miércoles, 30 de noviembre de 2011

EL TERCER HOMBRE

Viena, 1947. El norteamericano Holly Martins (Joseph Cotten), escritor de novelas policíacas, llega a la capital austriaca cuando la ciudad está dividida en cuatro zonas, ocupada por los aliados de la Segunda Guerra Mundial. Holly llega reclamado por un amigo de la infancia, Harry Lime (Orson Welles), que le ha prometido trabajo. Pero el mismo día de su llegada coincide con el entierro de Harry, quien ha sido atropellado por un coche. Allí conoce a la novia de Harry, Anna (Alida Valli), de la que pronto se enamora.
Sin embargo, las versiones contradictorias y el clima de misterio que envuelve todo, llevan a Holly a investigar el caso. El Mayor Calloway (Trevor Howard), de las fuerzas de ocupación británicas, le convence de que Lime es un peligroso delincuente que se ha refugiado en la zona soviética. Así, Holly descubre que Harry no era la persona enterrada, sino un traficante de penicilina adulterada.

¿Qué es lo que aún no se ha dicho sobre esta película?
A pesar de ello, nunca está mal volver a hablar de las pelis que, además de ser grandes, nos lo parecen, por el simple hecho de darnos el gustazo de hablar de ellas, de hablar de cine del bueno.

Quiero decir con esto que no voy a descubrir nada nuevo, nada que ningún buen aficionado no haya leído ya o no haya experimentado por sí mismo, si acaso establecer algún punto de divergencia porque tal cosa no la veamos de la misma manera o un nuevo punto de acuerdo porque coincidimos en la maravilla de esta secuencia o de aquel diálogo.

Durante mucho tiempo hubo una especie de debate sobre la autoría de la peli, sobre si Welles era el auténtico artífice de la misma en la sombra. Creo que esa etapa está superada, tanto el guionista (Graham Greene), como el director (Carol Reed) habían dado muestras de su talento y nadie les puede qitar, cada uno en su parcela, el mérito de haber hecho lo que hicieron. Welles, actuó, hizo su papel y lo hizo de una manera tal que no hace falta buscarle más méritos de los que tuvo, como si estos fueran pocos, además de su aportación en la archiconocida frase sobre los Borgia en Italia y el reloj de cuco en Suiza, o el plano de los dedos saliendo de la alcantarilla.

Vamos que la película es de quién es y no hay que darle más vueltas y menos en este film en el que todos tienen su parte en la brillantez del trabajo final, porque si los planos son tan maravillosos como audaces; si la fotografía es una maravilla de sombras y luces y en este caso lo de sombras y luces cobra todo su sentido, porque las sombras hablan y sólo la luz que ilumina a Welles en su aparición es para quitarse el sombrero; si el guión es una maravilla, con unos diálogos de gran nivel; si la realización es arriesgada, innovadora, con infinidad de planos que desafían lo hecho hasta entonces; las actuaciones son magistrales.

Aparte de Welles que, a pesar de aparecer pasada la hora de metraje, llena la pantalla con su presencia y su carisma, aunque sólo lo vemos unos minutos, pero ¡qué minutos!; tenemos a Joseph Cotten que quizá hace el papel de su vida, dando vida a un personaje con muchos más matices que el de Welles, al fin y al cabo, éste es pura maldad y el otro tiene que tomar decisiones y da pie a muchas lecturas; Alida Valli, que encontró su consagración y Trevor Howard que está perfecto.

En algún lugar he leído que la música no pega porque es muy alegre y la peli tiene una connotación triste.
En fin, no puedo juzgarlo, porque en mi interior, la melodía de Anton Karas y El tercer hombre, van tan unidos que son la misma cosa.
La espléndida partitura de Karas, a quien Reed conoció cuando tocaba en una taberna vienesa, se ha hecho famosa.

No puedo dejar de hablar del magnífico retrato que hace de la Viena de la posguerra, llena no ya de cicatrices, sino de auténticas heridas abiertas, representadas en cada uno de los edificios demolidos, de sus gentes que sobriviven cómo pueden.
Todo ello, aparte de la magnífica plasmación documental, constituye un escenario natural que remarca el ambiente turbador y decadente del film.

