miércoles, 29 de febrero de 2012

CONTRATO EN MARSELLA

Steve Ventura (Anthony Quinn) esta al frente de la lucha contra el tráfico de drogas en la embajada de EEUU en París. Empeñado en descubrir a una organización que, desde hace años, trafica con narcóticos a través del atlántico, sus esfuerzos se centran en desenmascarar al jefe de la organización, un tal Jacques Brizard (James Mason), un individuo bien protegido en las esferas políticas, al que han intentado poner al descubierto sin éxito. Además, estos intentos, le han costado la vida a tres agentes de Ventura. El jefe de la policía de París, Inspector Briac (Maurice Ronet), al que pide consejo el oficial americano, ante las dificultades de atrapar a Brizard por cauces legales, le sugiere que contrate a John Deray ( Michael Caine) un asesino a sueldo que puede eliminar a Brizard a cambio de cincuenta mil dólares.

Lo único que se salva del film es el reparto, es evidente que reclutando estrellas, los productores pretendieron establecer un reclamo para atrapar al espectador y supongo que lo conseguirían en su momento.

El argumento gira en torno a situaciones mucho mejor tratadas en otros films, sin ir más lejos y por la similitud de escenarios, The French Connection, que le da cien vueltas a este desmadejado intento.

Los actores cumplen, pero en algunos instantes parece como si estuvieran con desgana, cumpliendo el expediente. Alguna escena rescatable, dentro del tono mediocre, como la competición por las carreteras marsellesas que establecen la hija de Brizard (Alexandra Stewart) y Michael Caine, al estilo Bond y para los amantes de París, la persecución que sufre Anthony Quinn por la vieja estación D'Orsay, antes de ser reconvertida en museo, con el famoso reloj de fondo.




martes, 28 de febrero de 2012

LA MARCHA DE LOS VENCIDOS. DUNKERQUE

Esta obra, editada por la Editorial Malabar, narra en forma novelada, algunos de los acontecimientos ocurridos durante el llamado "Milagro de Dunkerque", cuando las tropas del Cuerpo Expedicionario Británico (BEF), fueron acorraladas por las tropas alemanas en las playas de la localidad francesa de Dunkerque a escasos 10 km. de la frontera belga.
Para ello, nos hace acompañar a una sección de la infantería inglesa (los sufridos tommies) por el largo camino de la esperanza hacia las playas abarrotadas de hombres que miran, con temor e incertidumbre, el brazo de mar que les separa de la vida y la libertad.
Aún ahora mucha gente se pregunta cómo fue posible que en los tres días que duró la llamada Operación Dymano, 226.251 soldados británicos y 139.111 franceses y de otras nacionalidades, fueran evacuados hacia Inglaterra a bordo de algún barco de guerra, pero sobre todo de barcos mercantes y de pasajeros que habían sido artillados deprisa y corriendo y de un montón de embarcaciones de recreo, barcos de pesca e incluso gabarras.
Buena parte la "culpa" de que aquel milagro fuese posible, se debió a que Hitler, en una de esas "genialidades" que todos conocemos y que tanto desesperaban a sus mariscales, dio orden a las panzerdivision de que detuvieran el avance hacia Dunkerque, cuando ya habían ocupado Calais y estaban a sólo 35 kms. de aquella localidad.
El autor del libro, Karl von Vereiter, en realidad es el seudónimo de un prolífico autor español, Enrique Sánchez Pascual. Este hombre había combatido en el Ejército Republicano durante la Guerra Civil Española, cuyo estallido le obligó a dejar los estudios de medicina. Por esta participación, supongo que obligada, ya que la guerra le pilló en Madrid, cumplió condena en el castillo de Figueras.
Tras diversos empleos, se dedicó a escribir novelas, muchas de ellas ambientadas en la II Guerra Mundial, para la Editorial Bruguera, aunque también trabajó para una editorial de la competencia que muchos recordamos: Toray.
Quizá su obra más popular, dentro de este apartado sea Yo fui médico del diablo. Todas estas novelas de temática bélica, tienen un aire a las del novelista alemán Sven Hassel, aunque con menor difusión y, desde luego, con bastante menos éxito de ventas.
En esta de la que ahora hablamos, el autor reflexiona sobre la dureza de la derrota y todas la miserias que acompañan a la guerra (los violadores, los ladrones, los asesinos...). Junto a la épica y el heroísmo (de los que también habla), no faltan las hienas y los buitres.


lunes, 27 de febrero de 2012

CHINATOWN

Jake Gittes (Jack Nicholson) es un detective privado que trabaja en Los Ángeles y está especializado en casos de infidelidad matrimonial.
Recibe el encargo de una mujer para perseguir a su marido, un empresario que controla todo el caudal de aguas de la zona de Los Angeles. Gittes conseguirá encontrar a este hombre, llamado Hollis Mulwray (Darrell Zwerling) con una jovencita, lo que provocará que se publique en los periódicos por ser una persona pública.
Sin embargo, cuando la noticia sale en la prensa, aparece la verdadera esposa de Mulwray, Evelyn (Faye Dunaway). Jake se sorprenderá pero a la vez tendrá que investigar a través de este personaje la desaparición de su marido en circunstancias extrañas: Ahogado por agua salada en un río de agua dulce.
Irá descubriendo no sólo los secretos más oscuros de esta familia que intenta mentirse sin cesar, sino conspiraciones que se complican cada vez más, sobre todo con la relación que empiezan a entablar Evelyn y Jake.

