jueves, 31 de diciembre de 2020

EL BUSCAVIDAS

 


Eddie Felson (Paul Newman) es un joven arrogante y amoral que frecuenta con éxito las salas de billar. Decidido a ser proclamado el mejor, busca al Gordo de Minnesota (Jackie Gleason), un legendario campeón de billar. Cuando, por fin, consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad le hace fracasar. El amor de una solitaria mujer, llamada Sarah Packard (Piper Laurie), podría ayudarlo a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón sin importarle el precio que tenga que pagar por ello.


El guión se basa en la novela "The Hustler" (igual al título original del film), de Walter Tevis.
La estupenda fotografía en blanco y negro de Eugen Schüfftan, se llevó uno de los dos Oscar que consiguió el film, que tenía nueve nominaciones. 


Uno de esos films que lo tiene todo, magníficas interpretaciones (todos están espléndidos), una buena historia bien guionizada, ambientación muy acorde y el ritmo adecuado para que el relato resulte atractivo al espectador. 
El film es toda una alegoría entre la partida que juega Felson (porque todas las partidas que juega se encierran en una) y la partida de la vida, en la que muchos solo aprenden a base de golpes y decepciones. El que es capaz de sacar lecciones positivas de todo eso, disfrutará de la partida, gane o no gane, y el que no, será siempre un perdedor. 
Con personajes llenos de matices, cada cual representando algo, es uno de los grandes films de la historia del cine, de esos que cada vez que lo vuelves a ver descubres algo nuevo y siempre lo disfrutas. Una gran película.




miércoles, 30 de diciembre de 2020

LA BALADA DE CABLE HOGUE

 


El explorador Cable Hogue (Jason Robards) es abandonado en medio del desierto por sus crueles compañeros Taggart (L.Q. Jones) y Bowen (Strother Martin), que le arrebatan la montura, el rifle y las provisiones. Después de caminar bajo un sol implacable durante cuatro días, cuando ya está al borde del colapso, nota que sus botas están húmedas, lo que indica que ha encontrado un lugar donde hay agua. Está en el sitio correcto para establecer una parada de descanso muy necesaria en la línea de diligencias locales, y Hogue decide sacar provecho a su hallazgo. Construye una casa y gana dinero con los pasajeros de la diligencia. Hildy (Stella Stevens), una prostituta de un pueblo cercano, se va a vivir con él. Hogue tiene todo a su favor hasta que la llegada del automóvil pone fin a la era de la diligencia.


Stella Stevens decía que Sam Peckinpah siempre se refería a esta película como una comedia y que ella le rebatía: No es una comeda, Sam, el protagonista muere al final y eso no es una comedia. Pero creo que el bueno de Peckinpah sabía de sobra lo que decía, esta triste Balada de Cable Hogue es cómica hasta para retratar la muerte, a más de toda una alegoría sobre el final de un tiempo determinado y es que si hay un film de esos que se han dado en llamar Westerns crepusculares (¿han advertido que cada vez se califica a más películas del oeste con este adjetivo, o es cosa mía?), es este (bueno, ya lo sé, hay más, pero es que este lo es a conciencia). La llegada del automóvil significó el fin de un tiempo y el de estas personas que vivían de un determinado modo, libres y alejadas de la civilización. No es extraño que fuera la película favorita de su realizador, porque es, en cierto modo, un film cargado de intimismo y Cable Hogue viene a ser, en algunos sentidos, una especie de alter ego de Peckinpah.


La producción de la película se retrasó durante semanas a causa del mal tiempo y cuando se suspendía la filmación, Peckinpah y el resto del equipo, bebían. Cuando finalmente acabó el rodaje, la factura del bar, ascendió a más de 70.000 dólares. Además, el realizador californiano, despidió a 36 personas durante los 36 días que duró el rodaje, hasta el punto de que había alguien del equipo cuyo trabajo era encontrar y facilitar medio de transporte a quien fuera despedido. Detalles como este, unidos a los 3 millones de dólares que hubo que añadir al presupuesto inicial y a lo caótico del rodaje, dañaron para siempre las relaciones entre Peckinpah y la Warner, viéndose obligado a viajar a Inglaterra, donde rodaría Perros de paja. De hecho, la productora, según Stella Stevens, no lanzó la película, la tiró al mercado.
Creo que es de esos films a los que el trascurso del tiempo ha colocado en su lugar, sin ser una película de culto, han sido reconocidos algunos de sus valores: las espléndidas actuaciones de Jason Robards y Stella Stevens, con un grupo de secundarios detrás, de los que ya no hay o no se estilan en las producciones actuales; una fotografía esplendorosa y una magnífica partitura musical del gran Jerry Goldsmith (solamente consiguió un Oscar, pero estuvo nominado, nada menos que en 17 ocasiones). A todo ello, añadir la propia historia en sí, fuera de los habituales tópicos del género, con algunos diálogos geniales y un sentido del humor que nos hace tomar a chufla las llamativas (por inusuales y fuera de lugar) imágenes a cámara rápida (tan del cine mudo) o los zooms al canalillo de la protagonista, sin que por ello pierda dureza, incluso crueldad, pero con un tono de melancolía casi poético que hacen de este retrato de un salvaje oeste que agoniza, un relato inolvidable.




