lunes, 3 de octubre de 2011

SCARFACE, EL TERROR DEL HAMPA

Hay algunas cosas, en el cine o en tantas otras cosas de la vida en las que se valora también la originalidad, que nos suenan a cosa vista, muchas veces porque no se puede o no se debe hacer de otra manera, es decir que está bien como está, pero, insisto, nos suenan a ya visto, repetido una y mil veces, al fin y al cabo como la vida misma que, para la mayoría de nosotros, no es sino una sucesión de monotonías que se repiten con ligeras variaciones que nos van llevando a un fin.
Sin embargo, aquello tuvo un principio, o unos principios. El cuchillo con el cortamos nuestra comida, la foto que tomamos de un paisaje, estas mismas palabras que escribo... Ahora son monotonía, que permite ligeras variaciones, en el estilo del escrito, en el encuadre o la luz de la foto, en el diseño del cuchillo...
Pero hubo un principio.

Y en eso que hemos dado en llamar cine negro, el principio fue Scarface, junto con otras pelis de aquellos años 30, pero esta tiene especial relevancia.

Esas secuencias que vemos ahora repetidas en películas de temática gansteril: Persecuciones en coche, malísimos bandidos, mujer fatal, mamma italiana, humor negro... Todo eso y más está aquí y algunas de esas cosas están por primera vez, o al menos por primera vez en el cine sonoro y en una gran producción.

Olvidada en la actualidad, salvo por los muy aficionados, la gente en general retiene en su memoria, cuando se le habla de este título, esa especie de remake (para otros homenaje), que está muy bien, que hizo Brian de Palma con Robert de Niro y guión de Oliver Stone en 1983 y que aquí creo que se tituló El precio del poder.

Si oís hablar de esta peli a algún entendido, lo más probable es que os la ponga por las nubes y razones le sobran, pero le voy a sacar un pero de aficionado de a pie, es el tratamiento casi infantil de algunos diálogos y escenas, sobre todo las humorísticas, que se apoyan en el secretario del protagonista y que tiene buenos golpes muchas veces, pero otras da un poco de pena, está como trasnochado.

Eso mismo le ocurre a algunas secuencias que pretenden dar un tono moralizante al film. Sin embargo en este caso tienen una explicación, pues, según parece, la peli tuvo dificultades con la censura, se temía que el público se identificase con el malo, que le viera como una especie de héroe. Algo así ocurre, es indudable que la mano del director y el guión, hacen que se le pueda tomar una cierta simpatía y para contrarrestarlo, se incluyen, por una lado unos títulos, al comienzo, que pretenden que la peli es una llamada de atención a las autoridades para que acaben con el gansterismo y que quedan como un brochazo en una acuarela. Por otro lado, está la actitud de la madre, que afea la conducta de su hijo y los exordios del comisario de policía y del director del periódico contra este tipo de maleantes. Pero hay una escena, en la que un grupo de ciudadanos charla entre sí pidiendo un endurecimiento de las leyes, que parece como un añadido y de hecho hay quien comenta que es una escena apócrifa que Hawks se negó a rodar y que dirigió Richard Rosson.

Por lo demás, que es prácticamente todo, la peli es una maravilla. Un empleo majestuoso de la iluminación en la que las sombras tienen más que decir que las luces y dos escenas descollantes en este aspecto, la del principio, en la que se nos presenta al protagonista, Tony Camonte (Paul Muni), a través de su sombra, silbando una tonadilla que a lo largo de la peli será presagio de algún asesinato y otra, una especie de recreación de la famosa Noche de San Valentín, en la que nos imaginamos los asesinatos de los ganster a manos de otros hampones, porque lo que en realidad vemos son sus sombras, proyectadas en una pared, que van cayendo abatidas por las balas.

Y a cuento de las balas aprovecho para hacer mención del eficaz empleo de los efectos de sonido, pues tampoco vemos los balazos, así que unas sombras y unos sonidos, nos evitan la casquería de los filmes actuales, sin quitar un ápice de violencia a las escenas.

Lo mismo he de decir de las elipsis que maneja Haws de maravilla. El recurso, después repetido hasta la saciedad, de ver pasar las hojas del calendario al tiempo que se nos muestra una metralleta escupiendo su mortal carga, es toda una maravilla de concreción, no hace falta que nos muestre nada más, con eso sabemos de sobra lo que está ocurriendo en las calles en esos días.

Aunque se estrenó en 1932, la peli es de 1930, lo que la convertería en la primera de las clásicas de aquellos años que dieron forma al cine negro. Su demora en el estreno vino dada, en parte por esos problemas de censura de que hemos hablado y, también, por las desaveneNcias entre productor (Howard Hughes) y director (el otro Howard, en este caso Hawks) a la hora de resolverlos.

Me imagino lo que tuvo que ser en aquel entonces la peli, porque la violencia y la dureza no tienen cuento y es curioso que la censura se centrara sólo en el aspecto de la violencia y no se metiera demasiado con la historia entre el prota y su hermana, una relación que se sugiere incestuosa, si bien es cierto que el propio Haws se autocensuró cortando alguna escena.
Es curiosa también la aparición en un papel secundario de Boris Karloff.

Para mí, lo mejor es el durísimo retrato que hace de este ser sin escrúpulos y violento, que no tiene reparos en matar a su jefe por ascender en la escala de poder y a su mejor amigo por haberle arrebatado a su hermana.
Un tipo venido de la pobreza que todo lo que anhela en la vida es dinero y poder para emplearlo en tener una tía buena como novia, en decorar de forma abigarrada y hortera su casa y en vestir con trajes caros y batas de seda para estar en casa, sin el más mínimo gusto y cuya filosofía de vida se resume en una frase que él mismo dice a uno de sus compiches: En este negocio, para evitar problemas sólo hay que obedecer una ley: Hazlo primero, hazlo tú mismo y continúa haciéndolo.
De esos conocemos unos cuantos en la actualidad, aunque no maten directamente, sino a través de embargos, recalificaciones, corrupciones políticas o manejando fondos de reptiles. A estos, como a ese Tony Camonte, hay muchos que les admiran, en el fondo hemos cambiado los métodos, pero parece que no escarmentamos.




4 comentarios:

  1. Bueno, has traído otra obra maestra, esta vez de Hawks. La película es moderna aún hoy en día, supongo que para la época sería un mazazo esa relación incestuosa y el protagonismo a cargo de, prácticamente un psicópata. Antecedente claro del ciclo negro de los cuarenta y cincuenta y heredero más claro aún del expresionismo alemán, con ese juego de sombras que has descrito. Imprescindible.

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  2. Un detalle, en "El precio del poder" (El "Scarface" de 1983) no aparece Robert de Niro, sino Al Pacino.
    Por lo demás, le entran a uno ganas de ver la película sólo con leerte.

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  3. Tienes toda la razón ¡En qué estaría yo pensando!

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