A veces hablamos con cierta envidia de cómo hacen las cosas a nivel de estado los británicos o los franceses, cuando las comparamos con la manera de hacer de nuestros políticos y dirigentes, seguramente envidiando que estos países siguen teniendo su prestigio en los foros internacionales en los que nosotros no tenemos pito que tocar, por más alianzas de civilizaciones u otras zarandajas que nos quieran colar.
Sin embargo, si los españoles hemos sido unos chapuzas a lo largo de la historia, no estamos solos en la vergonzosa lista de los metepatas y esos a quienes miramos deseando ser como ellos, también tienen sus errores y bien gordos.
Uno de ellos, no tan lejano en el tiempo, es el que traemos aquí, referido a la llamada Guerra de Suez, librada a finales de 1956.
El casus belli, que diría un clásico, fue la nacionalización del Canal de Suez por parte de los egipcios.
Británicos y franceses se repartían las acciones de la empresa propietaria, vamos, que el negocio era de ellos, pero cuando Gamal Abdel Nasser se hizo con el poder tras el golpe de estado de 1952, comenzó a llevar una política que llamaron de nacionalismo socialista árabe, y que entre otras cosas, reivindicaba el Canal para los egipcios, algo que llevo a cabo mediante la nacionalización del mismo cuando británicos y norteamericanos se negaron a financiar la presa de Asuan como habían prometido, con el objeto de financiar la obra con los ingresos que proporcionaba el canal.
Franceses y británicos no estaban por la labor de perder el negocio, proporcionado sobre todo por el tráfico petrolero con los yacimientos del Golfo Pérsico, así que decidieron pasar a la acción, algo que incluía como primera medida la guerra propagandística, con la pretensión de que los egipcios se dejaran invadir, acusando a Nasser de sanguinario y cruel y que vieran en los británicos y franceses a sus salvadores. Pero Nasser, aunque es verdad que los dictadores egipcios que vinieron tras la abolición de la monarquía se han comportado como auténticos faraones, no era visto así por sus paisanos, ni mucho menos, sino como campeón internacional de la causa tercermundista contra la intervención extranjera.
El caso es que, aunque los militares consideraban aquello como una tontería, cumplieron las órdenes que se les daban y se prepararon para lanzar folletos sobre la población, para lo cual utilizaron unas bombas que tenían que abrirse a 300 metros de altura, pero mira por donde, el obsoleto material de que disponían, hizo que las bombas fallaran y estallasen a ras de calle, causando una buena mortandad entre los civiles egipcios a quienes debían convencer de la bondad de una invasión británica.
Se pretendía utilizar un avión con altavoces que sobrevolara territorio egípcio, pero cuando el avión parlante aterrizó en Adén para repostar combustible, el equipo de megafonía se esfumó misteriosamente y nunca nadie supo de su destino.
Se echó mano de la radio para crear programas destinados a los palestinos, llenos de material contra Nasser. Pero aunque los programas eran emitidos en árabe, los palestinos no se dejaron convencer: muchos creyeron percibir un sonsonete judío en la voz de los locutores, y con eso dejaron de hacer caso a la propaganda.
Y la guinda del pastel de despropósitos: Ya en medio de la guerra, la inteligencia (¿inteligencia?, je je) británica les jugó otra mala pasada. Debido a que los invasores querían disminuir al máximo las bajas civiles para que su intervención pareciera una operación de policía contra Nasser, no bombardearon la estación de radio El Cairo, evitando así que cualquier edificio colindante o sus residentes terminaran víctimas del fuego enemigo. Ni qué decir que a través de dicha radio, Egipto informó al mundo de las horrendas (y exageradas, claro, que en la guerra todo vale) atrocidades de los invasores, volviendo a la opinión pública internacional aún más contra Inglaterra y Francia, así como fortaleciendo el ánimo egipcio para resistir. Ante este panorama, los aliados de Inglaterra (sobre todo Israel) se preguntaron por qué no se bombardeaba dicha radio, y cuando supieron la razón, desde Chipre se informó a los jefes de la operación armada, que la radio de El Cairo estaba... a 25 kilómetros de la ciudad, en pleno desierto. Por supuesto rápidamente fue enviado un escuadrón de aviones que la redujo a cenizas, pero el daño ya estaba hecho, off course.
Todos los países han hecho, hacen y harán chapuzas, pero aquí parece que nos recreamos en ella. Nos gusta más conmemorar las derrotas y tragedias que las victorias.
ResponderEliminarIncluso algunos hacen gestas de sus derrotas. Aquí, incluso de los hechos gloriosos nos avergonzamos.
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