martes, 29 de diciembre de 2020

LA PELÍCULA QUE JOHN FORD NO RODÓ EN ESPAÑA

En realidad, este proyecto del que vamos a hablar, no lo rodó en España, ni en ningún otro lugar, fue una de las muchas películas que el maestro de Maine jamás llegó a rodar a pesar de haberlas tenido en mente, algunas nunca fueron llevadas a la pantalla, otras, como La reina de África o El espía de dos cabezas, finalmente fueron encargadas a otros realizadores.
La película frustrada a la que nos referimos fue "La compañía blanca" ("The white company"), basada en una novela homónima de Sir Arthur Conan Doyle, de hecho, en palabras del autor escocés, era su novela favorita. En ella, los tres amigos protagonistas –Alleyne Edricson, un joven monje del monasterio de Beaulieu que se marcha para conocer mundo; Juan de Hordle, un gigantesco hombretón expulsado de dicho monasterio; y Samkin Aylward, un experto arquero– se encuentran en el camino de la vida y deciden sumarse a la tropa de la Compañía Blanca, comandada por Sir Nigel Loring. Con ésta recorrerán Europa, desde los bosques de Bucklershard a los valles de Pamplona, haciendo la guerra por su cuenta.
En el proyecto de Ford, un joven va a luchar a Francia durante la Guerra de los Cien Años. Se había pensado contar con John Wayne, Laurence Olivier, Alec Guinness y Susan Hampshire. Durante cerca de diez años se llevaron negociaciones y el rodaje estuvo a un paso de haberse iniciado en España, con la producción de Samuel Bronston. Pero los herederos de Doyle pedían una suma desorbitada por los derechos: Primero 100.000 dólares más el 25% de los beneficios del productor y más tarde, pidieron 200.000 dólares. 
Así como algunas otras películas, cuyos proyectos no llegaron a buen término, fueron pronto descartadas y olvidadas por Ford, en esta tenía mucho interés, era un proyecto largamente acariciado por el realizador y en los años setenta del pasado siglo, aún hablaba de rodarla. En su momento, Ford viajó a Madrid para hablar con Bronston del proyecto y afirmaba que el libro de Conan Doyle, lo había leído año tras año desde que tenía ocho.
¿Qué hubiera hecho Ford con este argumento? Nunca lo sabremos y es una lástima. Tag Gallagher, en su libro sobre Ford, afirma que, en sus manos, se hubiera parecido al episodio sobre la Guerra Civil de La conquista del Oeste: Las luminosas esperanzas de la juventud marchan a la guerra sólo para encontrar desilusión y una sabiduría no buscada.



lunes, 28 de diciembre de 2020

GLORIA

 


Gloria (Paulina García) es una divorciada de 58 años. Todos sus hijos se han ido de casa, pero ella no desea pasar los días y las noches sola. Decidida a desafiar la vejez y la soledad, se lanza precipitadamente a un torbellino de fiestas de solteros en busca de gratificación instantánea, lo que la lleva repetidamente a la decepción y el vacío. Pero luego conoce a Rodolfo (Sergio Hernández), un exoficial naval, recientemente separado, siete años mayor que ella, por el que se siente inclinada románticamente. Incluso comienza a imaginarse una relación permanente. Sin embargo, el encuentro presenta desafíos inesperados y Gloria se ve obligada gradualmente a enfrentarse a sus propios secretos oscuros.


Coproducción hispano-chilena estrenada en 2013, que le valió a su protagonista, Paulina García, el Oso de Plata como Mejor Actriz, en el Festival de Cine de Berlín de ese mismo año. 
Una historia sencilla de la que su realizador y coguionista, Sebastián Lelio, sabe sacar todo el partido posible, con el telón de fondo de las protestas sociales que se viven en Chile. 
Gloria, una persona corriente, culta, vitalista sin estridencias, se niega a envejecer sola, aunque parece que busca en los lugares equivocados. Pero ella no se deja llevar por el desánimo, participa en cursos, acude a clases de desarrollo corporal, frecuenta las discotecas para mayores... y cuando la vida le da una bofetada en forma de un boludo que no sabe o no quiere comprometerse con ella, cuando parece que el cansancio, la fatiga y la depresión llaman a su puerta, sabe sacar fuerzas de flaqueza y encarar al destino para tomar venganza del pelotudo que no ha sabido amarla y llegar a la catarsis final, esa escena vitalista donde las haya en la que al ritmo de Gloria de Umberto Tozzi, Gloria se sienta de nuevo en el carro de la esperanza y de la vida, del que se niega a apearse.


