miércoles, 31 de julio de 2019

OCHO SENTENCIAS DE MUERTE

Louis D'Ascoyne Mazzini (Dennis Price) desciende de una familia de aristócratas ingleses, pero cuando su madre se casa con alguien inferior en la escala social, la familia D'Ascoyne la rechaza, lo que para Louis resulta vergonzoso.
Cuando su madre fallece, la familia le niega su deseo de ser enterrada en la cripta familiar y su hijo enfurece y comienza a planear su venganza consistente en ir eliminando uno por uno a todos quienes se interponen entre su persona y el título de heredero del ducado concedido a la familia desde hace muchas generaciones y, por tanto, convertirse en duque. Estudia a la familia D'Ascoyne y encuentra la forma de inmiscuirse en sus vidas y, de este modo, influír en ellas.
En el curso de esta sistemática eliminación que pasa totalmente desapercibida, Louis llega a tener un cierto grado de intimidad con Edith (Valerie Hobson), la encantadora y elegante viuda de uno de los D'Ascoyne asesinados. Esto crea un clima de tensión con su novia de la infancia y juventud, la coqueta y actualmente casada Sibella (Joan Greenwood).
Una vez que el plan homicida se lleva a cabo con éxito, Louis asegura el ducado que ha codiciado, pero en un extraño giro, se le acusa de un asesinato que no ha cometido, siendo declarado culpable y condenado. De hecho, Louis ha sido traicionado por el testimonio de Sibella, que desea ser duquesa, pero ve que Edith, ya una D'Ascoyne por matrimonio, obtendrá el título.


El guión se basa en la novela "Israel Rank: The Autobiography of a Criminaly", del británico Roy Horniman.
El rígido Código Hays que se aplicaba en EE.UU., obligó a un añadido de 10 segundos al final para poder ser exhibida en ese país, pues consideraban que el final original era ambiguo y podía interpretarse que se premiaba el crimen.


Estupenda comedia de la factoría Ealing, que figura, por mérito propio, entre las mejores de la productora londinense.
Plagada de gags, diálogos y secuencias que navegan desde el humor negro a la crítica social, destaca la genial actuación de Alec Guinness que interpreta a ocho personajes diferentes (los ocho D'Ascoyne que preceden en el orden sucesorio al protagonista), incluída Lady Agatha, cada uno con sus tics, su acento y sus características diferentes, en un trabajo que le valió pasar a formar parte de la élite actoral del momento. Una película considerada de obligada visión para cualquier cinéfilo que se precie.
Como dijo el crítico Roger Ebert: Los asesinatos pueden ser entretenidos, siempre que la historia se apoye en las excentricidades del villano y no en los detalles desagradables de los crímenes.




martes, 30 de julio de 2019

EL GRAN SALTO ADELANTE

Entre 1957 y 1960, Mao Zedong, dirige una ambiciosa campaña de masas denominada Gran Salto Adelante, política desarrollista que marcaba el distanciamiento entre el comunismo chino y el soviético. El Gran Salto Adelante se basaba en gran parte en el desarrollo de la industria pesada. Se trataba, además, de sacar adelante todo un plan quinquenal, en tan solo dos años, aprovechando el único recurso abundante en China: la mano de obra campesina.
Mao decidió que la producción de hierro y acero transformaría China en una región moderna y forzó a millones de campesinos a abandonar sus campos para alcanzar la cuota de producción fijada. Se instalaron altos hornos por doquier para producir hierro y acero en cantidades asombrosas y absurdas, ya que se pretendía llegar a una tonelada de hierro por habitante, es decir, mil millones de toneladas, cantidad superior a la del resto del mundo, para lo que se recurrió al uso masivo de chatarra, fundida en hornos precarios y con productos de ínfima calidad.
Pronto se hizo patente que el acero producido en los "hornos de los patios" resultaba inutilizable. Peng Dehuai, Ministro de Defensa a la sazón, al provenir del campo, se mostró horrorizado y durante su visita a un pueblo preguntó a los campesinos: "¿Ninguno de vosotros ha pensado en qué comerá si no sacáis adelante las cosechas? No vais a poder comeros el acero". Por supuesto, Peng fue expulsado del partido y confinado bajo arresto domiciliario.
La catástrofe sobrevino ayudada por una climatología adversa, se calcula que entre 1958 y 1960 murieron de hambre más de 20 millones de personas, aunque no existe una cifra exacta de esa hecatombe que las autoridades chinas intentaron ocultar al mundo.
Mao decidió que el programa había fracasado porque las masas y los activistas del partido, no habían entendido bien su política.



lunes, 29 de julio de 2019

PASAPORTE PARA PIMLICO

Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, en Miramont Gardens, Pimlico, un barrio del centro de Londres, explota una bomba lanzada durante la guerra por la fuerza aérea alemana. La explosión pone al descubierto una bodega enterrada que contiene obras de arte, monedas, joyas y un antiguo manuscrito. El documento es autenticado por la profesora e historiadora Hatton-Jones (Margaret Rutherford) como una carta real de Eduardo IV que cedió una casa y sus propiedades a Carlos VII, el último duque de Borgoña, cuando se refugió allí después de ser dado por muerto en la batalla de Nancy de 1477.
Tras la llegada de un hombre que afirma ser el duque de Borgoña, reclamando sus derechos al territorio, ya que la carta nunca había sido revocada, se declara que la zona de Pimlico sigue siendo legalmente, parte del territorio de Borgoña, y los habitantes proclaman su independencia del Reino Unido, convirtiéndose así en una micronación. Con el fin de recuperar el control de la situación y quitarse esa "espina" en el mismísimo corazón de la capital, el gobierno británico interrumpe la prestación de todos los servicios dirigidos al barrio e instituye un control fronterizo.
Con la ruptura de las relaciones con el gobierno británico, los "borgoñones" se aíslan y organizan una resistencia; los residentes son invitados a "emigrar" a Inglaterra, pero pocos se van. El agua, la electricidad y las entregas de alimentos son cortados por los británicos en la frontera.
Las soluciones puntuales que van encontrando a sus problemas, originan casi siempre otro más grave.


