Cuando casi estábamos terminando nuestra casa, descubrimos que nos quedaba un pequeño sobrante de dinero, porque el fontanero no se había enterado. Yo era partidario de dedicarlo a iluminar con él a los paganos; no sé por qué me había dado a mí en ese tiempo por los paganos; pero mi señora dijo que no, que teníamos que comprar un aparato de alarma contra ladrones, y yo me resigné a esta transacción. Quiero decir a usted que siempre que yo deseo una cosa, y mi señora desea otra, y nos resolvemos por la que desea mi señora (cosa que ocurre siempre), dice ella que hemos llegado a una transacción.
Es uno de los pasajes iniciales de este relato breve del gran escritor norteamericano, en el que, una vez más, hace un despliegue de su gran sentido del humor y su capacidad para convertir una simple anécdota en una historia delirante de humor absurdo, tan absurdo como lo son los McWilliams, esta peculiar pareja que verá, no sólo como aquello que han puesto en la casa, no acaba de cumplir su cometido, sino que la compañía instaladora se encarga de que cada vez vayan aumentando su inversión.
Como digo, relato muy ingenioso y divertido, en el que el lenguaje tiene gran importancia a la hora de transmitirnos el particular sentido del humor del autor.
Por lo que has contado en el encabezamiento debe estar muy interesante y divertido.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Muy divertido y cortito.
EliminarParece un relato simpático, me suena a la película "Los Blandings ya tienen casa". Saludos.
ResponderEliminarQué recuerdos, de Myrna Loy, a la que yo siempre recuerdo en su papel de Nora Charles, con William Powell, en la entrañable serie "Ella, él y Asta"
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