La película es un canto a la esperanza de vida, a dejar a un lado las imperfecciones y buscar la propia felicidad sin atender a convenciones sociales de edad o apariencia. Buena parte del encanto de la película viene de su omnipresente personaje central y de la interpretación sublime de Paly García, veterana actriz, directora y dramaturga chilena, que también ha sido profesora universitaria de interpretación. Muy conocida en su país, fue todo un descubrimiento para el resto y la verdad es que los matices que otorga a su personaje, son de los que te hacen amar a esa Gloria de inmensas gafotas que se revela contra lo que parece su inevitable destino. 
Por cierto, muy bien elegidos los temas musicales que acompañan a la protagonista en distintos momentos de esta película que contiene todo un mensaje de aceptación, con algunos momentos divertidos y otros muchos sencillamente maravillosos.




viernes, 25 de diciembre de 2020

EL AMOR ES EXTRAÑO

 


Cuando en 2011 se legaliza en Nueva York el matrimonio homosexual, Ben (John Lithgow) y George (Alfred Molina), que llevan 39 años juntos, deciden casarse. Poco después, despiden a George de la escuela católica donde enseñaba música, y pierden su piso en Chelsea, víctimas del implacable mercado inmobiliario. Una pareja gay de policías, que vive en su mismo portal, acoge a George, y Ben se va a vivir a casa de su sobrino, en Brooklyn. El verse obligados a vivir en casas ajenas, el esfuerzo por ser amables, la preocupación por un futuro incierto o las tensiones generacionales, son motivos de estrés para todos.


Es de agradecer que de cuando en cuando, el cine nos traiga una historia romántica en que los protagonistas no son jóvenes o tías y tíos guapos y resultones, sino, como es el caso, dos personas ya en la última etapa de su vida, cuyo atractivo, de tenerlo, está más dentro de ellos que en el aspecto físico. Ben y George son tipos cultivados, es cierto, pero por lo demás, forman parte de ese grupo en que militan o militamos el común de los mortales. 
Ira Sachs, director y coguionista del film, judío y abiertamente homosexual, casado y padre de familia, conoce bien el terreno que pisa, pero más allá del asunto de la homosexualidad de la pareja protagonista, el film nos trae otros mensajes sobre la diferencia generacional (son muy curiosas y reveladoras de estas diferencias las conversaciones entre George y los jóvenes policías que le acogen); las dificultades de la convivencia con personas que no forman parte del estricto ámbito familiar (todos estamos dispuestos a echar una mano y, en último caso, alojar a alguien querido de forma temporal, pero cuando van pasando los días, aparece la incomodidad) o en tal ámbito propiamente dicho; la hipocresía social (la Iglesia tolera a George como profesor, pero le despide de una de sus escuelas cuando exterioriza su condición sexual)... La historia resulta temendamente tierna, pero sin renunciar a contarnos la inquietud y malestar que provoca la situación coyuntural de Ben y George, sin llegar a caer en la exageración.


El guión, a mi modo de ver, es algo flojo en algunos tramos, pero aunque solo fuera por ver la gran actuación de los dos protagonistas, merecería la pena ver esta película, con un Alfred Molina soberbio que con un solo gesto, una simple mirada, transmite más que con veinte páginas de diálogo y, como guinda, siempre resulta un placer ver interpretar a Marisa Tomei
Una película reveladora, un drama salpicado con gotas de humor, con una historia que nos resulta absolutamente creíble, personajes a los que cogemos cariño y concedemos nuestra comprensión de inmediato y una escena final que resulta un tanto desconcertante para algunos, aunque yo interpreto que quiere transmitir esperanza en el futuro y que, sobre todo, nos deja una estampa de postal muy bonita estéticamente.




jueves, 24 de diciembre de 2020

120 PULSACIONES POR MINUTO

 


París, principios de los años 90. Un grupo de jóvenes activistas intenta generar conciencia sobre el SIDA. Un nuevo miembro del grupo, Nathan (Arnaud Valois), se quedará sorprendido ante la radicalidad y energía de Sean (Nahuel Pérez Biscayart), que consume su último aliento en la lucha.


En una lectura rápida, la película es el reflejo de la lucha de los colectivos que se consideran marginados por obtener lo que ellos consideran es de justicia. En este caso, homosexuales y SIDA centran la problemática del discurso, reflejada en una pareja, en una organización que se dedica a la acción directa y en la respuesta (o no respuesta) de los poderes públicos a sus demandas. La vida de Sean, es la de quien no tiene tiempo que perder y sí ganas de luchar y la de Nathan, la del que siente dentro de sí una culpa que le acompaña a todas partes por haber dejado morir, sin ir a visitarle, a un antiguo amigo afectado por la enfermedad y que ahora, además de vivir su amor por Sean, intenta redimirse cuidándole hasta el último momento.