Resulta muy ilustrativa la dedicatoria de la película ("Dedicada a los años del hambre") en un momento en que las tragedias, penurias y secuelas de la guerra estaban aún presentes en el día a día de la sociedad británica (1949).
En un momento como ese, los autores del film deciden que va siendo hora de dibujar una sonrisa entre tanto desconsuelo y hacen parodia de los cupones de racionamiento, de los edificios devastados por los bombardeos y los solares a que dan lugar, de las restricciones de bienes primarios, etc.
La película es una comedia amable en la que algunos han querido ver también una caricatura sobre los nacionalismos, aunque yo pienso que tampoco hace especial hincapié en este asunto, tan de actualidad ahora en nuestro país y en el mismo Reino Unido con el asunto del brexit.
Bien interpretada por un conjunto de solventes actores, algunos conocidos en la época, pero actualmente casi olvidados todos ellos, comenzando por la dama de la escena inglesa Margaret Rutherford, que interpretó en Miss Marple en la serie de cuatro películas basadas vagamente en el personaje de Agatha Christie y que intervino también en otras conocidas películas.


Quizá la película no está a la altura de las comedias más conocidas de la factoría Ealing, pero es sin duda un film muy entretenido, divertido y que resulta ideal para pasar un rato agradable viendo una comedia sencilla pero muy bien realizada.
Por cierto, magnífico final que pone un broche ingeniosamente cómico al film.




viernes, 26 de julio de 2019

CLAMOR DE INDIGNACIÓN

Joe Kirby (Harry Fowler) lee en voz alta a su pandilla un cómic de la revista Trump, pero se da cuenta de que falta una página. Luego compra otro ejemplar para poder seguir las aventuras del detective ficticio Selwyn Pike. Mientras lee una parte de la última historia, Joe descubre que la aventura cómica se repite exactamente en la vida real cuando se encuentra con dos hombres que llevan unas cajas (Joe cree que contienen cadáveres) a la tienda de pieles del Sr. Jago (Paul Demel). Incluso la matrícula del camión (GZ 4216) coincide con el cómic.
Cuando Joe se esconden en la tienda de Jago para averiguar qué es lo que está ocurriendo, el dueño lo descubre y llama a la policía, aunque no presenta cargos contra el. Más tarde, Joe le habla al inspector Ford (Jack Lambert) de sus sospechas, este le aconseja que no se deje influenciar tanto por los comics y le envía a hablar con Nightingale (Jack Warner), un tendero del Covent Garden, para que le de trabajo. Al contrario que Ford, al Sr. Nightingale le hacen gracia las historias de Joe.
Más tarde, en su escondite en un edificio bombardeado, los amigos de Joe se burlan de él por el incidente, hasta que otro niño dice que vio un camión con placa GZ 4216 esa mañana. Joe cree que los criminales están planeando trabajos a través del Trump. Para saber más visitan al autor del cómic, Felix Wilkinson (Alastair Sim). Joe y Alec (Douglas Barr) encuentran la casa de Wilkinson, descubriendo que las ediciones del cómic están siendo manipuladas y se lo dicen a Wilkinson. Este se da cuenta de que los criminales están usando los códigos del cómic para comunicar sus planes pero, temeroso de la pandilla, Wilkinson se niega a ayudar a los niños.


En algún lugar he leído que el guión se basa en la novela 'Emil and the Detectives' de Erich Kästner. Kästner fue un autor alemán famoso sobre todo por sus publicaciones para el público infantil y juvenil, aunque también cultivó otros géneros. Formó parte del movimiento Neue Sachlichkeit (Nueva objetividad), en el que se encuadran escritores tan conocidos como Joseph Roth, Hermann Hesse, Carl Zuckmayer, Erich Maria Remarque, Thomas Mann o Heinrich Mann. De cualquier modo, he de aclarar que no tengo constancia de ello y que no se hace mención alguna en la película, en cuyos títulos de crédito se dice que es un guión original.


Cuando ves esta película, sobre todo para quienes las han leído, es inevitable recordar las aventuras de Guillermo, de Richmal Crompton o de Los Cinco, de Enid Blyon. Aquí también tenemos a un grupo de adolescentes que se meten en líos al tratar de resolver por su cuenta un asunto delictivo en el que correrán peligros sin cuento.
La narración es muy dinámica y la tensión dramática viene dada, en buena parte, de que los chicos no encuentran eco entre los adultos que podrían ayudarles, por lo que, empeñados como están en llegar al fondo del asunto, han de ser ellos mismos quienes lleven adelante las averiguaciones. Su propia condición de jóvenes, es la que dificulta su trabajo, pero al tiempo, la solidaridad que hallan en otros muchachos, supondrá una buena ayuda.
La película tiene muchas cosas llamativas, desde los originales títulos de crédito a los "bocadillos" que, a imagen de los comics, hacen ver al espectador, en una de las secuencias del principio, lo que está leyendo el protagonista en la historieta. Muy llamativo si tenemos en cuenta que estamos hablando de una película de 1947.
Magnífica la fotografía de Douglas Slocombe, con algunas escenas grandiosas, como la de la subida por la escalera de caracol hacia la casa del autor de los comics, en la que vemos ascendiendo las sombras de Joe y Alec reflejadas en la pared, cruzándose con un gato o los magníficos picados en las calles amplias y oscuras que acentúan la soledad y decepción de la pandilla cuando sus planes van fracasando. Una maravilla.
La película tiene el valor añadido de mostrarnos el Londres medio derruído tras los bombardeos de la guerra, un entorno, por otra parte, muy bien aprovechado para la historia, pues en él, los chicos se mueven como pez en el agua, además de ofrecer un decorado perfecto para algunas de las escenas.
En lo único que el paso del tiempo ha afectado a la película es en la forma de vestir y alguno de los comportamientos de los jóvenes, por lo demás, puede ser vista ahora con el mismo interés, pues la historia resulta de lo más original y entretenida.