Y además, entre las muchas lecturas que se pueden sacar del film, ese estudio de la amistad, de ese amigo un tanto canalla pero simpático, de personalidad arrolladora que nos decepciona porque ha traspasado la línea roja. El drama que se le plantea al personaje de Cotten cuando tiene que elgir entre el bien y el mal, pero también entre la amistad y la traición.
No me extraña que el British Film Institute, la eligiera en 1999, como la mejor película británica de todos los tiempos.

La película está llena de momentos grandiosos que casi todos conocemos.
Yo cito aquí la frase del soldado francés cuando se llevan detenida a Alida Valli: Mademoiselle, su barrita de carmín (me pareció un toque de humor gracioso, por la sencillez, la elegancia, la inteligencia y todo lo que conlleva quedar retratados a los franceses con una simple frase. Sí es un estereotipo, pero la peli es británica y hay mucho encerrado en esa frase).
Y entre las escenas, todos recordamos la huida por las cloacas o las escenas de la noria, ni que decir de la aparición sublime de Welles, pero yo me quedo (por citar una), con la escena final, arriesgada donde las haya, con dos minutos de duración para uno de los desencuentros más brillantes jamás filmados y una huida espléndida del happy end.



martes, 29 de noviembre de 2011

INDIGENISMO EXTREMO

Desde hace tiempo, una cierta progresía se ha dedicado a enaltecer una serie de valores, muchas veces sin ton ni son, simplemente por que se oponían a lo que ellos consideran concepción capitalista del mundo y, sin darse cuenta (o siendo conscientes, lo cual aún es peor) de que no todo es blanco o negro (de hecho casi nunca es así) y de que extrapolar ideas, conceptos y valores de una cultura a otra y no digamos entre épocas históricas distintas y distantes, tiene sus peligros y lleva, inevitablemente, al error por querer simplificar las cosas. No puedo olvidarme, por ejemplo, cuando una buena parte de la izquierda francesa apoyó de forma entusiasta al naciente régimen de los ayatolás porque ello significaba la desaparición del Sha Mohammad Reza Pahlevi. Lo del Sha, no estaba bien, pero lo que les llegó a los iranies, qué quieren que les diga.
El caso es que hay monsergas que a base de ser repetidas llegan a tomar cuerpo de dogma y hacen creer a la gente que determinados acontecimientos históricos fueron especialmente sangrientos y que sus protagonistas sacaron los pies del tiesto, mientras que otros lo hicieron de maravilla, cuando no es así. Una cosa es llorar y otra berrear y cuando se berrea, como les pasa a los nacionalistas, por ejemplo, la cosa pasa a ser cabreante.
Ayer lei un artículo publicado, entre otros, en LA OPINIÖN DE ZAMORA, en el que el periodista Javier Pérez, se quejaba de los lamentos de estos protestones (a los que llama indigenistas extremos) de algunos países de América que, tras doscientos años en el poder, siguen echando la culpa a España de sus males, de todos sus males y dando a entender que nada bueno llevaron los españoles y que quienes allí estaban eran unos santos benditos.
Transcribo el artículo, porque él lo dice mejor que yo:

