Una alocada chica de la alta sociedad, su hermana y sus ricos amigos se divierten con un extravagante juego, una de cuyas pruebas les lleva a un vertedero situado en un lugar del East River, zona azotada por la Gran Depresión, en busca de personas marginadas. Allí encuentra a Godfrey (William Powell), un ingenioso y mordaz vagabundo al que contrata como mayordomo. En realidad, Godfrey, esconde un secreto sobre su pasado.
Junto a Morrie Ryskind, el escritor y guionista Eric Hatch adapta su propia novela 1101 Park Avenue, publicada por entregas en la revista "Liberty" en 1935, un año antes del estreno de la película a la que sirve de base.
Todo un éxito en su estreno, llena de diálogos ingeniosos y secuencias de ácida ironía social. Con actores espléndidos y un buen guion, el realizador Gregory La Cava, contrapone un humor inteligente, con grandes cargas de profundidad contra la banalidad y la estupidez de la alta sociedad en los duros tiempos de la Gran Depresión, haciendo alarde de un asombroso sentido del ritmo cinematográfico. La obra constituye una de las sátiras de la alta sociedad más ingeniosas, brillantes y contundentes que se ha hecho en cine.
Si hay que ponerle algún pero, para mi gusto, el final resulta poco imaginativo, parece que el personaje de Irene (Carole Lombard), no evoluciona durante toda la película y resulta un tanto decepcionante que una señorita con un carácter tan infantil y caprichoso, se una a la persona con más sentido común de la historia.
Los personajes del Hollywood clásico suelen ser planos, estereotipos. De ahí esa falta de evolución a la que aludes que, sin embargo, forma parte de su encanto.
ResponderEliminarLo que sí estaba evolucionando era el propio cine, por eso se dan estos contrasentidos, como si dieran dos pasos adelante y uno para atrás, pero es indudable que el cine posterior, viene de allí con sus defectos y sus virtudes.
EliminarCon ese argumento, y sin haberla visto, el final parece previsible. Pero ya se dice que los opuestos se complementan.
ResponderEliminarEso es cierto.
EliminarLas comedias screwball se pusieron de moda en la década de los años treinta como adecuada vía de escape para un público abrumado por la dura realidad de la Depresión. Ésta que nos ocupa es una de las más felices y brillantes representantes de aquella difícil modalidad que muy pocos directores (sólo grandes maestros como Hawks o Capra) llegaron a dominar. Aguda y divertida, controlada en todos sus apartados, hay que referirse en especial a las deliciosas composiciones que nos ofrecen unos portentosos comediantes.
ResponderEliminarNota: En 1957, Henry Koster realizó un acomodaticio remake, UN MAYORDOMO ARISTÓCRATA, con David Niven y June Allison.
Es cierto que solo los grandes maestros que citas consiguieron moverse con soltura en el género, pero el resto de los que probaron fortuna, de cuando en cuando, daban con la tecla y conseguían alguna película de gran brillantez.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarCon todo me resulta deliciosa. Me encanta la bandeja con la zona para los periódicos.
Saludos!
Que se note la categoría.
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