Aunque algunos analistas consideran a esta película como un homenaje al cine negro clásico, yo creo que la peli es cine negro en si misma, sin necesidad de rendir homenajes a nadie.
Tiene todos los tópicos del género, pero con un savoir faire que nos hace gozar de ellos como si estuviéramos viendo un clásico: Diálogos afilados, femme fatale, trama imposible de predecir, final impactante...
Y un detective mezcla de innovación y mantenimiento de los estereotipos, sigue siendo un cínico individualista, pero a diferencia de otros clásicos, él tiene un cierto estatus, su oficina no es cochambrosa, tiene empleados en su nómina, viste de manera elegante...
La elección de los actores es un elemento muy importante y aquí Polanski acertó de pleno, con un Nicholson contenido y en su mejor momento; Faye Dunaway dándole perfecta réplica y hasta la aparición, breve pero intensa y turbadora de John Huston.

A pesar de que tras los primeros minutos, nos olvidamos de la estética y nos vemos sumergidos en la historia, no debemos olvidar que la peli es una auténtica proeza para acercarnos a la época: Coches, vestuario... Una maravilla.
Y no menos importante, la embriagadora música de Jerry Goldsmith y el impecable guión de Robert Towne que supuso el único Oscar de las 11 nominaciones que tenía el film.
La habilidad del narrador radica en saber manipular al espectador y Polanski posee esa rara habilidad en un film que es una joya, con una escena final de las más desoladoras que nos ha brindado el cine negro.




domingo, 26 de febrero de 2012

MONTES DE OCA

Antes de entrar en detalles del tema de esta nueva entrega de los Epsisodios Nacionales, quiero mencionar algo que me llamó la atención y es una somera reseña que hace Galdós a algunos de los platos que se podían encontrar en las fondas y restaurantes de la época. Al hablar de Genieys, una fonda que existió en el Madrid del XIX, primero en la calle de la Reina y después en Jacometrezo, dice que fue de las primeras en introducir la cocina francesa, dando a conocer las croquetas, los asados un poquito crudos, las chuletas a la papillote y otras cosillas. O el sustituir la lista verbal, recitada por el mozo, con la lista escrita, que encabezaban los ordubres, estrambótica versión del término hors d'oeuvre.
Los italianos Peroti y Lopresti, introdujeron el precio fijo y el ofrecimiento de un buen número de platos por el módico estipendio de 12 reales.
En La Fonda Española (como se llamaba el establecimiento de Perote y Lopresti, en la calle de la Abada) no faltaban los arroces a la valenciana y milanesa, así como el bacalao en salsa roja; eran maestros en el cordero con guisantes, en el besugo a la madrileña, en la pepitoria, en los macarrones a la italiana, y principalmente en los guisotes de pescado y mariscos al estilo provenzal o genovés. Al mediodía, también servían almuerzos de seis y ocho reales, con huevos fritos y uno o dos platos, y el invariable postre de pasas y almendras con añadidura de un bollito de tahona.
Aparte de estas curiosidades culinarias, decir que el episodio, protagonizado por Santiago Ibero, a quien vemos ascender hasta el grado de coronel, narra acontecimientos de los años 1840 y 1841, con el abandono de España de la Regente María Cristina, al perder los apoyos con los que contaba y el posterior levantamiento, en Vitoria, de Diego de León y Manuel Montes de Oca (que había sido ministro de marina, comercio y gobernación en el gabinete de Pérez Castro).
Espartero y sus partidarios reaccionaron y pusieron precio a la cabeza de Montes de Oca (10.000 duros), algo que surtió efecto, pues los miñones que le escoltaban cuando huía camino de Francia, le traicionaron y le entregaron.
El 21 de octubre de 1841, caía fusilado tras juicio sumarísimo, este hombre que había nacido en Medina Sidonia 36 años antes.
Otra tragedia más de este país que unos y otros han pretendido siempre salvar a su manera y esa manera ha sido no pocas veces fratricida, haciéndonos perder, en más de una ocasión, algunas de las cabezas mejor amuebladas, como si pudiéramos permitirnos el lujo de perderlas.


sábado, 25 de febrero de 2012

SERPICO

No cabe duda que las mejores historias nos las proporciona, en muchas ocasiones, la vida misma. Después hay que saber escribirlas y si de cine se trata, ser capaz de elaborar un buen guión que desarrolle todo el potencial que estas historias encierran.
Serpico (pronuncidado Sérpico), se basa en hechos reales relatados en el libro de Peter Maas, la biografía de Francesco Vincent Serpico, un miembro de del Departamento de Policía de Nueva York (el NYPD), el mayor cuerpo policial de Estados Unidos.
Estamos en una época (años 60 y principios de los 70 del pasado siglo), en la que los miembros del cuerpo se jugaban la vida diariamente en las junglas de Brooklyn, Queens o el Bronx por un sueldo de miseria, lo que les llevaba a pensar que tenían derecho a buscarse un sobresueldo aceptando dinero procedente de sobornos y extorsiones.

Frank Serpico cometió el error de no dejarse sobornar y encima pretendió sacar a relucir toda aquella porquería. Él quería hacerlo dentro del Departamento, negándose a lo que un amigo le propuso: Contactar con la prensa.
Cinco años estuvo luchando por no hablar con nadie de fuera, llamando a muchas puertas: Alcalde de la ciudad, superiores... Ni caso, le daban largas, los políticos se negaban a enemistarse con la policía y los superiores negaban la mayor. Seguía confiando en que alguien "de entro" hiciera la limpieza necesaria sin dar la noticia a la prensa. Pero en todo ese tiempo, cada vez más gente se estaba mosqueando en aquel mundo en el que si no aceptabas entrar en el juego, consideraban que estabas contra ellos.

