Archibaldo de la Cruz (Ernesto Alonso) ha visto en su infancia morir a su institutriz, alcanzada por una bala perdida. Ya adulto, la muerte de varias mujeres cercanas a él hacen que Archibaldo crea que es un asesino. Su único argumento es que él deseó todas esas muertes y que las mujeres terminaron siendo asesinadas. Interrogado por un juez, Archibaldo desvela su vida y las razones por las que piensa que debe ser juzgado. Desde su particular punto de vista, él es el verdadero culpable de todos esos crímenes.
Basada en la novela del mismo título del escritor, diplomático y dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli, publicada en 1944.
Usigli comenzó a colaborar con Buñuel en el guion, pero hubo desacuerdos, pues el autor mexicano quería que se respetara el texto de su novela, mientras que a Buñuel había cosas que no le interesaban y decidió descartarlas, así que desistieron de dicha colaboración.
Un film quizá minusvalorado dentro de la filmografía buñueliana, pero contiene buena parte de las constantes del cine de su autor.
El absurdo de lo que nos narra está en la propia historia, cargada de humor negro.
Muy bien construída, a pesar de la asfixia económica que sufría el cine mexicano de la época, tiene frases y secuencias memorables, en alguna de las cuales hacen acto de presencia, además de los fetiches propios del aragonés, su acerada crítica a la Iglesia y a las clases pudientes.
El mismo Buñuel la calificó como una especie de divertimento, incluído el discutido final, algo que, al parecer, a D. Luis le apeteció hacer así, dejando vislumbrar un futuro optimista para el protagonista, liberado de sus fantasmas y sus miedos.
Tan divertida como macabra.
ResponderEliminarMomentos divertidos, en efecto.
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