1962, Hong Kong. En los mismos días, los matrimonios Chow y Chan, que no se conocen, alquilan una habitación en apartamentos adyacentes a sus propietarios, el Sr. y la Sra. Koo y la Sra. Suen (Rebecca Pan) respectivamente, mudándose a sus nuevos domicilios. Se unen a la relación amistosa que existe entre los dueños y los demás residentes del edificio, aunque en el caso de los Chow y los Chan la relación es más cordial que amistosa. Con la Sra. Chow y el Sr. Chan a menudo fuera de la ciudad, ya sea por asuntos comerciales o personales, el Sr. Chow (Tony Leung Chiu-Wai) y la Sra. Chan (Maggie Cheung) llevan una existencia algo solitaria. La cordialidad y el aislamiento emocional se extienden a la vida laboral de ambos. Chow, redactor de un periódico, en realidad preferiría escribir series de artes marciales, tiene como amigo más cercano a Ping (Ping Lam Siu), un jugador que a menudo se aprovecha de esa amistad. Y el trabajo de la Sra. Chan, como secretaria de una firma de exportación perteneciente al Sr. Ho (Kelly Lai Chen), implica en gran medida que ella maneje sus asuntos personales, incluido gestionar y favorecer su relación con la señorita Yu, algo de lo que no puede hablar con nadie. El Sr. Chow y la Sra. Chan se enteran, por separado, de lo que realmente están haciendo sus respectivos cónyuges cuando se hallan fuera de la ciudad, una situación que no les resulta agradable y que propicia que se refugien uno en el otro comenzando a pasar tiempo juntos. A pesar de que no hacen nada inapropiado entre sí, no le hablan a nadie de estos encuentros por lo inadecuado que resulta que dos personas casadas del sexo opuesto estén solas una con la otra. A medida que intentan descubrir qué hacer con sus respectivos matrimonios, la situación se complica cuando admiten que se están enamorando, algo que ninguno de los dos pretendía cuando comenzaron su amistad.
El film es básicamente una historia de amor, aunque no estoy de acuerdo con el calificativo de convencional que se le da en algunas reseñas. Creo que el planteamiento es original, en cierto sentido, dentro de que las historias románticas, al fin y al cabo, son siempre relativamente parecidas. En esta ocasión, ambos descubren que sus respectivas parejas les son infieles y tratan de buscar consuelo en el otro, pero con la idea clara de no caer en lo mismo que sus cónyuges.
El relato está lleno de delicadeza, ni una solo imagen que suponga morbo explícito, todo es sugerencia, insinuación y elegancia en el tratamiento de un asunto tan viejo como la propia humanidad.
Como alguien ha dicho, en algunos momentos parece como si viéramos todo a través de un espejo, de una gasa, de un objeto traslúcido o de la cortina de agua que produce la lluvia que, de forma recurrente, acompaña los encuentros entre los dos protagonistas.
Magníficas interpretaciones y un cuidado formal exquisito, en los maquillajes, en los vestidos, en los decorados, en la maravillosa banda sonora (que incluye algunos temas de Nat King Cole en su peculiar castellano), hasta en la comida que, al parecer, va señalando las distintas épocas del año a través de platos que solo se consumen en determinados momentos, algo que se nos escapa a los espectadores occidentales.
Es, sobre todo, una película de planos, con escasos diálogos y mucho lenguaje gestual y visual.
De manera delicada y técnica y estéticamente impresionante, In the Mood for Love de Wong Kar-wai es una evocación magistral del anhelo romántico y los momentos fugaces en el tiempo.
El duo Wong Kar-Wai y su director de fotografía, Christopher Doyle (yo los situo a la misma altura) en, probablemente, su mejor película.
ResponderEliminarUna delicia de película.
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