viernes, 31 de marzo de 2017

EL HOMBRE BICENTENARIO

Richard Martin (Sam Neill), lleva a su casa un regalo, se trata del nuevo robot NDR-114, al que la pequeña de la familia pone el nombre de Andrew (Robin Williams). Desafortunadamente, la hija mayor de la familia no lo acepta, y le ordena saltar por la ventana, dañando severamente sus mecanismos. El padre celebra una reunión familiar y estipula que Andrew debe ser tratado como un ser humano, y como un miembro de la familia, en lugar de un electrodoméstico. Poco a poco, Andrew es aceptado como un miembro más de la unidad familiar.
Pero cuando Andrew, accidentalmente, rompe una estatuilla de vidrio perteneciente a Amanda (Hallie Kate Eisenberg), talla una estatuilla similar de madera. La familia se asombra de este signo de la creatividad original en un robot y Richard lleva a Andrew a su fabricante, NorthAm Robotics, para preguntar si todos los robots son como él. El responsable de la compañía ve este desarrollo como un problema y desea desechar a Andrew o, como él dice, "arreglarlo", ya que para la Compañía aquello supone una anomalía.
Profundamente enojado, Martin se opone a que manipulen al robot y lleva a Andrew de regreso a casa, donde le permite seguir su propio desarrollo: crear relojes de pared y otros artículos de madera. También anima a Andrew a educarse en las humanidades, le proporciona libros y le ayuda a entender los conceptos abstractos.


El guión se basa en un relato de Isaac Asimov escrito originalmente por encargo para una antología de relatos conmemorativa del bicentenario de la independencia de Estados Unidos que nunca se publicó, El hombre bicentenario es un clásico de la ciencia ficción.
Asimov dedica estas palabras a su relato en la introducción que escribió en 1990 para la antología Visiones de Robot: «Esta historia, que apareció por primera vez en 1976, fue mi exposición más clarividente del desarrollo de los robots. Trataba del deseo de un robot de convertirse en hombre y la forma en que realizaba este deseo, paso a paso. No tenía intención de escribir esta historia cuando la empecé, se escribió sola, y se trazó y entrelazó en la máquina de escribir. Acabó siendo la tercera de mis historias favoritas, entre todas las escritas.»


La película es ante todo, una original manera de acercarse a la figura de los androides y a una posible evolución hacia un tipo de seres que vaya más allá de la inteligencia artificial, es decir, que estén capacitados para evolucionar por sí mismos.
La meta de Andrew es humanizarse, adquirir sentimientos y emociones, algo similar a lo que ocurre en el Blade Runner con los replicantes. Chris Columbus opta por un relato que resulta melodramático en muchos momentos, para algunos un poco largo, pero a mí me ha gustado, tanto la manera de enfocarlo, como la duración del film, ya que, además de no hacerse pesado, cuenta con cierto detalle los pasos en la evolución interna y externa de Andrew.
La banda sonora es de James Horner y, aunque pueda sonar a otros trabajos ya escuchados del autor, cuenta con una canción final, Then You Look at Me, interpretada por la maravillosa voz de Celine Dion.
Una buena reflexión sobre el significado del ser humano, su naturaleza y condición.




jueves, 30 de marzo de 2017

TÚ NO ERES COMO OTRAS MADRES

Lena es hija de un matrimonio judío de posición económica desahogada, una mujer de espíritu libre que decide vivir el presente sin pensar demasiado en el futuro, sin atenerse a las normas convencionales, disfrutando al máximo de lo que la vida le ofrece.
En un Berlín que se ha convertido en el centro cultural de Europa, Lena saca jugo a los felices veinte y puede considerarse un prototipo de lo que aquellos años fueron, al menos para una cierta élite en algunos países, pero también para el común de los ciudadanos en otros como Francia o Alemania.
Fiel a una especie de promesa que se hizo a sí misma, tendrá un hijo con cada uno de los hombres a los que amó. Ella es una privilegiada cuya vida se desenvuelve en un mundo de cierto lujo, en el que no faltan buenos automóviles, casas de campo, fiestas, viajes al extranjero y una vida amorosa con sucesivos esposos y amantes, entre ellos los padres de sus tres hijos (un chico y dos chicas), alemanes arios, con lo que los vástagos se convertirán en una especie de mestizos cuando estalle la gran locura en que se verá inmersa Alemania y toda Europa, a raíz del ascenso de Hitler al poder, un acontecimiento insospechado para Else y muchos de los que la rodean, que viven en una especie de burbuja desde la que se niegan a ver el peligro y no conciben que un pueblo culto haya elegido seguir a un monstruo.
Es cierto que hay literatura abundante sobre lo ocurrido en la Alemania nazi, pero aunque ya conocemos lo que Angelika Schrobsdorff nos cuenta en esta suerte de autobiografía, la impresión que sacamos conforme vamos adentrándonos en las páginas de su libro, es que estamos descubriendo algo nuevo, porque en aquel horror, igual que ocurre en la vida en general, cada historia es diferente siendo igual en apariencia, con el valor añadido de que estamos ante un relato real en el que somos partícipes, primero de aquel ambiente de conciertos, cabarets, pintura moderna, cultura en definitiva, por un lado y, por otro, nazis y leyes raciales.
La historia está muy bien narrada, la autora utiliza los nombres reales de los personajes, es decir: su madre se llamaba, en efecto Else Kirshner, su segundo marido y padre de Angelika fue Erich Schrobsdorff, primogénito de una arrogante familia de industriales arios del mismo apellido, y Angelika se las ingenia para contar simultáneamente la historia de su madre, escrita en tercera persona, y la suya. El relato es admirable, como las páginas dedicadas a describir las medidas nazis contra los judíos, el progresivo acoso y extinción de familiares y amigos –la abuela Kirschner murió en Theresienstadt–, el declinar físico de Else, la manera con que supo aferrarse a su dignidad al despertar de golpe, en medio de una violencia bestial, a una realidad que negaba los sueños.
El libro en definitiva, nos habla de una gente que vivía en un paraíso y de pronto, se encontró en el infierno sin acertar a explicarse cómo y por qué se vieron empujados allí.



miércoles, 29 de marzo de 2017

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

"El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata. Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas. Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que había sobrevivido a tantas mañanas como ésa."
Así comienza la novela de Gabriel García Márquez que da título a la película y así comienza este film en el que el Coronel, el hombre al que un día prometieron una pensión que espera inútilmente y que le lleva, todos los viernes, trajeadito y bien aseadito, a bajar hasta el muelle, donde aguarda la carta que le anuncie su pensión. Todos en el pueblo saben que espera en vano. Lo sabe también su mujer, que cada viernes lo mira prepararse ante el espejo para recoger la carta que nunca llegará. Pero el Coronel prefiere cerrar los ojos ante la evidencia y se aferra a su sueño.