Le advirtieron: Guárdate las espaldas. Y se las guardó, pero le dieron en la cara.
Cuando estaban siguiendo la pista de unos traficantes de heroína, sus compañeros le mandaron por delante, aduciendo que su indumentaria de hippie, era la única que no le delataba a la legua como policía ¿Le mandaron a morir? Puede que no, simplemente porque no hacía falta. Bastaba con dejarle solo. Un camello de Williamsburg le disparó un tiro en la cara ante la impasibilidad del resto de los polis que le acompañaban, que no le cubrieron y que huyeron al instante.
No hubo código 1013 (llamada de auxilio para policía herido), Serpico quedó tendido en el suelo, desangrándose. Un vecino (un señor mayor, hispano), fue quien dio el aviso y se quedó junto a él agarrándole la mano y hablándole para no dejarle morir.

Sordo de un oído, con la bala alojada en la cabeza para toda la vida, con dolores crónicos y una leve cojera, así acabó el episodio para Serpico. Le concedieron la Placa de Oro de la Policía de Nueva York, pero se la tiraron por encima del mostrador, supongo que le dirían algo así como: Métetela por donde te quepa y vete a tomar por el culo de aquí.
Diez años vivió en Suiza, atemorizado por lo que le pudiera ocurrir. Ahora vive en un pueblecito a dos horas de Nueva York, conservando el mismo aspecto hippie que cuando vivía en el Village y se hacía llamar Paco, su casa es una especie de santuario donde acuden policías jóvenes o con problemas de adaptación similares a los que él vivió. Para algunos seguirá siendo una rata, pero para otros muchos, un ejemplo de integridad, que piensan que por suerte, aún quedan tipos así, capaces de afirmar que hace falta crear una atmósfera en la cual el policía corrupto tema al honesto y no al revés.

La peli, refleja bastante bien todo esto, el ambiente opresivo del Departamento de Policía en el que el tipo con aspecto de perroflauta es el único que mantiene sus valores y los otros, pulcramente vestidos, son una chusma vendida al mejor postor, acostumbrados a recibir favores, ni el almuerzo diario pagan.
Muy bien retratada también la vida del Village, donde las relaciones amorosas acababan con tanta rapidez como empezaban.
El filme tiene un cierto aspecto documental que remarca manteniendo la cámara a cierta distancia y busca más el aspecto dramático de la historia que la vertiente policial.
Con un guión que huye de truculencias y narra de una manera sencilla y correcta esta dura historia.

El solo hecho de estar dirigida por Sidney Lumet e interpretada por Al Pacino, sería motivo suficiente para verla. Pero es que el protagonista está inmenso, aún no había caído en el vicio de interpretarse a sí mismo y se basta y sobra para mantener todo el peso de la narración.



viernes, 24 de febrero de 2012

VERGARA

El personaje de Fernando Calpena es, una vez más, el eje sobre el que giran los acontecimientos que narra el autor canario en esta nueva entrega de su magna obra.
Acontecimientos, por otra parte, de sobra conocidos, con el ejército carlista en franco retroceso, inmersos los defensores de la causa en luchas intestinas entre quienes desean negociar la paz y quienes se oponen a cualquier renuncia, con el pueblo harto de tanta sangría, de perder bienes y vidas en una lucha que ya se prolonga durante demasiado tiempo.
Agotado por los fracasos, el general carlista Maroto pactó la paz con Espartero quedando sellada en el famoso Abrazo de Vergara. En él parte de los carlistas reconocieron a Isabel II como reina, al tiempo que Espartero se comprometió a defender los fueros desde Madrid. Para el sector más radical de los carlistas aquello supuso una traición. El pretendiente Carlos María Isidro se marchó al exilio, pero sin darse por vencido.


jueves, 23 de febrero de 2012

LA PIEL EN EL ASFALTO

John Wintergreen (Robert Blake), es un cumplidor policía motorizado que patrulla las carreteras de Arizona y que cumple sus funciones subido a una moto del modelo Electra Glide de la marca Harley Davidson (de ahí el título original). Dicho trabajo, el agente de la ley lo ve como algo pasajero y aburrido, ya que en realidad lo que él anhela es un traslado a otro departamento, como detective. Mientras continua soñando, patrulla las desérticas carreteras con o sin compañía, lleno de inconformidad, tentado por la melancolía y con unas ilusiones que le dan fuerza para soportar su oscuro y poco gratificante trabajo diario. Lo monótono de su existencia y su trabajo se verá interrumpido por la muerte de un hombre al que conoce y que presuntamente se ha suicidado.
En contra de la opinión del forense, Big John, como le conocen coloquialmente, mantiene que se trata de un asesinato y verá una puerta abierta hacia el cumplimiento de sus sueños, cuando el detective Mitch Ryan (Harve Poole), le reclama como chófer y para que le ayude en la resolución del caso.

