Si exceptuamos el británico, con todas sus peculiaridades, China era el último gran imperio que sobrevivía como tal, con una antigüedad de 4.000 años.
Los niveles de corrupción y el alejamiento de los gobernantes respecto al pueblo, habían llegado a niveles que eran dramáticos; todo ello apoyado en una estructura feudal que estaba totalmente fuera de los tiempos que corrían.
Desde los estamentos intelectuales y parte del poder económico, se impulsa un cambio más acorde con las corrientes internacionales que aboga por la democratización del país y el fin del dominio de la dinastía manchú de los Quing.
A pesar de que se había hecho alguna concesión en este sentido, el control del círculo imperial seguía siendo férreo, por lo que un grupo de revolucionarios, comienza a preparar el levantamiento contra los Quing aprovechando, además, el sentimiento antimanchú extendido en los últimos años.
Unos de los líderes de la revuelta es Sun Yat-sen (Winston Chao), se encuentra en EE.UU. y allí conseguirá apoyo financiero entre los chinos que viven en aquel país. Después de ello, en vez de regresar a China, se dirige a Europa, para convencer a los miembros de un consorcio de cuatro bancos para que retire el crédito que le ha concedido al gobierno imperial, el objetivo es cortarle las fuentes de financiación, como primer paso para su derrocamiento.
El argumento se centra en los preparativos inmediatos y el estallido de la llamada Revolución Xinhai, que acabó con el milenario imperio, aunque la dinastía en el poder era relativamente reciente en relación a la antigüedad del régimen.
Se centra en dos personajes que fueron claves en aquellos acontecimientos, Sun Yat-sen y Huang Xing (Jackie Chan). Sun Yat, fue el primer presidente de la naciente república china. Era cirujano, un intelectual de la revolución que participó activamente en la obtención de financiación externa para el movimiento, sobre todo proveniente de la colonia china en Norteamérica.
Huang Xing, por su parte, fue un general de ejército revolucionario que, junto Sun Yat, fundaría el Guómíndǎng, conocido en occidente como Kuomitang, un partido político con el que participaron en las primera elecciones que se celebraron. Ambos líderes acabarían enfrentados, pero eso ya no se ve en el film.
Creo que la película resulta un poco liosa de seguir si no se conoce la historia reciente de China. El montaje del film contribuye no poco a esa sensación de estar asistiendo a una especie de batiburrillo en el que vas siguiendo la narración como puedes y conduce al cansancio del espectador.
Da un poco de risa ver cómo Jackie Chang (codirector y coprotagonista) se las ha arreglado para introducir una morcilla en medio del film y dar unas cuantas pataditas especialidad de la casa, en una escena que podía haberse ahorrado, como podría haber hecho con unos cuantos metros de película que poco contribuyen a dar fluidez a un film que pasa de los momento de cierto dinamismo a otros realmente aburridos.
No está mal para conocer el nacimiento de la China moderna, pero el esfuerzo está bastante descompensado. Está muy conseguida la ambientación, cuenta con un impresionante despliegue de efectos especiales y las escenas bélicas están más o menos bien filmadas a base de intercalar detalles cercanos, con planos generales.
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