, uno ve pasar por su cabeza imágenes que ya ha visto, no tan calcadas como esa, pero muy parecidas.
Los conejos y los cerdos, me recordaron la famosa escena del rebaño de ovejas de Buñuel, igual que me pasó con la galería de tullidos y seres grotescos que pueblan la cueva de la que serán rescatados.
Incluso habrá quien no se resista a decir que los franciscanos que salen en la primera parte, son calcados de la banda de gamberros de "La naranja mecánica", claro, aquí hay un problema, Kubrick rodó su película un año después, en todo caso el parecido sería a la inversa.


La historia de la peli, no es lineal, es como una mezcla de relatos, en los que pasamos de una aplicación de la justicia al estilo de Leone, a una serie de desafíos tipo peli de Kung-fu, para acabar en una delirante historia en la que se mezcla la liberación de unos seres marginados y recluídos que les conducirá a una muerte segura, junto a una crítica a la (a las, diría yo) iglesia y un último ajuste de cuentas.


Todo ello aderezado con una panoplia de historias paralelas, pequeñas historias que le sirven al autor para hacer una especie de psicoterapia.
La verdad es que no se corta un pelo y mezcla la blasfemia con toda suerte de fetichismos, que a mí se me llegan a hacer un tanto pedantes, aunque eso es visto ahora, me imagino que en 1970, año del estreno, aquello fue una bofetada para muchos, piedra de escándalo y, sobre todo, sorpresa.


No es extraño que para aquella generación que protestaba por la Guerra de Vietnam, se convirtiera rápidamente en una película de culto y más cuando recibió el espaldarazo del gurú por excelencia del movimiento del LSD y el amor libre: Lennon la calificó de obra maestra e hizo que su manager comprara los derechos.


La película está llena de simbolismos de todo tipo, ya que, como queda apuntado, mezcla temas como el Antiguo Testamento, la filosofía Zen, el sexo...
El propio título de la obra es un símbolo, aunque Jodorowsky, llegó a decir que él se había enterado de lo que significaba lo del topo, cuando leyó las interpretaciones de la crítica.


Alejandro Jodorowsky, es director, guionista, autor de la música, diseñador de vestuario, protagonista y, para acabar de redondearlo, dirige a su propio hijo, Brontis Jodorowsky.


La película tiene un montón de escenas y planos "diferentes", por calificarlos de algún modo y unas cuantas perlas repartidas por el guión que comienzan nada más empezar el film, cuando El Topo, cabalga con su hijo (como dios le trajo al mundo) a la grupa, le baja del caballo, le da un osito y un retrato y le dice algo así como: "Hoy cumples 7 años, ya eres mayor, entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre" De ahí en adelante, los símbolos se suceden sin solución de continuidad y, en algún momento, dando la impresión de "aquí meto yo esto, porque lo tengo en mi cabeza y necesito ponerlo".


Una peli irreverente donde las haya, con muchos toques gore y que, como dicen algunos, es mejor ver sin pretender catalogarla, ni sacar una consecuencia determinada.