Mira, ya me tienes cansado con toda esa historia de los opresores, el expolio, la aniquilación de los indios y lo malos que fuimos los españoles en América.
Porque aquí, hace tiempo, también éramos indios, ¿sabes? En mi tierra éramos concretamente indios astures, una tribu de la que no sé si has oído hablar, y vinieron los romanos y nos dieron de tortas para llevarse el oro de las Médulas, por ejemplo, y todo lo que buenamente les pareció. Y a cambio dejaron todo lo que ya sabemos que dejaron los romanos, porque hasta el más ceporro ha visto a los Monthy Python en la vida de Brian.
Y ya ves: como hablo una lengua derivada del latín y me rijo por un estado de derecho derivado del romano, entre otras muchas cosas, no voy por ahí llorando y diciendo que a mis antepasados astures los aplastaron los italianos, ni me cisco en la bandera de Italia, ni creo que los italianos me deban nada. Ni los libaneses (fenicia), ni los tunecinos (Cartago), ni los germanos, ni los árabes, ni nadie. Y es que por aquí ha pasado todo cristo y por eso somos lo que somos. Y por eso eres lo que eres, dicho sea de paso.
¡Y claro que creo que hubiese sido mejor la paz! ¡Por supuesto! ¿Pero cuándo y dónde ha habido paz? Porque los míos, antes de que llegasen los romanos se degollaban entre ellos con verdadero entusiasmo, y los tuyos igual.
No me vengas con monsergas: de España a América hay la misma distancia que de América a España, pero resulta que fueron los míos los que atravesaron el mar para conquistar aquellas tierras. Y aunque esté feo hay que decirlo: los romanos eran superiores a nosotros y nos conquistaron. Los españoles eran superiores a los indígenas y los conquistaron. Nada nuevo bajo el sol. Y no me vengas con el cuento de que no era superioridad, sino imperialismo y cultura violenta. No me vengas con esas, porque los aztecas, los mayas, los incas y toda esa gente eran de todo menos pacifistas y demócratas. Como mis astures, por cierto...
El mundo es así. El día que ganasteis la independencia (a tiros, por cierto), os hicisteis dueños del futuro de vuestros hijos, pero también de las responsabilidades de vuestros antepasados. Porque los conquistadores son tus antepasados, no los míos. Los míos criaban cabras en los montes del tercer carajo, y por eso te escribo desde España.
Así que no me jodas. Tu indigenismo es una coña. Yo de veras que lamento que violasen a tu tatarabuela, pero lo cierto es que la violó tu tatarabuelo, y que por eso te apellidas López, Pérez o Fernández. Así que arreglad la cosa en familia y no toquéis más las pelotas....

Enlace del artículo AQUÍ


lunes, 28 de noviembre de 2011

AL ROJO VIVO

Arthur "Cody" Jarrett (James Cagney) y su banda asaltan un tren, llevándose un suculento botín y asesinando a los conductores. Poco después, la policía comienza a perseguir a Jarrett, convencidos de que él es el autor del asalto. Viendo que la escapatoria se le complica, Jarrett prepara una coartada y se entrega a la policía por un crimen menor, por el que es condenado a sólo dos años de prisión. Sin embargo, los federales saben que todo es una farsa y tratarán de tenderle una trampa: Infiltrar a uno de sus agentes, Hank Fallon (Edmond O'Brien), bajo el falso nombre de Vic Pardo, en la prisión y que éste consiga la confesión de Jarrett.

La peli tiene una buena fotografía, una buena ambientación musical y unas actuaciones que están a la altura, pero hay dos cosas que destacan: La dirección y la gran interpretación de James Cagney.

Cagney llevaba unos cuantos años sin aparecer en una peli de gansters, no deseaba que le encasillaran en este tipo de personajes y para reengancharse en el género eligió esta cinta, basada en personajes reales y cuyo guión lleva la firma de Ivan Goff y Ben Roberts, sobre una historia de la autora norteamericana Virginia Kellogg.

Para muchos es la mejor interpretación de James Cagney, en este papel en el que da vida a un delincuente sin escrúpulos de ningún tipo, con una enfermiza fijación por su madre y con episodios de ataques mentales que hacen de él un ser peligroso, de la más baja catadura moral y sin ningún reparo en deshacerse de amigos o enemigos.

Magnífica la realización de Raoul Walsh, con un maravilloso sentido del ritmo, calmado o trepidante dependiendo de lo que pida cada situación, pero siempre consiguiendo atrapar al espectador en una historia que tampoco es nada del otro mundo y que, sin embargo, hace que el tiempo se te pase volando.

Conseguida ambientación y alguna escenas y detalles tanto técnicos como en los diálogos dignos del mejor cine.

Cumplen con su cometido los otros miembros del elenco, con Edmond O'Brien dando la réplica a Cagney y las dos mujeres de la vida de Cody, que salen bien paradas del trance, Virginia Mayo, con su imponente físico y, sobre todo, Margaret Wycherly, la madre, a quien Cody llama "Ma", todo un personaje, dispuesta a lo que sea por su hijo.