Interesante película, con muy buenos momentos para el disfrute visual y estético. Contiene escenas realmente brillantes, en las que el realizador (James William Guercio), demuestra un especial gusto por el detalle y una más que sobrada capacidad para manejar la cámara y componer las escenas.
El film tiene algo de western, remarcado este caracter por el entorno en el que se rueda, ya que mezcla imágenes de Memorial Valley (maravillosas imágenes de un escenario que es un icono cinematográfico), con otras que yo creo que deben ser del Death Valley (el Valle de la muerte) y también por la imagen del caballo, trastocado en moto.
Además de narrarnos todo lo relacionado con el crimen y su resolución, el film contiene una carga de crítica social que refleja el enfrentamiento entre los jóvenes rebeldes del momento (los hippies) y el orden establecido (la policía), que cobra especiales connotaciones en estos lugares de la América rural y que cobra especial originalidad, ya que en ese instante, lo comercial era ver las cosas desde el punto de vista de los rebeldes y el realizador lo enfoca desde el ángulo del policía. 
Yo creo que el mayor fallo del film está en que no sabe hilvanar bien las dos vertientes de la historia, por un lado desvirtua y quita fuerza a las escenas de acción o las patrullas por la carretera y por otro no queda muy bien explicado el aspecto crítico con la sociedad del momento.

Película original; de buena factura técnica; buenas interpretaciones, entre las que me gustaron las del protagonista, Robert Blake y ese magnífico secundario que es Elisha Cook. Tiene algunos momentos que rozan la comedia y no deja escapar un retrato crítico sobre la corrupción. El final es duro e impactante, rematado por una larga toma de la linea recta del asfalto con el Memorial Valley al fondo, cambiando de tonalidad, que es una delicia estética.




miércoles, 22 de febrero de 2012

LA ESTAFETA ROMÁNTICA

El libro tiene una estructura epistolar, ya que son una colección de cartas que se entrecruzan entre sí diversos personajes galdosianos: Fernando Calpena; su madre, Pilar Loaysa; Dª María Tirgo; D. Pedro Hillo; D. Beltrán de Urdaneta...
Uno de los hechos que comentan en las cartas, es el suicidio de Larra y la repercusión que tuvo, sobre todo en los ambientes literarios.
Además asistimos a los últimos intentos del Pretendiente (el llamado Carlos V) por llevar a buen fin sus aspiraciones al trono, sus indecisiones para atacar Madrid, cuando estuvo a sus puertas y la decepción de Cabrera, que se dio cuenta, definitivamente, de que con aquel rey, no iba a ninguna parte.


martes, 21 de febrero de 2012

EL PADRINO

El film comienza con la boda de Connie (Talia Shire) única hija de Vito Corleone (Marlon Brando), jefe de una de las familias de la mafia neoyorkina en los años 40. Siguiendo la tradición siciliana, debe atender las peticiones que le hagan sus "amigos" el día de la boda de su hija.
Días después, el mafioso Sollozzo (Al Lettieri), le ofrece entrar en el negocio de la droga, algo a lo que Corleone no está dispuesto, pues teme que eso le traiga complicaciones con políticos y policías a los que tiene comprados.
Ante la negativa de Don Vito, intentan asesinarle y, a partir de ahí, comienza una cruenta lucha de violentos episodios entre los distintos grupos. Sonny (James Caan) sustituye a su malherido padre y toma en sus manos las riendas de la organización criminal, ordenando una serie de ajustes de cuentas de los que salen eliminados varios elementos opuestos, entre ellos el propio Sollozo y su guardaespaldas, el capitán de policía McCluskey (Sterling Hayden). Estos son abatidos por el otro hijo de Don Vito Corleone, Michael (Al Pacino), que huye a Sicilia.

Hay gente a la que no le gusta esta película, pero siempre es por el mismo motivo, les resulta repulsiva la violencia, el crimen y todo lo que tenga que ver con ello. Esa, como cualquier otra, es una razón respetable, pero esta, además, es de peso, te niegas a verla porque te disgusta la temática.
Si exceptuamos a este grupo de personas, para la inmensa mayoría del resto, estamos ante una de las mejores películas de la historia del cine, de esas que fácilmente aparecen entre las más valoradas de todos los tiempos.

Y es que, El Padrino, es como un manual de cine, un compendio de cine clásico con las innovaciones que acarrean los tiempos.
Coppola, por aquel entonces un joven director, sabe manejar todos los elementos que nos llevan a que una producción sea un éxito, por un lado y una obra maestra, por otro, con una narración impecable y un absoluto dominio de los tiempos cinematográficos.

La primera secuencia (no se crean que alabada por todos, que hay quien la considera larga y aburrida), es como un compendio de lo que va a ser el film. Larga, con sus pausas, intercalando historias paralelas que se simultanean en el tiempo; con una maravilla de fotografía (la luz y el color de la boda frente a las tinieblas y los colores apagados del despacho del Don); la música (maravillosa e inolvidable la partitura de Nino Rota); y la presentación de los personajes, todos quedan retratados, explicando con las imágenes mucho más de lo que dicen los personajes y sus diálogos.
Para acabar de completarlo, una magnífica ambientación y unas interpretaciones en las que los actores dan lo mejor de sí mismos.

