Jep Gambardella (Toni Servillo) es un periodista italiano arrogante e inútil que alcanzó la fama con su única novela (El aparato humano) convertida en un auténtico best-seller y desde entonces, hace más de cuarenta años, pasa su vida entre la alta sociedad romana, yendo a fiestas y escribiendo columnas sociales y siendo elemento permanente en los círculos literarios y sociales de la ciudad.
Después de su sexagésimo quinto cumpleaños, se entera de que murió su primer amor y que ella lo había amado toda su vida. Este descubrimiento aparentemente le amarga y le lleva a pensar en su vida vacía y amigos superficiales.
Jep se encuentra haciendo un balance inesperado de su existencia, volviendo su ingenio hacia sí mismo y sus contemporáneos, y mirando más allá de los extravagantes clubes nocturnos, fiestas y cafés para encontrarse con Roma en todo su esplendor: un paisaje atemporal de absurda y exquisita belleza.
Tras pasar una aburrida noche entre las sábanas de una mujer rica, aburrida y egocéntrica de Milán, Jep decide mantener una calidad de vida más tranquila, pero varias reuniones casuales le obligarán a reconsiderar sus prioridades: Una stripper al borde del colapso, el ex marido de su primer amor, un extraño mago y una santa viva, que trabaja en un país africano, van acercando a Jep a descubrir su propia gran belleza personal.
El italiano Paolo Sorrentino traza un evidente paralelismo entre la ciudad de Roma y la vida de este peculiar escritor que envuelto en su estética kitsch, apura los rescoldos de una vida de bon vivant entre la culta y vacua alta sociedad romana.
Como la ciudad misma, Gambardella tiene ese aire decadente de lo antiguo que conserva todo el esplendor de su arte, es historia en sí mismo y por más que parezca viejo y desfasado, sigue resultando tremendamente atractivo porque ya no queda gente así, con la que se pueda mantener una conversación de nivel. Gambardella no aparenta ser lo que no es, ni se esconde bajo la capa de oropeles y cultura, al contrario, es consciente de lo que es y de lo que representa y es capaz de mantener su espíritu crítico empezando por serlo consigo mismo.
Comparada con el cine de Fellini por su forma narrativa y estética y por compartir el escenario de la ciudad eterna, la película es de una gran belleza formal, con escenas y planos maravillosos rayando en el barroquismo, pues en ocasiones nos da la sensación de que han sido diseñados para ser bellos en sí mismos, sin que parezca que el film los necesite para seguir avanzando, pero que acaban subyugando, casi emborrachando de encanto y hermosura al espectador.
Magnífico el trabajo de Toni Servillo dando vida al protagonista y brillante la fotografía de Luca Bigazzi. Con algunos diálogos muy conseguidos que dejan un poso para la reflexión en una película que es para disfrutarla y, a quien no le convenza la historia que desarrolla, que se deje llevar por su estética y sus imágenes.
Hola Trecce!
ResponderEliminarMe parece magnifica. Anda que no firmaba yo por vivir en ese atico y con esas vistas...
Saludos!
Yo también me apunto.
EliminarLa tengo que volver a ver, no estaba yo para películas cuando la vi por primera vez...
ResponderEliminarPues a ver si la disfrutas o se te atraganta, que nunca se sabe.
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