jueves, 25 de julio de 2019

ÚLTIMO TREN A KATANGA

A mediados de la década de los 60 del pasado siglo, el presidente congoleño Ubi (Calvin Lockhart) contrata al mercenario Bruce Curry (Rod Taylor) para rescatar a los residentes europeos de una ciudad aislada a punto de ser atacado por los rebeldes Simba en el antiguo Congo Belga.
En realidad su misión es recuperar un depósito de diamantes, por valor de cincuenta millones de dólares, del lugar donde los tiene almacenados una compañía minera. Curry se hace con los servicios de un grupo de personas que le ayudarán en su misión, entre ellos su inseparable amigo Ruffo (Jim Brown) y el médico alcohólico Wreid (Kenneth More). También recurre, a regañadientes, al ex nazi Henlein (Peter Carsten) porque necesita su experiencia militar y considera que sus habilidades de liderazgo pueden serle de utilidad.
El presidente congoleño proporciona a Curry un tren de vapor y un destacamento de soldados que estarán bajo sus órdenes directas. En el camino de ida se suceden los incidentes, el tren es atacado por un avión de las Naciones Unidas; los mercenarios rescatan a Claire (Yvette Mimieux), cuyo esposo ha sido asesinado por los Simba y lo que era su casa, ha desaparecido pasto de las llamas y Henlein, a quien le molesta el liderazgo de Curry, comienza a causar problemas porque el alemán sabe que el verdadero fin de la misión son los diamantes. Las cosas llegan a un punto de ebullición cuando mata a dos niños de los que sospecha que son espías rebeldes. Después, Henlein hace propuestas románticas a Claire, que Curry interrumpe. Henlein atacará a Curry y este no tiene más remedio que defenderse ante la insubordinación del alemán y los problemas que está creando, incluso llega un momento en el que está a punto de matar a Henlein, pero Ruffo lo detendrá.
La misión, mal que bien, sigue adelante, pero las dificultades y los imprevistos, continúan apareciendo y el camino de regreso, será mucho más complicado que lo fue el de ida.


El guión se basa en la novela The Dark of the Sun, del sudafricano Wilbur Smith. El título de la novela es el mismo que lleva la película, que cambió para la versión española, cuando lo cierto es que los acontecimiento ocurridos en Katanga no son los que sirven de fondo a la película que tiene más que ver con la revuelta Simba de 1964-65.
Su director es el británico Jack Cardiff, no muy conocido en esta faceta, pero sí como director de fotografía, aspecto en el que es un verdadero mito en el mundo del cine, ganador de un Oscar por Narciso Negro y figurando al frente de la fotografía en films muy conocidos, como Las zapatillas rojas, La Reina de África, La condesa descalza, Guerra y Paz, El príncipe y la corista, Los vikingos, Muerte en el Nilo o Los perros de la guerra.


Llama la atención la violencia explícita de este film en una época en que no era nada habitual y eso que hubo escenas que fueron cortadas y solo se observa una parte de lo que se filmó, lo que, por otra parte hace que el montaje resulte un tanto confuso y atropellado cuando se muestran estas secuencias.
El relato es sencillo y apenas aporta sorpresas, todo se va desarrollando conforme el espectador puede prever fácilmente.
Aunque algunos diálogos resultan de cierta brillantez en su contenido, sin duda fruto de la novela original, a la hora de plasmarlos, los actores no siempre están a la altura en mi opinión.
Las anécdotas alrededor del film son variadas y tampoco me voy a detener demasiado en ellas, únicamente señalar que Quentin Tarantino es un enamorado de este film al que se ha referido en varias ocasiones. En su película Malditos bastardos, utiliza algunos cortes de la melodía original del francés Jacques Loussier y, como homenaje al mismo, incluyó al propio Rod Taylor en el papel de Churchill.
El asunto político solo sirve como telón de fondo y apenas se habla del mismo en la película que resulta un tanto interesada, presentándonos a unos mercenarios que parecen los únicos buenos de la película.
Jack Cardiff consigue una película peculiar, con buenas dosis de acción y que resulta bastante entretenida. Con el paso de los años se ha convertido en una especie de película de culto.




miércoles, 24 de julio de 2019

LA BELLA MAGGIE

Mactaggart (Alex Mackenzie) es el capitán, un tanto pícaro, de The Maggie, un barco de carga endeble y oxidado que transporta carga, sobre todo carbón, a lo largo de la costa occidental de Escocia y sus islas. Aunque la Maggie es propiedad de su hermana, él solo se las arregla para ganarse la vida con el poco trabajo que le va saliendo, mientras se mantiene un paso por delante de sus acreedores en su amado barco.
En una oficina de embarque en Glasgow , escucha por casualidad al señor Pusey (Hubert Gregg) que intenta organizar el transporte de algunos muebles personales para su jefe, el estadounidense Calvin B. Marshall (Paul Douglas), con destino a su nueva casa en una de las islas periféricas. La gran compañía naviera de renombre no tiene nada disponible de inmediato, por lo que MacTaggart consigue el trabajo cuando Pusey cree erróneamente que trabaja para la compañía y que la embarcación más moderna atracada junto a la Maggie es la de MacTaggart. El trato se cierra por un importe de 300 libras, una suma que podría usarse para algunas reparaciones tan necesarias en el barco para que pueda mantenerse en unas mínimas condiciones de navegación y para que le devuelvan el permiso de transporte.
Cuando Marshall se entera de que su valiosa carga está en riesgo en un barco que no es apto para navegar, hace todo lo que está a su alcance para abortar el contrato y transferir su preciado cargamento a un barco más fiable. Para lo que Marshall no está preparado es para las astutas tácticas dilatorias de Mactaggart y sus ingeniosas maquinaciones.


El guión desarrolla una historia del propio director del film, Alexander Mackendrick.


