Arturo (Guillermo Francella) es un galerista encantador y sin demasiados escrúpulos. Renzo (Luis Brandoni) es un pintor hosco y en decadencia. Si bien los une una vieja amistad, no coinciden en casi nada. El galerista intenta por todos los medios reflotar la carrera artística de su amigo, pero las cosas van de mal en peor. Hasta que una idea loca y extrema aparece como una posible solución.
Ambientada en el mundo del arte, más concretamente en el de la pintura, el film refleja con ironía todo lo que rodea el trabajo del artista y el complejo y peculiar ambiente de los galeristas y críticos de arte. Sin embargo, este contexto no es sino una mera excusa, una geografía en la que se desenvuelve el asunto central del film: La amistad.
Renzo es un tipo bastante insoportable, un soñador que aún vive encerrado en la quimera de que se puede cambiar el mundo y que piensa que si sus obras no se venden es porque todos están equivocados y no saben apreciarlas. Arturo es el pragmatismo del comerciante de arte, adaptado a los tiempos cambiantes, en todo menos cuando se trata de su amigo al que, por más disgustos que le de, sigue echando una mano cada vez que se asoma al precipicio, recordando que cuando, allá en los ochenta su arte explotó y vendía cuadros como rosquillas, no quiso escuchar los cantos de sirena de otras galerías que le ofrecía el oro y el moro por exponer sus obras y, dejando de lado "la guita", se mantuvo fiel a su amigo.
A pesar de algunas críticas que la tachan de previsible y de tener un humor simplista, a mí me ha resultado muy divertida esta reflexión sobre la amistad y la vejez y sobre el mercantilismo del arte. Los giros me han parecido bien calculados y no exentos de sorpresa para el espectador.
Interesante también el personaje de Raúl Arévalo, a pesar de haber tenido que leer que está metido de relleno o para cubrir cuota de coproducción. Creo que quienes eso opinan, no han captado bien la esencia de este Alex que representa a ese turista europeo que pulula por Suramérica recorriendo sus países y colaborando con oenegés para lavar su conciencia, al tiempo que da lecciones de buenismo, muchas veces incómodas para los que allí viven, malviven o sobreviven, que tendrán que seguir rodeados de injusticia, porquería, muerte, pobreza y desesperanza cuando el buen samaritano regrese a la comodidad del mundo occidental.
¿La película decae y se vuelve complaciente en su último tramo? Seguramente, pero ya digo que a mí, en líneas generales, me gustó.
El mundo del arte da mucho juego para ambientar en él una comedia ácida. Si se le añade, además, la genialidad del humor argentino, la diversión está garantizada.
ResponderEliminarEs muy divertida.
EliminarHe visto esta película en un canal de aire. Y ha sido de mi gusto.
ResponderEliminarNo me parece que Renzo sea un artista en decadencia, si es intratable, misántropo y hasta un pésimo maestro, incapaz de dejar un discípulo. Creo que se plantea más lo absurdo de las modas en el arte, con que sea exitoso la exposición de unos objetos de plásticos, que pueden ser superados por cualquier figura de acción, coleccionada por fans de superhéroes.
Es interesante el personaje del frustrado discípulo, con los conflictos que desata.
Y la actuación de Andrea Frigerio, como la galerista, socia en negocios de Arturo. Que es un personaje para Francella, decididamente.
Buena reseña. Saludos.
En efecto, más que en decadencia por su propio arte, que es el mismo de siempre, es que ha dejado de vender debido a las modas a las que se niega a adaptarse por principio. Bien puntualizado.
EliminarNo he visto nada de este director, y según cuentas merece la pena. Aguardaré a toparme con ella, y si no, la buscaré.
ResponderEliminarUna película para disfrutar.
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