jueves, 18 de noviembre de 2010

1280 ALMAS

Una novela que nos engancha en su primera mitad y que va decayendo, hasta llegar a un final bastante decepcionante.
Para algunos, ese final es el que es porque así lo quiso el autor y porque desea que cada cual se imagine por donde seguirá el devenir de las cosas, o porque quiere dar a entender que todo seguirá igual.
Yo no lo sé, pero a mí me da la impresión de que Jim Thompson, se cansó de escribir, o dejó de interesarse por la novela que estaba escribiendo y la acabó de cualquier manera.
Pero "1280 almas", es algo más que una novela negra, es un retrato de un tipo de sociedad, en este caso la de la norteámerica llamada profunda, de la primera mitad del siglo pasado, pero que puede ser trasplantada a cualquier otro lugar, de hecho "Coup de Torchon", la adaptación cinematográfica que Bertrand Tavernier llevó al cine en 1981, está ambientada en una colonia francesa.
La novela está salpicada de frases y reflexiones que podrían incluírse en un libro de citas y que son reflejo de aquella, de esta y de muchas otras sociedades humanas a lo largo del tiempo.
Párrafos como "Niñas indefensas que gritaban cuando sus propios padres se metían en la cama con ellas. Hombres que maltrataban a sus mujeres, mujeres que suplicaban piedad. Niños que se meaban en la cama de miedo y angustia, y madres que los castigaban dándoles a comer pimienta roja. Caras ojerosas, pálidas a causa de los parásitos intestinales, manchadas a causa del escorbuto. El hambre, la insatisfacción continua, las deudas que traen siempre los plazos. El cómo-comeremos, el cómo-dormiremos, el cómo-nos-taparemos-el-roñoso-culo. El tipo de ideas que persiguen y acosan cuando no se tiene más que eso y cuando se está mucho mejor muerto, porque es el vacío el que piensa, y uno se encuentra ya muerto interiormente; y lo único que se hace es propagar el hedor y el hastío, las lágrimas, los gemidos, la tortura, el hambre, la vergüenza de la propia mortalidad. El propio vacio.", que definen mejor que nada esa sociedad que hemos visto algunas veces en las pelis sobre la Gran Depresión, pero que aquí, entre nosotros, estaba también presente.
El protagonista, Nick Corey, es comisario de la pequeña ciudad de Pottsville y se nos presenta como un verdadero lerdo, aunque en realidad es un listo que se hace pasar por tonto como retrata una de sus frases: "Bueno, en eso consiste mi deber. En no hacer nada. Por eso me votan los electores." Su inteligencia es un verdadero peligro para los que están cerca de él, pues sus reacciones resultan impredecibles y siempre van encaminadas a sacar algún beneficio para sí mismo, sin importarle en absoluto las consecuencias para quienes se vean atrapados en sus planes.
Nick es un tipo que nos acaba cayendo bien, a pesar de ser un desalmado y un auténtico canalla. Dentro de poco se celebrarán elecciones para comisario y tiene un rival de cuidado un tipo íntegro, Sam Gaddys. Thompson nos da, con ese pretexto, una verdadera lección de lo que es una campaña electoral: Infundios, promesas, trabajo sucio, todo para que salga elegido ese tipo sinvergüenza, que se dedica a llevarse todo lo que puede, a proteger al fuerte y machacar al débil, pero que nos cae bien y que, incomprensiblemente, renueva en el cargo una y otra vez ¿Les suena? Pues eso, en política está todo inventado desde hace mucho.
Jim Thompson ingresó en el Partido Comunista en Oklahoma en 1936 (más que nada porque con los comunistas de allí tenía temas interesantes de conversación), lo que le llevó a los previsibles problemas en la época de la caza de brujas. Escribió, bebió y fornicó a destajo (su mujer le obligó a hacerse una vasectomía), hasta que arruinó su salud y acabó en la miseria, incapaz de escribir una línea. Fue co-guionista de un par de películas de Kubrick (Atraco perfecto y Senderos de gloria). Algunas de sus novelas también se convirtieron en películas, como La Huida, dirigida por Sam Peckinpah y Los Timadores de Stephen Frears. Víctima de una infancia desgraciada, con un padre también alcohólico que se suicidó tragándose la borra de su propio colchón cuando estaba en la cárcel, Jim Thompson conocía muy bien el paisaje (y no me refiero sólo al geográfico) del que nos habla en su novela.
Como curiosidad comentar que la edición francesa se tituló "1275 âmes" y aunque he leído varias explicaciones sobre la desaparición de esas 5 almas, ninguna es concluyente. La obra original se llama "Pop. 1280" (Pop. de population, habitantes).
Una novela, donde lo más interesante es su protagonista, con una frase que repite como muletilla con variantes diversas y que no me resisto a reproducir para finalizar: “No me atrevería a decir que te equivocas, aunque tampoco podría darte la razón”.


martes, 16 de noviembre de 2010

INVICTUS

La cercanía de los acontecimientos, con los personajes de la misma aún vivos, la situación real del momento que nos resulta cercana y, sobre todo la manera de contar la historia, hacen que, al menos a mí, parezca durante buena parte de su metraje, un documental dramatizado.
Yo estoy seguro de que a muchos de los seguidores de Eastwood y no digamos a los detractores, les habrá decepcionado. Bueno, cada cual ve las cosas a su manera, pero creo que con el bagaje que tiene, tras haber firmado algunos de los títulos considerados imperecederos del cine y con ochenta años de edad (sobre todo esto último, que es casi un milagro que siga dirigiendo y lo haga como lo hace), poco le importará al actor y director lo que digan o dejen de decir y supongo que aquí, se dio un gustazo, porque seguramente le apetecía dirigir este proyecto que le presentó su buen amigo y, en este caso productor ejecutivo, Morgan Freeman.


