David Locke (Jack Nicholson) es un desilusionado periodista que emprende una peligrosa investigación sobre las intrigas políticas internacionales que facilitan la implantación de regímenes dictatoriales en algunos países africanos. En el hotel en que se hospeda, en África, se encuentra con un traficante de armas que muere repentinamente. Cuando el periodista es consciente de que tienen una apariencia similar, asume la identidad del recién fallecido, algo que le llevará a vivir situaciones muy arriesgadas.
El film desarrolla una historia de Mark Peploe (El último emperador), que también participa en el guion.
Con una impresionante fotografía de Luciano Tovoli, además de en Argelia, Munich y Londres, la película se rodó en exteriores de Barcelona y en la provincia de Almería (además de en la capital, en Aguadulce, Rioja, Retamar, Cabo de Gata, Tabernas y Vera, en esta localidad se filmó el mítico plano secuencia final).
El protagonista es un hombre reflexivo, amargado, errático, que en lugar de verse varado en medio de ninguna parte por su deber de transmitir una crónica que nadie leerá sobre una guerra que a nadie le importa, parece estar refugiándose de algo, como si su trabajo en aquel lugar remoto y ardiente no fuera una maldición, sino una bocanada de libertad, de aire fresco, para una vida en la que se siente oprimido, prisionero.
Antonioni nos ofrece su particular y pesimista reflexión sobre la vida, de la que hace una metáfora, con el polvo, el calor asfixiante y algunos de los diálogos, como el cuento/parábola del ciego que le cuenta David a la chica, sobre un hombre que recobró la vista siendo ya adulto y cuando vio lo sucio que era el mundo quedó tan aterrado que decidió suicidarse.
Resulta recomendable verla en versión original, entre otras razones, para poder oír a Nicholson diciendo alguna frase en su peculiar castellano. Además, para nosotros, la película resulta muy curiosa, rodada en los estertores de la dictadura, ver a toda una figura de Hollywood, porque ya lo era entonces, mezclarse con los uniformes de la entonces Policía Armada o la Guardia Civil, interactuar con José María Caffarel, o la aparición de Joan Gaspart como recepcionista de hotel, igual que verlo deambulando por un paisaje poblado de logotipos comerciales españoles (Kas, El águila...), taxis y autobuses o modelos de vehículos que en aquellos años circulaban por nuestras carreteras.
Es un cine sugerente cien por cien Antonioni, de lento desarrollo, con secuencias bien planificadas, plagado de silencios, miradas y sugestivos planos. Deudor del cine de autor, la cinta no tuvo el éxito esperado, pero en los últimos tiempos se ha recuperado como uno de los mejores trabajos del cineasta. Y además están Nicholson, muy contenido en este film, contra lo que suele ser habitual en él y la malograda Maria Schneider que jamás conseguiría quitarse el sambenito de mito erótico de los setenta.
Ver a Gaspart, adinerado hotelero, haciendo de recepcionista debe ser como la intervención de Trump en Solo en casa 2.
ResponderEliminarResulta curioso.
EliminarAunque me gusta mucho Antonioni y tenía un muy buen recuerdo de esta película, que vi en mi adolescencia, cuando la revisé hace poco me decepcionó relativamente. Se parecía demasiado a una sucesión de postales turísticas, y la intervención de Maria Schneider me pareció irrelevante. En cualquier caso, Jack Nicholson está espléndido en un papel bastante difícil.
ResponderEliminarA mi sí me gustó.
EliminarNo es el mejor Antonioni, pero se deja ver con interés.
ResponderEliminarTiene sus momentos.
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