Ripstein tenía sólo 21 años cuando le pidió al autor colombiano que lo autorizara a filmar El coronel... La respuesta fue "no", acompañado de un "tal vez más adelante". Al tiempo, García Márquez se encerró y escribió Cien años de soledad. "Su gloria y mi envidia nos separó", dijo el cineasta.
Sin embargo, luego de treinta años, el mexicano Arturo Ripstein consiguió lo que buscaba, trasladar a la pantalla esta novela de Gabriel García Márquez, con guión de su esposa y colaboradora habitual Paz Alicia Garciadiego. "Es un gran film, Ripstein me ha hecho justicia y yo a él al seguir escribiendo treinta años después", confesó el propio García Márquez después de ver a sus personajes en carne y hueso.


Película bien realizada, con buena fotografía y diálogos sacados en parte de la novela a la que se atiene en líneas generales, metiendo algún pequeño episodio que no está en la misma, pero sin desvirtuar el original.
Tiene una pega grande, para mi gusto, que dura demasiado, es más larga que la propia novela y, aunque parece que va cogiendo ritmo por momentos, cuando estos llegan ya está uno un poco cansado del desarrollo un tanto cansino del principio.
Estupendas actuaciones de los dos protagonistas, Fernando Luján y Marisa Paredes, en un film que nos traslada la historia de este hombre y su esposa que anteponen la dignidad por encima de la pobreza y el olvido a sus méritos pasados. Conmovedora película.




martes, 28 de marzo de 2017

ENTRE NARANJOS

Serie dividida en tres capítulos de hora y media de duración cada uno, nos cuenta la historia de los amores de Rafael Brull (Toni Cantó) y Leonora (Nina Agustí).
En el primer capítulo asistimos al regreso de Rafael a Alcira, tras un largo viaje por Italia, regalo de sus padres como premio a la finalización de sus estudios de derecho. Durante el último trayecto en tren, conoce a una misteriosa mujer, Leonora, de la que se enamora, pero ella, mujer muy baqueteada por la vida, no desea más que su amistad.
El segundo capítulo contempla la ascensión política de Rafael, que obtiene el acta de diputado en el Congreso de Madrid.
Leonora, le narra su vida, que ha conocido muchos pesares y también el éxito como cantante de ópera que la llevó a pisar los más importantes escenarios del mundo.
En el tercer y último capítulo, Rafael no tiene el coraje suficiente como para renunciar a su cómoda vida de hacendado y abandona a Leonora cuando están a punto de marcharse juntos. Se casará y seguirá renovando su acta de diputado, pero nunca podrá olvidar a su antiguo amor.
Dirigida por la cineasta Josefina Molina e interpretada en sus principales papeles por Toni CantóNina AgustíMercedes Sampietro y José Manuel Cervino, fue estrena en TVE, el 27 de mayo de 1998. Al Principio se barajaron los nombre de Imanol Arias y Victoria Vera para los papeles protagonistas.


Además del tortuoso romance de los protagonistas, la serie recoge algunas de las constantes del pensamiento de Blasco Ibáñez reflejadas en la novela. Además del amor por su tierra, representado en la luminosa belleza del paisaje de los naranjales, la filmación retrata el caciquismo de los terratenientes, representado sobre todo en la figura del padre de Rafael, un tipo mujeriego y déspota que toma lo que le parece, incluídas las mujeres que se le antojan, sembrando de bastardos la comarca. Pero también otros aspectos de esta tierra, como las infaustas riadas o las fiestas en las que no pueden faltar la pólvora y la música.
Asisitimos a los enredos políticos, con amaños electorales y la poca vergüenza de algunos diputados que, una vez en Madrid, se dedican a cualquier cosa, menos a aquello por lo que fueron elegidos. La desidia de los asistentes a las sesiones parlamentarias, que se dedican a hacer pajaritas de papel y a charletas de cafetín mientras transcurren las intervenciones de sus colegas. Eso cuando asisten, pues también se nos ofrecen sesiones con casi todos los escaños vacíos. En la serie también queda reflejado el convencido anticlericalismo de Blasco por medio del debate parlamentario en que se dilucida si el Estado ha de seguir dando dinero a la Iglesia Católica.
Una serie bastante bien ambientada, con una fotografía que se beneficia del espléndido paisaje valenciano, con algunas imágenes realmente bellas y con unas actuaciones en las que destaca el buen hacer de los secundarios (José Manuel Cervino, Mercedes Sampietro o Fernando Conde) y un poco por debajo los protagonistas, Cantó un tanto pánfilo por momentos y Nina que en algunas escenas podría haber estado más contenida.
Entretenida y, sobre todo, una buena manera de acercarse a la obra de Blasco Ibáñez y al ambiente sociopolítico en la España de finales del XIX.
En los fragmentos de ópera que escuchamos, Nina fue doblada por la soprano Cármen González.




lunes, 27 de marzo de 2017

EL CLUB DE LA LUCHA

Un joven hastiado de su gris y monótona vida lucha contra el insomnio. En un viaje en avión conoce a un carismático vendedor de jabón que sostiene una teoría muy particular: el perfeccionismo es cosa de gentes débiles; sólo la autodestrucción hace que la vida merezca la pena. Ambos deciden entonces fundar un club secreto de lucha, donde poder descargar sus frustaciones y su ira, que tendrá un éxito arrollador.
Desde entonces, todos los fines de semana, en sótanos y aparcamientos a lo largo y ancho del país, jóvenes oficinistas y otros profesionales, se quitan los zapatos y las camisas y pelean entre sí hasta la extenuación. Los lunes regresan a sus quehaceres, con los ojos amoratados, algún diente de menos y un sentimiento embriagador de omnipotencia. Estas reuniones clandestinas son parte del plan con el que Tyler Durden (Brad Pitt) aspira a vengarse de una sociedad enferma por el consumismo exacerbado.
La primera regla del Club de la lucha es nadie habla sobre el Club de la Lucha.
La segunda regla del Club de la lucha es nadie habla sobre el Club de la lucha.
La tercera regla es la pelea termina cuando uno de los contendientes grita "alto", pierde la vertical o hace una señal.
La cuarta regla, solo dos personas por pelea.
La quinta regla, solo una pelea a la vez.
La sexta regla, sin camisa y sin zapatos.
La séptima regla, cada pelea dura lo que tiene que durar.
La octava y última regla, si esta es tu primera noche en El Club de la lucha, entonces tienes que pelear.