Sin embargo está claro que en la peli falla algo, porque cuando acabamos de verla, no sentimos esa emoción que te hace decir: Algún día la volveré a ver, aunque después nunca lo hagas. Esta es de esas que con una vez, tienes suficiente, por más que en algunos momentos te emocione.


Y yo creo que esa emoción viene del personaje de Mandela, alguien con tanta fuerza que es imposible que te deje indiferente. A mí lo que me dio es mucha envidia, tener un lider de ese calibre, al que en los tiempos que corren no llega a la suela del zapato nadie conocido, ni siquiera Obama, que quizá, por circunstacias diversas sea el que más se le aproxima (o se le aproximaba, porque ha ido perdiendo fuelle). Y no hablemos de los nuestros, porque anda que hemos tenido cada joya, no quiero hacer comparaciones pero es que no puede uno por menos.
Siempre lo he dicho, un lider carismático hace que aflore lo mejor de las personas y en este país nuestro no barrunto a nadie que sepa concitar las inquietudes de la gente como lo hizo Mandela en unas circunstancias mucho peores que las que ahora tenemos aquí, que ya es decir y con las concomitancias que existen: También nosotros hemos ganado un mundial, precisamente en Sudáfrica; también nosotros estamos divididos (aunque no sea por problemas raciales, sino territoriales), pero aquí no tenemos un Mandela, sino una panda de mediocres sin ideas, o peor con una sola idea, la de seguir ordeñando la teta.


El guión, me parece un poco flojo y eso que, como digo, narra acontecimientos reales, pero se queda un poco a medias, no es capaz de transmitir emoción, es como si todo resultara fácil, cuando se nos está diciendo, al mismo tiempo, que no lo fue (y no lo fue ciertamente).
Eastwood que, como digo, supongo que deseaba participar en este homenaje a Madiba (nombre tribal de Nelson Mandela), pone todo su oficio y su saber hacer en la planificación y el rodaje, pero es como si la historia le fuese ajena, como si se hubiera limitado a coger el guión, echarle un vistazo y ponerse a filmar.
Creo que el trabajo de Freeman fue ímprobo a la hora de acercarse al personaje y su pronunciación, asemejándose a la de Mandela, todo un ejercicio de constancia que perdemos en la versión doblada.
Correcto el trabajo de Matt Damon, dando vida al capitán del equipo de Rugby, Francois Pienaar, con el que también mantuvo largas entrevistas.


A mí me han gustado especialmente las escenas de los partidos de Rugby, algo que no veo destacado en ninguna de las opiniones y críticas que he tenido la oportunidad de ojear, ni se mencionan, salvo para hablar de la recreación de la final y de cómo se consiguió dar la imagen de tener 62.000 espectadores en las gradas del Ellis Park (de tan grato recuerdo para nosotros)
Ahí sí que veo el trabajo de Eastwood, en las melees (scrum, que dirían los ingleses), algunas de las tomas que hace con la cámara a ras de suelo para dar mayor sensación de realismo, son magníficas; los placajes, con toda la violencia del choque entre atletas de más de noventa kilos (en alguno, casi sentí el daño en mis carnes) y el sonido con el que envuelve todas esas tomas que te transmiten la fatiga, la tensión, la agresividad y el subidón de adrenalina que sufren (o gozan) los jugadores.