Esta es la historia, contada en tono amable y en plan de comedia, de uno de esos tipos que en la vida real, deben ser bastante desquiciantes para quien se la haya de ver con ellos.
Mactaggart es un bribón, un pícaro en toda regla que, contra lo que su grumete Dougie (Tommy Kearins) piensa, tampoco es que sea un marino muy fiable.
Dougie, el personaje más entrañable de la película, se muestra como el único sensato de toda la tripulación, quizá porque aún es un niño.
Paralelamente, el film reflexiona sobre ese tema tan debatido de si el dinero da o no la felicidad mediante la figura de Calvin B. Marshall, el ricachón americano que poco a poco, se ve superado por la peculiar forma de desenvolverse en la vida de Mactaggart. No es que le subyuguen los métodos del viejo lobo de mar, sino que se da cuenta de que nada puede cambiar su modo de ser, su afición a la bebida y su filosofía de que primero es la libertad entendida a su manera y después todo lo demás, incluído el trabajo y el cumplimiento de los compromisos adquiridos.
El momento culmen de la película en cuanto a esta reflexión de qué es lo que debe importarnos en la vida, es la conversación entre el Sr. Marshall y la joven escocesa que va a casarse y ha de elegir entre sus dos pretendientes. Sus razones para elegir al que va a ser su esposo, abren los ojos de Marshall para tratar de arreglar su vida personal.
Una película entretenida, sin grandes alardes, correcta en su realización, aunque tampoco es que sea especialmente destacable.




martes, 23 de julio de 2019

EL HOMBRE DE LOS CÍRCULOS AZULES

El comisario Jean-Baptiste Adamsberg, el personaje principal de una serie de libros de novela negra de esta autora, aparece por primera vez, así como otros personajes que lo seguirán en sus investigaciones posteriores, incluido el inspector Danglard.
Jean-baptiste Adamsberg se acaba de mudar a París después de un traslado. Es su duodécimo día. Pero en los últimos meses, la capital es presa de alguien que no se sabe si actúa en broma o va más allá y se dedica a trazar por la noche, grandes círculos azules en las aceras, con los que rodea objetos heterogéneos sin ningún vínculo aparente entre ellos, al lado del círculo una frase: "Victor, mala suerte, ¿qué estás haciendo afuera? ", sin que parezca lógico ni el momento ni los lugares elegidos.
El fenómeno es el deleite de los periodistas y algunos psiquiatras que teorizan: ¿un maníaco?,  ¿un jugador?
El comisario Adamsberg no se ríe. Estos círculos y su abigarrado contenido rezuman crueldad. Él lo sabe, lo siente: pronto, la inocencia absurda se convertirá en tragedia.
El relato evoluciona a un ritmo lento. Primero conocemos a algunos de los protagonistas (Mathilde, Danglard, Charles...) y al propia Adamsberg, del que se nos cuenta su modo de investigar, sus manías, sus intuiciones y algunas cosas de su reciente pasado.
Al final todas esas intuiciones, van encajando con algunos detalles de la investigación y tomando forma en el pensamiento del comisario. Ha llegado la hora de encontrar y detener al culpable y explicárselo todo a Danglard que, en muchos momentos, está totalmente desorientado por la forma de proceder de su jefe inmediato.
Y es que los métodos de Adamsberg son peculiares, muy intuitivos, parece que no hace nada sino dejar pasar el tiempo, como si viviera en una burbuja, cuando realmente lo que está haciendo es dejarse impregnar por las sensaciones hasta que la luz se hace en su mente. Todo ello desarrollándose en una atmósfera poblada de personajes que parecen un poco fuera de lugar.
Fred Vargas nos ofrece aquí, con esta primera investigación de Adamsberg, una intriga bien elaborada y compleja en la que los hilos se enredan para despistar al lector que no comprende todos los datos dispersos, generosamente dejados aquí y allá a su disposición y que se va dejando subyugar por la aparente indiferencia e inactividad de este comisario que se guía por su increíble intuición y que, a pesar de su carácter atípico, nos acaba resultando entrañable.
Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 7 de junio de 1957), conocida por el seudónimo Fred Vargas, es una escritora, arqueozoóloga y medievalista francesa, autora también de novelas policíacas.
Entre otros muchos reconocimiento, en 2018 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras.




lunes, 22 de julio de 2019

MANDY

Mandy Garland (Mandy Miller) nació sorda y como consecuencia ha sido muda toda su vida.
Cuando son conscientes de sus limitaciones, sus padres, Harry (Terence Morgan) y Christine (Phyllis Calvert), tienen sentimientos encontrados sobre como será la vida futura de la niña, ellos creen que si tuviera un profesor de educación especial podría llegar a aprender a hablar, pero el caso es que la niña va creciendo desorientada y va teniendo cada vez más la apariencia de ser una niña tonta porque no puede aprender.
Hasta que aparece en su vida el siempre entusiasta profesor Searle (Jack Hawkins) que tiene una escuela para sordos con método de lectura de labios y la utilización de objetos mediante los cuales enseña a utilizar el habla.
Sin embargo, el proceso no estará libre de trabas, pues para ingresar en la escuela, Mandy ha de abandonar el hogar familiar que se ha convertido en una especie de prisión para ella, sometida al agobiante amor de sus padres, a una abuela sobreprotectora y a un abuelo emocionalmente distante.
La mejor opción para el futuro de la niña es trasladarse desde su casa en Londres, hasta Manchester, donde está la escuela y así lo entiende Christine, que tiene que luchar contra la opinión de Harry y sus padres, algo que aumentará la tensión en el matrimonio, hasta el punto de que la madre de Mandy se ve acusada de adulterio por la sospecha de una posible relación con Dick Searle.
A pesar de todo, el trabajo en la escuela con Mandy sigue adelante.


El guión se basa en la novela The Day is Ours, de la británica Hilda Winifred Lewis, cuyo esposo, el profesor M. Michael Lewis, trabajó como especialista en educación de sordos en la Universidad de Nottingham.