Que un film de casi tres horas no se te haga largo, es todo un síntoma y es que toda la película es notable, sin errores y está muy bien hecha, consiguiendo superarse a medida que va avanzando. Si el comienzo te atrapa, el desarrollo de la misma, ya no te suelta.



lunes, 20 de febrero de 2012

LA CAMPAÑA DEL MAESTRAZGO

Beltrán de Urdaneta, viejo y simpático noble aragonés, protagoniza La Campaña del Maestrazgo (1899), por el Ebro, Cataluña y Valencia. Concluye con los dramáticos amores de Nelet y la monja Marcela.
Se describen algunas de las acciones de las tropas del General Cabrera, el último de los grandes militares de la causa, una vez desaparecido Zumalacárregi. Un enfrentamiento sangriento entre hermanos, en el que, una vez más la gran pagana fue la población civil. Si no te mataban unos, te apaleaban los otros. Hay un párrafo que ilustra muy bien estas desdichas, este maremagnum en el que los débiles salen siempre perjudicados:

—...Aluego que le enterramos fuimos á quemarle la masada de Cabra de Mora.
—¿Y la incendiasteis?
— No pudo ser, señor, porque... la habían quemado ya los cristinos el día antes, llevándose dos yeguas. Fué la columna del coronel Buil, uno muy perro, que fusiló en Concud á mi hijo Agustín.

D. Beltrán está a punto de ser fusilado como represalia, pero en el último momento, Cabrera le perdona la vida y no sólo eso, sino que le toma bajo su protección, así que por boca del noble aragonés conocemos de cerca algunas de las preocupaciones y de los rasgos más destacados del conocido como El tigre del Maestrazgo. Un personaje querido por sus tropas y respetado por sus enemigos como gran estratega que fue.
Cabrera había estado guerreando en Andalucía y llegó hasta Extremadura y, de no habérselo impedido la falta de inicitiativa del pretendiente, hubiera entrado en Madrid, ciudad que se encontraba mal guarnecida cuando llegó a sus puertas.
Buena prueba de su prestigio, fue que Alfonso XII, le reconoció todos sus grades militares y ofreció devolverle todos sus títulos nobiliarios, pero Cabrera sólo reclamó el de Conde de Morella y el de Marqués del Ter.
La novela presente, como bien indica el título, se centra en las peripecias ocurridas en el Maestrago y alrededores, tierras de La Plana, del sur de Aragón y Cataluña y norte de Valencia, Vinarós, Chert, Catí, Morella, Alcanar, Ulldecona, La Sénia, Xerta, Mora de Ebro, Chert...


domingo, 19 de febrero de 2012

LOS SECRETOS DE LA COSA NOSTRA

La mafia norteamericana se ve amenazada por lo que hoy llamaríamos un arrepentido, que se ha convertido en el principal testigo de una comparecencia ante una comisión del Senado y que será retransmitida por televisión a todo el país. Delante de las cámaras, Joe Valachi (Charles Bronson) revelará su historia; desde su juventud, sus primeros encuentros con los más importantes miembros de la mafia, su matrimonio con Maria Reina (Jill Ireland) la hija de su padrino fallecido (por cierto, era su esposa en la vida real), la creación de la moderna mafia neoyorkina por Salvatore Maranzano (Joseph Wiseman), con las cinco familias organizadas al estilo del ejército romano (Maranzano era un admirador de Julio César)...
Valachi comienza a pensar en declarar cuando su jefe, Vito Genovese (Lino Ventura), no sólo pone precio a su cabeza, sino que intenta asesinarle en más de una ocasión. Además la policía le ofrece protección para su esposa e hijo que él siente están seriamente amenazados.

Es casi imposible no pensar en El Padrino cuando uno ve este film, aparte del tema, la película fue estrenada el mismo año que la primera entrega del aclamado film de Coppola y, sin duda, el avispado productor Dino de Laurentis, quiso aprovechar el éxito mundial del film, para llevarse algo de tajada, visto el interés del público.

Si no son pocas estas similitudes, lo cierto es que ahí terminan.
El film de Terence Young, con guión de Stephen Geller sobre una novela de Peter Maas (The Valachi Papers), es una crónica basada en una historia real. Los detalles que nos da el guión son, en ocasiones, minuciosos, sobre la forma de actuar, las estructuras o los códigos de honor de la mafia y es más realista que el film de Coppola, con una visión nada idealizada de la Cosa Nostra y sin la fascinación a la que puede llevarnos El Padrino.

Aquí estamos ante ese mundo hediondo, con personajes malvados que se traicionan y matan a ciudadanos pacíficos y entre ellos mismos, con tal de alcanzar algo más de poder.
Está bien narrada y debido a que no contiene escenas demasiado largas, no se hace aburrida.
Buenas interpretaciones tanto de Bronson, como del resto del reparto en el que no faltan nombres de cierto nivel.
La ambientación no está nada mal, aunque se nota la diferencia de presupuesto con otras grandes producciones en el acabado de algunas escenas.

Película entretenida, con buenas escenas y los ingredientes de tensión y suspense que están bastante bien logrados, con el aliciente añadido de estar basada en hechos reales.