Una buena y entretenida película, en la que James Cagney, desde el mismo inicio, se adueña de la función y con final explosivo.




domingo, 27 de noviembre de 2011

EL ORIGEN DE LOS BANCOS

Los primeros bancos, parece ser que surgieron en Italia y eran precisamente eso, bancos o mesas que se instalaban en las plazas de las ciudades, muchas veces frente a la catedral. De ahí que se habla también de "la banca", en el sentido de bancada o mesa para soportar el peso de objetos o máquinas. Los primeros banqueros eran avispados burgueses que se instalaban en sus bancos para captar dinero de la gente, a cambio de un boleto o billete en el cual el banquero reconocía su deuda.
Cuando un banco no podía responder a sus obligaciones, estos primeros banqueros tenían que manifestarlo públicamente de una manera muy gráfica, para que todos se enteraran: Destrozaban a hachazos la banca en que habían estado efectuando sus operaciones. De ahí que el cese de operaciones financieras haya pasado a ser la "bancarrota".
En fin, no voy a decir lo que me sugiere este procedimiento para la que nos están liando algunos bancos actualmente. ¿Se imaginan que nos dejaran a los ciudadanos de a pie hacer patente la bancarrota de algunos de estos trincones? No nos valdría de nada, pero nos daríamos todo un gustazo.


sábado, 26 de noviembre de 2011

LA CIUDAD DESNUDA

Jean Dexter, una atractiva rubia que trabajaba como modelo, aparece muerta en su apartamento. Investigan el caso Dan Muldoon (Barry Fitzgerald) y Jimmy Halloran (Don Taylor), dos policías del departamento de homicidios.
Interrogan en primer lugar a Frank Niles (Howard Duff), un amigo de la víctima que en teoría tiene coartada, pero miente descaradamente en su testimonio.
Pronto descubrirán que los sospechosos están relacionados con una serie de robos en apartamentos.
Una película rodada con vigoroso pulso (como dirían algunos críticos reputados), en la que la ciudad de Nueva York tiene su propio papel y muchos de sus ciudadanos aparecen en las imágenes tomadas en las calles de la urbe, que es retrada con cariño y esmero.

Como el propio director, Jules Dassin, comentó, la película es un intento de combinar cine negro con la estética neorrealista que tan en boga estaba entonces en Europa. La verdad es que consigue un trabajo más que interesante.

El film es un elogio del trabajo policial, pero presentado de un modo sencillo, sin que resulte ni grotesco, ni complaciente.
Los policías, en particular y todos los personajes, en general, resultan creibles y muy cercanos, esa gente que cada día se cruza con nosotros en la calle, aquí no hay superhéroes, ni malvados retorcidos, para acercarnos a una historia que se nos narra sin dejar cabos sueltos.

La peli mezcla de una manera brillante escenas de acción e intriga, al tiempo que, cual si de un documental se tratara, nos va acercando al pulso diario de la ciudad: El metro; la entrada y salida del trabajo; la vida familiar y comunitaria en los barrios; el trabajo, como la escena en la que los polis suben a un rascacielos en construcción para hablar con uno de los obreros... Cobrando, como valor añadido, su carácter de documento vivo, plasmando cómo eran las cosas en aquella época, ya que todas estas imágenes están tomadas en exteriores.

Buen trabajo de los actores, con un magnífico Barry Fitzgerald y algunos diálogos realmente geniales a los que no les falta su buena dosis de humor.
No menos brillante es la fotografía de William H. Daniels en esta peli que obtuvo dos oscars menores.
Muy comentada y llamativa es la original presentación de la peli, sin títulos de crédito, ya que el productor va entremezclando los nombres de quienes intervienen en el film mientras su voz en off hace una especie de introducción.




viernes, 25 de noviembre de 2011

ISADORA & AMILCAR

Isadora Duncan, fue una bailarina que revolucionó el mundo de la danza a principios del siglo pasado, con su innovadora concepción de este arte. Para ello se había inspirado en los grabados de los vasos de cerámica griegos. Sus danzas eran una mezcla de arte y sensualidad que cautivaron a media Europa y escandalizaron a la otra media.
Esta mujer fue una luchadora y una adelantada a su tiempo y algunos colectivos, sobre todo de corte feminista, la tienen como todo un ejemplo de lo que se ha llamado la liberación de la mujer.
Su infancia no fue demasiado fácil, su familia estaba arruinada y su padre en la cárcel por culpa de algún delito relacionado con el mundo de las finanzas.
Ella se sobrepuso a todo aquello y tras emigrar desde EE.UU. (donde su arte no fue comprendido) a Europa, aquí consiguió el éxito con su estilo de danza calificado de radical, novedoso y fresco. Precisamente por su descarada naturalidad, se convirtió en uno de los iconos del siglo XX.
Isadora era así en todos los aspectos de su vida, imprevisible, libre y alejada de los convencionalismos. Pero también marcada por una especie de sino fatal. Sus hijos, Deirdre y Patrick, murieron, siendo unos niños, en un trágico accidente, ahogados en el Sena, cuando el automóvil en el que viajaban cayó al río debido al fallo de los frenos.
Si la vida de Isadora siempre había incluído un cierto desenfreno, a partir de aquella muerte, que la quedó hundida moral y anímicamente, el refugio que halló fue precísamente ese vivir en el filo de la navaja.