Si en algún momento la película cae en algo parecido a la sensiblería se debe a que, por el tema tratado, es casi imposible que en ciertos instantes las imágenes y las situaciones dejen de tocar la fibra sensible del espectador. Sin embargo, uno de los grandes aciertos del film es que trata de alejarse de la tentación de transitar ese terreno.
De hecho, la sordera de Mandy se transforma casi en un pretexto para abordar otros asuntos que, de hecho, ocupan la mayor parte del guión, cuales son las difíciles circunstancias emocionales que atraviesan los padres de la niña y, por otra parte, la absolutamente encomiable labor de los profesionales que se consagran en cuerpo y alma a la educación de los niños en general y de los discapacitados en particular. Ello sin que falten los dardos contra las administraciones públicas y su cortedad de miras cuando se trata de asuntos educativos y sociales o contra la mediocridad y la ambición de algunas de las personas que deben tomar decisiones relativas a estos asuntos.


Bien interpretada, llama la atención el buen desempeño de su papel de la pequeña Mandy Miller que ya había tenido una pequeña intervención en otra película de Alexander Mackendrick, El hombre del traje blanco y que viene a demostrar la buena mano que tenía este hombre en la dirección de actores y particularmente cuando se trataba de niños. Miller no era sordomuda, de hecho, Mackendrick dijo que no había seleccionado para el papel a ninguna candidata sorda, porque estas niñas, en su afán de superación y de demostrar su normalidad, en muchas ocasiones decían haber entendido lo que se les pedía, cuando en realidad se habían perdido parte de las explicaciones que se les daban.
Una película entrañable que hace sentir al espectador las dificultades que, a veces, atraviesan las familias de estos niños y que nos acerca a un personaje, Mandy, por el que inmediatamente sentimos dolor, amor, comprensión y simpatía y a una madre admirable y luchadora que junto al profesor Searle, no dudan en afrontar las maledicencias de su entorno familiar y profesional en beneficio de un ser por el que están dispuestos a sacrificarlo todo.




viernes, 19 de julio de 2019

EL HOMBRE DEL TRAJE BLANCO

El ingenioso inventor Sidney Stratton (Alec Guinness), un graduado de Cambridge, es despedido de todas las fábricas en que trabaja, por considerar sus dueños que gasta demasiado presupuesto en investigación.
Su suerte cambia cuando empieza a trabajar como mozo de almacén en la fábrica textil de Alan Birnley (Cecil Parker). A causa de un malentendido, se introduce en su laboratorio y le permiten trabajar allí debido a sus vastos conocimientos, además cuenta con la simpatía de la hija del empresario, Daphne (Joan Greenwood), una joven que confía en Sidney y en sus experimentos mucho antes de que su padre lo termine haciendo por mero interés económico.
Tras arduos esfuerzos, Sidney consigue crear un tejido revolucionario, casi milagroso, que nunca se ensuciará ni desgastará. Es evidente que con el invento puede lograr una fortuna vendiendo ropa hecha de este material, pero también puede causar un tremenda crisis que llevará a la ruina del sector a corto plazo, después de todo, una vez que alguien compre uno de sus trajes, nunca tendrá que arreglarlos o comprar otro, y la industria textil sufrirá un colapso de la noche a la mañana.
No solo los empresarios se pondrán enfrente de Stratton, los trabajadores también se oponen a la fabricación del nuevo producto, ya que temen, con razón, perder sus puestos de trabajo.
En un primer momento, los magnates del sector, intentan sobornar a Sidney para que oculte su descubrimiento, sin embargo, él está decidido a poner su invento en el mercado, obligando a los peces gordos de las fábricas de ropa a recurrir a medidas más desesperadas.


El guión se basa en una obra de teatro no estrenada de Roger MacDougall, primo de Alexander Mackendrick, realizador del film.
El mismo Mackendrick señala que conservó muy poco del original, apenas la historia de un tejido que, por un lado, resulta de gran ayuda para los consumidores pero que, por otro, se convierte en una gran amenaza para ciertos sectores de la industria textil, pues la idea original que tenía era hacer una película sobre un tema que le inquietaba bastante: la responsabilidad política y social de los científicos que desarrollaron la fisión nuclear sin considerar los usos que se podrían dar a su invento. Pero ante la inquietud de los productores de Ealing Studios, que pensaban que el tema era demasiado inquietante para ser aceptado como un entretenimiento popular y taquillero, optó por hacer el guión de esta historia, en el que colaboró con el propio MacDougall y con John Dighton.


Bajo la apariencia de una divertida comedia, la película nos ofrece una despiadada crítica sobre algunos aspectos del capitalismo, empeñado en conseguir dividendos a cualquier precio, pero también de cierta clase trabajadora que se vuelve egoísta y prefiere mantener su puesto de trabajo contra viento y marea antes que pensar en el beneficio de la comunidad.
También de las imprevisibles consecuencias de ciertos avances, en este sentido, por ejemplo, es aleccionadora la frase de la patrona de Stratton, que previamente le ha permitido retrasar el pago del alquiler y cuando se lo cruza en la calle, le amonesta, pues por culpa de su invento, ya no habrá ropa que lavar y ella no podrá ganarse la vida.
Todas estas cosas siguen vigentes en la actualidad, pienso que posiblemente más que nunca, todos hemos oído hablar de la obsolescencia programada o de que determinadas líneas de investigación son vetadas o se mantienen en segundo plano por miedo a que se les acabe el negocio a quienes sacan jugosos beneficios de la venta de ciertos productos que desaparecería o pasaría a otras manos si desapareciera su comercialización.
En cuanto a la segunda parte, la responsabilidad que tienen (tenemos) otros sectores sociales que pasan por inocentes, solo hay que ver el revuelo que se produce entre los afectados cada vez que se habla de suprimir la fabricación de armas, por ejemplo. Recuerdo cuando hace poco se pusieron en pie de guerra los trabajadores de una autopista que iba a dejar de cobrar peaje. Les importaba un bledo que a cientos de profesionales y particulares que la utilizaban todos los días, les fuera a ir un poco mejor económicamente gracias a la medida, sólo pensaban en ellos. Pero estoy seguro de que tampoco las autoridades, cuando se vanagloriaron del hecho de suprimir el peaje, habían pensado en los daños colaterales.
Y es que cada cual tenemos nuestra parte, aunque siempre echemos la culpa al gran capital, no dejamos de ser una parte del engranaje y cuando nos afecta, cambiamos nuestro discurso para dar pena.
Acompañada por unas buenas actuaciones, con el singular Alec Guinness a la cabeza, la película cuenta también con la magnífica fotografía de Douglas Slocombe que nos deja algunas secuencias para el recuerdo, como las magníficas escenas de la persecución final en plena noche con el traje blanco deslumbrante en la oscuridad.
Mucho más aleccionadora en aspectos sociales y económicos de nuestro tiempo de lo que pudiera parecer a primera vista, sus reflexiones sobre estos asuntos los narra de manera muy inteligente y divertida.
Recomendable, además de por otros muchos motivos, porque, como digo, su mensaje no ha perdido un ápice de vigencia.




