TITANE

 

Alexia (Agathe Rousselle) sufre un accidente de tráfico cuando viaja en automóvil con su padre, que le provoca una terrible lesión en el cráneo y le colocan una placa de titanio en la cabeza. Al salir del hospital, rechaza a sus padres y abraza apasionadamente el auto que casi la mata. Los próximos años tiene problemas con su sexualidad y conoce a Vincent (Vincent Lindon), un hombre torturado que trata de conservar su fuerza inyectándose esteroides en su cuerpo envejecido.

Controvertida y provocadora película de la francesa Julia Ducournau, que se llevó la Palma de Oro en el último festival de Cannes, no sin polémica. Toma cosas de varios géneros y podemos ver claramente su componente de ciencia ficción, aunque también reflexiona sobre la identidad de género o el amor y no únicamente el referido a la atracción sexual, sino a la afectividad, con un padre que busca a su hijo desaparecido hace diez años y al que no le importa descubrir que a quien ha tomado por tal, Alexia, no lo es y no solo eso, sino que es una mujer, él está deseoso de entregar amor y ella necesita recibirlo, pero ha rechazado hasta ese momento, y de forma violenta, cualquier acercamiento hacia otras personas.

Algunas críticas hacen hincapié en los momentos gore del film y lo desagradable que ha resultado para algunos espectadores, a mí me parece que no muestra nada que no hayamos visto en otras ocasiones.

Lo que sí opino es que centra mucho su forma de narrar en la provocación y que su estética llamativa y por momentos violenta, puede resultar excesiva para muchos. De cualquier modo, Ducournau ha manifestado en alguna ocasión su idea de que su trabajo no consiste en explicar su arte, sino que busca que sea el espectador quien le de su propio significado, así que si lo que sugiere la película a cualquiera de Vds. difiere de lo que explican otros, incluídos los críticos profesionales o las páginas especializadas, no crean que son más tontos o más listos que ellos, solo están respondiendo a lo que busca la autora. Y si les ocurre lo que a algunos, que cuando acaben de ver el film se preguntan qué es exactamente lo que han estado viendo, incluso si no les gusta, sepan que no son los únicos a los que les ocurre esto.

POLLYANNA

 

Pollyanna (Hayley Mills) es una adorable niña que, tras el fallecimiento de sus padres, ha de viajar a otra ciudad para quedar al cuidado de una tía suya, la tía Polly (Jane Wyman), una mujer adinerada, estricta y nada alegre. Poco a poco Pollyanna se va ganando el cariño de todo el pueblo, pero su tía Polly no llega a valorarla hasta que está a punto de perderla.

El guión se basa en un clásico de la literatura infantil y juvenil, el libro del mismo título de la escritora norteamericana Eleanor H. Porter, publicado en 1913.

Existe una anterior adaptación, de 1920, protagonizada por Mary Pickford. 

La película supuso en su día un pequeño fiasco en taquilla y yo pienso que ello se debe a que, más que una película para niños, que también puede serlo, lo es para adultos con añoranza. ¿Con añoranza de qué?, pues quizá de las lecturas de otra época, de un mundo ya desaparecido o, sencillamente de una etapa de nuestras vidas que quedó atrás y recordamos con sumo cariño y echamos de menos un entorno que nos hacía felices o, al menos, eso es lo que recordamos. 

Con la dulce y pizpireta Hayley Mills de protagonista, encarnación del ideal americano, de niña rubia, de ojos azules, piel blanca y buenos modales que no la impiden llevar a cabo alguna travesura propia de la infancia, el film cuenta con un elenco de grandes intérpretes que sacan adelante sus papeles con sobrada solvencia. 

Un film correctamente rodado para la historia y la moraleja que se desea transmitir y cuyo final hará aflorar las lágrimas a los espíritus proclives a dejarse llevar por la emoción y el sentimentalismo.

EL ÁRBOL DEL AHORCADO

 

En la época de la fiebre del oro, a un poblado minero de Montana llega Joe Frail (Gary Cooper), un extraño y contradictorio médico sobre el que parece pesar un oscuro pasado. Tras el asalto de unos bandoleros a la diligencia, la única superviviente resulta ser una inmigrante suiza llamada Elizabeth Mahler (Maria Schell) que, a causa de una insolación, se queda ciega. De cuidarla hasta que recupera la vista se ocupará Frail.

