El nombre de Valeria Mesalina, esposa del emperador romano Claudio, va asociado al de una mujer depravada, de la que se cuentan cientos de historias que hacen que tengamos de ella una imagen de persona de vida licenciosa.
Es conocida la apuesta que hizo con la prosituta más famosa de Roma a fin de establecer quién de las dos mantenía más relaciones sexuales seguidas. Cuando había alcanzado el número de 200 (a saber cuántas, pues cada cual cita un número), la prostituta romana se rindió, mientras Mesalina le gritaba que regresase para finalizar la apuesta, pero la mujer se retiró diciendo: "Esta infeliz tiene entrañas de hierro"
Sin embargo no debemos creer al pie de la letra lo que dicen las fuentes. En historiografía se sabe que ni Suetonio, ni Juvenal, de quienes provienen muchas de estas historias, son fuentes demasiado fiables.
Ellos se basaron más de una vez en los llamados libelos infamantes. Se publicaban en forma de quaderna, cuadernillos de 4 hojas hechos con recortes de papiro. Bajo esa forma se publicaban horóscopos, cotilleos, recetas... una especie de prensa rosa de la época.
Muchas veces, los escritores de libelos aprovechaban la caída en desgracia de una persona para practicar una damnatio memoriae popular, de modo que se le atribuían atrocidades desmedidas para agradar al emperador y legitimar sus acciones.
En el caso de Mesalina confluyen varias razones como para que los autores de libelos quisieran quedar bien con el emperador a costa de difamarla, así que la historia real de esta mujer es más que dudosa.
Entre otras, Claudio problablemente se había fijado en la bellísima Agripina (conocida como Agripina la menor o Agripinila) y quería tomarla como esposa, cosa que no podía hacer si no se deshacía de Mesalina. Es posible que tuviera algún amante, pero también que se le imputara y de esa forma dar a Claudio motivo para condenarla. Pero es difícil creer que una emperatriz, siempre fuertemente custodiada por escoltas a las órdenes del emperador, visitara constantemente los burdeles de Roma sin que este lo supiera. De haber sido así, los hijos de Mesalina hubieran sido marginados inmediatamente por sospecha de falsa paternidad y nada de eso ocurrió, su hija, Octavia, se casó con Nerón, y Británico cayó en desgracia sólo después de la muerte de su madre y por maquinaciones en su contra de su madrastra que de este modo consiguió que Nerón, hijo de ella, fuera nombrado sucesor en detrimento de Británico.
Fuera como fuese, Claudio la acusó de bigamia, al haberse casado en secreto con un antiguo amante, el cónsul Cayo Silio y eso le costó la cabeza a Mesalina y la posteridad la recuerda como prototipo de mujer lujuriosa e inmoral.
Interesante historia, otra leyenda negra, que tal como dices es fácil que sea eso, más leyenda alimentada por yo Claudio que por la realidad. Si en vez de Mesalina hablamos de Carolina, de Mónaco,... pero tampoco.
ResponderEliminarSaludos blogueros
Podríamos hablar de Ana Oramas. Ah, no, que esa historia sí es real.
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