Una mujer y su nuera son atacadas y violadas por un grupo de soldados y mueren posteriormente cuando estos incendian la cabaña en que vivían. Pero regresan de entre los muertos como espíritus felinos vampíricos con la intención de vengarse. Mientras los fantasmas atraen a soldados solitarios a los bosques de bambú para acabar bebiendo su sangre, un intrépido samurái, Gintoki (Kichiemon Nakamura), es enviado para detener su reino de terror.
Excéntrica y jugando con lo sobrenatural, el japonés Kaneto Shindô retoma temas similares a algunos otros trabajos suyos, para revelar una meditación inquietante sobre el deber, la conformidad y el amor, con un romanticismo que tiene algo de perturbador y sensual y lo que hoy sería visto como un claro enfoque feminista.
Pocas veces he visto en el cine una escena que refleje de manera tan estremecedora, realista y cruel el peligro que acecha a las mujeres ante cualquier conflicto armado. Una larga secuencia, sin palabras en la que se ve todo su desamparo ante la violencia y la lujuria descontrolada de una turba de malnacidos. No vemos la violación, pero los primeros planos de los rostros de los soldados, devorando más que comiendo la comida que les han robado a las mujeres, riéndose mientras estas son abusadas, valen más que la contemplación directa del horror
El realizador consigue impregnar al film de una atmósfera tan escalofriante como cautivadora, en un ambiente que a veces es elegantemente teatral en que el amor, la indulgencia, la lealtad, la violencia, la desprotección de los humildes y, sobre todo, la situación de la mujer, son introducidos de manera sutil en la trama para llevarnos a reflexionar sobre ellos.
No hay, en mi opinión, ninguna película que refleje bien la realidad global de la guerra. Esa turba de malnacidos es, a la vez, una organización de soldados disciplanos. El héroe valeroso que da la victoria es (o puede ser) un violador o un saqueador. La guerra es un espejo de las contradicciones humanas.
ResponderEliminarUn saludo.
Nunca he entendido, ni entenderé, cómo se puede violar a una mujer (o a un hombre) a sangre fría. Hay que ser un perturbado absoluto para encontrar algún placer en ello. No lo entiendo.
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