El guión se basa en la novela del mismo título de Chuck Palahniuk.
El autor estaba harto de que los editores rechazaran su primera novela "Monstruos invisibles", así que decidió escribir esta crítica salvaje del consumismo, en la que los hombres se juntaban en locales secretos para pegarse en busca de regeneración. Según el propio autor “Me compró la libertad. Si no, seguiría escribiendo solo en mi tiempo libre”.


La película nos ofrece una visión descarada de la vida, cargada de humor negro y en la que un conjunto de marginados, insatisfechos y frustrados, deciden abandonar las sombras para golpear (siempre literalmente) las bases de una sociedad hipócrita, egoísta y materialista.
Es cierto que la controversia quedó servida desde el mismo instante de su estreno. Se alzaron voces clamando contra lo que consideraban un enaltecimiento de la violencia extrema y una clara invitación a utilizar métodos terroristas contra el poder establecido.
Es probable que quien se quede en la fachada saque esas consecuencias, pero el film debe ser visto como una parábola en la que las situaciones son llevadas al extremo, una suerte de caricatura que pone de relieve lo peor de la sociedad consumista y propone rebelarse contra ello.
De cualquier modo, algo queda claro, es de esas películas que despiertan sentimientos encontrados, para unos poco menos que una obra maestra, para otros una tontería sin pies ni cabeza envuelta en un entorno de violencia gratuita.




viernes, 24 de marzo de 2017

EL JUGUETE RABIOSO

La película narra cuatro historias que se corresponden a cuatro momentos en la vida de Silvio Astier (Pablo Cedrón).
Comienza con el trabajo que el protagonista consigue en una librería, regentada por Don Gaetano (Osvaldo Terranova) y Doña María (Cipe Linkovsky), un matrimonio de origen italiano que vive en continua desavenencia. En la librería, Silvio asiste a escenas de terrible mezquindad y sufrirá una humillación tras otra. Al final intenta quemar la librería, pero sus planes fracasan y abandona el trabajo.
Gracias a un anuncio que su madre ve en el periódico, intenta ingresar en la Escuela de Aviación para aprender el oficio de mecánico de aviones. Es aceptado en principio, incluso se muestran sorprendidos por su brillantez, pero repentinamente le dan de baja, según le dice el capitán Bossi (Juan Carlos Gianuzzi), porque el Ejército "no necesita personas inteligentes, sino burros para el trabajo"
Mientras estas cosas suceden, Silvio recuerda su infancia, cuando junto a otros niños, forma el "Club de los Caballeros de la Media Noche", influído por la lectura de novelas folletinescas que le compraba su madre.
En la última parte del film, El Rengo (Julio de Gracia), un conocido suyo del barrio, casi un padre para él, como reconoce el mismo Silvio, le propone asociarse para perpetrar un robo en un domicilio particular, pero Silvio acaba delatando a su cómplice que es detenido por la policía.


Basada en la novela del mismo título del escritor argentino Roberto Arlt, de carácter marcadamente autobiográfico, publicada en 1926 y escrita en la sierra de Córdoba, cuando el escritor acompañaba a su mujer, Carmen, con la que viajó hasta allí en busca de sanar una complicada tuberculosis que ella padecía.
Arlt fue duramente criticado en su tiempo, pero ahora es considerado como el iniciador de la novela argentina moderna. Y es que imagino que, en el momento, no era fácil de entender el estilo del escritor argentino, incluso ahora no lo es para cualquiera.
Esa parte autobiográfica queda plasmada a lo largo de todo el film, en especial en el flashback en que recuerda su infancia, sometida a un padre directamente sádico, que le sentenciaba la noche antes: "mañana te voy a castigar", con lo que el niño pasaba la noche en vela, aterrorizado por lo que le esperaba y cuando llegaba el amanece, el padre le sacaba de la cama infligiéndole verdaderas torturas.


El film nos habla de una persona que trata de escapar de la miseria y humillación a que se ve sometido por su procedencia social, una familia con escasos medios económicos, pero cuya madre ha procurado darle una educación a través de la lectura que supla la carencia de estudios secundarios que no pueden pagar.
Sin embargo, Silvio choca una vez y otra con los prejuicios de un entramado hostil que le conducen a un callejón sin salida y le impelen a permanecer en el barrio cuyo ambiente odia. La película recrea este mundo de valores injustos, incluso absurdos, dictados en ocasiones por los gremios estamentales, como en el caso del Ejército, que le expulsa por demasiado inteligente y del que la película refleja esa penosa y trágica situación que se vive en su interior, con mandos intermedios muchas veces más brutos e incultos que aquellos a quienes tienen bajo sus órdenes. Es ilustrativa la escena en la que les mandan a las duchas y el suboficial de turno, primero alterna las órdenes de "vestirse...desvestirse...vestirse...desvestirse..." y cuando se cansa, con todos los aspirantes en pelotas, empieza a decir: "de frente, march...media vuelta, march...media vuelta, march...media vuelta, march...", hasta componer una situación totalmente chusca y humillante.
Hay otras secuencias, que han hecho que esta película tenga cierta repercusión en el mundo gay, las que vive el protagonista cuando se hospeda en una pensión de baja categoría y aparece en su cuarto Tristán (Nicolás Frei), un joven homosexual que paga por los encuentros con otros hombres, al que rechaza Silvio. En Tristán vemos toda la amargura con la que estas personas han de vivir su condición sexual en un mundo en el que están proscritos.
Al final Silvio acaba tirando la toalla y delata al Rengo, el hombre más noble que ha conocido, en sus propias palabras, como una manera de autocastigarse, porque sabe que ese pecado le va a convertir en un despojo a la vista de quienes le rodean en un mundo, el del barrio que, por otra parte, desprecia.
La película se desarrolla en ambientes oscuros y sucios, que se contraponen a la luminosidad del parque en el que Silvio vive sus pocos momentos alegres o a la impoluta blancura de los barrios ricos, como aquel en el que vive el hombre al que van a robar.
Una película muy interesante, con un punto de ironía y con mucho de desgarro, como la vida misma, esa vida diaria por la que lucha Silvio, hasta verse ganado por el pesimismo. Como dice Arlt en su novela "A mis oídos llegan voces distantes, resplandores pirotécnicos, pero yo estoy aquí, solo, agarrado por mi tierra de miseria como con nueve pernos".




