Anna Moore (Lillian Gish) es una joven que va a visitar a su acaudalada tía de Boston para que ayude a su familia a salir de la pobreza, pero una vez allí un hombre rico la engaña con un matrimonio falso para aprovecharse de ella. Cuando Anna se queda embarazada es abandonada a su suerte.
Griffith transformó lo que era un melodrama decimonónico que ya se consideraba algo añejo en la época, del que la protagonista comentó que le costaba contener la risa mientras leía la obra original (una obra de teatro escrita por Lottie Blair Parker), en una critica a las clases privilegiadas, a la doble moral y al puritanismo religioso.
Aunque es cierto que con personajes algo estereotipados, el film está trufado de momentos de humor que suavizan la parte dramática que es el eje central de la historia.
En la segunda parte de la película queda al descubierto el secreto que esconde la protagonista, lo que provoca la huida de Anna en medio de la ventisca, un emocionante clímax del que ha pasado a la historia del cine la imagen de Lillian Gish desmayada sobre un témpano de hielo, flotando y siendo arrastrada peligrosamente hacia una cascada, con la mano derecha y el cabello sumergidos en el río helado. Una escena peligrosa, con temperaturas bajo cero que le dejó secuelas de por vida en esa mano y que Gish recuerda en su autobiografía: «Esta dedicación probablemente parezca absurda hoy, pero no era inusual entonces. Quienes trabajamos con el Sr. Griffith estábamos completamente comprometidos con la película que estábamos haciendo. Ningún sacrificio era demasiado grande para que la película saliera bien...»
Al alternar planos generales, planos medios y primeros planos con precisión rítmica, Griffith crea aún más suspense a partir del peligro ya palpable y aumenta la tensión dramática. Los informes de los dueños de los cines de la época indicaban que el público gritaba y chillaba durante toda esta secuencia y yo creo que más de cien años después, el impacto de la misma aún se mantiene.
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