Diciembre, 1944. Cinco meses después del Día D, los ejércitos aliados están listos para invadir Alemania con la llegada de un nuevo año. Para evitar esto, Hitler ordena una ofensiva total para reconquistar el territorio francés y capturar la importante ciudad portuaria de Amberes. Es el comienzo de la llamada Batalla de las Árdenas.
El conflicto se narra desde el punto de vista de un oficial de inteligencia estadounidense, así como desde la perspectiva de un Panzer Commander alemán.
Los exteriores se rodaron en el término de La Granja de San Ildefonso y el ejército español prestó un buen número de tanques y soldados que aparecen el film.
En el relato se van entrelazando situaciones basadas en hechos reales, con otras de ficción.
En el plano histórico, la película resulta mediocre, ya desde la primera escena, en la que vemos un vuelo de reconocimiento con Henry Fonda sacando fotos a bordo del avión, cuando el piloto le dice que no ve más que árboles, se nos queda la cara a cuadros, porque lo que vemos en pantalla son roquedales, monte pelado, arbustos raquíticos y unos pocos árboles que son las manchas de pinos escuálidos que aparecen de vez en cuando. ¿Nos toman el pelo?, eso pensamos, porque el piloto está hablando de lo que vería si realmente sobrevolara Las Ardenas, esa región entre Bélgica, Francia y Luxenburgo con extensos bosques y verdes colinas y lo que estamos viendo en realidad es la Sierra de Guadarrama. Esto se repite a lo largo del film, donde contemplamos combates en áridos paisajes en vez de entre árboles y frondas.
Es cierto que la película retrata la incursión en la retaguardia aliada de los comandos de Otto Skorzeny y la confusión que sembraron en el primer momento; que contemplamos la masacre de Malmedy (en la que 84 prisioneros de guerra estadounidenses desarmados, fueron asesinados por sus captores alemanes); que los alemanes, como se señala en el film, hubieron de abandonar los tanques por falta de combustible; el asedio de Bastogne y alguna otra cosa que se corresponde con los hechos históricos, pero lo hace con tal cúmulo de inexactitudes, que seguramente, para quienes conocen la historia, resultará un poco sonrojante.
Por otra parte, para quien solo busque cine bélico, entretenimiento puro y duro, el film no está tan mal, aunque las interpretaciones sean desiguales (algunas bien conseguidas y otras bastante de andar por casa), si no les importan las inexactitudes mencionadas o pasan de la recreación fiel de los hechos, pues tiene su encanto, con buenos momentos de combate, sobre todo entre los tanques y algún toque de humor, a cargo del personaje de Telly Savalas (con situaciones que nos recuerdan a lo que veremos años después en Los violentos de Kelly), que sirve para aligerar y hacer un poco más entretenido el desarrollo de un film que quizá sea un poco largo para lo que cuenta y, sobre todo, para cómo lo cuenta.
Hay una escena, tal vez la mejor de la película, en la que el encargado de dirigir el avance de los tanques alemanes, el coronel Hessler (Robert Shaw), quizá el personaje mejor conseguido de la película, se reúne con los jefes de tanque y se queja ante su superior de que ponen bajo sus órdenes a unos niños que jamás han entrado en combate, a lo que le responde el general que eso tiene sus ventajas, ya que no conocen la amargura de la derrota, una respuesta que no deja de ser cruel. Los tanquistas cantan el Panzerlied, el himno de las tropas acorazadas alemanas. Al parecer aquí también nos cuelan otra, porque según los entendidos, lo que hacen es repetir la primera estrofa del himno hasta cuatro veces, pero seguro que a los amantes del ardor guerrero les resultará muy emotiva.
Tú lo has dicho: un producto para quien busca entretenimiento y no rigor histórico.
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