Mastodóntica película de Bernardo Bertolucci, que tras haber rotó clichés con su Último tango en París, volvió a embarcarse en otro arriesgado proyecto
Arriesgado, sobre todo, por la duración, nada menos que cinco horas, nada usual para una película que en la tele, cuando la programan, se ve por capítulos, pero que en la gran pantalla representaba todo un problema, algo que repercutió de manera notable a la hora de encontrar distribución.
Arriesgado también por su temática, algo que también contribuyó de manera notable a que las distribuidoras no estuvieran muy por la labor, sobre todo en el mercado norteamericano, tan diferente del europeo en estos aspectos, que en cuanto oyen hablar de lucha de clases, el tufillo antiliberal y filomarxista, les pone nervisosos, por decirlo de manera suave.
Arriesgado, sobre todo, por la duración, nada menos que cinco horas, nada usual para una película que en la tele, cuando la programan, se ve por capítulos, pero que en la gran pantalla representaba todo un problema, algo que repercutió de manera notable a la hora de encontrar distribución.
Arriesgado también por su temática, algo que también contribuyó de manera notable a que las distribuidoras no estuvieran muy por la labor, sobre todo en el mercado norteamericano, tan diferente del europeo en estos aspectos, que en cuanto oyen hablar de lucha de clases, el tufillo antiliberal y filomarxista, les pone nervisosos, por decirlo de manera suave.
El film es una especie de lienzo histórico que nos narra los acontecimiento del devenir italiano en la primera mitad del siglo XX, a través de las vidas paralelas de dos personajes, Olmo Dalcó (Gérard Depardieu) y Alfredo Berlinghieri (Robert De Niro), llamados a ser un jornalero y un terrateniente, respectivamente.
Transcurre entre dos momentos puntuales, la muerte de Verdi (27 de enero de 1901) y el día de la liberación en la II Guerra Mundial (25 de abril de 1945), con un breve epílogo que se situa en los momentos contemporáneos al rodaje del film (1976).
Hay dos aspectos de la obra que conviene distinguir, uno es la historia que nos narra. Bertolucci es un autor con claras simpatías marxistas, algo que se nota en su manera de trasladarnos los acontecimientos que nos narra y ahí sí que puede haber discrepancias.
Otro aspecto, es el puramente cinematográfico.
A pesar del larguísimo metraje, la película se ve con interés, bien es cierto que la he visto de dos veces, pues está hecha de tal modo que así puede hacerse, no sé cómo resultará darse una sentada para verla de un tirón.
Es cierto que tiene altibajos, algo que resulta lógico en una película tan larga, pero en general, sobre todo para quien disfrute de la maravillosa fotografía, con unos atardeceres de postal, unas brumas conseguidísimas y unos claroscuros en las imágenes de interior que son notables. Una ambientación que no le va a la zaga, con un delicado cuidado de los detalles. En fin, en esos aspectos, la verdad es que logra atraparnos.
Las interpretaciones, aunque muy alabadas las de los dos protagonistas, bajo mi punto de vista, tampoco son tan redondas, como la película, tienen altibajos.
Me han gustado más las de los secundarios, empezando por el histriónico Donald Sutherland, o el pequeño papel de Burt Lancaster, al inicio, que da, por momentos, una magistral lección de interpretación; todo ello, sin olvidarnos de Dominique Sanda, que interpreta a la mujer de De Niro y que también lo hace de manera brillante.
Es obligado hacer mención al coro de personajes tomados de la vida real, los jornaleros de la hacienda, con los que Bertolucci compone un retrato de rostros, miradas, vestimentas, labores agrícolas, vida doméstica, folclore..., que son de lo mejorcito de la película.
Como dije al principio, el mensaje se puede considerar algo panfletario, por la manera de transmitírnoslo, demasiado didáctica y que, yo creo que no ha resistido nada bien el paso del tiempo en ese aspecto.