jueves, 18 de julio de 2019

LA LEYENDA DE NICHOLAS NICKLEBY

El joven Nicholas (Charlie Hunnam) y su familia disfrutan de una confortable vida que se ve totalmente alterada con el fallecimiento de su padre, el Sr. Nickleby (Andrew Havill), que les deja sumidos en la miseria.
Nicholas, su hermana Kate (Romola Garai) y su madre (Stella Gonet), se ven obligados a trasladarse a Londres donde esperan contar con la ayuda de su tío Ralph (Christopher Plummer), pero las únicas intenciones de este, son separar a la familia y explotarlos.
A su sobrino Nicholas, del que piensa que no logrará nada en la vida, le envía a trabajar como tutor en una escuela en el norte de Inglaterra, dirigida por el cruel Mr. Wackford Squeers (Jim Broadbent) y su sádica esposa (Juliet Stevenson).
A la bella hermana de Nicholas, pretende utilizarla para engatusar y manipular las decisiones de sus inversores y no duda en emplearla como si fuera mercancía para sus transacciones.
Nicholas acabará huyendo de la escuela junto a su compañero Smike (Jamie Bell), un huérfano con una minusvalía física, que no tiene recuerdos de su vida anterior antes de que lo llevaran a Dotheboys Hall.
En su viaje de regreso a Londres, se cruzarán en su camino con Vincent Crummles (Nathan Lane) y su compañía de teatro, con quienes llegan a representar el Romeo y Julieta de Shakespeare.
Además trabarán amistad con el entrañable secretario de Ralph, Newman Noggs (Sir Tom Courtenay).
Entre todos tratarán de reunir de nuevo a la familia Nickleby a pesar de los manejos del tío.


El guión se basa en la novela de Charles Dickens "The Life and Adventures of Nicholas Nickleby". Aunque Dickens sitúa la acción en la década de 1830, la película se traslada veinte años después para incorporar elementos de la revolución industrial en su plan de diseño.
La película cuenta con un prestigioso elenco, con nombres tan conocidos como Anne Hathaway, Jamie Bell, Alan Cumming, Christopher Plummer o Romola Garai entre los actores, la oscarizada Rachel Portman autora de una magnífica banda sonora o la diseñadora de vestuario Ruth Myers.


Historia muy dickensiana, con su colegio de niños tratados cruelmente, su huérfano, su tío rico, avaro y malvado y unas cuantas más de esas constantes de los relatos de Dickens que, como en otras ocasiones, acaba bien, los malos reciben su castigo y los buenos alcanzan su recompensa. Quizá la principal variación es que el protagonista no parece tontorrón de lo bueno que es como en otros relatos del mismo autor. Nicholas sabe defenderse y en alguna ocasión lo demuestra.
Bien ambientada y con alguna actuación de mayor mérito que otras, asistimos a una película con mensaje moralizante y que resulta entretenida de ver en línea con la literatura típica de Dickens.




miércoles, 17 de julio de 2019

WHISKY A GO-GO

Al noroeste de Escocia, en pleno Atlántico, el encantador archipiélago de la Hébridas, con sus incontables islotes rocosos, emerge del Océano. Al oeste no hay nada más, salvo América.
Sus habitantes viven frugalmente de los productos del mar, unas pocas hierbas y yacimientos de turba. ¡Pueblo dichoso con placeres simples! La pequeña isla de Todday se encuentra aislada a cien millas de tierra firme, sin cine ni sala de baile. Pero sus habitantes saben distraerse.
Pero en 1943, un desastre se abatió sobre la isla. No fue el hambre, ni la peste, ni las bombas, ni la invasión. Sino un cataclismo mucho, mucho peor: Se habían agotado las existencias de whisky. "Agua de la vida", en gaélico, sin ella, la vida no merecía la pena ser vivida. Todo el mundo lloró, ya que se habían pasado del agua de la vida a la agonía.
Por una extraña coincidencia, el S.S. Cabinet Minister encalló a la altura de la isla de Todday, dos años después de que el S.S. Politician, que llevaba el mismo cargamento, encallara a la altura de la isla de Eriskay. Pero ahí acaba la coincidencia.
En esta ocasión, los isleños tras haber pasado un largo periodo sin haber podido catar una sola gota del preciado licor, comienzan a idear toda clase de estratagemas para hacerse con todo lo que puedan del ansiado cargamento burlando a las autoridades, cuya idea de lo que debe hacerse con la carga del barco, difiere bastante de lo que piensan los lugareños.
Desafortunadamente para ellos, un capitán de la guardia territorial, para más inri inglés, se interpone entre ellos y las botellas.


Se basa en la novela Whisky Galore, de Compton Mackenzie que también participó en la elaboración del guión. El libro, a su vez, se inspira en un hecho real, el naufragio del S.S. Politician, junto a la isla de Eriskay, en las Hébridas Occidentales, ocurrido el 5 de febrero de 1941, dos días después de haber salido de Liverpool rumbo a Jamaica, con 250.000 botellas de whisky en sus bodegas.
Lo que no cuenta la película y creo que tampoco la novela, es que el barco llevaba también una cantidad considerable de dinero en efectivo, el equivalente a varios millones de libras actuales, del que no se recuperó la totalidad.
Al parecer, aún hoy o, al menos, hasta hace poco, aparecían a lo largo del año algunas botellas procedentes del naufragio en la arena de las playas cercanas. En 1987, un tal Donald MacPhee, encontró ocho de estas botellas cuando exploró el área del naufragio y las vendió en una subasta en Christie's por un total de 4.000 libras esterlinas.