Una peli que nunca figurará entre las mejores de Eastwood, pero que supone un entrañable homenaje a una persona como Mandela, por cuyo ejemplo de tolerancia y perdón, todos debemos estarle agradecidos.
Para pasar un rato agradable y conocer algo de historia reciente del último refugio del apartheid, no está nada mal.




lunes, 15 de noviembre de 2010

FAVORITOS DE LA FORTUNA

Tercera entrega de la saga romana de Colleen McCullough y en nada desmerece de las dos anteriores.
Desde que leí su primera novela de la serie ("El primer hombre de Roma"), cada vez que encuentro algo referido a esta autora o alguna de estas obras sobre Roma, echo un vistazo y he leído alguna vez críticas que le achacan falta de épica o dificultades a la hora de seguir la evolución de los personajes, porque son muchos los que cita.
Bueno, sobre estos pareceres, ya sabéis que cada escritor tiene su estilo y sus preferencias, yo creo que las obras de McCullough, carecen en efecto de esa épica que buscan aquellos a quienes gustan las batallas, por ejemplo. Ella no se detiene especialmente en estos asuntos, le da lo mismo un enfrentamiento armado, que una reunión del Senado o los problemas familiares de tal o cual personaje, puede detenerse el mismo tiempo en explicarnos cualquiera de estas circunstancias tan diferentes.
Sin embargo, el conocimiento de la época y el entorno que tiene McCullough, es extraordinario, sus descripciones pormenorizadas de situaciones de todo tipo, hacen que, por momentos, nos olvidemos de los más de dos mil años que nos separan de los acontecimientos que nos está narrando.
En cuanto a lo de que tantos personajes resultan un lío a la hora de seguir la trama, yo creo que en ese asunto se trata de separar el grano de la paja. Si está narrando circunstancias de la vida de Sila, por ejemplo, que cite a Metrobio (su amante), a la esposa de turno, a Aurelia, a Cayo Mario, a Cinna, y a tantos otros nombres de personas o lugares, no debe distraernos de que se nos habla de Sila, lo otro, el resto, es acompañamiento, que da verosimilitud y datos concretos a la historia, pero es cosa de cada cual si pretendemos quedarnos con todos los nombres.
En definitiva, magnífica novela, con una recreación de la guerra en Hispania entre Cneo Pompeyo y Metelo Pío, por un lado y Quinto Sertorio, por otro, que ha sido la parte que más me ha gustado, quizá porque sea la que más de cerca nos toca.



domingo, 14 de noviembre de 2010

LA TRAMA

La última obra que nos legó el gran maestro y por ello no voy a sustraerme a decir algo de lo que se ha hablado aquí ya en otras ocasiones.
Me refiero al gran sarcasmo de calificar como obra menor este film. Yo soy el primero que tal digo, pero claro, eso es en el contexto de la filmografía de un director que, con sus altibajos, como todo hijo de vecino por genio que sea, tiene a lo largo de su carrera muchos más altos que bajos y él mismo situó la línea tan elevada que es lo que nos induce a calificar como menores películas que bajo la firma de cualquier otro estarían mucho más consideradas.
Así que dependiendo de la óptica desde la que se miren las cosas, no deja de ser todo un elogío.
Desde luego, para quien se acerque por vez primera al cine de Hitchcock, no deja de ser un buen comienzo, porque si algo tiene la peli, es que resulta la mar de entretenida.


El director nos plantea situaciones que tienen que ver con la codicia humana, porque las diversas tramas que convergen para formar la TRAMA de la peli, parecen una competición de ambiciosos que a través de todas las trampas habidas y por haber desean quedarse con todo lo que puedan de los demás, en una sensacional muestra de lo que supone mezclar géneros tan dispares como son thriller y comedia.


En algún lugar he leído que esta película es como una precuela del cine de los Coen. Yo no sé si me atrevería a decir tanto, pero desde luego si uno recuerda filmes como "Fargo" y salvando un monton de distancias, no crean que va desencaminada la apreciación.


Envuelta en una buena banda sonora de John Williams ("Star Wars"), el film se basa en la novela "The Rainbird Pattern", de Victor Canning y el guión lleva la firma de Ernest Lehman ("Con la muerte en los talones") y aunque cuenta con un buen reparto, ninguno de los actores es de los que llevan el apelativo de "estrella", algo que no deja de ser habitual en muchas de las películas de Hitchcock.


