Esta es la historia de dos amigos míos, bueno dejémoslo en conocidos más bien, a la que asistí como testigo involuntario y que me divierte recordar.
A Diego le habíamos perdido la pista desde hacía años. Había venido a ver a su madre durante unas vacaciones y nos contó que se había separado hacía poco de su esposa y que lo estaba pasando bastante mal. La verdad es que nos extrañó, siempre había sido muy atento con las mujeres, que se rifaban su amistad, por lo detallista que era. Pero además de que no conocíamos a su "ex", las relaciones de pareja, no siempre responden a una lógica.
El caso es que Manuel, el otro protagonista del relato, que no conocía de antes a Diego y que tenía fama de seductor (y de chulillo, todo hay que decirlo) entre nosotros, le dijo: A ti lo que te hace falta es conocer a otras chicas. Cuando "ligues" con alguna, se te olvidarán tus penas.
Diego le daba largas y decía que él nunca había sabido "ligar" con las chicas y ahora menos.
No te preocupes, le decía Manuel, es sencillo, yo te daré algunas lecciones.
Así durante varios días, el pesado de Manuel a lo suyo y Diego con evasivas.
Una tarde en que estábamos los tres juntos, nos dijo (dirigiéndose a Diego, porque él seguía en sus trece): Os voy a llevar a tomar algo a un sitio donde está la camarera más guapa que he visto en mi vida.
Mientras la chica, que era muy linda ciertamente, nos traía las cosas que habíamos pedido, Diego manipulaba su servilleta bajo la mesa y cuando regresó la muchacha, le dijo: "Estoy encantado por la manera en que nos atendiste y por la sonrisa de tus labios. Esta rosa sin espinas es para ti" Y el tío le dio la servilleta convertida en rosa, con lo que ella, quedó totalmente turbada, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando estábamos acabando, llamó a la camarera y le dijo: "Tráenos la cuenta enseguida, que como estemos aquí mucho rato, me voy a acabar enamorando de ti"
La decepción llegó cuando al poco, una compañera suya nos trajo la cuenta.
Pagamos, salimos y Manuel, que siempre habla de más, le comentó que había estado brillante, pero que le faltaba experiencia y que así no lograría nada, ni con esa chica ni con ninguna.
Diego, muy tranquilo, le contestó: "¿No querrás apostar algo?"
Al otro le faltó tiempo para aceptar y añadir: "La cuenta de mañana si consigues invitarla a salir".
Tras tomar unas copas, dejamos a Manuel en su casa y cuando Diego se despedía de mí, me enseñó la cuenta de la hamburguesería donde habíamos estado. En ella, anotado con boli había un número de teléfono móvil. Los dos nos reímos y nos deseamos buenas noches.
La historia, tiene más de una moraleja, pero os dejo que cada cual elijáis la vuestra.
A Diego le habíamos perdido la pista desde hacía años. Había venido a ver a su madre durante unas vacaciones y nos contó que se había separado hacía poco de su esposa y que lo estaba pasando bastante mal. La verdad es que nos extrañó, siempre había sido muy atento con las mujeres, que se rifaban su amistad, por lo detallista que era. Pero además de que no conocíamos a su "ex", las relaciones de pareja, no siempre responden a una lógica.
El caso es que Manuel, el otro protagonista del relato, que no conocía de antes a Diego y que tenía fama de seductor (y de chulillo, todo hay que decirlo) entre nosotros, le dijo: A ti lo que te hace falta es conocer a otras chicas. Cuando "ligues" con alguna, se te olvidarán tus penas.
Diego le daba largas y decía que él nunca había sabido "ligar" con las chicas y ahora menos.
No te preocupes, le decía Manuel, es sencillo, yo te daré algunas lecciones.
Así durante varios días, el pesado de Manuel a lo suyo y Diego con evasivas.
Una tarde en que estábamos los tres juntos, nos dijo (dirigiéndose a Diego, porque él seguía en sus trece): Os voy a llevar a tomar algo a un sitio donde está la camarera más guapa que he visto en mi vida.
Mientras la chica, que era muy linda ciertamente, nos traía las cosas que habíamos pedido, Diego manipulaba su servilleta bajo la mesa y cuando regresó la muchacha, le dijo: "Estoy encantado por la manera en que nos atendiste y por la sonrisa de tus labios. Esta rosa sin espinas es para ti" Y el tío le dio la servilleta convertida en rosa, con lo que ella, quedó totalmente turbada, pero con una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando estábamos acabando, llamó a la camarera y le dijo: "Tráenos la cuenta enseguida, que como estemos aquí mucho rato, me voy a acabar enamorando de ti"
La decepción llegó cuando al poco, una compañera suya nos trajo la cuenta.
Pagamos, salimos y Manuel, que siempre habla de más, le comentó que había estado brillante, pero que le faltaba experiencia y que así no lograría nada, ni con esa chica ni con ninguna.
Diego, muy tranquilo, le contestó: "¿No querrás apostar algo?"
Al otro le faltó tiempo para aceptar y añadir: "La cuenta de mañana si consigues invitarla a salir".
Tras tomar unas copas, dejamos a Manuel en su casa y cuando Diego se despedía de mí, me enseñó la cuenta de la hamburguesería donde habíamos estado. En ella, anotado con boli había un número de teléfono móvil. Los dos nos reímos y nos deseamos buenas noches.
La historia, tiene más de una moraleja, pero os dejo que cada cual elijáis la vuestra.
Para algunas cosas es mejor tener maña que fuerza.
ResponderEliminarBonita historia ;)
La suerte tampoco viene nada mal.
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