Ese destino maldito guardaba para ella un final como el de sus niños, a bordo de un automóvil, pero de un modo mucho más absurdo, pues cuando iba de paseo con su nuevo amante, el largo echarpe de seda con el que Isadora gustaba de adornarse, ondulaba libre a merced del viento que acompaña a quien se sube a un descapotable, quiso la mala suerte que la prenda se enredase en los radios de una de las ruedas traseras e Isadora no pudo librarse de aquel abrazo fatídico, el echarpe se tensó y estranguló violentamente el cuello de Isadora.























Es curioso cómo, a veces un error puede ir creciendo y tomando carta de naturaleza, pues en muchas biografías de la artista, puede leerse como murió a bordo de un Bugatti, cuando en realidad el automóvil era un Amilcar, realmente no era ni siquiera un automóvil, sino sino un cyclecar (vehículos de 3 o 4 ruedas, con un peso máximo de 350 kg y una cilindrada inferior a 1100 cc.), la propia Isadora lo apodaba "el Bugatti" y en ciertos ambientes era conocido como el Bugatti de los pobres, quizá de ahí venga el error. El caso es que el equívoco ha llegado tan lejos que en la peli "Isadora", podemos ver a una jovencísima Vanessa Redgrave a bordo de un Bugatti con su foulard al viento.




jueves, 24 de noviembre de 2011

EL RELOJ ASESINO

La película narra las peripecias de un imprescindible periodista (Ray Milland) que trabaja en una publicación especializada en crímenes. Las 24 horas del día está dedicado a su trabajo a las órdenes de un jefe despótico, que es el dueño de la cadena de publicaciones (Charles Laughton), un tipo que no atiende a razones, que desea que todo funcione como el mecanismo de un reloj y cuando algún empleado altera el engranaje, simplemente lo despide. Un día se produce un crimen en el que una mujer es asesinada, siendo el principal sospechoso nuestro protagonista. Pronto se iniciará una carrera contrarreloj en la que tendrá que demostrar su inocencia y de paso encontrar pruebas que le libren a él y acusen al verdadero asesino.

A veces la vida te da agradables sorpresas, como en mi caso con este film, una correctísima obra de John Farrow (ese, sí, el marido de Maureen O'Sullivan, que actua en el film y papá de Mía, la durante un tiempo musa de Woody Allen).
El guión se basa en una novela del mismo nombre de Kenneth Fearing.

Como digo la peli es más que correcta, consigue atraer la atención del espectador y mantener la tensión a través de la búsqueda de pruebas, todo muy bien hilvanado y logrando que el ritmo vaya in crescendo.
Además tiene algunos detalles técnicos bastante interesantes, pero sobre todos, a mí me llamó la atención un excelente plano secuencia en el que se ve a Ray Milland entrando en el apartamento de la víctima en busca de pruebas que es todo un regalo.
Introduce una especie de viñetas cómicas, para contrarrestar un tanto la tensión que quedan bastante bien.