Pero si profundizamos un poco más en el film, encontramos otros mensajes que su realizador y coguionista, el francés de origen marroquí, Robin Campillo, nos plantea: La soledad y el desamparo del enfermo; la dejadez que en aquellos primeros años 90 demostraron las autoridades para impulsar, no solo tratamientos, sino campañas de prevención contra el SIDA, que hicieron que los colectivos más afectados se sintieran maltratados, humillados y dejados al margen, al fin y al cabo se trataba de homosexuales, prostitutas, drogadictos y reclusos, en su inmensa mayoría, grupos totalmente marginados y estigmatizados socialmente, al punto de que las personas que se infectaron por otros motivos (sangre contaminada, malas prácticas médicas, contacto casual con otros infectados...) y que no pertenecían a estos colectivos, se veían también señalados como promiscuos o drogadictos sin serlo; también las compañías farmacéuticas, que da la impresión que únicamente esperaban recoger los réditos millonarios de sus investigaciones, sin importarles demasiado los afectados; los políticos, que desde la derecha miraban para otro lado, o sencillamente señalaban acusadoramente a estos colectivos (aún recuerdo la oposición de ciertos sectores reaccionarios a las campañas de prevención en escuelas, institutos y universidades sobre el uso del preservativo) o desde la izquierda, pretendiendo capitalizar de forma interesada su sufrimiento, pero sin tomar medidas para incentivar los avances en investigación médica; las propias organizaciones de apoyo que, en ocasiones, servían de trampolín a determinados personajes para salir en los medios y cultivar su propio medro mediático... En definitiva, la impotencia del enfermo ante la desidia de la sociedad y sus instituciones para encontrar soluciones rápidas ante su terrible realidad. El SIDA es el asunto que sirve para poner bajo la lupa eternos asuntos que están presentes en esta sociedad nuestra: El egoísmo o la ambición, junto al cultivo de las apariencias o el lavado de conciencia mediante acciones pretendidamente solidarias que son solo paños calientes que no atajan el problema, mientras la soledad y el sufrimiento oprimen a quien lo sufre. 
Es cierto que la película se me antoja un poco larga, pero no es menos cierto que este multipremiado film es de esos que remueven conciencias y hacen reflexionar sobre la parte de culpa que cada cual tenemos.
Película dura porque dura es la realidad que refleja sin esconderse en artificios, no apta para quienes no quieran que les recuerden lo mal que les puede ir la vida a quienes estaban en el lugar y el momento equivocado.




miércoles, 23 de diciembre de 2020

RASCACIELOS FLOTANTES

 


Kuba (Mateusz Banasiuk), un joven que vive con su madre y su novia Sylwia (Marta Nieradkiewicz), estudia Educación Física en la universidad y practica la natación. El encuentro con un joven gay desinhibido, Michal (Bartosz Gelner), lo llevará a explorar, no sin pudor, la posibilidad de una homosexualidad hasta ahora reprimida, aunque sus conflictos personales aumentan cuando Sylwia se resiste a dejarlo ir, volviendo la situación no solo compleja, sino también reveladora, conduciendo a acontecimientos descontrolados por egoísmo, ignorancia y miedo, pero sobre todo por falta de determinación de los personajes, quiénes son y hacia dónde se dirigen.


El espectador se perderá buena parte de lo que es esta película si se limita a la trama de la homosexualidad que, no cabe duda, es el tema central, ya se encarga de subrayarlo su director, pero es que, además, el film tiene un trasfondo que refleja la realidad del panorama de la Varsovia contemporánea: Un joven que estudia, pero que no logra emanciparse, ni tiene visos de hacerlo a corto plazo y las marcadas diferencias sociales entre familias de clase trabajadora y las clases medias altas o, al menos, más cultas.


Los personajes principales no despertarán simpatía ni comprensión especial; el joven nadador es inconsistente y grosero, y su forma de ser algo irritante; los personajes femeninos son posesivos y no saben muy bien como enfrentar la homosexualidad de Kuba, aunque los padres del otro protagonista masculino, sí que parecen bastante más comprensivos. 
Tomasz Wasilewski intenta contar su historia básicamente con imágenes, de hecho, vale la pena señalar algunas tomas bastante conseguidas, sin embargo, carece de sutileza y el guión resulta pobre, como si los protagonista no tuvieran mucho que decir. Las escenas eróticas se muestran audaces, pero no escandalosas, aunque alguna de ellas puede resultar chocante y otras como un intento de sorprender al espectador, más que por necesidades de la propia historia. Todo ello para llegar a un final muy duro y descarnado y que ofrece pocas esperanzas de felicidad futura.
Y para que no se diga que siempre hablamos de lo guapas que están ellas, en el film se puede disfrutar del atlético y armonioso cuerpo de Mateusz Banasiuk y de la andrógina belleza del otro protagonista, Bartosz Gelner.




martes, 22 de diciembre de 2020

LA VIDA ERA ESO

 

Giuliana y William, un matrimonio argentino con dos hijas pequeñas, vive desde no hace mucho en Valencia, donde él trabaja como perito para una compañía de seguros.
La muerte de William a consecuencia de un cáncer, que se lo lleva en poco tiempo, deja a Giuliana desolada y poco menos que hundida.
Es la historia de una mujer, una de tantas, que afronta el duelo de la pérdida pasando por todas las fases que describe el manual de los psicólogos (Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación). A lo largo de ellas, Giuliana va repasando su vida, con y sin William, recordando los buenos momentos, pero también los momentos complicados, incluso claramente negativos que vivió junto a su esposo, enfados, riñas y reconciliaciones, incluso los rasgos insufribles de su carácter. Dice la autora que parece que no se puede hablar mal de un muerto, "...pero Giuliana vuelve a recuperar, en cierto momento, la parte negativa porque, al fin y al cabo, cuando quieres a alguien en vida lo haces con todo lo bueno y todo lo malo".
En el libro se refleja que los protagonistas hacen uso de las redes sociales, William es usuario activo de Facebook, en el lecho de muerte le dicta los últimos posts a Giuliana y le pide que cuando fallezca siga haciendo lo propio. Ella lo hace y además se abre su propia cuenta. Amoraga señala que la manera de comunicarnos ha cambiado, pero no es nada más que un cambio, igual que en su momento lo supuso el teléfono y que hay que saber aceptarlo y hacer un uso correcto de sus posibilidades, pero no se puede volver la espalda a lo que está aquí entre nosotros.
Con un estilo al que ya nos tiene acostumbrados, la autora valenciana introduce en el relato muchas referencias musicales, literarias y cinéfilas y trata de transmitir un mensaje de esperanza y superación sin esconder la dureza de los momentos difíciles, la sensación de abandono, pero también el apoyo y solidaridad de los cercanos e incluso de personas a las que apenas conocemos que nos ayudan a seguir adelante, porque al fin y al cabo, la vida es eso.
La novela fue galardonada con el Premio Nadal de 2014.