   

El guión adapta un relato de la escritora estadounidense Dorothy M. Johnson, que publicó muchos otros relatos de frontera, alguno de los cuales ha dado origen a películas archiconocidas, como "Un hombre llamado caballo" o El hombre que mató a Liberty Valance.

Una historia que, sin grandes alardes, logra captar la atención del espectador desde los primeros instantes gracias a un magnífico guión y a unas actuaciones de gran solidez, con una María Schell cuyo rostro desprende ternura, Gary Cooper del que nada tenemos que descubrir y Karl Malden en un papel muy relevante encarnando con solvencia al villano de la película.

El film enlaza a la perfección muchas de las características propias de western con una emotiva historia romántica y es, por méritos propios, uno de los títulos míticos del género y, para muchos, la mejor película de su realizador, Delmer Daves.

MY SON

 

Edmond Murray (James McAvoy) recibe una llamada de Joan Richmond (Claire Foy), su ex esposa, para comunicarle que su hijo de 7 años ha desaparecido de un campamento. Pronto queda claro que el niño ha sido secuestrado y los padres entran en una espiral de angustia y desesperación.

Remake de Mon Garçon, un film de 2017, dirigido también por Christian Carion, tiene la peculiaridad de que el protagonista, James McAvoy, no recibió el guión de la película que sí conocen el resto de actores, con lo que el realizador busca reflejar las reacciones espontáneas de un padre que se va enterando de los detalles del hecho traumático al que se enfrenta, improvisando todos sus diálogos.

Sin profundizar demasiado en ello, la película da a entender que el niño ha sido secuestrado por una organización de pederastas. La narración se centra en el drama que viven los padres que se ven abandonados por la policía local que recibe instrucciones desde las altas instancias para que detenga la investigación y será el padre quien ha de seguir, por su cuenta, con las averiguaciones. Buenas interpretaciones de los dos protagonistas sobre los que recae todo el peso de la historia y una espléndida fotografía que se recrea en la belleza de los paisajes escoceses, el film consigue en algunos momentos transmitir tensión al espectador y con el desenlace tampoco busca ofrecer demasiadas explicaciones, sino que deja en el aire las posibles consecuencias que pueden tener para Edmon Murray las actuaciones que ha llevado a cabo para tratar de esclarecer el paradero de su pequeño.

LA OCTAVA VÍCTIMA

 

Relato novelado de unos crímenes que conmocionaron a la sociedad londinense de principios del XIX y que tuvieron repercusión en todo el país por la crueldad manifestada por el asesino o los asesinos, pues una de las víctimas era un bebé de pocos meses y en ambos casos se trataba de familias de gente humilde, simples comerciantes trabajadores y respetables.

Estamos en 1811, con las tropas de Wellington en la Península Ibérica tratando de hacer retroceder a los ejércitos franceses. Primero la familia Marr y poco después, los Williamson, verán cercenadas sus existencias a manos de unos desconocidos que, en apariencia, trataban de robarles en sus propios domicilios, sin conseguir su objetivo, pero dejando cada una de las casas, sembrada de cadáveres horríblemente asesinados.

El libro hace un repaso pormenorizado de los hechos y circunstancias, de las declaraciones que se conservan y de los artículos de prensa que se referían a los mismos, para llegar a la conclusión de que el principal sospechoso, fue la octava víctima de los sucesos, pues apareció ahorcado en su celda, sin ni siquiera haber llegado a juicio y fue dado por autor material de los crímenes, su cadáver paseado de forma ignominiosa por las calles de la capital y enterrado en un cruce de caminos de la ciudad con una estaca clavada en su cuerpo.

El autor llega a la conclusión de que todo lo que culpaba al pobre Williams, un peculiar marinero que fue considerado culpable, eran pruebas circunstanciales y sin demasiada consistencia, pero a las autoridades les vino bien, porque así consiguieron dar por cerrado el caso y acallar las protestas de la opinión pública y los medios de comunicación.

El libro resulta curioso, además, porque vemos un retrato de la sociedad marginal del Londres de la época y asistimos al debate que se generó alrededor de la conveniencia o no de crear una policía que velara por la seguridad ciudadana, entonces en manos de vigilantes a cargo de las diversas parroquias o pagados por empresas privadas.

