Cuidar del hogar y plegarse a los deberes conyugales sin rechistar: Es lo que enseña con fervor Paulette Van Der Breck (Juliette Binoche) en su escuela para muchachas, futuras amas de casa, en Forbach, Alsacia. Sus certezas se tambalearán en el momento en que se encuentre viuda y arruinada tras descubrir que su difunto esposo, Robert Van Der Beck (François Berléand) ha contratado cuatro créditos para apostar en las carreras de caballos. Sin embargo, el inesperado reencuentro con su primer amor y los acontecimientos del Mayo del 68, la llevarán a replantearse sus principios.
El universo femenino, es uno de los temas favoritos de Martin Provost, realizador y co-guionista del film. Explorar los anhelos, sueños o ambiciones de las mujeres, su lucha contra la desigualdad o por encontrar su lugar en la sociedad, pero también sus frustraciones, desengaños o los peligros que corren, suponen fuente de reflexión para el escritor, actor y realizador francés.
Los avances conseguidos en el último siglo han supuesto que las mujeres pasen de estar prácticamente sometidas a la voluntad del varón, a tener presencia y voz en prácticamente todos los ámbitos de la vida, al menos en occidente, pero es innegable que aún queda camino por recorrer y, en ese camino, ha habido momentos o periodos muy significativos, pues dentro de la velocidad diferente a que ha sido transitado, en algunas décadas, los avances tomaron cierta velocidad y trajeron cambios sustanciales.
El film se coloca en uno de esos momentos, Mayo del 68 y el cambio de mentalidad que supuso. El escenario nos permite contemplar la condición de las mujeres en aquel lejano 1967, con demandas emergentes pero aún amordazadas o incluso sofocadas en esta generación que aspira a alcanzar ciertos derechos.
Aún con el negro del luto, Paulette percibe el frescor de una nueva libertad y su manera de entender la vida cambia de manera radical.
La película también avanza a velocidades diferentes y junto a momentos de cierta brillantez, con un humor inteligente y delicioso, tiene otros un tanto mediocres. Pocas veces he visto una película en que el abismo entre los buenos momentos y los menos buenos, sea tan pronunciado.
Su énfasis en la emancipación femenina es tan bien intencionado como medianamente conseguido.
Si merece la pena ver la película es por esos buenos tramos, que los tiene y muy logrados y, sobre todo, por las interpretaciones del magnífico trío femenino: Juliette Binoche; Noémie Lvovsky, como la hermana Marie-Thérèse, capaz de manejar una escopeta y conducir un autobús, intrépida porque fue combatiente en la resistencia y Yolande Moreau, cuñada de la directora, que trabaja en la escuela enseñando cocina y no tiene sueldo porque su hermano Robert consideraba normal que no tuviera salario estando alojada en la casa familiar, vestida y alimentada.
Y luego, queda el final, como mínimo desconcertante. He visto, al leer opiniones de espectadores, que no soy el único al que se la ha quedado la cara a cuadros y eso me tranquiliza un poco. Porque no sabes si es una genialidad o es que a Provost se le ha ido la olla totalmente. Para mí es bastante esperpéntico y desluce el conjunto de la obra, pero bueno, doctores tiene la santa hermandad de la cinefilia que emitirán oportuno juicio.
Me interesa lo del mayo francés o la primavera de Praga, cosas que enmarcan esta película.
ResponderEliminarEsta se ambienta en la época y hace ver que aquellos acontecimientos tuvieron que ver con el cambio de actitud de la protagonista.
EliminarHola.
ResponderEliminarMe estaba apeteciendo mucho, pero lo del final me hace dudar. La pongo en cuarentena y si la veo ya te cuento.
Feliz tarde.
A mí me descolocó un poco ese final, pero bueno, está el resto de la película que tiene sus momentos.
EliminarParece la típica comedia francesa, aunque ese final que, según comentas, resulta tan desconcertante pudiera ser el rasgo distintivo que la diferencia de otras.
ResponderEliminarQue la distingue de otras, eso ya te lo digo yo, lo que no estoy tan seguro es que sea para bien.
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