lunes, 21 de diciembre de 2020

EN OTRO PAÍS

 


Una madre y su joven hija, estudiante de cine, huyen a la ciudad costera de Mohang para eludir las deudas que han contraído. La joven empieza a escribir un guión que tiene como protagonistas a tres mujeres llamadas Anne (Isabelle Huppert). La primera Anne es una directora de cine de éxito. La segunda Anne es una mujer casada que tiene una aventura con un director de cine coreano. La tercera Anne es una divorciada cuyo marido la dejó por una mujer coreana. Cada Anne se hospeda en el mismo pequeño hotel, recibe ayuda de la hija del propietario y se aventura en la playa donde se encuentran con el socorrista que deambula por ella.


Isabelle Huppert interpreta a tres mujeres en historias diferentes, pero en el mismo entorno geográfico y casi con los mismos personajes secundarios. Se trata siempre de una francesa llamada Anne, quien primero es una realizadora cinematográfica que visita a un colega coreano con el cual tuvo un affaire, apenas un beso, según cuenta él; luego es la esposa de un exitoso ejecutivo de una firma automovilística, que aprovecha un viaje de este a Hong Kong, para encontrarse con su amante: un coreano director de cine y televisión; y por último, una mujer recientemente divorciada que decide irse de vacaciones con una amiga para sobrellevar el mal trago. 
De una forma ligera y entretenida, el film denuncia defectos y contradicciones de la sociedad coreana. Entre otros, el alcoholismo, la infidelidad, la falta de respuestas de la religión y el atractivo que tiene Occidente (representado en esta seductora mujer francesa). También se critica a los hombres coreanos, a los cuáles se los muestra como insensibles, interesados solamente por el sexo.


Habrá muchos espectadores a quienes esta especie de experimento del coreano Hong Sang-soo les parezca una sandez, les resulte aburrido o incomprensible. Sin duda no es fácil entender el film y su propuesta, que deja abiertas diversas interpretaciones. Creo que es más sencillo alcanzar el sentido de la película y, por tanto, poder disfrutar de ella, si se toma como un ejercicio de metaficción, en el que hay que centrar la atención en la joven que escribe guiones, su presencia en el inicio del film y su recurrente aparición al final de cada historia (salvo de la última), no es gratuíto, es la forma que tiene el realizador de mostrarnos que lo que vamos a ver es lo que escribe la chica que se inspira en lo que ve: ella se aloja en ese hotel, está en el lugar y recorre sus calles y playas, e incluso, en la historia que escribe, aparece algún personaje de los que están con ella. A partir de ahí, también es importante la colaboración del espectador para entender que, por ejemplo, en la segunda historia, las falsas apariciones del amante, no son tanto imaginaciones del personaje de Huppert, como tachaduras de la autora en el guión que está escribiendo y que reescribe hasta encontrar la forma que más le satisface; al igual que las tres relatos, no dejan de ser tres propuestas que ella hace para enfocar la historia de tres maneras diferentes pero con los mismos o parecidos personajes. 
En el fondo, pues, una reflexión sobre la creación y el camino que recorre el creador envuelto en un relato lleno de metáforas, un particular sentido del humor y un montón de detalles que conforman una película que es un gran ejercicio de estilo y de búsqueda de nuevas fórmulas en el relato audiovisual.




viernes, 18 de diciembre de 2020

LA RECONQUISTA

 


Manuela (Itsaso Arana/Candela Recio) y Olmo (Francesco Carril/Pablo Hoyos) son una antigua pareja que se reencuentra quince años después de haber abandonado su relación, cuando eran unos adolescentes que vivían su primer amor, antes de tomar caminos separados.


Construida sobre dos momentos temporales distintos y con diferentes intérpretes, el film muestra el presente y el pasado de los mismos personajes, el reencuentro de dos personas que se amaron en la adolescencia visto ahora mismo y la reconstrucción de esos momentos de ensoñación romántica vivida en el pasado, un recuerdo que la película reconstruye como un sueño de un Olmo que se arrepiente por no luchar lo suficiente como para convencerse de que el abandono de Manuela era sincero y real y no otra prueba de amor que debía superar.
En su historia encontramos un cierto cambio en los roles tradicionales, él más romántico, tímido y dependiente y ella como más segura de lo que quiere y más independiente.