jueves, 23 de marzo de 2017

LAS CUATRO VERDADES (LA MUERTE Y EL LEÑADOR)

La película está dividida en cuatro historias independientes entre sí, basadas respectivamente en las siguientes fábulas de La Fontaine: "El cuervo y la zorra", "La liebre y la tortuga", "La muerte del leñador", y "Las dos perdices". Todos los relatos han sido adaptados a nuestra época por un director distinto, sustituyendo a los animales por personas. La primera historia trata de un hombre que está intentando seducir a una mujer que tiene un marido extremadamente celoso. "La liebre y la tortuga" por el contrario, relata el eficaz trabajo de una mujer por alejar a su marido de otra. "La muerte y el leñador" presenta las dificultades de un organillero en las calles de Madrid. El último episodio cuenta los conflictos entre dos jóvenes que se ven obligados a pasar la Semana Santa en un pequeño apartamento de París.
La fábula que adaptan Berlanga y Azcona, es la titulada "La muerte y el Leñador", la narración de La Fontaine cuenta la historia de un leñador con muchos años y muchas fatigas a cuestas, que se da por vencido y deja caer el haz de leña y llama a la muerte. Pero cuando ésta se presenta ante él y le pregunta para qué la ha llamado, el viejo leñador le contesta que para que le ayude a recoger la leña caída.
La adaptación nos traslada a un Madrid contemporáneo y estival, con piscinas populares, terrazas en la Gran Vía y fiestas con barracas de feria.


Es una coproducción entre Francia, Italia y España y en el reparto cuenta con algunos actores muy conocidos, entre ellos Leslie Caron, Anna Karina, Monica Vitti, Sylvia Koscina, Rossano Brazzi, Charles Aznavour, Hardy Krüger, y los más cercanos para nosotros Manuel Alexandre, Agustín González, Xan das Bolas o Lola Gaos, entre otros.


Hablemos de la parte que rodó Berlanga, "La muerte y el leñador": Un organillero (Hardy Kruger), que como ciudadano está en regla pero como industrial es un auténtico desastre, ve impotente cómo un guardia le requisa el manubrio del instrumento con el que se gana la vida tocando para los paseantes. Todos los intentos de recuperarlo en la oficina de requisas resultan infructuosos. Además, como no tiene dinero para pagar las multas acumuladas, pide ayuda a su amigo Casto (Manuel Aleixandre), un carterista que está intentando rehabilitarse, que en vez de un manubrio, roba unos binoculares que le resultan más rentables, así que nuestro protagonista, ha de buscar el remedio por sí mismo y trata de hacerse con un manubrio intentando robarlo del camión de bomberos de un tiovivo, pero le pillan y los feriantes le dan un escarmiento. Tras fabricarse él mismo una manivela, se ve obligado a deshacerse del burro sacrificándolo, pero el dinero que le dan en el matadero, no le alcanza para comprar otro. Ante tanta adversidad, decide suicidarse colgándose de un poste de la luz. Es entonces cuando aparece la muerte a través de uno de sus ayudantes, un conductor de carroza fúnebre. El final, como pueden suponer, es similar al de la fábula.


Además del aire costumbrista (sobre todo de la primera mitad), en la segunda parte comienzan a aparecer algunos elementos surrealistas. Por ejemplo, en la piscina pública en la que el burro se orina, aparece un hombre-rana con su fusil subacuático, preocupado por las infecciones en un recinto lleno de críos; o la imagen del organillo remolcado por la carroza fúnebre en medio de un desolado paisaje...


Seguramente no es de los mejores guiones de la pareja Berlanga/Azcona, que además han de meter la historia que han imaginado en un metraje muy limitado en el tiempo (menos de media hora), Berlanga pasa un poco de la moraleja de La Fontaine e introduce un estrambote final para remarcar su crítica al poder, contra el que arremete, criticándolo en todas sus formas, pero sobre todo contra sus representantes más directos: guardias de tráfico, funcionarios, monjitas y hasta el encargado de la piscina pública.
La película en su conjunto es un curioso experimento cinematográfico con resultados desiguales.
Como anécdota, contar que Berlanga había pensado en José Luis López Vázquez para el papel del organillero, pero por cosas de la coproducción, le impusieron a Hardy Kruger, un tipo que solía hacer de oficial nazi en el cine, rubio y ojiazul que actuaba, caminaba y hablaba como uno de las SS, es decir, el menos indicado para hacer de organillero castizo. Para arreglarlo, a Berlanga no se le ocurre otra cosa que teñirlo de albino y resulta que así tenía un aspecto más ario todavía. Además Kruger se reveló como un histrión pretencioso y pedante. Así que mira por donde, Berlanga deseando a López Vázquez y el papel lo acaba haciendo un oficial de la Gestapo. 




miércoles, 22 de marzo de 2017

EL HOMBRE QUE SUSURRABA A LOS CABALLOS

Robert MacLean (Sam Neill), un cotizado abogado neoyorkino y su esposa poseen una espléndida casa de campo donde su hija Grace (Scarlett Johansson), una adolescente feliz y apasionada por los caballos, dedica su tiempo libre a cabalgar sobre Pilgrim. Sin embargo, un aciago accidente trunca brutalmente este idílico mundo, cuando Grace y su amiga Judith (Kate Bosworth), que dan un paseo, suben sobre sus caballos una empinada pendiente nevada, el caballo de Judith resbala arrastrando a la chica y van a parar a la carretera. Mientras Grace intenta ayudarla, son atropelladas por un camión que patina en la nieve y queda sin control. Judith fallece, Pilgrim resulta herido y se convierte en un animal ofuscado y agresivo. Grace, también herida, no soporta verlo en ese estado y pierde la ilusión de vivir, sumiéndose en el ostracismo. 
Annie (Kristin Scott Thomas), la madre de la joven, intuye que la recuperación de su hija pasa por la de Pilgrim y, desesperada, decide pedir ayuda a un hombre muy especial: Tom Booker (Robert Redford), de quien se dice que posee un don para comunicarse con los caballos y sanar su espíritu.
Grace, Annie y Tom, arrastran, cada uno de ellos, sus propios fantasmas y a medida que  transcurre la historia y pasan más tiempo viviendo en esos inmensos espacios abiertos del rancho, el proceso de sanación del caballo, incluye cada vez más a estos tres personajes. 