Además del tema central, el del whisky y lo que su carencia supone para la gente de este pequeño pueblo, la película aborda de manera tangencial otros asuntos como las relaciones familiares (la madre dominante que controla al apocado hijo o el padre que muestra se descontento con sus jóvenes hijas por lo que él considera un uso desmedido del carmín de labios o por el hecho de que fumen); el enfrentamiento con las autoridades, a quienes solo preocupa que se recauden las tasas correspondientes por el alcohol; o las tradiciones populares.


Todo ello en tono de comedia con un humor sencillo, de ese que se ha perdido y que recuperamos con estas viejas películas que no provoca carcajadas, pero que te mantiene con la sonrisa en el rostro durante todo el film.
Personajes sencillos y cercanos que transitan por la frontera del histrionismo sin llegar a caer en él.
Una película divertida con un mensaje moralizante al final que quizá sobraba, tal vez una concesión al mercado norteamericano, aún con el recuerdo relativamente reciente de la llamada Ley Seca y que también obligó a cambiar el título original porque en él no se podía mencionar expresamente una bebida alcohólica.
Fue la primera película que dirigió Alexander MacKendrick, que luego llevaría a la pantalla títulos tan notorios como El hombre del traje blanco, El quinteto de la muerte, Mandy o La bella Maggie, entre otros y también fue el primer gran éxito de Ealing Studios en las salas norteamericanas.




martes, 16 de julio de 2019

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO

Desde su publicación como novela en 1951 (antes había visto la luz cuando apareció parcialmente forma de serial entre 1945 y 1946), el libro de D.J. Salinger siempre ha tenido un hueco en las listas de los más vendidos, transitando por una senda que va desde ser el libro más recomendado en escuelas de secundaria, hasta estar prohibida su lectura por niños y adolescentes en algunos lugares incluso hoy en día, por considerarlo una mala influencia y una apología del tabaquismo, el alcoholismo, el sexo y la rebeldía mal entendida.
Por otro lado, junto a los muchos críticos y lectores en general que alaban la novela, no pocos se sitúan, si no enfrente, al menos a un lado, sin acabar de entender por qué el libro levanta tanto revuelo y viéndose, en ocasiones, defraudados tras leerlo, en parte por las expectativas que su fama despierta.
A esto debe añadirse un halo de misterio y morbo en torno a esta obra, una desgraciada propaganda gratuita que se desprende de algunos acontecimientos trágicos: En la tarde del 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado por Mark David Chapman que mientras esperaba su arresto, se puso a leer una edición de bolsillo de este libro. El 31 de marzo de siguiente año, John Warnock Hinckley Jr., intentó asesinar al presidente Ronald Reagan en Washington. Hinckley declaró que estaba obsesionado con la novela de Salinger y su personaje protagonista.
El libro narra apenas tres días en la vida de Holden Caulfield, un joven de dieciséis años que asiste a clase en Pencey Preparatory Academy, un internado exclusivo en Agerstown, Pennsylvania del que ha sido expulsado por su bajo rendimiento académico. Holden no podrá volver al colegio tras las vacaciones de Navidad para las que faltan unos pocos días, pero él decide irse a Nueva York, donde vive con sus padres y su hermana Phoebe, de 10 años, sin esperar más.
El propio Holden es el narrador de la historia en la que nos cuenta sus problemas y diferencias con profesores y alumnos de este colegio y otros de los que ha sido expulsado anteriormente.
Una vez en Nueva York, tenemos algunas interesantes descripciones de la vida diaria en lugares emblemáticos de la ciudad (Central Park, 5ª Avenida, etc.) y Holden sigue relatándonos, bajo su particular prisma, distintas circunstancias de esos días y de algunos momentos pasados; el recuerdo de su hermano pequeño fallecido; el de su hermano mayor, DB, que vive en Hollywood, donde es guionista; su desafortunado encuentro con una prostituta en una pensión donde pasa la noche; su salida nocturna por la ciudad en la que tiene variopintos encuentros y sus particulares reflexiones sobre personas, hechos y circunstancias que le rodean.
El libro es una especie de retrato de adolescente rebelde y un tanto desubicado que, en algunos momentos se nos hace un tanto repelente por sus actitudes y en otros no deja de despertar cierta ternura por su ingenua visión de la vida.



lunes, 15 de julio de 2019

AL MORIR LA NOCHE

Un arquitecto que ha sido llamado para proyectar la ampliación de una casa de campo inglesa, queda un tanto perplejo porque la casa le recuerda a una que aparece en sus sueños, pero esto no es más que el inicio, pues al entrar, encuentra a un grupo de personas a las que ya conoce del mismo sueño, a pesar de no haberlas visto en su vida, entre ellos está un psiquiatra, el Dr. van Straaten (Frederick Valk) que trata de dar una explicación razonable, no solo al sueño del arquitecto, sino a cada una de las historias que relatan otros de los reunidos.
En una de ellas, un piloto de carreras, tiene un accidente y va al hospital. Mientras se recupera, sueña que ve a un conductor de coche fúnebre en un carruaje tirado por caballos que lo llama.
En el segundo relato, Sally O'Hara (Sally Ann Howes) asiste a una fiesta infantil, en la que conoce a un niño pequeño que no ha sido invitado, por haber muerto hace cien años.
En la tercera historia, según cuenta Joan Cortland (Googie Withers) al grupo, poco antes de su boda, ella compra un espejo en una tienda de antigüedades. Poco después de colgar el espejo, Peter (Ralph Michael), su futuro marido, con el que se acaba de prometer, ve cosas reflejadas en el, que no están en la habitación. Joan investiga un poco y descubre que el dueño original del espejo no era un buen tipo y que, al parecer, mató a su esposa.
En otra de las narraciones, dos amigos conocen a una mujer en su club de golf, el St. Andrews. Ambos se enamoran de ella y deciden jugarse su amor a 18 hoyos.
En el quinto relato, un ventrílocuo de cierto éxito que actúa en clubs elegantes, empieza a observar entre el miedo y la sorpresa, que su muñeco parece que está tomando sus propias decisiones.


