Francia, verano de 1891. El joven Armand (Douglas Booth) recibe una carta de su padre, el cartero Joseph Roulin (Chris O'Dowd), para entregarla en mano en Paris al hermano de su difunto amigo Vincent Van Gogh (Robert Gulaczyk), muerto hace un año. Pero en París no hay rastro de Theo Van Gogh (Cezary Lukaszewicz), del que cuentan que murió poco tiempo después de que su hermano Vincent se quitara la vida.
Así comienza “Loving Vincent”, la primera película realizada al oleo de la historia del cine, recorriendo la misteriosa vida del pintor a través de las cartas que con frecuencia escribía a su hermano pequeño Theo.
Tras varios intentos fallidos por entregar la carta, Armand viaja a Auvers-sur-Oise, donde vive un supuesto compañero cercano de Vincent, el Dr. Gachet (Jerome Flynn). Al tener que esperar hasta que el médico regrese de su trabajo, Armand conoce a mucha gente de ese pueblo que no solo conocía a Vincent, sino que, al parecer, también eran modelos e inspiradores de su arte. Al hacerlo, Armand se fascina cada vez más con la personalidad y el destino de Van Gogh y mientras profundiza en ello, se da cuenta de que la problemática vida de Vincent es tanto una cuestión de interpretación como sus pinturas, y que no hay respuestas fáciles para un hombre cuyo trabajo y tragedia solo se apreciarán en el futuro.
Cada uno de los 65.000 fotogramas de la película es una pintura al óleo sobre lienzo, utilizando la misma técnica que Van Gogh, creada por un equipo de más de 100 pintores, de los que el 60% fueron mujeres.
Realmente hay 853 pinturas al óleo diferentes, ya que cada una se utilizó varias veces, pintando cuadros posteriores encima de los originales.
La película está animada con rotoscopio. Fue filmada en acción real, con actores reales, luego cada cuadro fue pintado y animado.
Alejado del patrón de las películas biográficas, el guión recurre más a los recuerdos que otros tienen de él que a exponernos de forma lineal la vida del genio holandés, como hace la, por otra parte, excelente película de Vicente Minnelli, El loco del pelo rojo (Lust for Life), protagonizada por Kirk Douglas.
La narración se mueve en dos planos y aquellos que se refieren al pasado nos ofrecen maravillosas imágenes en blanco y negro, ayudando así al espectador a distinguir ambos tiempos narrativos.
El film no deja de ser un homenaje a Van Gogh y trata de acercarnos a la compleja existencia de este hombre repudiado por su familia (excepto el cariño devoto de su hermano Theo) y que tuvo que soportar incluso la incomprensión y burlas de sus colegas durante su estancia en París.
La película tiene un valor artístico innegable por su arriesgada y original apuesta visual que tiende a ocultar el resto del trabajo, incluida la historia que nos cuenta que, a mi particular parecer, tarda en adquirir interés, pero que que acaba también atrapando al espectador cuando plantea dudas sobre si la muerte del pintor fue realmente un suicidio o hubo otras circunstancias alrededor, lo que crea un cierto suspense que hace más atractivo el último tramo de la misma.
Colosal trabajo (seis años estuvieron preparándola) para este emotivo y bello homenaje a uno de los más grandes genios de la pintura de todos los tiempo, a la vez que supone una delicia visual para el espectador.
Extraordinario. Vaya paciencia, genio y cantidad de calidad para poder realizar esa colosal película. Me quedo boquiabierto de la información.
ResponderEliminarTodo un homenaje a Van Gogh.
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