Esta novela es la primera de una trilogía conocida como “Trilogía polaca”, de la que forman parte también El diluvio y Un héroe polaco.
En una época en la que Polonia, como tal, no existía como estado soberano, hallándose su territorio repartido entre Rusia, Prusia y Austria, el autor, Henryk Sienkiewicz (Premio Nobel de Literatura en 1905), escribe estas obras que convocan al renacimiento del espíritu nacional a través de la evocación de un pasado complicado, pero al tiempo glorioso, en que Polonia era una potencia respetada en Occidente, sobre todo por su papel de barrera contra los intentos de invasión provenientes del otro lado del Dniéper.
El libro se ambienta en la época de la sublevación cosaca de 1648, el atamán Bogdán Jmelnytsky (en la traducción que he manejado se le llama Mielniski) que había entablado pleito con un vecino por la posesión de unas tierras, no sólo ve rechazada su demanda, sino que se ve amenazado con la detención, por lo que huye, refugiándose entre los zaporogos (siervos que escapaban a la estepa huyendo de la presión feudal ejercida por la nobleza polaca), a los que subleva con el argumento de acabar con los privilegios de los nobles. Para conseguir una fuerza militar que no tenía (los campesinos zaporogos carecían de instrucción y armamento), se alió con el, hasta ese momento, enemigo secular, el Khan de Crimea, que aportaría su temible caballería tártara.
La novela tiene una historia paralela en los amores entre la joven princesa Elena Kurzevik y el arrojado capitán polaco Juan Kretuski, que ha de rescatarla de su secuestrador, Bohun, un cosaco que se ha unido a los rebeldes de Mielniski, también enamorado de la princesita a la que pretende desposar contra su voluntad.
Krestuski se verá ayudado en su empeño por un grupo de incondicionales, Miguel Volodiovski, un oficial temerario y prácticamente invencible con una espada en la mano; Longinos Podbipieta, hidalgo lituano, un verdadero Hércules que ha hecho un voto de castidad hasta que consiga emular la proeza de un antepasado que cercenó las cabezas de tres enemigos de un solo tajo, que todo lo que tiene de grande, lo tiene de ingenuo y de buena persona; Zagloba, un hidalgo originario de Rutenia, combatiente voluntario en las tropas del duque Jeremias Visnovieski, un peculiar personaje fanfarrón, fantasioso, gran bebedor, juerguista, que sabe caer bien a quien le trata y que a mí, no solo por sus graciosos embustes, sino porque es tuerto y cada vez explica de una forma distinta en qué circunstancias perdió el ojo, me ha recordado al Kaptah de Sinuhé el egipcio, del que algunas cosas parecen copiadas, si no fuera porque esta novela fue escrita 50 años antes que la de Mika Waltari y, por último, Rendian, el pícaro y fiel criado de Krestuski.
La parte final de la novela, se centra en el asedio de la ciudad fortificada de Zbaraj, defendida por Visnovieski y en cuya defensa están Krestuski y sus amigos. Un combate que Sienkiewicz narra con vigor y al que sabe envolver de toda la épica de los mejores relatos bélicos.
En algunos aspectos, la novela nos resulta, en estos tiempos, un poco anticuada, sobre todo en la definición de algunos personajes, aunque es cierto que el autor no esconde, por ejemplo que Mielniski está cargado de razones para sublevarse, por otro, exagera las cualidades de los nobles, ensalzando valores de tipo espiritual y moral, que hoy quedan un poco fuera de lugar. Otro tanto ocurre con los personajes femeninos en los que virtud y hermosura son lo más apreciado y casi lo único que se destaca.
El libro se adorna con muchos pasajes en los que predomina un tono humorístico que alivia un poco la carga dramática general y que se alternan con otros en los que predomina el heroísmo de los protagonistas, con nombres evocadores que sugieren gestas legendarias y que traen a la cabeza del lector lugares y pueblos guerreros con historias de bravura a sus espaldas.
Pues oye como que le dan a uno ganas de leerla, porque por lo que cuentas movida es. Curiosamente en 1992 cerca de diez millones de personas entre hombres y mujeres de Rusia, Ucrania y otros países del mundo, se consideraban y autodefinían así mismos como cosacos.
ResponderEliminarSalud Trecce.
Allí todo es a lo grande, hasta las minorías.
EliminarLa novela "A sangre y fuego" del polaco Henryk Sienkiewicz, es en realidad una obra extraordinaria, por algo consiguió el Nobel de Literatura. Se trata de una novela histórica que narra hechos que sucedieron al rededor de 1640 y tiene un marcado carácter patriótico, ya que trata de enardecer a los polacos para que luchen por su independencia. Una obra muy interesante y entretenida
ResponderEliminarDe hecho, cuando escribió el libro, Polonia ni siquiera existía como entidad nacional independiente y está claro que uno de los propósitos del autor era despertar la conciencia identitaria de su pueblo.
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