Basado en el libro "El hombre que susurraba al oído de los caballos", de Nicholas Evans. Pocas veces una novela de un autor desconocido había despertado tanto interés: Robert Redford adquirió los derechos cinematográficos tras leer el manuscrito aún inacabado, la crítica reconoció unánimemente su extraordinaria factura literaria y los lectores la convirtieron en un best seller internacional. Pero es que sobre esta magnífica novela, Redford y el director de fotografía, Robert Richardson, colocan un escenario tan impresionante como telón de fondo que en realidad nos vemos sumergidos y casi barridos por el melodrama, mientras logran hacer, no obstante, gran cine.


Con estupendas interpretaciones, al lado de la historia de la recuperación del caballo, vivimos una tierna, historia romántica, dulce y dolorosa a un tiempo, que no deja de recordarnos otra gran película de este género: Los puentes de Madison, por el tipo de tratamiento que le da a la historia de amor, por la edad de sus protagonistas y por el desenlace agridulce en que parece que la razón se impone al corazón. Desde luego los amantes de este tipo de historias disfrutarán con el film y los de lágrima fácil, seguramente dejarán escapar alguna que otra.
El film sabe sacar mucho jugo a los maravillosos paisajes naturales, con muchas secuencias que son verdaderas postales en movimiento, pero además tiene alguna que otra escena muy lograda, como la del baile entre los dos protagonistas, una maravilla de relato sin palabras, puramente visual, de una profundidad asombrosa.
Partiendo de la vieja tradición norteamericana de los "susurradores de caballos", el film recrea una historia de profundas connotaciones humanas y recupera los sólidos valores que la frenética sociedad actual parece haber olvidado. La solidaridad entre las personas, la armonía con la naturaleza y la fuerza de los sentimientos subyacen como motor de esta historia inolvidable.
Por cierto que tras esa tradición mencionada de los susurradores de caballos, hay una leyenda, como tantas otras con visos de realidad, que dice que algunos nativos norteamericanos domaban a los caballos saltando sobre su lomo y mordiéndoles la oreja, de este modo, el caballo acababa comprendiendo que cuanto más sacudiera la cabeza, peor sería el dolor a soportar. Algunos blancos que observaron estas escenas, no comprendieron bien lo que estaban viendo y pensaron que aquellos jinetes estaban susurrando al oído de los caballos.
De hecho, durante el film, en ningún momento el protagonista susurra al caballo.




martes, 21 de marzo de 2017

LA LEGIÓN PERDIDA

Tercera y última entrega de la trilogía sobre Trajano (Los asesinos del emperador, Circo Máximo), de Santiago Posteguillo, que narra básicamente la conquista de Partia (conquista de Armenia, Siria y Mesopotamia) y la muerte de Marco Ulpio Trajano.
El hilo conductor entre la historia central y las varias historias paralelas, es la legendaria Legión Perdida de Craso, cuya peripecia novela Posteguillo, convirtiendo a los supervivientes de la misma en mercenarios al servicio de los hunos primero y de los chinos después.
El lector se va a encontrar cosas muy llamativas y efectistas como una naumaquia (batalla naval en el circo); a Druso, un centurión romano que se ve cara a cara con un general chino y que luego cruza con sus hombres la Gran Muralla; la caballería pretoriana atravesando el Tigris sobre un puente de barcas; la destrucción de las siete legiones de Craso por los arqueros y catafractos partos en las arenas de Mesopotamia; un terremoto en Antioquía o la matanza de todas las mujeres del harén del rey de reyes Osroes en Cesifonte a manos de los eunucos. También encontrará los preceptivos cristianos arrojados a los leones en el Coliseo, el uso de plantas abortivas, a Trajano acostándose con el joven y guapo príncipe de Osroene y a un Adriano muy distinto del de Yourcenar, seguramente más cercano a la realidad y alejado del íntegro y culto emperador que nos pinta la autora belga en su "Memorias de Adriano".
Como en anteriores trabajos de Posteguillo, es indudable su capacidad para documentarse y ofrecernos una novela muy interesante, didáctica, pero que a mí, como ocurre con las anteriores, me ha resultado difícil de digerir y es que el estilo del valenciano se me atraganta y me da reparo decirlo, pero sigue con sus reiteraciones, sus recapitulaciones, para mi gusto, innecesarias y redundantes y además, en el caso de esta novela, parece que está estirada de forma artificiosa para aumentar el número de páginas.



lunes, 20 de marzo de 2017

EN BRAZOS DE LA MUJER MADURA

Andrés (Miguel Ángel García de adolescente y Juan Diego Botto de joven adulto), está interno en un colegio religioso (¿escolapios?) cuando se produce el levantamiento militar de julio de 1936 en España. El colegio está en algún lugar de Cataluña y cuando los religiosos constatan que la rebelión no ha triunfado en aquella región, deciden cerrar el colegio y enviar a los alumnos a sus casas, mientras ellos se dispersan, cada cual por su lado, vestidos de paisano.
Andrés quiere ir a La Coruña, pues su madre pasa allí los veranos, pero las comunicaciones entre ambas zonas están cortadas y se ve obligado a regresar a su domicilio de Gerona, que encuentra ocupado por el portero del edificio que, aprovechando el fanatismo del momento, ha denunciado a la madre de Andrés como sospechosa de fascista, basándose en que acude a misa, por lo que el joven es acogido por unos vecinos.
Pero Andrés no se conforma con la situación y decide intentar por su cuenta pasar las líneas del frente hacia la zona nacional, hasta que al llegar a un pueblo de Aragón, es interceptado por una patrulla anarquista y logra convencerles de que iba en busca del frente para luchar contra los fascistas. Los anarquistas le acogen y, por ser demasiado joven, le asignan tareas en la cocina, hasta que el comandante se entera de cuál es su verdadera situación y le envía a su casa de Barcelona con su esposa e hija.


La película es una adaptación de la novela homónima del húngaro Stephen Vizinczey, de carácter semibiográfico, publicada en 1965, que supuso todo un éxito editorial desde su lanzamiento.
La acción es "españolizada", por así decirlo y se traslada desde la Hungría de los últimos años de la II Guerra Mundial y la inmediata postguerra, a los escenarios de la Guerra Civil Española y años posteriores.
El film nos va narrando el aprendizaje sobre amor, sexo y libertad en el paso hacia la vida adulta, que un joven experimenta a través de varias historia amorosas con mujeres de mayor edad que él.
Ante el cambio de escenarios, el realizador, Manuel Lombardero, defiende que durante la Guerra Civil Española, se dieron los mismos paralelismos de libertad y ausencia de libertad que en la Hungría de la Segunda Guerra Mundial.