Nos enteramos de las costumbres y del día a día en estas zonas ribereñas del Támesis, entonces ocupadas por los muelles y habitadas por gente de baja condición, marineros y comerciantes; también de la xenofobia hacia los extranjeros, en este caso portugueses e irlandeses, considerados como gente peligrosa y conflictiva y de la desidia de las autoridades que llevaron a cabo una investigación para la que no contaban con medios ni estaban preparados, plagada de errores y de juicios preconcebidos. 

EL TREN DE LAS 3:10

 

El azar y el aliciente de los 200 dólares que ofrece el dueño de la diligencia que fue asaltada, obliga a un sencillo ranchero, Dan Evans (Van Heflin), a sustituir al sheriff para escoltar a Ben Wade (Glenn Ford), un peligroso delincuente, que es, además el jefe de una banda de temibles forajidos. Tras cometer un asesinato, Ben es apresado y escoltado hasta un pueblo, por donde pasa el tren que debe llevarlo a Yuma (Arizona) para ser juzgado. Mientras tanto, su banda prepara su rescate.

El guión adapta un relato de Elmore Leonard que suele publicarse acompañado de otros relatos de frontera. Aunque inicialmente Leonard tuvo dificultades para publicar sus relatos por ser demasiado «crudos», Hollywood no tardó en interesarse por ellos y en 1957 llevó al cine este que nos ocupa, que contó con una nueva versión en 2007 protagonizada por Russell Crowe y Christian Bale. La historia narra los riesgos que ha de afrontar el ayudante de alguacil Paul Scallen, al que encomiendan la misión de trasladar al peligroso forajido Jim Kidd desde Fort Huachuca a la ciudad de Contention, donde deberá tomar un tren con destino a la prisión de Yuma.

Ambientación de western para este retrato psicológico de personajes en el que queda patente la envidia de cada uno de los dos protagonistas por lo que el otro tiene.

Evans, un simple ranchero, casado y con dos hijos, trabajador de una tierra dura y poco agradecida, se enfrenta a una terrible y prolongada sequía que pone en peligro la supervivencia de su ganado. Además se siente frustrado por no poder dar a su familia el confort que desearía, así que no es extraño que la oferta de dinero que le hace el bandido al que custodia, le haga dudar, con él podría solucionar todos sus males.

Wade se siente subyugado por los breves instantes que pasa en el hogar de los Evans. La armonía familiar, la admiración de los hijos por su padre, la entrega de la esposa que conserva rasgos de sus encantos de juventud, la comida sencilla y apetitosa, le llevan a sentir la añoranza por un modo de vivir alejado de su turbia existencia.

Tensión bien llevada y unas interpretaciones muy conseguidas. Lástima de final, nada imaginativo y que estropea lo que hasta ese momento era un magnífico y más que interesante film. 

MOVIE, MOVIE

 

En la primera historia, titulada "Manos de Dinamita", Joey Popchick (Harry Hamlin), un inmigrante húngaro, necesita dinero para ayudar a su hermana, que padece una enfermedad ocular y corre el riesgo de quedarse ciega si no la operan. Joey encuentra a un entrenador de boxeo, un antiguo campeón que lleva su carrera poco a poco, pero un promotor mafioso le propone catapultarlo al estrellato, y él acepta la idea para poder recaudar el dinero. 

En la segunda de las historias, "Las bellezas de Baxter, 1933", Spats Baxter (George C. Scott), un productor de Broadway, padece una grave enfermedad y sólo le queda un mes de vida. Decide, entonces, organizar un último espectáculo que espera que sea un éxito. Por otra parte, Spats lleva años enviando cheques anónimos a su hija que siempre ha creído que era huérfana.

El film está concebido como un homenaje a las sesiones dobles de los cines de los años 30. Entre las dos películas, podemos ver un falso trailer, como los se proyectaban en estas sesiones, de una película de ases voladores ambientada en la Primera Guerra Mundial titulada Hora cero.

Planteado como una especie de sátira sobre dos tipos de películas, las que giran alrededor del mundo del boxeo y los musicales, sobre todo la segunda, tiene muchos detalles humorísticos. Ambas muestran estereotipos de los dos géneros, pero hechos desde el cariño. Personajes tratados con amor y con todo el arte y el oficio que es capaz de desplegar Stanley Donen. Gran trabajo de dirección ayudado por buenas interpretaciones, con actores que repiten en ambas películas y protagonismo especial para George C. Scott, trailer incluído, que interpreta a dos personajes muy entrañables. 

