Hace unos meses comentaba este libro con uno de mis colaboradores más cercanos, aquello de lo que trata el libro, el tono en que lo hace, en fin estas cosas. Quizá haga una reseña, le dije.
Sin duda para ponerlo a caldo, me contestó.
Eso era lo que en un principio había pensado, no lo de ponerlo de vuelta y media exactamente, pero sí desplegar una buena dosis de acidez y sarcasmo en la medida en que mis escasas habilidades lo permitieran.
Pero ya en aquel momento, cuando la breve conversación se producía, mi parecer había cambiado, volviendo a la senda de la humildad, cual hago casi siempre que he de hablar para un público desconocido de un libro, una película o una actuación. Si ni siquiera estoy seguro de saber redactar una simple reseña, cómo voy a osar criticar el trabajo de una persona que ha sido capaz de escribir un libro.
El autor, el cacereño José Miguel Carrillo de Albornoz, está emparentado con la nobleza y a su pluma se deben un buen número de libros de tema histórico. En la presente obra trata de acercarnos a lo que él llama un póker de damas del siglo XX, las duquesas de Medinaceli, Alba, Medina Sidonia y Arcos, sirviéndole de disculpa la curiosa coincidencia de que estos cuatro principales títulos de la nobleza española recaigan en mujeres, en un tiempo en el que precisamente la mujer cobra protagonismo en todos los ámbitos de la vida, al menos en nuestra cultura occidental.
El libro está escrito huyendo del morbo, que en alguno de los casos daría para mucho, desde el respeto, cuando no la admiración o la amistad personal con alguna de ellas o de sus más directos descendientes. Los asuntos que podrían ser considerados como escandalosos, son reseñados sin más, en todo caso haciendo breves comentarios que, en ningún caso buscan establecer juicios morales. El autor trata más bien de realzar otros valores, siendo paradigmático el caso de la difunta Duquesa de Medina Sidonia, la llamada Duquesa Roja, cuya vida personal, las malas o inexistentes relaciones con sus hijos, sus relaciones homosexuales, son tratadas con exquisito tacto y sin embargo subraya su labor en el estudio y clasificación de los archivos de la casa y la creación de la fundación que lleva el nombre del ducado.
Para el lector interesado especialmente en la Historia, el único aliciente del libro puede estar en las primeras páginas de cada biografía, que dedica a cada una de las casas ducales, en las que hace un repaso del linaje de cada una de ellas, de los diversos matrimonios con otras ramas de la nobleza que han servido para acrecer sus títulos. Un somero repaso a los descendientes de aquellos duques de Alba, Osuna, Medinaceli o Medina Sidonia, que en el Siglo XVI estaban al frente de las armas españolas temidas en toda Europa.
En alguno de ellos se detiene un poco más, contándonos cosas que no por sabidas dejan de ser curiosas, cual es el caso, por ejemplo, del famoso Mariano Téllez-Girón, XII Duque de Osuna, famoso en las cortes europeas por sus dispendios y que dilapidó la fortuna familiar; o del XVII Duque de Alba, el padre de Cayetana, al que Franco, aprovechando su conocida anglofilia, nombró embajador de España en el Reino Unido y que, según el autor, llegó a arrancar del gobierno británico la promesa de devolver Gibraltar a España a cambio de mantener la neutralidad durante la última Gran Guerra. De ser cierto, es evidente que la promesa no se llevó a cabo.
Aparte de estas cosas, el resto tiene que ver más con las páginas de ¡HOLA!, que con un libro de historia. Conoceremos la retahíla de nombres que les ponían a estas benditas el día de su bautizo (en el caso de Cayetana más de 20); la no menos larga lista de títulos que atesoran; lo bonitas que eran sus primeras comuniones; los casamientos, viudedades, separaciones, segundos casamientos…; el apunte (insistimos en el tono amable de la obra) de algunas intrigas y disputas por culpa de las infidelidades de sus papás (me refiero a antepasados en general), con hijos bastardos de por medio; las puestas de largo; los viajes de luna de miel; la asistencia a bodas reales como invitadas de postín; la entereza con la que llevaban sus papis o mamis la muerte de sus cónyuges (en el caso de la muerte del papá de la de Medinaceli, su mamá jugaba al bridge para distraerse). Por cierto, en el caso de ésta duquesa, nos cuenta lo aficionada que es a la cocina, tanto que cuando alguna nueva receta le llama la atención, hace que sus cocineros se la preparen (¡!)
Las bodas de Cayetana (excepto la última, claro), la primera de ellas, en el año 1947, costó 10 milloncetes de la época, con Chicote sirviendo las bebidas. Lo conveniente de algunos enlaces porque aportaban una buena pasta a la casa; la personalidad que demostraba la Duquesa de Arcos a los 3 o 4 años; lo bien que se desempeñaba su papá en los actos sociales o lo intensamente que ella se dedicó al cuidado de su hija, dando como prueba de ello que contrató una puericultora profesional o que le gustaba vigilar mientras la bañaban y mirar mientras comía.
Como se verá unas vidas complicadas, que estas señoras saben llevar con la dignidad que se espera de ellas.
Un libro que a mí me ha resultado bastante aburrido, por repetitivo, pero qué iba a hacer el autor si lo más interesante de esta gente eran las cacerías y ahora hay que tener cuidado con esas cosas que están mal vistas, o los viajes que hacían y hacen, pero como ahora la plebe se ha desatado y viaja también por todo el mundo, y si encima (y le alabo el gusto), no ha querido hurgar en las cosas poco edificantes de sus vidas, pues esto es lo que queda.
Por cierto, que el lugar que ocupa la Duquesa de Arcos, como dama de tréboles, debería haberlo ocupado su mamá, la actual Duquesa de Osuna, pero el autor se despacha con un “Dado que… no desea que escriba sobre su vida, … , no lo haré”. Y tan campante nos la cambia por su heredera. ¡Cachis! Mira que por motivos personales era la que más me interesaba y me deja compuesto y sin Duquesa.
Hola Trecce.
ResponderEliminarSin duda interesante las vidas y personalidades de las duquesas y todo lo que les rodea.
Aunque no es mi tipo de lectura y menos curiosidad entiendo que halla personas que quieran saber si se peinaban con la raya al lado o se ponen medias de colores.
Las altas al cuñas no es mi fuerte, jajajaja.
Ya tenemos salsa y el bola rosa que nos comenta de todo, jajaja.
Esta clase de gente tienen de buena lo que yo de espinete.
Como el rey por ejemplo ocupa un lugar que no le pertenece....lo dejaré ahí.
Todos estos de la Aristocracia aburren en el siglo en el que estamos y seguimos en la edad media con reyes, condes y marqueses, que no deberían de existir ya.
Saludos cordiales Trecce.
Su tiempo ya pasó, están fuera de época totalmente.
ResponderEliminar"con uno de mis colaboradores más cercanos"
ResponderEliminarSabes cómo hacer que me sonroje.
¡Qué tiempos!
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