Los lugares enclavados en zonas fronterizas siempre han tenido peculiaridades, la tierra, como tal, no entiende de fronteras, eso son inventos de los humanos.
Hay un lugar, en la raya de Portugal, muy característico, quizá el que mejor represente esta especie de absurdos que los hombres nos dedicamos a ir creando, para complicarnos la existencia. Se trata de un pueblo dividido en dos por un río y una frontera, a un lado, Rihonor de Castilla, Zamora, España; al otro Rio de Onor, Braganza, Portugal.
El origen de la división parece ser un reparto de tierras entre los señores de Braganza y Benavente, ni se sabe cuando.
Muchos portugueses tienen tierras en España, y viceversa, y, en la práctica, los dos pueblos son sólo uno. Los matrimonios binacionales son moneda corriente y la frontera está, pero los lugareños ni se fijan en ella, como quien vive a la orilla del mar y se ha acostumbrado al rumor de las olas y no se da cuenta de él, porque su oído lo ha asimilado como algo cotidiano.
Hasta la llegada de Schengen, hubo un puesto de la Guardia Civil en la parte española y la Guardia Fiscal en la portuguesa, con un par de guardias. Cualquiera que quisiera atravesar la frontera debía parar y enseñar los papeles, sólo los rihonorenses estaban exentos del trámite. Al ser un pueblo pequeño, las autoridades de ambos lados conocían a todos los vecinos, y también sus vehículos. Los lugareños cruzaban la frontera sin problemas a diario, para dirigirse a sus tierras en el país vecino, a pie o con el tractor.
Al parecer, fue durante la Revolución de los Claveles, cuando a un oficial portugués se le ocurrió poner una cadena en la carretera para evitar el paso de vehículos. La cadena desapareció en 1990 y cinco años después, con la entrada en vigor del tratado de Schengen, los cuartelillos de ambos lados fueron desmantelados.
Durante mucho tiempo, ya bien entrado el siglo XX, Rihonor y Rio de Onor se rigieron mediante un sistema propio de elecciones que englobaba a los dos pueblos, al margen de las elecciones municipales de cada país y una cosa curiosa es que la práctica totalidad de los habitantes del lado portugués son bilingües, algo que no se puede decir de nuestros paisanos, si bien es cierto que un alto porcentaje conoce el portugués.
Los dos pueblos son, en realidad, uno. Un sitio raro, donde la frontera no separa, sino que, asombrosamente, une.
En las fotos (en realidad es la misma), una vista aérea de los dos pueblos. En la segunda se ve, en rojo, el trazado de la frontera.
¡Hola!
ResponderEliminarQue curioso, curioso, curioso.... Gracias por contarlo.
Sabía que hace mucho tiempo los EEUU decían tener un pueblo español en una lista de "conflictivos" junto con Nicaragua y Cuba ¡¡Fijate!! y todo porque compartía una parte del pueblo con el vecino Portugal y desde tiempos inmemoriales había conflictos fronterizos entre los vecinos, aunque nada que trascendiera... no tengo ni idea de si sería este, pero podría ser, jajaja
Hay una situación parecida en el norte, en el Valle de Xareta (donde está el pueblo de Zugarramundi, el de las brujas) donde comparten pueblos y tierras con la vecina Francia y han creado una Mancomunidad que se rige por leyes propias y relaciones de vecindad sin que las reglamentaciones de ambos países las entorpezcan...
¡¡Qué cosas pasan en España!!
Besos.AlmaLeonor
En Rihonor nunca hubo problemas, todo lo contario.
ResponderEliminarNo sé que pueblo tendrían en su lista los yankees, quizá fuera Olivenza. Allí tampoco hay problemas en el pueblo en sí, pero los portugueses no han dejado de reivindicarlo desde que nos lo anexionamos, casi por las buenas, durante las guerras napoleónicas. Es el Gibraltar de Portugal, para entendernos.
Portugal es la asignatura pendiente de España, salvo la zona limítrofe, el resto ve Portugal no como el país con el que comparten península sino como un "extranjero" tan lejos como Grecia.
ResponderEliminar(Al menos en la zona del mediterraneo)
B!s
Aquí, en el oeste español, ha cambiado radicalmente el sentimiento hacia Portugal en las últimas décadas, se ha pasado de vivir de espaldas a mirarlos como al vecino con el que tantas cosas te unen.
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