Película elegante, que combina muy bien drama y humor y que, realmente, presenta lo que quería su director, un homenaje sentido y cariñoso al cine.

LICORICE PIZZA

 

La historia de Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman), de cómo se conocen, pasan el tiempo juntos y acaban enamorándose en el Valle de San Fernando en 1973.

Muy alabada por la crítica norteamericana, sin duda, aparte de sus valores artísticos, porque a ellos les trae recuerdos más cercanos de cosas que, vistas desde aquí, pueden incluso resultar desconocidas.

Paul Thomas Anderson dirige y guioniza un film que es la añoranza de una época (los setenta del pasado siglo), en un entorno que conoce muy bien. El californiano Valle del San Fernando, es el lugar donde creció y donde cursó sus estudios hasta empezar la universidad. La película es una ficción sobre sus propios recuerdos y vivencias. Una historia romántica, con algunos momentos graciosos y, de fondo, la música de la época: Nina Simone, The Doors, Sonny and Cher, Chuck Berry, The Four Tops, Paul McCartney, David Bowie... 

Seguramente más de uno verá un film que parece haber reunido a un grupo de amiguetes para filmar una película, algo que, en el fondo, es cierto, pero también tenemos a unos actores debutantes que demuestran mucho aplomo y transmiten credibilidad y Anderson consigue acercarnos sus recuerdos con un gran talento artístico.

LA CAJA DE LAS SORPRESAS

 

Un grupo de padres decide abrir una cuenta bancaria con la intención de que la suma acumulada durante años vaya a parar a manos del hijo que consiga sobrevivir a los demás. Mucho tiempo después, sólo quedan dos supervivientes: dos hermanos que se odian. Uno de los hermanos es vigilado por sus sobrinos, quienes lo mantendrán con vida a toda costa. El otro vive en la pobreza y con aparente mala salud, con el único apoyo de su nieto bastante despistado.

Desenfrenada comedia negra de Bryan Forbes, basada en la novela de 1889 "The Wrong Box" (mismo título que el original) de Robert Louis Stevenson, que la coescribió junto a su hijastro Lloyd Osbourne, protagonizada por algunos de los mayores talentos británicos del momento, incluidos Peter Sellers, Michael Caine, Peter Cook, Dudley Moore, Tony Hancock, Ralph Richardson, Nanette Newman y John Mills. 

La película hace referencia a una "tontina", una especie de plan de inversión para la captación de capital, ideado en el siglo XVII por el banquero napolitano Lorenzo de Tonti y relativamente difundido en los siglos XVIII y XIX. Combina características de una renta vitalicia grupal y una lotería. Cada suscriptor paga una cantidad acordada que se suma al fondo, y luego recibe una anualidad. A medida que los miembros fallecen, sus acciones pasan a los otros participantes, por lo que el valor de cada anualidad aumenta. A la muerte del último miembro, el plan se liquida. Históricamente, la mayoría de las tontinas (aunque no la que se describe en esta película) vencían después de un período de tiempo fijo, en el que el principal se desembolsaba a los suscriptores que no habían muerto.

En la introducción del film, vemos cómo van desapareciendo paulatinamente, algunos de los posibles beneficiarios de la tontina, en secuencias cortas y muy divertidas que copian la manera de hacer del cine mudo, hasta que llegamos a conocer a los verdaderos protagonistas de la película, los dos hermanos, los sobrinos de uno de ellos y el nieto del otro y comienza el desarrollo de la historia a base de enredos, malentendidos, despistes y el proceder, entre ingenuo, malintencionado y torpe de los involucrados. 

Una comedia cargada de humor negro, divertida, entretenida, por momentos ingeniosa y en otros, algo previsible, pero con buenas interpretaciones y siempre amena y con encanto.

DIOS NO ES BUENO

 

El periodista y escritor británico, nacionalizado estadounidense, Christopher Hitchens, va desgranando, de forma razonada, a lo largo de las páginas del libro, sus tesis sobre la inexistencia de un supremo hacedor que gobierna los destinos del universo.

Según sus convicciones, dios no hizo al hombre a su imagen y semejanza, sino todo lo contrario, somos los hombres quienes hemos ido creando los dioses a nuestra imagen, la única manera de entender que un ser omnipotente, se dedique a prestar atención a lo que hacen o dejan de hacer, unos seres que resultan insignificantes en el conjunto del cosmos.