En el plano visual, tiene muchas de las constantes que siempre fascinaron al maestro, entre ellas, una buena proliferación de escaleras.
Aunque es muy conocida entre los aficionados la escena final, con el guiño de la espiritista Blanche Tyler (Barbara Harris) al espectador, yo me quedo con el plano picado en el cementerio, durante el funeral del personaje que interpreta Ed Lauter, en el que la viuda de este y el taxista George Lumley (Bruce Dern), van caminado por distintos senderos, jugando al ratón y al gato, hasta converger en un punto.
Para mí esta peli es una pequeña joya, que no es de lo mejor de Hitchcock, evidentemente, pero tiene mucho encanto, resulta divertida (eso de que unos pillos anden persiguiendo a unos secuestradores es delirante), con un ritmo magnífico, buenas situaciones de suspense y, desde luego, entretenimiento garantizado.



miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL FLAMEN DIALIS

Los romanos no tenían una casta sacerdotal, ni un oficio o profesión, o llámesele como quiera para los sacerdotes, estos se elegían entre las familias patricias que controlaban esta parcela, como tantas otras, reservando sus funciones para ellos mismos.
Entre los sacerdotes más importantes, que eran tres, los llamados Flamines maiores estaba el Flamen Dialis, sacerdote de Júpiter Óptimus Máximus. Al igual que sus colegas, vestía la gorra blanca acabada en punta, el apex, muestra del carácter ancestral de su cargo.
Pero este, además, tenía una serie de peculiaridades que le hacían bastante diferente del resto de los sacerdotes mayores o menores.
Al ser de rango superior, tenía algunos privilegios, como sentarse en la silla curul (el antiguo trono de los reyes), poder asistir a las reuniones del Senado, caminar precedido por un líctor, o sentarse por encima de cualquiera excepto del Rex Sacrorum...
Sin embargo, también tenía un montón de prohibiciones y este apartado es el que le hace realmente peculiar.
Las patas de su cama habían de estar impregnadas de limo; no podía pasar más de tres noches fuera de su casa; no podía tocar hierro; no podía usar determinadas vestimentas, ni salir a la calle sin cubrir su cabeza, o despojarse de sus vestiduras al aire libre (se suponía que era una afrenta a Júpiter, pues era como presentase desnudo ante él); no podía llevar nada que tuviese nudos, ni anillos, a no ser que fueran abiertos y no rodeasen del todo su dedo.
No podía tocar hiedra o vides (plantas nudosas como se sabe); no podía tocar o comer habas, carne cruda, cabra, caballo o perro, pero es que ni siquiera podía pronunciar sus nombres, ya que eran animales o plantas que representaban la muerte y es que el Flamen Dialis no podía presenciar y mucho menos tocar nada que tuviera que ver con la muerte, ni cadaveres, ni armas, ni siquiera podía ver al ejército armado. De ahí que tuviera prohibido ingerir bebidas o alimentos fermentados (vino, alimentos que llevaran levadura...), pues este es otro símbolo de la muerte.
Si alguién entraba encadenado en su casa, era liberado inmediatamente de sus ataduras y las cadenas subidas al tejado y arrojadas a la calle (recuérdese lo de los nudos, de ahí venía este asunto) y si alguien era trasladado para sufrir algún castigo y cruzándose por la calle con el Flamen Dialis, se arrojaba a sus pies pidiendo clemencia, era perdonado (bueno, al menos por ese día).
Debía estar casado con una virgen, también de familia patricia y a través de la confarreatio, la forma más antigua y sagrada (y también la más difícil de disolver) de matrimonio romano. Ella era la Flaminica Dialis y también tenía sus funciones específicas y, claro, le afectaban todas las prohibiciones del marido, además de la de no poder subir más de tres escalones. ¿Creéis que era para que no se cansara? Pues no, se supone que era para que no pudieran verle los tobillos. Claro que eran otros tiempos y algo, aunque no tanto como pueda parecer, se ha avanzado.
Una última curiosidad, Julio César, fue nombrado Flamen Dialis cuando contaba 17 años, le casaron con Cinilla, que tenía 7 años y hasta que se pudo consumar el matrimonio, vivieron como hermanos por así decirlo.
¿Os imagináis a César, que había destacado en sus entrenamientos en el Campo de Marte, teniendo prohibido tocar armas? ¿Y sin poder acercarse a un caballo, él que era un buen jinete? ¿O pensando que no podía tener carrera política por el cúmulo de prohibiciones que se lo impedían?
¿Qué como se libró de aquello, siendo como era un cargo de por vida? Al parecer por un defecto de forma, pero hay diversas teorías, quizá algún día cuente la que más me gusta, pero esto me está quedando demasiado largo y no quiero ser pesado.