La película está conformada por cinco relatos basados en obras de E. F. Benson, H.G. Wells, Angus MacPhail y John V. Baines, dirigidas por cuatro de los mejores realizadores que trabajaron para Ealing Studios, el brasileño Alberto Cavalcanti, y los británicos Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Hamer.
En realidad son seis relatos, ya que uno de ellos es el que transcurre en tiempo presente y sirve de nexo a los demás. Todos ellos muy bien construídos que tocan temas relacionados con lo sobrenatural, lo psicológico o lo paranormal y que a mí, por su estructura y por lo interesantes que resultan, me ha recordado alguna serie mítica de televisión como aquella de "Alfred Hitchcock presenta...".
El relato del medio, el de los dos amigos jugadores de golf, tiene mucho de humorístico todo él, mientras los otros, si acaso, destilan alguna nota de humor negro, pero no es su característica fundamental.
El primero de ellos, en el que el corredor automovilista se salva de una muerte segura gracias a una críptica advertencia premonitoria, es el más corto, pero precisamente por esa brevedad en el metraje y lo perturbador, resulta muy atractivo, aunque el más recordado es el de la marioneta.


Quien espere una película de terror puro y duro, no encontrará lo que busca en esta, donde todo es más sutil, no hay sobresaltos, ni se recurre a truculencias de apariciones sorpresivas o de personajes terroríficos, sin embargo, pienso que los aficionados al género la encontrarán muy gratificante, por la inteligencia con que están construídos y narrados los relatos.
La historia se cierra completando una especie de círculo que el espectador se pregunta si se repetirá indefinidamente. Vuelven a aparecer personajes que han estado presentes en cada una de las historias y queda una sensación perturbadora y de incógnita en un final muy conseguido.
Como anécdota, contar que los exhibidores norteamericanos consideraron el film demasiado largo y cortaron las historias de la fiesta infantil y la del campo de golf, una de esas "gracias" que se le hacen a veces al espectador y que lo único que consiguió fue que el público no entendiese qué pintaban en ese final algunos personajes que no había visto antes por mor de los cortes.
Estupenda película, bien hecha, bien interpretada y muy entretenida.




viernes, 5 de julio de 2019

PAINTED BOATS

Los Smith y los Stoner viven a bordo de sus botes en los que transportan mercancías a lo largo de la extensa e intrincada red de canales que recorren el territorio de Inglaterra. Algunas veces su viaje llega hasta el mar donde coinciden con los marinos mercantes, junto a los que forman ese tejido que ha contribuído al desarrollo de la industria y el comercio británico.
La barcaza de los Smith navega a la manera tradicional, arrastrada por un caballo que recorre los caminos de sirga, excepto cuando llegan a alguno de los largos túneles que pueblan los canales, en los que el camino desparece, mientras ellos deben ayudar a mover el bote a pura fuerza de sus piernas.
Los Stoner tienen motor en su gabarra y esto provoca algunas diferencias entre ellos, ya que el Sr. Smith (Bill Blewitt) está en contra de los botes motorizados, porque afirma que remueven el lodo y destrozan las orillas del canal, pero en general, las relaciones entre las familias que se mueven en este medio, son armoniosas y solidarias.
Dos jóvenes de estas familias, Mary Smith (Jenny Laird) y Ted Stoner (Robert Griffiths), mantienen una relación de noviazgo y están planeando casarse, a pesar de algunas diferencias entre ambos, pues Mary ama el suave y lento discurrir de la vida dentro del canal, mientras Ted ansía cambiar de vida y ha barajado incluso la posibilidad de alistarse en el ejército.
Cuando el padre de Mary muere, su madre y ella se hacen cargo de la barcaza y aunque la compañía a la que pertenece muestra sus reticencias sobre el hecho de que dos mujeres solas sean capaces de hacerse cargo del transporte, acaban confiándoles un cargamento.
A pesar de todo, el futuro de la vida en los canales, se torna incierto.


Producción de Ealing Studios que se mueve entre el film clásico y el documental mostrándonos la vida, ya desaparecida de esta gente que vivía a bordo de sus barcas y allí transcurría toda su existencia, no tenían otra casa y en ella se desarrollaba toda su vida diaria, allí criaban a sus hijos, trabajaban, comían, dormían y pasaban sus ratos de asueto.
También sirve de reflexión sobre el uso sostenible de los recursos naturales y el peligro que para el entorno pueden suponer los avances tecnológicos por su efecto contaminante, planteamiento que cobra mayor valor si tenemos en cuenta que estamos ante un film de hace casi ochenta años.


Es curioso observar como con una historia tan sencilla se puede hacer una película llena de encanto y que, al tiempo, es todo un testimonio de una época perdida a la vez que un homenaje a todos aquellos hombres que a lo largo del siglo XVIII, lograron domeñar la naturaleza trazando estos caminos fluviales, auténticas obras de arte de la ingeniería que tanto contribuyeron a la expansión económica antes de la llegada del ferrocarril y a aquellas otras personas que pasaron su vida, no exenta de fatigas a bordo de estos curiosos botes que ellos mismos decoraban pintando coloridos motivos florales y paisajísticos, costumbre de la que toma su nombre la película.
Es muy llamativa la escena en que atraviesan el túnel de más de dos kilómetros en la que, una vez más, Douglas Slocombe demuestra su maestría con una soberbia fotografía en medio de la oscuridad del espacio.
Película entretenida de ver y una auténtica maravilla dentro de este género que se mueve en el ambiente del documental.