Mantiene Hitchens que las religiones son la filosofía sin preguntas, pues mientras ésta busca a través del cuestionamiento la solución a nuestras dudas trascendentales, la religión aporta respuestas y dogmas cuyo principal sustento es la fe sin ningún fundamento o evidencia y que, lejos de reconocer sus errores, a medida que la ciencia ha ido demostrando la razón por la que suceden las cosas o proponiendo teorías cada vez más demostrables sobre nuestro propio origen y el de nuestro planeta y todo lo que en él encontramos, la religión ha ido adaptando sus argumentos, o bien aduciendo que sus textos sagrados que explicaban la creación, eran una especie de cuento medio infantil dirigido a personas carentes de mayor entendimiento o, sencillamente, niegan la evidencia.

Mantiene que debería ser la ciencia y sus descubrimientos el fundamento de nuestro comportamiento ético y no el discurso religioso que considera tóxico e incluso peligroso, pues muchos de los conflictos pasados y presentes de la humanidad, tienen a las diferencias religiosas como excusa.

Hitchens no solo critica a las religiones llamadas del libro (judaísmo, cristianismo e islamismo), también a algunas de las ya desaparecidas o a las religiones orientales (budismo, induhismo...), de las que nos descubre algunas de las que él considera contradicciones o falsedades, pero tampoco quedan fuera de sus tesis las que podríamos llamar religiones laicas, representadas, sobre todo, por algunas concepciones políticas que tuvieron éxito en el pasado y que aún continúan entre nosotros, llegando a gobernar naciones enteras (comunismo, fascismo, etc.).

Un libro que puede resultar interesante incluso para los creyentes de mente abierta y que, sin duda, aporta argumentos para quienes no lo son.

BUS STOP

 

El inocente vaquero Bo Decker (Don Murray) que participa en rodeos se enamora de la cantante Cherie (Marilyn Monroe) que sólo piensa en triunfar en Hollywood. Él, por el contrario, sueña con fundar una familia y retirarse a su rancho a criar ganado. Ella intenta escapar y seguir su camino hacia Los Ángeles, pero él la encuentra y la obliga a coger el autobús a su casa en Montana. Cuando el autobús se detiene en Grace's Diner, los pasajeros se enteran de que el camino está bloqueado. A estas alturas, todo el mundo conoce el secuestro, pero Bo está decidido a quedarse con Cherie.

El guión adapta una obra teatral del mismo título de William Inge.

La verdad es que este tipo de humor ha perdido mucho con el tiempo, si es que alguna vez hizo gracia, con un personaje excesivo que se empeña en que la chica que le gusta le acompañe quiera o no quiera, la arrastra, no la deja escapar y apenas hablar. Y de buenas a primeras, cuando por fin ella consigue librarse de él, gracias a la ayuda de algunos de los personajes, se vuelve atrás y está dispuesta a decir sí donde antes dijo no. En fin. 

Lo más destacable, sin duda, la presencia de Marilyn, eso sí, en un papel que es el estereotipo de la rubia entre tonta e ingenua y cantando, de forma deliberada, peor de lo que lo hacía en realidad, pues consideraba que era más apropiado para el papel de una mediocre aspirante a actriz.

DRIVE MY CAR

Dos años después de la inesperada muerte de su esposa, drama del que no ha logrado recuperarse, Yusuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima), un reconocido actor y director de teatro, recibe una oferta para dirigir una producción del drama de Antón Chéjov Tío Vanya en un festival de teatro en Hiroshima. Allí conoce a Misaki Watari (Toko Miura), una joven taciturna asignada por el festival para conducir su coche. A medida que se acerca el estreno de la producción, aumentan las tensiones entre el elenco y el equipo, sobre todo entre Yusuke y Kôshi Takatsuki (Masaki Okada), un joven actor que comparte una conexión no deseada con la difunta esposa de Yusuke. Obligado a confrontar verdades dolorosas surgidas de su pasado, Yusuke comienza, con la ayuda de su conductora y sus sinceros comentarios, a enfrentarse a su pasado y a los inquietantes misterios que dejó su esposa.