sábado, 18 de febrero de 2012

EN EL JARDÍN DE LAS BESTIAS

¿Cómo era vista la Alemania de Hitler por los ojos de un extranjero? ¿Se pudo haber cambiado fácilmente el rumbo de la Historia? ¿Por qué nadie lo hizo? ¿Por qué costó tanto reconocer el peligro real que suponían Hitler y su régimen?
Estas y algunas otras preguntas de parecida índole son tratadas en esta novela de no ficción (como la define su propio autor), en la que, de la mano de William E. Dodd, embajador norteamericano en Berlín y su hija Martha, vivimos en primera fila algunos de los acontecimientos que se sucedían en Alemania poco después del ascenso de los nazis al poder.
El libro se centra en el primero de los cuatro años que la familia Dodd pasó en el país, un periodo que fue como el prólogo en el que aparecieron todos los temas de la gran épica de la guerra y el crimen.
Nuestros protagonistas veían a Hitler y se relacionaban socialmente con Goebbels, Göring o von Papen; al tiempo que Martha, además de su aventura con el novelista estadounidense Thomas Wolfe, mantuvo relaciones con Rudolf Diels (el joven jefe de la Gestapo), Boris Winogradov (primer secretario de la embajada soviética y del que se sospechaba que era un agente operativo del NKVD) y gracias a sus contactos, asistió en primera fila al juicio por el incendio del Reichstag.
Dodd llegó a ocupar el puesto de embajador de rebote, después de que no menos de cuatro candidatos hubieran declinado la oferta del presidente Roosvelt, que hasta más de 3 meses después de su investidura no consiguió encontrar alguien dispuesto a ocupar el cargo. Dodd había cursado los estudios correspondientes a su doctorado en la alemana universidad de Leipzig y no pertenecía al círculo habitual de la gente que se encargaba de la diplomacia en su país. De hecho, estos círculos le consideraron desde un principio como un extraño y, prácticamente desde que se conoció su nombramiento, comenzaron a conspirar en su contra al considerarle como poco apropiado para el cargo.
La visión que Dodd tenía de la Alemania en la que había estado durante su época de estudiante, se vio alterada no tardando mucho. La gente que volvía a Alemania después de un tiempo fuera, encontraba que algo había cambiado, sus vecinos y amigos eran diferentes. A ello contribuyó en buena medida la campaña del gobierno encaminada a la uniformidad, la llamada Gleichschaftung (coordinación), los alemanes se ponían de buen grado bajo el influjo del gobierno nazi, los vecinos se volvían hoscos, había denuncias a las SA o a la recién fundada Geheime Staatspolizei (GESTAPO). Un ejemplo ilustrativo es la búsqueda de casa de los Dodd, Martha y sus madre encontraron muchas propiedades entre las que elegir, mansiones antiguas, resplandecientes, lujosamente amuebladas, con jarrones, pianos, mapas y libros en su sitio. Al principio no se preguntaron por qué había tantas en alquiler. Al final se decidieron por una, el número 27ª de Tiergartenstrasse, perteneciente a Alfred Panofsky, judío, propietario de un banco privado que, sorprendentemente, seguía operando con la indulgencia oficial. Panofsky era suficientemente rico para no necesitar los ingresos procedentes del alquiler, pero él buscaba otra cosa. Él y su madre vivirían en el piso superior y alquilaban a los Dodd los tres primeros, buscando su protección física.
Dodd era hombre de vida relativamente frugal si la comparamos con los conciudadanos suyos que se dedicaban a las tareas diplomáticas, casi todos ellos ricos o muy ricos, mientras Dodd tenía un estatus de ingresos que le situaban algún escalón por debajo, ese fue otro de los motivos de la resistencia que encontró entre sus colegas, demasiado elitistas como para permitir que este “pobretón” le dijera a Roosvelt que pensaba vivir de su asignación como embajador, que tenía un coche que ni de lejos estaba a la altura de las lujosas limusinas que utilizaban otros y que se quejaba del vez en cuando, de los gastos superfluos de la embajada.
Iba todos los días caminando desde su nueva casa hasta la embajada, a través del Tiergarten, el equivalente berlinés del Central Park, el nombre, en su traducción literal, significa “jardín de animales” o “de las bestias” y se remonta al tiempo en que era coto de caza para la realeza. Tras el paseo que la familia dio, entre otros lugares por el Tiergarten la noche del 13 de julio de 1933, Martha señaló: “Yo sentía que la prensa había calumniado de mala manera a aquel país, y quería proclamar la calidez y la amistad de la gente… la serenidad de las calles”. Nunca se insistirá lo suficiente en que la aparente tranquilidad de Alemania en ese periodo era profundamente seductora para los extranjeros. Incluso muchos de los residentes judíos no fueron capaces de captar el verdadero sentido de lo que estaba ocurriendo.
En la novela se nos relatan muchos de los episodios violentos que tuvieron lugar aquel temprano año, porque en algunos de ellos se vieron implicados ciudadanos norteamericanos y sus quejas llegaban a la embajada. Cuando protestaban formalmente ante las autoridades, siempre obtenían la misma respuesta: No volverá a ocurrir, los responsables serán detenidos y castigados. Pero nunca ocurría nada. Los responsables, por lo general, eran camisas pardas que cuando desfilaban por las calles de las ciudades alemanas eran saludados por el público desde las aceras y cuando veían a alguien que no lo hacía o que estaba de espaldas mirando algún escaparate, iban a por él y le golpeaban a gusto, para volver a la formación como si tal cosa.
A pesar de ello, muchos de los visitantes extranjeros lo consideraban como hechos aislados que nada significaban, uno de esos visitantes, un norteamericano, era el comentarista radiofónico H.V. Kaltenborn, que consideraba algunos informes de personas que sí supieron ver la realidad de lo que estaba pasando, como exagerados e inexactos. Se negaba a admitir que la policía miraba para otro lado cuando se daban incidentes de este tipo, hasta que él mismo, en la persona de su hijo (un niño) vivió la amarga experiencia de uno de estos desagradables episodios.
La misma Martha, cuando estaba de viaje en Nüremberg, con su hermano Bill y un amigo, Quentin Reynolds, un corresponsal de prensa, presenciaron cómo una mujer, con la cabeza rapada y el rostro cubierto de polvo blanco, era “paseada” mientras la multitud la insultaba y se reía. Su delito: Estar casada con un judío. Aquella mujer tenía nombre y apellido, era Anna Rath. Reynolds envió la correspondiente crónica y el jefe de prensa extranjera, fue a verle para decirle que había publicado una mentira, exigiéndole una reparación, hasta que Reynolds le dijo que los hijos del embajador estaban presentes. Martha seguía pensando que era un hecho aislado.

