jueves, 27 de abril de 2017

LA BOUTIQUE (LAS PIRAÑAS)

Ricardo (Rodolfo Bebán), un modesto hombre de negocios que es socio de una empresa del sector naval, vive un matrimonio gris y anodino con su joven y bonita esposa Carmen (Sonia Bruno). Por eso emplea la mayor parte de su tiempo libre en las carreras de coches y con algún que otro affaire a espaldas de su mujer. Carmen se siente abandonada y lo cierto es que el matrimonio no marcha bien, algo de lo que es consciente la doctora Luisa Fuentes (Ana María Campoy), la madre de Carmen, por lo que se inventa una historia y hace creer a Ricardo que en la última visita de su esposa al médico, le han diagnosticado una enfermedad incurable y que le queda poco tiempo de vida.
La actitud de Ricardo con respecto a su esposa cambia radicalmente, pues deja sus líos y quita tiempo a su trabajo para dárselo a Carmen, que asiste extrañada a la metamorfosis, pero que se aprovecha de ella. Para que cumpla su sueño y viva entretenida sus últimos meses, Ricardo accede a empeñarse hasta las cejas para abrir una ‘boutique’ que ella regentará. Las deudas se acumulan y además Carmen empieza a flirtear con el decorador que ha supervisado el montaje de la tienda, un tipo culto, educado, sofisticado, y con dinero, llamado Carlos (Lautaro Murúa). Cuando comprueba que ella empieza a frecuentarlo demasiado, incluso mintiéndole, Ricardo desarrolla una doble actitud: por un lado, la sigue, obsesivo, patológicamente celoso, mientras que por otro pone sus ojos en Piti (Marilina Ross), la joven dependienta de la tienda, a la que se propone seducir.
Enterada Carmen del equívoco provocado por su madre, y dispuesta a seguir aprovechándose de él para sujetar a su lado a Ricardo de por vida, a éste no se le ocurre otra solución que idear un crimen perfecto para deshacerse de su esposa.


Y llegó la aventura Argentina.
Berlanga había estado tres años en el dique seco, tras El verdugo y, según él, no porque estuviera dedicado a otras cosas, sino porque nadie se interesaba por llamarle. Hasta que apareció Cesáreo González y firmó un contrato para tres películas con la productora más potente del cine español de entonces.
Berlanga estaba encantado, nadie le iba a exigir cuentas y le iban a dar libertad para hacer su trabajo. Bueno eso era lo que creía, hasta que llegaron los inconvenientes. El primero, que para rodar esta película de la que hablamos, había que irse a Argentina, era una coproducción y así lo exigían las circunstancias. Berlanga se vio fuera del ambiente que conocía y encima le impusieron el reparto. Esto, para un hombre que ha confesado en más de una ocasión que cuando escribe un guión le está poniendo cara a los actores y redacta la historia pensando en ellos, es un inconveniente. En este caso, él había pensado en José Luis López Vázquez y Laly Soldevila para los dos papeles protagonistas y se encuentra de buenas a primeras con un galán argentino y la única española del reparto, Sonia Bruno (sí, la que se casó con "Pirri", el jugador del Real Madrid un par de años después), actriz poco conocida y que no daba para nada el tipo que había imaginado el coguionista y realizador del film.
Así que en lugar de López Vazquez, se encuentra con un guaperas y todo un reparto de actores argentinos, algunos muy conocidos (Lautaro Murúa, Marilina Ross o María Campoy), que a Berlanga le parecieron aprendices y de los que no supo sacar lo positivo que hubiera en ellos. Berlanga opinaba también que la música del film, del mítico Astor Piazzola, era la peor que había firmado en su vida y que al gran Gori Muñoz, encargado de diseñar los decorados, no recordaba haberlo visto una sola vez en el rodaje.
A pesar de todo, Berlanga tiró p'alante que diría un castizo y pese a las angustias de las dos primeras semanas de rodaje, llegó a empatizar con el elemento humano, por ejemplo con los técnicos que le recordaban a los españoles, con un nivel casi de Hollywood, supliendo a base de eficiencia las miserias circundantes y, por si fuera poco, Buenos Aires acabó enamorándole. Pero con los actores, jamás llegó a sintonizar y cuando regresó a España estaba convencido de que era la peor película que había hecho.



El caso es que la película mantiene algunas de las constantes del cine de Berlanga, ese humor ácido característico, en este caso volcado sobre una burguesía de clase media que se aburre y busca remedios en las carreras de coches, los flirteos, la vida social con gente que es como ellos, aburrida y que vive de las apariencias de estar sumergida en un ambiente cultural que en realidad es puro esnobismo.
A pesar de que muchos años después, algunos críticos han querido sacar las virtudes de esta película, por ser de quien es, sin duda, no seré yo quien contradiga al maestro, si a él le pareció mala, por algo sería. A mí, en algunos momentos me aburrió, me parecía que la historia avanzaba a saltos y que estaba algo deslabazada.
No es el mejor Berlanga, por supuesto, pero a pesar de ello, resulta interesante por lo que tiene de diferente dentro de su filmografía.




2 comentarios:

  1. La he visto Trecce y me parece que está muy entretenida. Como creo que ya te he comentado alguna vez, del cine español en general, me gusta casi todo, y películas antiguas creo que las he visto casi todas.

    Salud Trecce.

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