EL VIGILANTE DEL FIORDO

 

Libro de relatos que, cada cual, llega al lector de forma diferente dependiendo de gustos y de que cada uno aprecie mayor o menor calidad en cada uno de ellos. Lo que une a todos ellos es la capacidad de contar que tiene el autor, lo hace bien.

Los temas que abarca son diferentes: la muerte, la vejez, el paso del tiempo, la huída del pasado, las relaciones padres-hijos... En todos y cada uno de ellos, Aramburu sabe transmitir muy bien sensaciones: angustia, miedo, dolor, drama, impotencia, rabia.

Algunos de ellos destilan cierto sentido del humor que también maneja muy bien el autor, haciendo que esbocemos una sonrisa de vez en cuando.

Según el autor, el libro es "un intento de dejar un testimonio de lo que supone ser un miembro de la especie humana en mi tiempo y en mi país" y, también, que estas historias presentan un enfoque "menos realista, al menos no interpretables desde una realidad común". 

Son ocho relatos, El vigilante del fiordo, historia de un funcionario de prisiones que se evade en un fiordo donde ejerce de vigilante; La mujer que lloraba en Alonso Martínez, una mujer que llora en una parada de metro a la que el protagonista observa al visitar a su madre; Carne rota son una serie de fragmentos sobre el atentado del 11M; Chavales con gorra, sobre una pareja a la que parece perseguir ETA; Lengua cansada, sobre un niño, hijo de padres separados que vive con su madre y que, durante unas vacaciones de verano, debe soportar a su padre que es bastante desagradable; Nardos en la cadera, dos ancianos que han quedado viudos y a los que sus hijos preparan un encuentro vía internet, una historia con un final inesperado; Mártir de la jornada, una anciana a la que su hijo sospecha están manipulando en el asilo donde vive; y Mi entierro, en el que un hombre narra su propio entierro.