Bob Merrick (Rock Hudson), un joven multimillonario, egoísta y engreído, sufre un accidente mientras conduce una lancha motora. El equipo de rescate, para salvarle la vida, le aplica provisionalmente el pulmón artificial que tiene en su casa el doctor Phillips, pero desgraciadamente éste sufre un ataque repentino y muere porque la máquina no está disponible. Su viuda Helen (Jane Wyman) descubre entonces que está completamente arruinada, a pesar de que los honorarios que percibía su marido eran muy elevados. La razón es que él, sin que ella lo supiera, repartía el dinero, de manera anónima y altruista, entre los necesitados. A partir de ese momento, una serie de extrañas circunstancias mantendrán unidos a Helen y Bob, a pesar de tener caracteres muy distintos.
El guion adapta la novela Magnificent Obsession, del norteamericano Lloyd C. Douglas (autor de The Robe y El gran pescador, ambas llevadas también a la gran pantalla, la primera bajo el título de La túnica sagrada).
Hay una versión anterior de 1935, dirigida por John M. Stahl y protagonizada por Irene Dunne y Robert Taylor, que en España se tituló Sublime obsesión.
De la mano del productor Ross Hunter, Douglas Sirk, tras haber pasado por otros géneros en su etapa hollywoodense, comenzó a adentrarse en el mundo del melodrama con los resultados que cualquier cinéfilo conoce. Una de sus primeras películas en el género fue esta Obsesión, con un argumento poco menos que increíble: Que en el amor, al menos tras el primer momento, si eres un poco inteligente, buscarás otras cosas que la fachada, es muy factible, pero que Rod Hudson, sin haber intercambiado una palabra con ella, se enamore de Jane Wyman y decida que es la mujer de su vida, no hay cristiano que se lo crea, con todos mis respetos para la señora Wyman y que ésta no pida una orden de alejamiento del susodicho que la ha dejado viuda y después ciega, pues resulta más que extraño.
Pero Sirk tenía fama de hacer buenas películas con argumentos mediocres y es que el maestro alemán nos hace creer lo que a él le apetezca que creamos, con esa cuidada puesta en escena, su agudeza a la hora de colocar la cámara en tomas incluso arriesgadas, pero siempre certeras y el partido que les sacaba a sus actores, aún no siendo esta, para mi gusto, su mejor película, ni mucho menos, logra cautivar al espectador con una historia moralista y lacrimógena donde las haya.
Un argumento imposible que el realizador y sus actores sacan adelante a fuerza de convicción y de una puesta en escena tirando a genial.
ResponderEliminarY tan imposible, nadie se lo cree, pero Sirk consigue que hasta de lo imposible nos olvidemos.
EliminarHe visto ambas versiones, ésta y la del 35. Douglas Sirk, cómo no, le aporta a la trama un toque mucho más intenso.
ResponderEliminarAsí es.
EliminarCreo que Sirk enlaza aquí con la tradición del drama romántico alemán, que conocía bien por su experiencia teatral. Tanto Obsesión como Sólo el cielo lo sabe se desarrollan en espacios naturales, bosques, lagos, etc. El héroe de Sirk no estaría lejos en ambas películas del Werther de Goethe.
ResponderEliminarPues sí.
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