Nacida en el seno de una familia burguesa, fue casada por su padre con un hombre mayor que ella al que no amaba y con el que no fue feliz. Pronto enviudó y quedó al cargo de su único hijo, con el firme propósito de no volver a contraer matrimonio, institución a la que consideraba como la tumba de la confianza y el amor.
Nacida como Marie Gouze, una vez instalada en París, adoptó el nombre de Olympe de Gouges. Escribió una obra de teatro de carácter abolicionista, Zamore et Mirza, ou l’heureux naufrage (Zamore y Mirza, o el feliz naufragio), que hasta unos cuantos años más tarde no se representó, bajo el título de La esclavitud de los negros, ya que los actores de Comédie Française, se negaron a hacerlo, pues dependían económicamente de la Corte de Versalles donde muchas familias nobles se habían enriquecido con la trata de esclavos. Por otro lado, el comercio con las colonias de ultramar representaba entonces el 50% del comercio exterior del país. Olympe fue encarcelada en la Bastilla por medio de una lettre de cachet (un documento mediante el cual, el Rey hacía valer antiguas prerrogativas y privaba de libertad a una persona sin juicio previo), pero fue liberada al poco tiempo gracias a la intervención de sus amigos.
En 1791, apenas dos años después del inicio de la Revolución, publicó La declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, ya que en la Declaración de los derechos del hombre, no se hacía mención alguna a la mujer.
Alejada de jacobinos y montañeses, sus posturas estaban más cerca de los girondinos. Se opuso a la ejecuón de Luis XVI y atacó a Marat (aborto de la naturaleza) y Robespierre (animal anfibio). No solo no se hizo caso de sus reivindicaciones que hoy llamaríamos feministas (se prohibió toda actividad política a las mujeres), sino que la encarcelaron acusada de haber defendido la monarquía.
El 3 de noviembre de 1793, tras haber sido condenada por un tribunal revolucionario, Olympe de Gouges fue guillotinada. Entre sus pensamientos, dejó este para la posteridad:
Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna.
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