Y así podemos seguir leyendo la multitud de “hechos aislados” que se sucedían en el tiempo y que pocos querían ver como lo que en realidad eran, algo más que un síntoma. A decir verdad, algunos, como los Dodd, sí que fueron cambiando su opinión primigenia y dándose cuenta de que aquello era un aviso muy serio. Sobre todo el embajador lo tenía claro y así, el Día de Colón (el 12 de octubre) de aquel 1933, dio una Conferencia en la Cámara de Comercio de Berlín que levantó ampollas en el régimen. Dodd citó a César, los Gracos, Colbert…, muchas referencias del pasado para hacer ver el peligro de que se permitiera a dirigentes de educación deficiente, dirigir naciones. Los liberales alemanes le felicitaron por decir lo que ellos habían de callar; Roosvelt estaba complacido, pero el Departamento de Estado, consideró que era una prueba más de lo erróneo de su nombramiento.
Hechos como este, o su negativa a asistir a los actos anuales de Nüremberg, por considerar impropio asistir a un evento que servía para magnificar a Hitler, o las cartas que, al final de su estancia en Alemania, escribió a Roosvelt y al Jefe del Estado Mayor Douglas MacArthur, advirtiéndoles de la escalada militar y del peligro inminente de guerra, hicieron que, al final, sus enemigos redoblaran las presiones hasta conseguir su relevo, se quejaban de sus falta de condescendencia con el régimen nazi. Consiguieron que fuera sustituído por Hugh Wilson, un hombre que acusaba a la prensa americana de estar controlada por los judíos, que alababa a Hitler y que admiraba en particular el programa nazi de “fuerza a través de la alegría”, que proporcionaba trabajadores al gobierno sin gastos de vacaciones. Wilson lo veía como una herramienta potente para ayudar a Alemania a resistir los avances comunistas y suprimir la exigencia de mayor salario, un dinero que después “despilfarraban” en cosas estúpidas. Consideraba que ese enfoque sería beneficioso para el mundo, a la larga.
Y es que muchos observadores externos estaban fuera de juego. Hechos tan violentos como los de la famosa Noche de los Cuchillos Largos, el 30 de junio del 34, fueron malinterpretados, lo consideraron como un ajuste de cuentas al estilo de las bandas de Chicago, pero seguían viendo a Hitler como si fuera un estadista responsable. Los años demostraron que el Hitler que llevaba los asuntos exteriores, era el mismo que se había comportado tan salvaje y cínicamente en su país.
En Alemanía, observa Dodd, nadie pega nunca a un perro y es que la ley alemana prohibía la crueldad con los animales y castigaba a los infractores con prisión. En una época en que cientos de hombres eran matados sin juicio ni pruebas de culpabilidad y en la cual la población, literalmente, temblaba, la desconfianza se notaba en las miradas hasta el punto de que a esta mirada se le puso nombre: Der deutsche blick (la mirada alemana), sin embargo, los animales tenían garantizados sus derechos. Ahí Dodd encontraba la más profunda de las ironías: ¡Uno casi deseaba ser caballo!
A todo esto, la mayor preocupación del Departamento de Estado respecto de Alemania, seguía siendo su enorme deuda con los acreedores norteamericanos.
Erik Larson consigue dar una perspectiva humana a la historia, con una prosa ágil, de fácil lectura, entretenida, en la que a través de la mirada de dos personas sencillas, descubrimos, al mismo tiempo que ellos, el horror que se escondía tras la fachada de oropel de las magníficas fiestas a las que eran invitados por su estatus.
En esta obra no hay héroes como los de La Lista de Schiendler, pero hay destellos de heroísmo. Hay que intentar acompañar a los dos inocentes personajes (Martha y su padre) a través del mundo tal y como ellos lo experimentaron, tratando de dejar de lado todo lo que ahora sabemos.

Esta reseña ha sido publicada en HISLIBRIS




viernes, 17 de febrero de 2012

LOS NUEVOS CENTURIONES

Los agentes recién graduados de una academia de policía californiana, se incorporan a sus destinos donde comenzarán a prestar servicios con compañeros veteranos que les irán enseñando al tiempo que ellos se curten en el día a día real de su trabajo de servicio público.
Así se irán dando cuenta de que no todo es tal como se ve en las películas, sino que hay mucho trabajo rutinario y otras actuaciones que tienen más de servicio social.
Una de estas parejas, en la que se centra el film, es la formada por el veterano agente Kilvinski (George C. Scott), ya próximo a la jubilación y el novato Roy Fehler (Stacy Keach), casado y con una niña pequeña, que ha comenzado los estudios en la facultad de derecho, pero se siente atraido por el trabajo de policía.

Cuando estaba viendo esta peli, no podía menos que acordarme de Brigada 21, el film que dirigió William Wyler en 1952, no por la calidad o la brillantez de uno y otro film, que no tienen nada que ver, sino por la temática general, y por que en ambos se nos cuentan detalles de los pequeños y grandes trabajos diarios de una comisaría cualquiera en una gran urbe, esas cosas que no tienen nada de heroico pero que constituyen parte del abnegado trabajo de los agentes del orden.
Es cierto que en el film de Wyler, casi toda la acción es en interiores y aquí se nos retrata el trabajo de calle.