lunes, 8 de noviembre de 2010

FRENESÍ

Travelling aéreo que nos lleva sobrevolando el Támesis hasta el Puente de Londres, la música de Ron Goodwin acompaña nuestro viaje con una melodía que a mí me recuerda el "God save the King"
Y es que el rey ha vuelto, retorna a su Londres y lo hace por la puerta grande.
Tras los fiascos de sus últimos films, Hitchcock vuelve por sus fueros en una peli a la que le tengo especial cariño. No sé muy bien por qué, quizá fuera la primera que vi de él, quizá fuera la primera de las suyas que me enganchó, el caso es que está entre mis predilectas.
Algunas de las constantes del cine de Hitchcock están aquí, al menos algunas de las que le han dado fama.
Vuelve a bucear en una mente enferma, retorna a algunos momentos de suspense impagables, retoma la historia del falso culpable y se explaya a sus anchas con un humor que a veces es negro y otras incluso macabro, pero con una elegancia y un estilo que arranca sus buenas dosis de sonrisas.


Es quizá la película en la que más se apoya en los diálogos, contra costumbre, ya que solía preferir contarnos las cosas por medio de imágenes. Sin embargo les da un toque original, las teorías sobre el trastorno psicopático del asesino, se producen en la barra de un bar, donde también tienen lugar algunos otros intercambios verbales que tienen cierta importancia en el desarrollo del film. Y las actuaciones de la policía, nos la revela a través de las conversaciones del inspector Oxford y su esposa (Alec Mc Cowen y Vivien Merchant). Impagables, de lo mejor de la peli, consigue trasladarnos a un escenario de comedia con una ingeniosa y demoledora crítica a la "nouvelle couisine", de lo más divertido que he visto.


No obstante, la peli está llena de estos toques de humor tan geniales, que arrancan ya en el principio, cuando el político de turno habla sobre la limpieza del Támesis y aparece en sus aguas el cadaver de una mujer desnuda con una corbata al cuello.
Ni que decir de una de las mejores escenas (si no la mejor) en la que el asesino ha de rescatar un alfiler que ha quedado en la mano de su última víctima y ha de hacerlo chapuceramente a base de romperle los dedos. Un compendio de suspense y humor de ese que yo llamaba macabro.


Los actores son todos ellos desconocidos para el gran público. El protagonista (John Finch), no se nos presenta como nuestro favorito, ni mucho menos, sino todo lo contrario, es un personaje que puede llegar a ser desagradable, en la entrevista que tiene con su exmujer, rápidamente nos ponemos de parte de ella y algo parecido sucede en otros pasajes de la película.
Bastante digna la interpretación de Barry Foster como psicópata, el personaje central que llega a eclipsar un tanto al resto y buenas interpretaciones también del matrimonio antes mencionado del inspector y señora.


La peli tiene buenos momentos de suspense y los comentados de humor y aparte del tema del falso culpable y de la psicopatía, hace también referencia a lo engañoso de las apariciencias, al egoísmo de las personas y a la injusticia.
La fotografía, alcanza un nivel superior que el de sus anteriores filmes en cuanto a contrastes en el cromatismo.
Me gustó el plano en el que con la cámara al hombro (¿se llama Stedy-cam a esto?), nos hace bajar las escaleras de espaldas hasta salir al silencio de la calle, en una magnífica elipsis sobre lo que le espera a la pobre novia del protagonista que ha subido a casa del asesino.


Un homenaje de Hitch a su ciudad natal, con el retrato de sitios de sobra conocidos para él (Covent Garden, Oxford Street, Puente de Londres...) y que quizá ya no eran entonces tal y como nos los muestra, sino como los veía en su memoria.
Seguramente la última gran película que nos regaló el gran maestro, con un tramo final magnífico, combinando intriga, interés, momentos brillantes y situaciones de humor.