No sé muy bien el motivo del cambio de escenarios, quizá Rafael Azcona (guionista) y Lombardero, pretenden acercar la historia al público español o tal vez es porque conocen mejor este ambiente, pero el traslado no está nada conseguido.
La película es entretenida, está bien hecha (ambientación, fotografía, incluso banda sonora) y con algunas interpretaciones interesantes, pero tiene muchos altibajos y algunas situaciones un tanto artificiosas.
El personaje del protagonista, a mi entender, pierde mucha profundidad con respecto a la novela y lo que sí es de agradecer es que el film respete el espíritu de la novela al no detenerse más de la cuenta en los encuentros amorosos propiamente dichos, ya que estos son secundarios y lo que de verdad relata la novela y ya digo que respeta el film, es la relación con las mujeres previa al encuentro sexual.




viernes, 17 de marzo de 2017

EL SUEÑO DE LOS HÉROES

Estamos en Buenos Aires, en 1927. Emilio Gauna (Germán Palacios) trabaja en un taller de reparación de autos. Sus amigos no son buena gente. Pasan el tiempo perpetuamente alrededor de la mesa de un café. Reconocen como jefe a un siniestro hombre mayor: el doctor Valerga (Lito Cruz). En carnaval Gauna gana a las carreras y los invita a gastar el dinero del premio alegremente en tres días de juerga. A la tercera noche Gauna aparece en una casilla de los bosques de Palermo; un parque de Buenos Aires. Lo ha recogido gente que trabaja en los bosques. Gauna no recuerda lo sucedido. Sólo fragmentos de los tres días. Entre ellos, un duelo a cuchillo con el doctor Valerga. Cuando reencuentra al grupo ninguno le dice qué pasó y él no pregunta. Pasan tres años y Gauna vuelve a ganar a las carreras. Recuperar la memoria perdida de aquella salida de carnaval se ha convertido para él en una obsesión. Entonces vuelve a invitar a los mismos amigos con la condición de repetir exactamente el itinerario de la vez anterior. Así va recuperando la memoria, a medida que avanza ese paseo malvado, hasta descubrir lo más importante: los detalles del duelo a cuchillo con el doctor, del que providencialmente antes había salvado la vida.
El film adapta la novela homónima de Adolfo Bioy Casares.


La película está contada como si, en lugar de mostrar una historia que se supone pasó o está pasando, se estuviera mostrando una alucinación. Como si la cámara filmara la mente confundida de Gauna. Este efecto se consigue no sólo ubicando la acción en el carnaval, que siempre es alucinatorio, con sus disfraces y carácter teatral mezclado con los lugares más "reales" y cotidianos, como las calles donde uno toma el tranvía para ir al trabajo, sino por la repetición de la juerga de tres días, y porque a esa duplicación se le agregan los intentos de la memoria de Gauna de recordar, que tienen el efecto de saturar la historia y la imagen de disfraces y serpentinas.


Es un relato circular, en el que, como ocurre en otros relatos de Bioy Casares, pasado y presente pierden su direccionalidad temporal, el tiempo deja de ser irreversible y los hechos que, por una causa misteriosa, no llegaron a verificarse, emergen de nuevo: Pasado y futuro, son intercambiables.
Fernando Fernán Gómez, tiene un pequeño papel en la película, interpreta al brujo Taboada y cuenta que cuando le ofrecieron el papel, Sergio Renán le recordó que catorce años antes, durante la entrega de un premio Cervantes, ya le había comentado la posibilidad de hacer una película sobre una novela de Bioy Casares. Lógicamente, después de tanto tiempo Fernán Gómez ni se acordaba y le sorprendió que a pesar del tiempo transcurrido le guardaba el papel prometido.
Un film muy bien hecho, pero que quizá, para quienes no estén introducidos previamente en el mundo que recrea en sus novelas el autor argentino, puede resultar excesivo, incluso incomprensible.




jueves, 16 de marzo de 2017

PLÁCIDO

En una pequeña ciudad de provincias, un grupo de beatas aficionadas a practicar ostentosamente la caridad organizan una campaña navideña bajo el lema “Siente un pobre a su mesa”. Con el fin de apoyar la iniciativa se busca el patrocinio de una marca de ollas y se invita a un grupo de artistas de segunda fila llegados ex profeso de la capital y recibidos con entusiasmo en la estación de tren. La humanitaria jornada se completa con una colorista cabalgata, una subasta pública de los convidados y una retransmisión radiofónica.
El encargado de organizar esta fastuosa cadena de eventos es Gabino Quintanilla (José Luis López Vázquez), quien ha contratado para la ocasión a Plácido Alonso (Casto Sendra 'Cassen'), un pobre hombre que debe cooperar con el motocarro que acaba de adquirir y aún no ha empezado a pagar. La trepidante actividad en que se ve envuelto Plácido le impide abonar a tiempo la primera letra de la compra del vehículo, que vence esa misma noche. A partir de ese momento, el hombre intenta por todos los medios encontrar una solución a su problema, mientras se ve zarandeado de un lugar a otro, envuelto en una serie de inesperados incidentes, entre los que destaca uno especialmente embarazoso: Un mendigo sufre una angina de pecho durante la cena, por lo que la comitiva organizadora debe trasladarse al domicilio que lo acoge. Una vez allí, descubren que el moribundo vive en concubinato con otra indigente y deciden improvisar una boda para que la muerte no le sorprenda en pecado, tras la cual el motocarro de Plácido es de nuevo requerido para trasladar al fallecido a la casucha donde malvivía.


Con guión de Rafael Azcona, Luis García Berlanga, José Luis Colina y José Luis Font, la película es tenida, junto a El verdugo y Bienvenido mister marshall, como parte de la trilogía fantástica de Berlanga, una de sus películas más logradas.