Hay otro asunto concomitante, que es la situación personal de uno de los protagonistas, cuyo matrimonio naufraga por la insatisfacción que le produce a la esposa lo que ella considera excesiva implicación de su marido en su trabajo.
El desarrollo del film, dirigido por Richard Fleischer, es desigual, con momentos incluso brillantes y otros en los que decae un tanto.
La visión que ofrece del rutinario trabajo policial, con detenciones preventivas de las prostitutas, comprobación de avisos, intervención en disputas domésticas, etc., es muy interesante, pero tiene algunas carencias.
Es una lástima, porque el libro en el que se basa, publicado por Joseph Wambaugh un año antes, es una magnífica base que yo creo que no han sabido trasladar a la pantalla.
Un ejemplo de mala adaptación, es el momento en el que dan la clave de por qué este título para el film.
En la novela se produce en un diálogo entre el veterano Kilvinski y un atemorizado Gus Plebesly, en el film interpretado por Scott Wilson, que tiene miedo de su propio miedo, es un párrafo largo y enjundioso del que extraigo sólo un pedacito: Me pregunto si un par de centuriones debieron sentarse como tú y como yo una cálida y seca noche hablando del mito del Cristianismo que les estaba derrotando. Estarían asustados, me figuro, pero el nuevo mito estaba cargado de "noes", por consiguiente era una clase de autoridad que sustituía a otra.
Bien, pues en la peli, se despacha la cosa con una frase y encima, de ella se deduce que los centuriones eran una especie de policías del imperio romano, como sabemos nada más lejos de la realidad.

El trabajo de los dos protagonistas es más que decente y la música de Quincy Jones, acompaña de maravilla a las patrullas nocturnas de los policías.
La película es entretenida, porque cada vez que parece que va a decaer, consigue remontar introduceindo escenas de acción, sin que le falten buenos momentos, incluso divertidos.
Por otra parte, el guión no renuncia a retratarnos toda la dureza de la realidad, pero sabiendo sortear la tentación de caer en la sordidez.




jueves, 16 de febrero de 2012

GUIRIS


La palabra "guiri" que actualmente empleamos para designar coloquialmente a algunos ciudadanos extranjeros, no siempre ha tenido la misma acepción.
El otro día, leyendo uno de los Episodios Nacionales con los que estoy enfrascado últimamente, concretamente el dedicado a Zumalacárregui, Benito Pérez Galdós pone en boca de uno de sus personajes este párrafo: "...y me fui a Zaragoza, donde hablé con un chicarrón de infantería de la Guardia Real, ya sabe, los primeros que vinieron hace dos años a sofocar la faccion (carlistas), lo cual no la sofocaron.(…) A los de la Guardia se les llamó entonces guiris, por que llevaban las tres letras, G.R.I. en la gorra y en la cartuchera, y guiris se les llama todavía".
También Pío Baroja, en su novela Zalacaín el aventurero, utiliza esta palabra como apelativo hacia los liberales.
Hay personas que han estudiado la etimología de esta palabra y la hacen derivar del nombre de "cristinos" y por derivación "guiristinos" con el que, sobre todo en el País Vasco, eran conocidas las tropas que combatían en el bando de María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII y Regente de España durante la minoría de edad de su hija Isabel II.
En cualquier caso, venga de donde viniere, el apelativo estaba dirigido a las tropas "cristinas" o liberales.


miércoles, 15 de febrero de 2012

ASESINO IMPLACABLE

Jack Carter (Michael Caine), es un asesino a sueldo que trabaja para las organizaciones mafiosas de Londres.
A pesar de la oposición de sus jefes, que no quieren problemas con sus "amigos" del norte, Carter emprende viaje a Newcastle, con el fin de descubrir quién ha matado a su hermano. La policía ha dado carpetazo al asunto, pues al detectarse gran cantidad de alcohol en el cuerpo del difunto, les viene bien pensar que se ha tratado de un accidente en el que perdió el control del coche que conducía y se precipitó al agua, falleciendo ahogado. Los problemas se irán incrementando para Carter a medida que se vaya acercando cada vez más a la verdad de la muerte de su hermano, pues se van destapando otros asuntos turbios en los que están implicadas las bandas locales.

Película del llamado neo noir, con toques naturalistas, sus buenas dosis de violencia (pero sin recurrir a la casquería) y una trama un tanto confusa.

La ambientación me pareció muy buena, un retrato realista de una ciudad (Newcastle en este caso) sórdida, cutre y un tanto decrépita, un fósil venido a menos de la revolución industrial, con escenas de calles en plena decadencia y un horizonte de chimeneas industriales soltando humo.

La película es Michael Caine, que compone un personaje atractivo y odioso a un tiempo; cruel y elegante; y un sentido del humor negrísimo y cínico
Caine regresa a su ciudad natal para descubrir qué ocurrió en la muerte de su hermano, un hermano al que descubrimos a lo largo del film que tampoco es que quisiera demasiado, pero esos especiales códigos de honor de estos personajes, le impulsan a buscar la verdad y en su caso, la venganza.
Carter lleva la muerte y la violencia en las entrañas y parece que es lo único que le mueve en la vida.

Interesante banda sonora de Roy Budd para un film que es buena muestra del cine de esta temática que se hacía en los setenta y que ha dejado huella posterior. Hubo un remake posterior, con Stallone de protagonista, que ni de lejos está a la altura de este.
Magnífica escena final para una película entretenida y de correcta factura.