El guión adapta un relato del escritor japonés Haruki Murakami del mismo título que la película y que una canción de los Beatles, algo recurrente en él, pues su afición por la música recorre toda su obra y algunas de sus novelas tienen temas y títulos referidos a una canción.  El relato se publicó por primera vez en la revista mensual de su editorial Bungeishunju y en España ha sido publicado por Tusquets junto a otros cuentos en el libro "Hombres sin mujeres".

El relato cuenta la historia de Kafuku, un actor de unos 50 años que busca un chófer para conducir su coche, un Saab 900 amarillo que tiene doce años y 100.000 kilómetros pero no piensa cambiar porque le encanta abrir el techo solar con independencia de la estación que sea. Como Kafuku necesita ensayar en los trayectos antes de salir a escena, le pide a Oba, el mecánico del taller al que suele llevar su coche, que le recomiende un conductor.  A pesar de sus recelos masculinos hacia las mujeres al volante, éste le presenta a Misaki, una chica de unos 20 años. 

«Es algo rara: muy callada, poco amistosa y fría, además de una fumadora empedernida. Nadie diría que es mona», la describe Murakami, quien encima la afea con un abrigo de caballero de tela, unos pantalones marrones de algodón y unas zapatillas negras. Pero, tal y como había prometido el mecánico Oba, Misaki conduce con suavidad y destreza y no le importa que el viejo Saab amarillo sea manual y carezca de navegador a bordo, por lo que se convierte en la chófer de Kafuku.

Drive my Car o cómo transformar un relato de apenas cuarenta páginas en una película de tres horas. Eso hace Ryûsuke Hamaguchi y aquellos que se duerman con el film dirán que estaba claro que tenía que ser algo aburrido estirar una historia de esa manera. Sin embargo, como tantas cosas en la vida, esto es matizable. 

Aunque es cierto que la esencia del relato se mantiene, por el resumen que he hecho del libro, quienes vean o hayan visto la película podrán notar que algunas cosas cambian y no es la principal el color del automóvil, un protagonista más de la película, por cierto. Una de las cosas que alarga la película, son los silencios, que cobran especial relevancia en algunos momentos y otro, primordial, es que se entremezclan muchos pasajes de los ensayos de la obra de Chéjov que van a representar y en los que podemos contemplar aspectos interesantes de cómo se hace un casting o cómo se llevan a cabo los ensayos. A mí me ha gustado especialmente la forma en que se va a trasladar el texto del autor ruso a las tablas, con actores que hablarán en la lengua que dominan, así, no todos hablarán en japonés, incluso una de las actrices, un personaje realmente entrañable, es muda y hará su papel expresándose en lenguaje de signos coreano, algo inimaginable en otros tiempos, pero con la tecnología actual, perfectamente viable. 

Una historia que nos habla de memoria, perdón, amor y culpa, que fluye entre diálogos, silencios, recuerdos y miradas de dos personajes que nos fascinan. 

El reparto hace un excelente trabajo, y la dirección resulta brillante, aprovechando los recursos que ofrece la fotografía, el sonido y los espacios para que sirvan de lenguaje sin necesidad de recurrir a movimientos llamativos. Un film que doy por descontado que aburrirá a mucha gente, pero que logra captar los sentimientos de los personajes e integrar maravillosamente la obra teatral y sus ensayos en el discurrir general del relato, manejando con soltura el tiempo y logrando transformar la historia para convertirla en el mejor relato visual posible de la misma.

LA ANGUSTIA DE VIVIR

 

Desde hace años, el actor de teatro Frank Elgin (Bing Crosby) atraviesa una grave crisis debido a un gran sentimiento de culpa por la muerte de su único hijo. Ahora tiene la oportunidad de regresar cuando el director Bernie Dodd (William Holden) le ofrece el papel principal en su nuevo musical. Frank, sin embargo, se muestra inseguro, recurre al alcohol y evita incluso las responsabilidades más pequeñas, dejando todo en manos de su esposa Georgie (Grace Kelly), a quien le resulta cada vez más difícil hacer frente a la falta de espíritu de su marido. Bernie intenta ayudar a Frank a recuperar la confianza en sí mismo, creyendo que es Georgie la causa de su inseguridad.

El guión se basa en la obra teatral del dramaturgo norteamericano Clifford Odets The Country Girl (el mismo título que el original del film). Tras sus primeras representaciones en la temporada 1950-51, la obra ha sido montada en Broadway, al menos, otras dos veces, la última en 2008, con Frances McDormand y Morgan Freeman como protagonistas. 

