La historia de una niña, hija de una humilde familia de granjeros, que deja de alimentarse pero que, de forma aparentemente milagrosa, sigue viva y aparentemente sana. La enfermera inglesa Lib Wright (Florence Pugh) es llevada a un pequeño pueblo para observar a Anna O'Donnell (Kíla Lord Cassidy), de once años. Abundantes visitantes y peregrinos se reúnen para contemplar a la niña que, según se dice, ha sobrevivido sin comer durante cuatro meses. ¿Acaso alberga el pueblo a una santa que "sobrevive con el maná del cielo" o existen motivos más siniestros?
Ambientada en 1862, en la región irlandesa de las Midlands, la película adapta la novela del mismo título de la escritora irlandesa afincada en Canadá, Emma Donoghue, que también colabora en el guión. El libro narra la historia de esta niña que vive en un ambiente extremadamente católico en el que todos creen que es una santa. El asunto llega a la prensa y la familia recibe a diario visitas que dejan limosnas y regalos. La enfermera es contratada por un comité de ciudadanos del pueblo para vigilar a la niña durante dos semanas, con el objeto de otorgar credibilidad al “milagro”. Se turnará en esa vigilancia con una monja, la hermana Michael (interpretada en la película por Josie Walker). Lib no se fía de la eficacia de la religiosa, pero es casi imposible controlarla a ella también, además de a la niña y los padres de esta. William Byrne (al que interpreta en el film Tom Burke) es un periodista al que envían allí para cubrir el caso, y Lib acaba refiriéndole algunas de sus observaciones. Está convencida de que se trata de un fraude, pero resolver el misterio no resultará sencillo.
Con una espléndida fotografía y cuidadosamente ambientada, el film narra una historia de controversia entre religión y ciencia, tan antigua como la misma humanidad, pero que no deja de ser actual. A las pruebas me remito con la emergencia sanitaria en que aún estamos inmersos y otras circunstancias parecidas en las que, unas veces las religiones tradicionales y otras, esas nuevas tendencias que bajo discursos de defensa de una libertad mal entendida o levantando sospechas de que nos inoculan cosas raras o de que son invenciones, niegan la evidencia y se cierran en banda sobre sus creencias sin posibilidad alguna de establecer un diálogo racional.
Incide también en esa lacra que supone la culpabilización de la mujer de desgracias de las que muchas veces ella misma ha sido víctima, concretamente de abusos sexuales en los que acaba siendo perjudicada e instigadora al mismo tiempo. Anna ha de reparar con su sacrificio el daño causado a su hermano del que la han llegado a hacer creer es culpable, cuando en realidad, ella era una víctima inocente de una situación que, por desgracia, no está tan superada como podamos creer y menos en ciertas culturas en las que la mujer sigue siendo un demonio puesto por Dios en la tierra para desgracia de los hombres que flaquean ante sus malignas tentaciones.
Con sendas interpretaciones de gran nivel a cargo de las dos protagonistas femeninas, sin ser un film absolutamente redondo, si que demuestra la pericia del chileno Sebastian Lelio a la hora de contar historias.
Un típico ejemplo de hasta dónde puede degenerar el fervor religioso.
ResponderEliminarLa cerrazón de mente nunca trae nada bueno.
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