Alain Leroy (Maurice Ronet), un escritor francés alcohólico, casado con una americana, está a punto de terminar un tratamiento de desintoxicación en una clínica privada. Antes de enfrentarse de nuevo a la vida cotidiana decide visitar a las personas a las que estuvo vinculado en el pasado.
El guión adapta una novela del escritor francés Pierre Drieu La Rochelle, en la que también se basa otra película más reciente (2011), del noruego Joachim Trier, titulada "Oslo, 31 de agosto".
La película tiene un arranque bastante pausado, lento incluso, para ir cogiendo un ritmo más vivo a lo largo de su desarrollo, creo que es un efecto buscado por Louis Malle para contraponer el ritmo de la clínica donde está internado el protagonista, con el del exterior en el que transcurre buena parte del film, en las calles y plazas de un París bullicioso, con sus alegres cafetines y el ritmo frenético de la vida cotidiana de una gran ciudad.
Seguimos de cerca dos días de la vida del protagonista, un hombre atormentado, en algunos aspectos débil, empujado a una adicción como es la del alcohol que no es sino un refugio de algo que le ocurre y que no ha sido bien tratado médicamente, porque estas patologías, o se ataca el origen del mal, o es difícil que se curen.
Malle plantea situaciones, sin buscar culpables o conclusiones morales, ni siquiera profundiza en el origen exacto de la enfermedad, sino que expone circunstancias y lo hace muy bien, presentándonos a un hombre derrotado y sin demasiado ánimo para salir del laberinto en que se halla. Las interpretaciones pueden ser variadas, una de ellas, es que esa sensación que tiene Alain de haber perdido el tiempo de su vida, es en realidad un afán por aferrarse a una juventud que, inevitablemente, se nos escapa a todos. Por eso ve como gente acomodaticia, aburguesada a sus antiguos amigos a los que, en realidad, lo que les ha ocurrido es que el paso de los años les ha hecho eso que llamamos sentar la cabeza, muchas veces por una simple razón fisiológica: los años de alcohol, diversión y largas noches, suelen tener fecha de caducidad y Alain parece que no ha asimilado el inexorable paso del tiempo.
Magnífica interpretación de Maurice Ronet que nos hace sentir todo el vacío interior de su personaje.
El existencialismo francés, que a nivel literario alcanzaría su cima con las novelas de Albert Camus, tiene en "El fuego fatuo" una de sus mejores y más reconocibles manifestaciones cinematográficas.
ResponderEliminarEn esa línea está, en efecto.
EliminarSería lo que se llama una resaca bien descrita.
ResponderEliminarMás que una resaca, un pozo del que no tiene ni fuerzas, ni ganas de salir.
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