Hyo-jeong (Kim Hyo-seo), una yonki que trabaja como bailarina en un club, roba un paquete con heroína a una banda de narcotraficantes. Su vecino es Cha Tae-shik (Won Bin), un antiguo agente encubierto que ahora está al frente de una casa de empeños, al que acude Hyo-jeong para empeñar una cámara de fotos y su funda, ocultando a Tae-shik que ha escondido la droga en su interior.
Los traficantes localizan y secuestran a Hyo-jeong y a su hijita Jeang So-mi (Kim Sae-ron), una niña que mantiene una peculiar relación de confianza con su vecino. Cuando los traficantes descubren que la droga está en el local de empeños, exigen a Tae-shik que les entregue el paquete y cuando éste les pide que liberen a madre e hija, le ordenan que haga una última entrega. Él cumple el encargo, pero al descubrir el cuerpo destripado, con los órganos extraídos, de Hyo-jeon, Tae-shik se da cuenta de que la vida de So-mi también puede estar en peligro y se enfurece ante la perspectiva de que la niña ya esté muerta, preparándose para una batalla, poniendo su propia vida en riesgo.
Mafiosos de maldad extrema, policías en busca de culpables y un hombre misterioso con formación militar, todo nos suena a cosa vista, sin embargo, no de la manera en que nos lo hace llegar Lee Jeong-beom.
La película es una carrera sin descanso, con escenas de violencia extrema que, repito, a pesar de haberlo visto en otras ocasiones, logra mantener la tensión de espectador con los pequeños detalles que la diferencian de otros films del estilo.
Ultimamente me cuesta ver cine Asiatico. Y eso que hay pelis buenas. Esta de la que hablas, la desconicia. Si le doy una oportunidad, te lo diré.
ResponderEliminarEspero que la recta final del verano vaya bien.
Gracias, lo mismo espero y deseo para ti.
EliminarMuy sangrienta, por lo que cuentas (y por lo que se aprecia en las fotografías).
ResponderEliminarBastante.
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