Es cierto que durante buena parte del film, consigue que sintamos la injusticia con que son tratados los braceros como algo propio y la rabia y la impotencia nos invada. Consigue contarnos con cierta brillantez el caldo de cultivo que sirvió para el triunfo del fascismo en Italia, que había salido de la I Guerra Mundial sin tener una clara sensación de vencedora, con los difíciles tiempos que siguieron, la llegada de la industrialización y la mala distribución de las riquezas que empujaron a la clase trabajadora a revolverse contra los amos, el momento justo para que el nuevo movimiento, los perros guardianes del poderoso, según el retrato que hace Bertolucci de ellos, se hicieran con el poder, gracias a saber aprovechar el descontento de una parte de esos insatisfechos y de inflamar el espíritu patrio que se sentía menospreciado por el resto de Europa. Pero durante el último tercio, al igual que en otros aspectos, el film decae un tanto y toma un talante algo demagógico.
El film está salpicado de escenas que vistas hoy llaman un tanto la atención, bien por su dureza, bien por lo explícito. Algunas de ellas son bastante impensables en nuestros días, sobre todo las relativas al sexo, en las que no es imaginable que ninguna estrella del firmamento actual esté dispuesta a mostrar sus vergüenzas (o sus virtudes), como hacen De Niro, Depardieu o Sanda, sin tapujo alguno.
Desde luego hay muchos aspectos en los que el film es muy interesante y, aunque en algunos ámbitos haya podido estar algo sobrevalorado y hay episodios resueltos de manera poco creíble, o acontecimientos en los que no se profundiza de forma adecuada (no digo que no se haga, sino que se divaga), es una película digna de ser contemplada y disfrutada.
Una película a la que el paso del tiempo desnuda y deja bien a las claras su artificio,sobrevaloración extrema en gran parte basada en la personalidad de Bertolucci.
ResponderEliminarA mi no me gustó cuando la vía hace muchos años, y ultimamente aún menos, al revisitarla en TCM de Digital Plus.
Los personajes son elevados a lo grotesco -en especial el de Attila, interpretado por Sunderland -,en un maniqueismo tan excesivo que no sólo resta credibilidad si no que por momentos parece una opereta bufa.
En el caso de esta película, sucede lo mismo que con "Johnny cogió su fusil" de Trumbo.
La crítica europea -"Cahiers du Cinema"-la elevó a los altares más por su contenido ideológico, que por su calidad; Bertolucci era un miembro destacado del Partido Comunista italiano, y la crítica cinematagráfica de vanguardia -siempre vinculada a la izquierda-, arropó el film y lo alabó de forma absolutamente desmesurada a mi juicio.
Saludos.
Pues ahí queda plasmado tu juicio, como no podía ser menos.
ResponderEliminarUn fresco épico, social e historico. Tiene sus defectos, pero es una obra destacada. Como dijo mi maestro Guarner es El nacimiento de una nación multiplicado por Octubre, en una envoltura a medias entre Lo que el viento se llevó y Gigante.
ResponderEliminarDecirle a Natalia Pastor que la vanguardia, tanto crítica como movimiento no puede sentarse en la mesa camilla y disfrutar de los conservadores churritos con chocolate canónico. Yo en su día me peleé a favor de Bertolucci, su cine. La Luna, El Incorformista. Aquella basada en El Doble de Dostoievsky... Partner
Me interesaron, en su día, su dos grandes polos dominantes Marx y Freud. Novecento no tiene, creo yo, un efecto político directo. Yo le aplico un efecto sobre la emoción. Es una peli mítica; mitificación de la lucha de clases, heroicidad de algunos protagonistas, reclamo de la utopia, estereotipos. Me obligan Vds. a arañar en mis profundidades críticas. No es una película que se pueda dejar a los caballos de un simple y superficial análisis maniqueo, NI MUCHO MENOS.
A mí, reconociendo el conseguido dramatismo de algunas escenas y la belleza de muchos planos, me pareció también sobrevalorada e irregular, pero se gradece la reseña, que la refresca muy bien
ResponderEliminarA mí, Manuel, las primeras dos horas y media, me encantan, he de reconocer que es tanto lo que me gusta, que quizá por eso, la segunda mitad me defrauda algo.
ResponderEliminarEn cualquier caso, la belleza de sus imágenes me atrapa.
Gracias por la opinión, José Antonio.
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