No podemos olvidar a los actores, claro. Milland está efectivo, muy elegante, pero algo frío a la hora de transmitir la tensión que está viviendo, como si todo fuera muy mecánico.
Muy bien, los secundarios, con Elsa Lanchester que tiene un pequeño papel de pintora medio pirada y que logra una muy buena interpretación y, sobre todo, como no podía ser menos, Charles Laughton, que no hace, ni de lejos, uno de esos papeles a los que nos tiene acostumbrados, no, aquí solamente cumple el expediente, pero claro, es tanto lo que le sobra, que con cuatro cosillas, ensombrece a todo el que le rodee. Geniales los primeros planos con un tic nervioso en el labio superior. Como si dijera: Bueno, ahí queda eso, tengo tanto dentro que os voy a dejar unas perlas.
Film entretenido y bien construído, para pasar un rato de lo más agradable y no sentirse en absoluto decepcionado y, encima, vemos a actuar a Laughton.




miércoles, 23 de noviembre de 2011

ALEJANDRO I DE GRECIA

Este hombre, que era el segundo hijo del rey Constantino I, se vio aupado al trono griego porque los aliados (francese y británicos, en este caso) literalmente echaron del país a su padre y a su hermano mayor (el heredero legítimo), debido a su germanofilia (en realidad él pretendía que Grecia permaneciera neutral, vamos, como Franco con Hitler en la II Guerra, algo así).
El caso es que colocaron en el trono al segundo hijo, este Alejandro I, que se casó con una plebeya, Aspasia Manos, a la que nunca se reconocio como miembro de la nobleza, con la que tuvo una hija, Alejandra de Grecia.
Mira tú por dónde, estaba visto que este personaje no estaba hecho para tener una duradera relación con el trono que, al final, retornó a su padre de la manera más inesperada. Inesperada no porque el hijo muriera, que siempre es un tanto antinatural que el hijo fallezca antes que el padre, sino por la manera en que se produjo su fallecimiento. Así daba la noticia la prensa de la época: Atenas, 25 Octubre 1920. Ha fallecido el Rey Alejandro I de Grecia, debida a una grave infección producida por la mordedura de un mono.
El pasado 2 de octubre se encontraba el rey paseando por sus jardines con su perro, cuando éste fue atacado por uno de sus monos. Intentando defenderlo, golpeó al mono con un bastón, lo que enfureció al animal, que le mordió, lacerándole una glándula.
Dicha infección se complicó y le envenenó su organismo. Tres semanas después ha fallecido de sepsis.
Está visto que es menos grave golpearte con una puerta, lo más que te queda es un ojo a la funerala y una tirita en la napia.


martes, 22 de noviembre de 2011

CAYO LARGO

Frank McCloud, un ex-combatiente de la Segunda Guerra Mundial, viaja hasta Florida para visitar al padre y a la viuda de un compañero muerto durante la campaña de Italia. Estos regentan un hotel en uno de los cayos y, en ese momento, está ocupado por varios personajes, miembros todos ellos de una banda de gansters dirigida por Johnny Rocco, un mafioso venido a menos desde que se levantó la prohibición del alcohol. Rocco espera cerrar un "negocio" con un antiguo colega y después regresar a Cuba cuanto antes. Pero un huracán les mantendrá atrapados durante un tiempo y las cosas se irán complicando.
El argumento, como casi todo lo que rodea a esta película es, por otra parte, de sobra conocido.

El guión de Richard Brooks y del propio director del film, John Huston es una adaptación de una pieza teatral de Maxwell Anderson y algunas escenas del final, las que se desarrollan en alta mar, se inspiran en uno de los capítulos de la novela To have and have not, de Ernest Hemingway.
La película, salvo esas escenas del pequeño yate, conserva la estructura teatral y, por tanto, hace recaer casi todo el peso del film en los actores y la ambientación, siendo dignos de destacar los diálogos, tanto verbales (estos, por momentos, de un alto nivel), como gestuales, en los que todos los participantes están bien y son convincentes en sus actuaciones.

Sin ser una gran película, tiene bastantes cosas interesantes. Aparte del elenco de actores, con un duelo magnífico entre Edward G. Robinson y Humphrey Bogart, y una Claire Trevor, en su papel de alcoholica, con una escena memorable y cuya actuación le valió el oscar a la mejor secundaria.
Observamos también una reflexión sobre las secuelas de la guerra en el ánimo de una persona que ha arriesgado su vida, que ha visto morir a sus compañeros, por unos valores que ahora ve, de nuevo, pisoteados, con el sentimiento de fracaso y frustración que ello genera.
A pesar de estar considerada como obra menor de Huston, cuenta con ese saber hacer de las pelis de la época y además, el director consigue mantener muy bien la atención de espectador, administrando muy bien el sentimiento de agobio y opresión que se respira e ir subiendo el tono de tensión y enfrentamiento.
Los personajes están muy bien definidos y las actuaciones, ya lo hemos dicho, pero es que sólo hay que mirar los títulos de crédito y ver a la cabeza a Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Lauren Bacall, Lionel Barrymore o Claire Trevor, es para disfrutar por anticipado.




