viernes, 17 de octubre de 2025

CABALLERO SIN ESPADA

 


El senador Joseph Paine (Claude Rains), el de mayor antigüedad del estado, llama al gobernador Hubert "Happy" Hopper (Guy Kibbee) para informarle de la repentina muerte de otro senador. Hopper llama entonces al poderoso magnate de los medios Jim Taylor (Edward Arnold), quien maneja en la sombra los hilos de la política del estado. Taylor le ordena a Hopper que nombre a un senador interino para completar el mandato del fallecido que ha propuesto un proyecto de ley para financiar una presa innecesaria en Willet Creek, por lo que le advierte que quiere un senador que no haga preguntas ni hable fuera de turno. Tras rechazar a varios candidatos, a sugerencia de sus hijos, Hopper nomina al héroe local Jefferson Smith (James Stewart), líder del grupo estatal de los Boy Rangers. Smith es un idealista inocente y perspicaz que cita a Jefferson y Lincoln e idolatra a Paine, quien conoció a su padre, un editor militante. En Washington, tras una humillante presentación ante la prensa, Smith amenaza con dimitir, pero Paine lo anima a quedarse y a trabajar en un proyecto de ley para un campamento nacional para niños.


El protagonista es un ingenuo al que eligen para el cargo precisamente por eso, pues piensan que podrán manejarle a su antojo y que no se va a enterar de los entresijos de la política y sus corruptelas.
Pero el nuevo senador llega con ganas de trabajar y no piensa someterse a los dictados del partido (nunca se nombra si es demócrata o republicano). Se pregunta para qué está allí si ha de votar según lo que le ordenen. Con todo esto está claro que se convierte en un hombre peligroso y más cuando por casualidad se entera del proyecto de la presa en cuestión y va descubriendo que aquello huele muy mal. Por supuesto intentan comprarlo, prometiéndole poco menos que el cargo vitalicio, pues quienes tienen el poder pueden presentarlo una y otra vez en puestos de privilegio para que salga siempre elegido, pero Jefferson Smith se niega y montan tal campaña de infamias contra él que todos y todo se ponen en su contra, creyendo que pretende hacer negocio con la venta de los terrenos donde irá el campamento que propone y que por eso se opone a la construcción de la presa.


En el fondo, la película, aunque pinta un Senado plagado de sobornos, es una defensa de la democracia en unos momentos (el film es de 1939) en que las doctrinas totalitarias alcanzaron su máximo auge. La prensa tampoco es que salga muy bien parada en la historia, pero todo ello se compensa con la defensa a ultranza de los postulados democráticos a pesar de todos los pesares.
Frank Capra enfrenta la imagen pura e ingenua de los niños (los únicos que creen en Smith) a la de los adultos, vendidos a compromisos y lealtades espurios y apoyándose en esta historia de valores y en las magníficas interpretaciones del elenco, nos hace sentir verdadera angustia por la situación del personaje de James Stewart.
Aunque la manera de presentar el idealismo del protagonista pueda resultarnos algo cursi, lo cierto es que el film no ha perdido un ápice de su vigencia y en las situaciones que plantea, podemos reconocer, para nuestra desgracia, a cualquiera de los partidos que nos gobiernan, a los dirigentes de cualquier país, autonomía o ayuntamiento y esas tramas corruptas que, repito, por desgracia, tan presentes se hallan en el mundo de la política.




2 comentarios:

  1. Es cierto, con el agravante actual de que quitan la palabra si pasa un tiempo. Hay veces que piensas que los finales felices sólo son para el cine.
    Un saludo.

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