En un colegio coinciden al comienzo de curso dos niñas chinas de 9 años. Todo el mundo da por hecho que se harán amigas, pero absolutamente nada las une. Lucía (Daniela Shiman Yang) es segunda generación de inmigrantes. Se siente absolutamente española y solo piensa en integrarse con el resto de sus amigas del colegio. Desearía tener unos padres “normales” como el resto de sus amigas, pero los suyos le avergüenzan constantemente porque no hablan español, trabajan más de 14 horas en el bazar y ni siquiera le permiten celebrar su cumpleaños en el Burger King. La otra niña es Xiang (Ella Qiu). Es adoptada y con su rostro delata allá donde va que no es hija de sus padres. Xiang se pregunta por su familia biológica; ni se siente china, ni se siente aceptada ante los demás niños en el colegio. Las dos niñas se cruzarán y separarán, mientras continúan la búsqueda de su identidad.
Ambientada en el madrileño barrio de Usera en el que se ha asentado una población multicultural (asiáticos, africanos, latinoamericanos, son habituales en sus calles), de actualidad por un controvertido proyecto del Ayuntamiento de Madrid que pretende remodelar la zona para convertirla en el Chinatow madrileño, con un recorrido de 1,7 km., 63.000 metros cuadrados afectados, con un dragón gigante y mesas de ping-pong, 200 nuevos árboles, jardines de lluvia, fuentes, etc. Una inversión de 9 millones que saldrán de los bolsillos ciudadanos.
Con la historia de las dos pequeñas, se entrelaza la de Claudia (Xinyi Ye), una adolescente, hermana de Lucía y la más afectada por el racismo y el choque cultural con sus compañeros de secundaria.
Si el cambio de entorno siempre resulta complicado, a mí siempre me ha parecido admirable el caso de los chinos, no se si llamarles osados, valientes, inconscientes o es que, simplemente, la necesidad les lleva a ello, pero el cambio en su caso debe resultar especialmente traumático, no es sólo un nuevo país, es toda una cultura, un idioma, unas costumbres, un lenguaje oral y, sobre todo, escrito, diametralmente diferente al que traen de su país de origen.
Arantxa Echevarria, realizadora y guionista del film, nos tiene habituados en sus películas y cortometrajes a tratar asuntos de actualidad sociológica con un fondo de controversia, recordemos su multipremiada película Carmen y Lola y lo hace, como en este caso, con una mirada fresca, diferente y que resulta entretenida. Antes de nada, decir que algunos acusan a la película de ser larga, a mi no me ha resultado tal, quizá si que en alguno de los asuntos no profundiza demasiado, pero eso es cuestión de prioridades en un tema que abarca muchos aspectos.
La película no habla solo de integración y de una más o menos solapada xenofobia, siempre latente en el film, sino que aborda temas como las relaciones intergeneracionales en la familia, o el tránsito de la infancia a la madurez, ese tiempo de adolescencia que, por cierto, por lo que se ve en el film con Claudia y sus presuntos amigos, resulta bastante descorazonador.
La película tiene algunas escenas duras, incluso crueles, pero porque la realidad es así, no presenta cosas que no hayamos presenciado en alguna ocasión y como contrapunto, la ternura que provocan las niñas, sobre todo la relación entre Lucía y su amiga Susana (Valeria Fernández), realmente encantadoras, transmitiendo la inocencia que los mayores ya han perdido. Y es que una de las cosas más llamativas del film, al menos para mi, es la magnífica dirección de actores de la realizadora vasca que, sobre todo en el caso de las niñas, cobra un altísimo nivel.
Yo espero que la bilbaína siga por este camino de abordar temas sociales, algo tan necesario y que sepa hacerlo como hasta ahora, buscando caminos diferentes que resultan muy valiosos y entretenidos para el espectador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario