La película gira en torno a la hecatombe político-moral que se produce en la Corte cuando el rey (lograda actuación de Gabino Diego en el retrato del pasmo auténtico del pánfilo de Felipe IV de Castilla y III de Aragón, extensible a sus parientes y, tiempo después, sucesores Borbones), impresionado al descubrir el cuerpo desnudo de Marfisa (Laura del Sol), la puta más cara de la Corte, con la que se acuesta regularmente gracias a la labor como intermediario del Conde de la Peña Andrada (Eusebio Poncela), exige contemplar de igual modo a su católica esposa (Anne Roussel).
Esto origina un terremoto moral en el que política y religión se mezclan y ante el que todo personaje relevante de la corte debe tomar partido. De inmediato se crean dos bandos, los que están en contra de tentar a Dios permitiendo pecaminosos comportamientos al soberano, espejo de su pueblo ante los juicios divinos y la concesión de sus favores, y los que desde el principio se saltan a la torera los apocalípticos e interesados mensajes del miedo que sirven para el control político por parte de la Iglesia más cerril, y conspiran para que los jóvenes reyes pasen una noche de amor en libertad entre los muros de un convento de monjas (cuya priora es Carmen Elías), justo el mismo día que en el coro y durante la celebración de la Santa Misa, el Conde Duque (Javier Gurruchaga) copula con su esposa en búsqueda de una bendición divina en forma de sucesor.
El guión de la película se basa en una novela de Gonzalo Torrente Ballester titulada "Crónica del Rey Pasmado", que había publicado Planeta en 1989.
Con un extenso reparto que incluye a algunos actores y actrices muy conocidos, Imanol Uribe hace un buen trabajo de dirección en un film que tiene una lograda ambientación y con un papel que ha pasado a la historia, el de Gabino Diego, que logra una caricatura genial del ínclito Felipe IV, aunque quizá la interpretación más lograda sea la de Juan Diego que nos trae el histriónico retrato de un fraile intransigente y apocalíptico.
Tras la historia cargada de humor, hay una parodia de la alta sociedad de la época, con sus miedos y sus tópicos y una clara crítica a la Iglesia y sus instituciones y a la monarquía y las suyas que, en algunos aspectos, no se si de forma intencionada por parte de Torrente en su novela, incluye una velada referencia a la monarquía española del momento en que se escribió.