Como en otros casos, el film tuvo problemas con la censura, empezando por el propio título, que hubo de ser cambiado ya que la Iglesia tenía por entonces una campaña similar a la parodiada bajo el auspicio de Caritas y no estaban dispuestos a que se pusiera en solfa aquella iniciativa.
Berlanga recuerda aquel rodaje como uno de los más distendidos, hasta el punto de que algunos días, al acabar el rodaje, se iban todos juntos a cenar y a tomar unas copas.
En la figura de Alfredo Matas, el realizador levantino encontró un productor más civilizado que la media de los productores españoles, con algunos colaboradores inteligentes.
Los exteriores se localizaron en Manresa, una ciudad industrial, entre rica y provinciana que le iba como anillo al dedo a la historia.


Plagada de planos secuencia, con esa especie de totum revolutum tan característica de Berlanga, de repente te encuentras con uno de esos planos kilómetricos atiborrado de personajes, todos hablando a un tiempo y te maravillas de cómo aquello funciona, pero no solo eso, sino que, precisamente por ello, entre otras cosas, la película tiene un ritmo por momentos frenético que no deja resquicio para el aburrimiento del espectador. En algunas de esas escenas, la acumulación de personajes alcanza límites casi inigualables, como aquella en que bajan al anciano muerto por la escalera, o la genial en el servicio de señoras que se convierte en una suerte de camarote de los Hermanos Marx.
Como también suele ser seña de identidad en las películas de Berlanga, todos los secundarios tienen su momento especial dentro del conjunto y los hay muy buenos realmente.
A pesar de la clave de humor con que está tratada, la acidez está casi a flor de piel, apenas disimulada por ese tono de comedia que suaviza pero no oculta la tragedia del asunto central que no es sino la pobreza en que viven los ancianos que protagonizan la campaña publicitaria y la hipocresía de las clases pudientes para tratar de ocultar sus vergüenzas con este remedo de obra caritativa.
El film estuvo nominado al Oscar a la mejor película extranjera.




miércoles, 15 de marzo de 2017

LA CAMARERA DEL TITANIC

Corre el año 1912, y el famoso trasatlántico Titanic está a punto de iniciar su viaje. Horty (Olivier Martinez), un joven obrero que trabaja en una fundición, espera en la ciudad de Southtampton a la partida inaugural. Está allí gracias a la suerte, ya que ha ganado el primer premio en el concurso anual organizado por su empresa. Y aunque es afortunado, le queda la duda de qué sería de su vida si montara en ese barco.
Mientras está en la ciudad, Horty conoce a una joven y bella mujer con la que, por casualidad, debe compartir habitación por una noche. La mujer, Marie (Aitana Sánchez-Gijón), es una camarera del buque, y desde el primer momento Horty cae embelesado ante sus encantos. Sin embargo, cuando amanece descubre que la joven se ha marchado sin despedirse, quedándole solo una foto de ella como recuerdo. Aunque intenta alcanzarla, Horty la ve en el barco, alejándose de él.
El guión de Cuca Canals y del propio realizador, Bigas Luna, se basa en una novela del mismo título del francés Didier Decoin. Según el autor del libro, es la historia de una mentira dicha casi sin querer. O, mejor dicho, de un deseo tan poderoso que para sobrevivir hubo de tomar la forma de la mentira. Y es que la historia que narra el film es la de este hombre relatando una relación que ha ido creando en su imaginación a todo aquel que quiera escucharle y que acaba por no parecerse en casi nada a lo que ocurrió en realidad entre el protagonista y la camarera.


Contrariamente a sus anteriores películas, Bigas Luna ha optado esta vez por la elegancia narrativa; porque si la historia de la camarera y del obrero Horty es de un hermoso realismo romántico y poético, aquí, en línea con otros trabajos de Bigas Luna, la historia se convierte en una sucesión de discordantes y reiteradas escenas, no de sexo, sino de sensualidad extrema. Cabría añadir otras notas positivas, pero es tan honda la discordancia entre amor romántico y esta suerte de sensualidad, que la calidad global de la película queda averiada y falsificada.
Por cierto, Aitana Sánchez-Gijón, se pasa más la mitad del tiempo que aparece en pantalla en posición horizontal.




martes, 14 de marzo de 2017

UN HOMBRE CON SOTANA (AMBROSIO ERANSUS)