El film obtuvo dos premios Oscar: Mejor actriz (la única vez que lo recibió Grace Kelly) y mejor guión.

Frank Elgin contempla con pavor el paso de los años, la pérdida la juventud y teme perder el favor de los productores y del público. Como defensa contra ello, busca eso que yo llamo "dar pena", con el objeto de que la gente que le rodea le ayude, le tome entre sus brazos protectores y le disculpe cualquier manía o defecto como si de un enfermo se tratara. No tiene empacho alguno en utilizar incluso la muerte accidental de su hijo para despertar ese sentimiento de pena en los demás, haciendo ver que se siente culpable. Podrá beber, podrá sentirse inseguro, podrá negarse a tener iniciativa alguna en su vida y los demás se lo perdonarán, le mirarán con compasión: ¡Pobre hombre!, perdió a su hijo y se siente culpable de ello

Ha creado un personaje que convierte en su vida y cuya verdadera esencia solo conoce su esposa que trata de ayudarle como puede tragando sus falsedades y engaños.

Bernie Dodd se deja llevar de todas esas mentiras y cree que Georgie es una influencia perniciosa para Frank y la culpable de todos sus males.

Magnífico retrato de unos personajes tremendamente atractivos por su complejidad que George Seaton, realizador y guionista del film, nos acerca de manera brillante, desvelando la verdadera personalidad de Frank de manera progresiva a lo largo del film, en ocasiones por medio de flashback.

Bing Crosby interpreta, con su magnífica voz, algunas canciones bastante bien insertadas en la narración y Holden y Kelly ofrecen dos interpretaciones espléndidas, ésta última lejos de los papeles glamourosos a que nos tiene acostumbrados y de cuyo personaje, la gran diseñadora Edith Head, encargada de su vestuario, dijo: "Ante mí una de las mujeres más bellas del mundo y tenía que hacer que se viera simple y monótona".

 

EL FUEGO Y LA PALABRA

 

Elmer Gantry (Burt Lancaster) es un hombre atractivo, oportunista y absolutamente inmoral. Tras asistir, por casualidad, a una reunión religiosa, se da cuenta de lo fácil que es ganar dinero anunciando la fe y se convierte en una especie de predicador. Con la hermana Sharon Falconer (Jean Simmons) a su lado, Elmer pronuncia unos estremecedores sermones que le permiten conseguir fama y dinero. Pero el periodista Jim Lefferts (Arthur Kennedy) sigue sus pasos para desenmascararlo. Su situación se complica aún más cuando reaparece en su vida una antigua amiga, Lulu Bains (Shirley Jones), ahora una prostituta, que hará que Gantry tenga que afrontar su turbio pasado.

El guión se basa en la novela "Elmer Gantry", del Premio Nobel Sinclair Lewis. En el guión, del propio realizador del film, Richard Brooks, se introdujeron algunos cambios tratando de disfrazar, incluso de omitir, los aspectos más controvertidos del libro, en un intento de no chocar con las prohibiciones del Código Hays. 

La película obtuvo tres Oscar: mejor actor (Lancaster), mejor actriz de reparto (Jones) y mejor guión adaptado.

La película presenta una crítica sobre la burguesía norteamericana y sus inquietudes mercantiles y religiosas. Maravillosamente interpretada, a pesar del gran nivel del resto del elenco, es la presencia de Burt Lancaster la que llena la pantalla, en un papel de esos que, si se sabe sacar partido de él, da para el lucimiento de un buen actor y Lancaster aprovecha cada una de sus apariciones en pantalla para hacerlo.

La sátira contra el fariseísmo es descarnada, con esos tipos, representantes de la buena sociedad ciudadana, respetados contribuyentes, fervientes y, a veces, intransigentes en el aspecto religioso que, sin embargo obtienen beneficios de turbios negocios o, sencillamente, de negocios legales, pero nada compatibles con las enseñanzas religiosas que defienden.

El film representa el triunfo de la hipocresía, pues el protagonista, como señaló Richard Brooks, es un hombre que quiere lo que todos: dinero, sexo y religión. Un perfecto chico americano. Lo que ocurre es que alcanza sus metas anunciando el infierno para todos los demás.