lunes, 21 de noviembre de 2011

EL BUEN GOBERNANTE

Siempre que un nuevo gobernante va a hacerse cargo del poder, sobre todo si, como es el caso, voy a estar sometido a su gestión, viene a mi cabeza el Salmo 100. Ojalá un día quienes asuman tales retos, lo hagan suyo, mejor nos iría a todos:






Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?


Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.


Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.


Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.


Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá.


No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.


Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.


domingo, 20 de noviembre de 2011

EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS

Zeena es una falsa vidente que está secretamente enamorada de Stan Carlishe (Tyrone Power) aunque sigue casada con Pete (Ian Keith), su antiguo compañero de andadura profesional y que se encuentra absolutamente sumido en su decrepitud a causa del alcohol. Stan es un joven ambicioso y egoísta, dotado de un gran encanto y carisma personal, y no duda en lograr de Zeena la clave (un sistema con el que puede realizar las aparentes adivinaciones ante el público) para entre ambos montar juntos un espectáculo. Finalmente lo logra y con la ayuda de la joven Molly (Coleen Gray) aprende todos los secretos que permiten, por medio de una sucesión de simples trucos auditivos, hacer ver que estamos ante autenticos poderes sobrenaturales. Pero en todo ello se destaca una innata habilidad de Stan para embaucar a la gente, que poco a poco le llevará a subir los peldaños de la fama y hacer de su espectáculo una atracción realmente cotizada.

Una de las actuaciones es presenciada por una escéptica psicóloga llamada Lilith (fascinante Helen Walker), que sin embargo queda sorprendida por las aparentes dotes de Stan. Pese a unas relativas reticencias iniciales, ambos deciden trabajar juntos, actuando de forma fraudulenta y permitiendo que el falso vidente se introduzca en aparentes terrenos de lo sobrenatural que le permitirá granjearse la estima (y el dinero) de conocidos y acaudalados clientes de la psicóloga.

Guión de Jules Furthman sobre la base de una novela de William Lindsay Gresham, para esta película, uno de los mejores trabajos de Edmund Goulding, ayudado por una excelente fotografía de Lee Garmes y los menos excelentes trabajos de los actores, con un Tyrone Power que se aleja de su encasillamiento como hombre de aventuras para darnos todo un recital interpretativo, en un personaje lleno de profundidad y muy bien secundado, sobre todo por tres mujeres, Joan Blondell, Coleen Gray y Helen Walker.

Estamos hablando de un film bastante singular, con sus buenos toques de cine fantástico y es precisamente la mezcla de estos aspectos lo que le confiere el especial atractivo que tiene.
La película es una denuncia contra los falsos videntes que se aprovechan de un público predispuesto, sin importarles demasiado las consecuencias que sus supercherías tengan sobre las buenas gentes.

Pero no se queda ahí. El retrato que hace del mundo de los feriantes, de su complicado modo de supervivencia y de la dureza y sinsabores de su día a día, está muy conseguido.
Es también el retrato del ascenso y la caída posterior de un hombre ambicioso y con un ambiguo esquema moral. Gran trabajo de planificación del director a la hora de montar el esquema circular que nos narra esa trayectoria.

Un argumento que se introduce en una atmósfera asfixiante, que destaca por una constante huída de moralismos (de ahí ese aire de autenticidad que mantiene), que no duda en equiparar la psiquiatría como otra forma de charlatanería (algo bastante atrevido) y en el que al mismo tiempo se habla de la falta de respeto a Dios y de tomas de postura morales, de las que cada personaje es un símbolo (la inocencia y fidelidad de Molly, la honestidad de Zeena y el egoísmo y ambición mostrados por Stanton y la joven psicóloga).

Una película muy interesante y que no ha perdido un ápice de actualidad, todas las situaciones que se plantean siguen teniendo plena vigencia en el mundo actual a pesar de los más de sesenta años transcurridos desde su estreno.