El final de la Guerra Civil Española fue campo abonado para que desalmados de todo tipo, campasen por sus respetos, sembrando odio y muerte allí por donde pasaban.
El teniente coronel de la Guardia Civil Manuel Gómez Cantos, cuya hoja de servicios previa al llamado Alzamiento Nacional está salpicada de insubordinaciones, palizas o deudas, se aplicó a la tarea de limpiar aquel pasado a base de terror.
Denostado dentro de la propia Guardia Civil, aquel psicópata sanguinario, no había dudado a la hora de mandar a la otra vida, incluso a sus propios compañeros cuando sospechaba un atisbo de republicanismo, como hizo con un cabo, escribiente en su compañía, cuando se enteró de que había tardado quince días en pasarse desde el lado republicano al nacional.
Gómez Cantos regresó a Cáceres (donde ya había estado durante la Guerra), en marzo del cuarenta, estableciendo en el Monasterio de Guadalupe su centro de operaciones en la lucha contra el maquis que le habían encomendado. Su método fue terror y sangre. Cuando le parecía, bien en represalia a las acciones guerrilleras, o para tratar de descubrir el paradero de los insurrectos, elegía al azar a los vecinos de tal o cual población sospechosos de ser simpatizantes de la república o por el mero hecho de ser familia o amigos de quienes lo eran o habían sido y les sometía a crueles interrogatorios para, posteriormente, enviárselos a su inseparable lugarteniente, el capitán Emiliano Planchuelo Cortijo, que era quien dirigía los pelotones de fusilamiento.
En agosto del 42, una partida de guerrilleros ocuparon La Calera, una aldea de la pedanía de Alía. Los ocupantes le dieron una paliza de muerte al alcalde falangista y se llevaron dinero de ciudadanos considerados derechistas.
La respuesta de Gómez Cantos no se hizo esperar, llevó a cabo una redada entre jornaleros y agricultores de La Calera y Alía, con el pretexto de que algo debían saber y, sin trámite legal alguno, fusiló a 24 de ellos junto a las tapias del cementerio, delante de todo el pueblo a quien vigilaba un cordón de guardias civiles.
Con la sangre de los fusilados aún caliente, se encaminó a Castilblanco con una lista de 90 nombres. Los guardias dejaron aviso en casa de cada uno de ellos para que se presentaran en el cuartelillo a poner en regla sus papeles. Pero todo lo el mundo sabía lo ocurrido en Alía, así que los requeridos se quedaron en sus casas y antes de que fueran a por ellos, avisaron al párroco local.
Este cura era D. Ambrosio Eransus Iribarren, un mocetón navarro, de Yelz (aunque en algún sitio he leído que nació en Mendioroz), en el Valle de Lizoain, nacido en el seno de una familia que tenia aquella religiosidad profunda y sentida tan habitual en la Navarra rural por aquel entonces.
Eransus quería ser misionero y para ello pretendió ingresar en el Colegio de Misiones de Burgos, pero el estallido de la Guerra Civil trastocó todos sus planes y Ambrosio marchó a la Guerra como capellán de un tercio requeté. Por su valor, acabó la contienda con el grado de comandante y tras algún otro destino, acabó recalando en Castilblanco. Cuando suceden los hechos que narramos, Eransus rondaba los 33 años y aquel día en que un desalmado con tricornio amenazaba a sus feligreses, se sintió, más que nunca, pastor de su rebaño y se encaró con el teniente coronel. Cuenta el periodista y guardia civil Jesús Mendoza que años después escuchó el relato de lo ocurrido por boca de los lugareños: «Cuando lo tuvo enfrente, le dijo: "Oye, tú, si se te ocurre molestar a algún vecino, te busco y te pego un tiro. Si tú eres teniente coronel, yo soy comandante del Ejército"».
Gómez Cantos no pudo sostenerle la mirada, seguramente adivinando que bajo la sotana, aquel personaje escondía lo que tiene todo hombre con arrestos y se achantó.
Esta es la historia, que no quiero terminar sin contar cual fue el final de Gómez Cantos, bueno, el final no, porque murió en la cama cuando era un anciano, como suele ocurrir con tantos desalmados. Pero sí que acabó siendo expulsado de la Guardia Civil, tras el consejo de guerra al que sería sometido en 1945, sin llegar ni siquiera a cumplir entero el año de prisión a que fue condenado por «abuso de autoridad».
Todo ello porque en abril del 45, un grupo de maquis asaltó el cuartelillo de Mesas de Ibor (Cáceres) y desarmó a los cuatro guardias que había en él. Gómez Cantos montó en cólera, llegó a Mesas convencido de que sus subordinados eran unos cobardes y ordenó que fueran fusilados sin más contemplaciones. Al parecer, los guardias, como quedó demostrado en el juicio, habían plantado cara a los asaltantes y uno de ellos resultó herido, muriendo más tarde a consecuencia de ello.
Pero lo curioso es que Gómez Cantos no fue expulsado por haber matado a cuatro compañeros abusando de su autoridad, al parece el obispo de Coria y el propio Primado, Plá y Deniel, consideraron intolerable que aquel desalmado les negara la confesión, y esta fue la verdadera causa de su expulsión.




lunes, 13 de marzo de 2017

TRANVÍA A LA MALVARROSA

La historia está ambientada en los años 50, en pleno régimen franquista, y narra el viaje que Manuel (Liberto Rabal), un joven castellonense, realiza a Valencia para comenzar sus estudios de Derecho. El muchacho quiere ser escritor pero su padre se niega y le envía a esta ciudad para hacer de él un hombre de provecho.
Manuel, a sus 17 años, vive su adolescencia sin haber dejado atrás la infancia. Sigue divirtiéndose gastando bromas a los demás aunque ahora sean más elaboradas y retorcidas, como cuando viaja con sus amigos al pueblo vecino y, haciéndose pasar uno de ellos por secretario del gobernador civil, destituyen al alcalde 'en nombre de Franco'. Su padre le ha puesto un ultimátum: ¡O cura o abogado!
Manuel, que ni quiere seguir con el negocio familiar de cítricos ni se ve como cura, se va a la capital, Valencia, para estudiar Derecho e intentar volver a ver a la chica de sus sueños, Marisa (María Rodríguez).
El joven es una persona emprendedora y curiosa a la que le encanta pasear por la ciudad. Algunos días, durante esos paseos, cree reconocer a Marisa, una de las veces a bordo de un tranvía que se dirige hacia la playa de la Malvarrosa, por lo decide tomar el tranvía y seguirla.
La férrea educación católica que su padre le ha inculcado le impide mediar palabra con la joven por lo que pierde la oportunidad de conocerla.


La película está basada en la novela homónima de Manuel Vicent, el cual se inspiró en sus propias vivencias para escribirla.
Lo cierto es que la novela de Vicent, abunda en descripciones y en relatar el entorno de la Valencia de la época (finales de los 50), pero a la hora de querer llevar eso a la pantalla han caído en una suerte de superabundancia de ambientación y además, bajo mi punto de vista, lo han hecho con poco criterio. Lo digo porque en la película vemos un montón de cosas relacionadas con el momento, desde los tranvías, hasta los carteles de publicidad, pasando por la recreación del entorno (mercado, universidad, cafeterías, las mismas calles...), lo que sin duda debió comportar un enorme esfuerzo, pero es que se cae en algo que va más allá del barroquismo, porque los elementos decorativos se introducen sin orden ni concierto, hasta crear una reiteración tal que acaba siendo agobiante y al espectador le puede dar la sensación de acartonamiento. Y es que en todo hay que tener criterio y mesura, por ejemplo, en una de las primeras escenas, se ve en el mismo plano a los gigantes saliendo a desfilar en las fiestas de la localidad donde vive el protagonista, el monumento a los caídos y, en primer término, a unos niños jugando a las canicas. Y situaciones similares se repiten una vez y otra.


La película cuenta con más colaboraciones que actores de reparto. Por supuesto los llamados colaboradores, tienen intervenciones puntuales, alguno, como el caso de Santiago Ramos, ni aparecen en pantalla, pues pone la voz en off de la narración. Por cierto, fue la última intervención en cine del gran Vicente Parra.
Por lo demás, la película se convierte en una especie de desfile costumbrista, ya digo que sin mucho criterio y haciendo hincapié en los tópicos para dejar escapar el paralelismo entre la historia personal y el momento social que se vivía en España en general y Valencia en particular, aunque también trata de reflejarlo y, por momentos, parece que lo consigue.
Ese retrato de una época pasada puede resultar entretenido, sobre todo, imagino, para la gente de la ciudad levantina que reconocerá algunos parajes y algunas situaciones que se retratan en el film y puede revivir cómo eran algunos lugares, como el propio entorno de la Malvarrosa, antes de la época de la especulación urbanística.
Por cierto, en un momento del film, se habla del Crimen del cine Oriente, ocurrido en la ciudad de Valencia en esa época.