Ni azúcar a discreción, ni mariposas en el estómago, ni romanticismo de brocha gorda, Jonás Trueba nos acerca a una pareja de lo más normal que, en su día tuvieron una relación y que se reencuentran entre risas nerviosas y silencios prolongados, en una fría tarde madrileña en la que, solos o rodeados de gente, rememoran aquellos tiempos de instituto en los que descubrían el amor. 
Referencias cinéfilas y muchas literarias, en línea con anteriores trabajos del ya no tan joven guionista y realizador español que, a pesar de lo dicho, nos ofrece algunas escenas llenas de ternura, de dulzura, porque son frescas y bastante reales y es que para retratar este amor de juventud y que resulte así, no hace falta más que fotografiar la realidad sin necesidad de aditamentos. 
Una reflexión sobre la huella que deja en algunas personas el primer amor con el que han de lidiar toda la vida sus parejas actuales que saben que la otra persona está allí y han de aprender a navegar con ese lastre y ellos mismos que no acaban de sacudirse aquella influencia del pasado y tratar de avanzar con ella o a pesar de ella, hacia el futuro. Un film con el toque personal del menor de la saga Trueba que ya nos va resultando reconocible y que nos acerca a un romanticismo diferente. 
Quizá se le va la mano en la duración del film que flojea en algunos tramos por algunas escenas excesivamente largas que apenas aportan nada al relato sino es para estirar su metraje.




jueves, 17 de diciembre de 2020

GUY AND MADELINE ON A PARK BENCH

 


Guy (Jason Palmer) es un trompetista de jazz que arruina su relación con la tímida Madeline (Desiree García) cuando comienza una relación con Elena (Sandha Khin). Se ha tratado de un impulso mal calculado, pues Guy acaba de conocer a Elena en el metro y cree encontrar en ella una chica más de mundo, para acabar arrepintiéndose de la decisión tomada cuando la nueva chica se vuelva invasiva. Mientras él se da cuenta de todo esto, Madeline ha decidido seguir adelante y comienza a explorar la posibilidad de salir de Boston e ir a Nueva York.


Rodado en blanco y negro, el film está lleno de música, números de jazz compuestos por Justin Hurwitz y grabados por músicos de jazz locales y la Orquesta Sinfónica de Bratislava. La mayor parte es música de fondo o actuaciones en vivo de Guy y sus amigos, incluida una rutina de claqué que surge espontáneamente en una fiesta. Es música en vivo dentro de la escena y, por lo tanto, basada en la vida real. 
Las canciones de Madeline están más en línea con la tradición musical teatral de la vieja escuela. Ella canta sus melodías como si fueran para sí misma, y la instrumentación que la respalda es esencialmente la música que escucha en su cabeza. Para su segundo número, también imagina a sus compañeros de trabajo bailando, convirtiendo su sencillo trabajo de camarera en una actuación coreografiada.


Aquí empezó todo. El entonces jovencísimo Damien Chazelle irrumpe en la gran pantalla con esta película que dirige, guioniza y produce y en la que ya se nota que viene a aportar algo diferente. Mucho desencuadre, primeros planos de objetos y personas que, en ocasiones, todo hay que decirlo, poco o nada aportan, cierto aire documental subrayado por el uso de la cámara en mano y por el retrato natural de la ciudad, sus personajes y paisajes en los que se detiene y deleita. El film tiene mucho del joven que quiere buscar nuevos caminos y al que poco le importa la crítica, pues aún no tiene demasiado que perder, se nota en muchos aspectos que es el trabajo de un neófito que experimenta. Actores poco conocidos, cuando no absolutamente desconocidos, pero a los que se ve a gusto delante de la cámara y un montaje aparentemente desordenado, no sé si de manera buscada. 
Algunos ven ella influencias de Los paraguas de Cherburgo, quizá por la sugestiva imagen del inicio, con la protagonista de espaldas sobre un puente, paraguas en mano; o por la breve imagen cenital en la que vemos pasar peatones con los paraguas abiertos sobre el suelo mojado, que puede recordar, muy de lejos, a una maravillosa que se ve en la película de Jacques Demy; o por la forma casi íntima de cantar de la protagonista; o por tratarse de un musical poco al uso; o por todo ello. De cualquier modo, imagino a Chazelle encantado con estas comparaciones con musicales clásicos.


Años después llegarían la reconocida Whiplash y la aclamada La, La, Land, pero ya en esta tenemos un realizador que nos ofrece una película diferente y en el que se adivina una carrera prometedora, si bien para algunos puristas, esta última supone una cesión al cine comercial y el abandono de su búsqueda de una línea original. 
El film también tiene su momento La, La, Land en el número de baile que se marca la protagonista y, además, suena una melodía de forma recurrente durante el film, algunas de cuyas notas son tal cual, la melodía principal de la oscarizada película que consagraría definitivamente al realizador franco-estadounidense.




miércoles, 16 de diciembre de 2020

MARÍA (Y LOS DEMÁS)

 


Desde que murió su madre cuando ella tenía 15 años, María (Bárbara Lennie) ha cuidado de su padre y de sus hermanos. Responsable y controladora, siempre ha sido el pilar de la familia, y se siente orgullosa de ello. Por eso, cuando los dos hermanos tienen ya su vida hecha, emparejados y casi a la espera de descendencia y, de repente, su padre mejora del cáncer que padece, se enamora de su enfermera y anuncia su inminente compromiso, María siente que su vida se desmorona. Con 35 años y sin novio a la vista, deberá atreverse a cambiar su destino.


