Tras vivir siete años con el mecánico Aldo (Steve Cochran) y tener una hija con él, Irma (Alida Valli) se entera de que su marido ausente acaba de morir en Sydney. Cuando Aldo le propone casarse, ella lo rechaza, le dice que se va a ir con otro hombre al que ha conocido y lo abandona. Sin poder explicar cuánto la ama, Aldo deja el trabajo, toma a su hija Rosina (Mirna Girardi) y emprende un largo viaje por el norte de Italia. En su peregrinación conoce mujeres que comparten con él una sensación de inquietud y marginación: Elvia (Betsy Blair), una amiga resurgida del pasado; la joven Virginia (Dorian Gray), que atiende una gasolinera y vive con su anciano padre en una oprimente soledad; Andreína (Jacqueline Jones), una prostituta que alberga, ingenuamente, la esperanza de encontrar un lugar en el mundo donde empezar una nueva vida. Con cada una de ellas, Aldo intenta establecer una relación, pero con ninguna consigue llenar el vacío que siente.
Con el paisaje envuelto en bruma del valle del Po, Michelangelo Antonioni nos acerca esta conmovedora historia cargada de desesperanza en la que el maestro italiano sale del mundo de la burguesía acomodada en que se desenvuelven muchas de sus historias para acercarse a las clases inferiores, trabajadores de zonas rurales de una Italia que todavía se recupera de los desastres de la guerra.
El film acude mucho a los contrastes entre los opuestos, esas metáforas que tan bien maneja Antonioni, en este caso entre los interiores de las humildes viviendas, pero que ofrecen cierto cobijo a los personajes y el exterior, con la niebla, la lluvia y las calles y caminos embarrados que remarcan la situación de desamparo; también la dicotomía entre la inocencia de Rosina y la aflicción de su padre.
La narración carece de artificios y se sigue con facilidad, dejando que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones sobre los hechos que muestra con cierta lejanía.
Una reflexión sobre la soledad y la frustración, sencilla y compleja a un tiempo que trata de aproximarse al estado de ánimo de alguien que no acaba de comprender lo que le sucede y los sentimientos que ello le provoca.
No deja de ser sintomático que una película con tantos silencios (como, por otra parte, todo el cine de Antonioni, tan basado en la incomunicación humana) se titule paradójicamente "El grito".
ResponderEliminarPues sí, es como el grito del silencio.
EliminarUn Antonioni que me falta por ver.
ResponderEliminarMerece la pena.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarEnfrentarse a ella es toda una experiencia. Una joya el poster.
Saludos!
Me recuerda a las portadas de las novelas gráficas de la época.
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