María siempre ha estado, no solo disponible, sino dispuesta para todos, pero lo ha hecho sin que eso supongo para ella un aparente sacrificio, como algo natural. Sin embargo ahora descubre que los demás no está a la recíproca, su padre se casa, sus hermanos tienen su vida y sus amigas están en el mejor momento de su vida en pareja. A pesar de este aparente retrato de persona casi sumisa, María no lo es, tiene sus prontos y su poquito de mala leche, pero la ayuda que espera de los demás en forma de gratificación merecida a sus desvelos no le va a llegar, hasta el chico con en el que se ve, es en realidad un follamigo que solo la quiere para la cama y que prefiere que ella no aparezca cuando las dos hijas de su anterior matrimonio, están en casa.


Narrada con humor, la película navega entre el drama amable y la comedia de humor sutil. Un film plagado de pequeños detalles que nos hace a los personajes cercanos, en los que reconocemos, total o parcialmente, a gente que conocemos o hemos conocido. 
María, excelentemente interpretada por una Bárbara Lennie en línea con las actuaciones a que nos tiene, afortunadamente, acostumbrados, nos hace empatizar con su personaje por el que sentimos un poco de lástima y mucha simpatía, pero no pena, porque los otros, esos que la rodean, tienen sus razones para vivir su vida, si no se implican más con ella, no es por hacerla daño o por egoísmo, sino porque tienen sus vidas y aquí no hay personajes malos en absoluto, hasta su amante tiene razones coherentes, otra cosa es que María deba desmarcarse de ellos para emprender su propia realización en la vida: acabar la novela que tiene pendiente, encontrar la persona adecuada para cumplir su sueño de ser madre o conseguir que la flauta suene por fin de forma armónica. 
No estamos ante una gran película, pero sí ante una producción bien realizada, muy bien interpretada y con una historia en la que lo cotidiano cobra valor protagonista y nos hace asomar una sonrisa de vez en cuando.




martes, 15 de diciembre de 2020

EL RAYO DORMIDO

 

Dos hombres que tuvieron destinos contrapuestos durante la Guerra Civil, dos amigas, muy amigas, cuyos caminos se separaron y llevan años sin saber una de otra. Son los personajes principales de la novela, cuyas historias se entrelazan en la narración.
Natalia y Carmen fueron amigas del alma, pero la segunda de ellas decidió cortar la amistad por miedo a las respuestas a una pregunta que bullía en su interior sobre su amiga, pregunta que nunca le hizo y que correspondía a algo que solo estaba en su imaginación.
Natalia, una chica insegura que encontró en Carmen casi una razón de vida, se ha estado preguntando toda la vida qué es lo que ocurrió. Ambas volverán a reencontrarse y aprovecharán para deshacer equívocos y saldar diferencias pendientes.
Natalia es periodista y, tras la crisis de 2008, se ve obligada a cerrar la pequeña agencia de comunicación que tenía. Consigue fondos para un trabajo sobre dos personajes casi anónimos que vivieron en primera persona la Guerra Civil. José Emilio, un cura joven de ideas avanzadas para la época que regresa al pueblo de sus padres en plena guerra, un pueblecito valenciano en el que ayudará a sus paisanos y se convertirá en amigo del director de las colonias infantiles. Todos le respetan y le quieren, aunque en teoría, estén en bandos opuestos, porque él se hace querer y respetar, a pesar de lo cual, un día aparece su cadáver en una acequia sin que nadie logre explicarse el porqué de aquel crimen perpetrado contra un hombre que no ha hecho mal a nadie, ni se ha significado políticamente en contra de la República.
Antonio, habitante del mismo pueblo que, tras huír con su madre a Francia al acabar la guerra, vivirá el tormento de los campos de refugiados y acabará en la Legión Extranjera, de allí, a las órdenes del general Leclerc, será uno de los integrantes de "La nueve", la compañía mecanizada, formada, entre otros, por republicanos españoles, que entraron los primeros en el París liberado y fueron borrados de manera vergonzante por la Historia.
Carmen Amoraga, al tiempo que narra una historia de superación de odios, en la que se cuentan algunas de las barbaridades de ambos bandos contendientes, sin renunciar a quedar claro quien era cada cual y a quien asistía la legalidad, reivindica la historia de los españoles que combatieron con los aliados en la Segunda Guerra Mundial y, por otra parte, nos relata la historia de estas dos amigas, su inexplicado desencuentro y la revelación de las razones del mismo, un relato en el que salen a relucir los sueños y las frustraciones de dos mujeres normales, gente del montón que representan los de tantas otras personas comunes en iguales circunstancias.
Una reflexión sobre la superación de páginas odiosas que no deben ser olvidadas, pero sí tratadas con cuidado cuando se circunscriben a las personas individuales que, en ocasiones se ven atrapadas en el marasmo que las rodea, que, aunque quisieran, no pueden dar la espalda a lo que les está tocando vivir, aunque muchas veces desearían escapar de su enrevesado destino.
Reivindicación de la amistad, del perdón y la comprensión (repito, no del olvido) para ponerse en el lugar de los demás, a reconocer y tratar de reparar las injusticias del pasado y esclarecer la verdad o las verdades ocultadas, borradas o tergiversadas de forma interesada y, también una llamada a acompañar con nuestra presencia y nuestra atención a los mayores que, muchas veces, solo nos piden que les prestemos nuestro oído. 



lunes, 14 de diciembre de 2020

10.000 KM


Alex (Natalia Tena) y Sergi (David Verdaguer), una sólida pareja que vive en Barcelona, acaricia la idea de tener un hijo, pero, inesperadamente, Alex consigue una beca de un año en Los Ángeles, lo que supondría 365 días de relación a 10.000 Km de distancia.


Dos únicos actores, una historia sencilla en apariencia, economía de escenarios(y encima, el apartamento de Los Ángeles, en realidad está en el Barrio de Gràcia y decorado con muebles de Ikea) y un largo plano secuencia de más de 20 minutos para abrir la película (muy bien coreografiado), en el que se retrata de manera natural, casi familiar, lo cotidiano de una mañana cualquiera en la que el sexo, la ducha y el desayuno, darán paso a la decisión que marcará un quiebro en la vida como pareja de los dos personajes.
La película, ópera prima de su realizador, Carlos Marqués-Marcet, obtuvo nominaciones y premios en certámenes españoles e internacionales, incluyendo un Goya a la mejor dirección novel.


La película, básicamente, desmonta el mito del amor romántico que dura toda la vida, el de las novelas y las películas del género en el que todo es vida y dulzura sin ni siquiera un pequeño hueco para la disputa y la desavenencia y, por contra, nos acerca a una historia que se nos hace real, creíble y cercana.
Hay parejas que acaban mal (algunas tras años de noviazgo), cuando comienzan la convivencia y, al contrario, hay otras, acostumbradas a la vida en común, que no soportan la prueba de una separación. Es cierto que no todas las parejas pasarían por esta especie de trauma si vivieran en la distancia, conozco gente que amolda su vida a vivir separados y verse cuando pueden, en vacaciones, fines de semana, etc. (al menos en algún momento de sus vidas) y también es cierto que dado ese planteamiento de realidad y cercanía, hay un par de escenas que chirrían un poco por lo excesivo, sobre todo aquella en la que Sergi parece que se vuelve medio loco y le da por tirar y romper objetos, o algunas reacciones puntuales que se nos antojan un tanto rebuscadas, pero bueno, en general, consigue transmitir ese tono de realidad. 
Magnífico el trabajo de los actores que, la verdad sea dicha, tienen papeles de esos que dan para lucirse o salir trasquilado del intento, porque la película son ellos dos y poco más y hay poco o ningún lugar, para refugiarse en el trabajo del compañero. 
Los protagonistas hacen un abundante uso de las nuevas tecnologías: mucha videollamada, el Street View de Google, la mensajería instantánea... bien integrados y dosificados y de los que la narración saca partido. 
El final, nos trae a una pareja que ya no volverá a ser la que era, ni siquiera sabemos si seguirán juntos, porque la separación va a dejar huella en sus vidas, quien sabe si para bien o para mal, esa es otra historia.
Si eres de esos que aman las películas romanticonas, ni te acerques a este film; si eres de los amantes del cine que buscan algo distinto cuando ven una peli de género, aquí tienes una; que te guste más o menos, es harina de otro costal. 


 

viernes, 11 de diciembre de 2020

UNA PASTELERÍA EN NOTTING HILL (LOVE SARAH)

 


Decidida a cumplir el sueño de su difunta madre de abrir una pastelería en el barrio londinense de Notting Hill, la joven Clarissa (Shannon Tarbet) pide ayuda a la mejor amiga de su madre, Isabella (Shelley Conn), y a su abuela, Mimi (Celia Imrie). Estas tres generaciones de mujeres necesitarán superar el dolor, las dudas y las diferencias, para honrar el recuerdo de su amada Sarah (Candice Brown).


Comienza como un melodrama que, al poco, se irá transformando en una comedia sobre repostería, para finalizar como una comedia romántica de lo más canónico.


Sin grandes alardes, la película se muestra como un canto a la amistad, a la recuperación del tiempo perdido, a la superación de rencores y malos entendidos y al esfuerzo por conseguir los sueños sencillos que nos reconcilian con la vida. 
Con interpretaciones adecuadas, su factura técnica y estética se mueve también en términos de corrección. 
Historia sencilla, emotiva y complaciente que busca el entretenimiento apacible adornado con levísimos toques de humor y cuyo devenir descansa prácticamente de manera íntegra en la presencia y los diálogos entre los actores. Una comedia que se ve con agrado, ideal para los amantes de finales felices.