Curra, condesa de Albornoz (Aurora Bautista), una de las mujeres más bellas de la aristocracia madrileña, ha solicitado el puesto de camarera mayor de la reina, ante el horror del resto de los nobles que se oponen al reinado de Amadeo I. Viendo la que se le viene encima, Curra renuncia al puesto cuando le es ofrecido, algo que contraría al gobierno que amenaza con sacar a la luz pública el escrito en el que el marido de la condesa solicitaba tal puesto. Ella se las arregla para hacerse con el documento y destruírlo, al tiempo que envía a una muerte segura al secretario del conde, al que tiene como amante, haciéndole retar a duelo a un periodista que ha publicado en su diario todo el embrollo.
Cuando Amadeo renuncia a la corona buena parte de los nobles se marchan a París ante el miedo a la situación inestable que trae la República. Allí Curra se encontrará con su primo Jacobo Téllez, marqués de Sabadell (Jorge Mistral), al que convierte en su nuevo amante, exhibiéndolo ante toda la corte, incluso cuando regresan a Madrid.
Jacobo era embajador en Constantinopla con D. Amadeo y cuando este cae, se ve nadando entre dos aguas y con unos comprometedores documentos en su poder, que le han sido confiados por círculos amadeístas porque comprometen a personajes que van a tratar de abrirse camino cuando se reinstaura el régimen borbónico. Jacobo venderá los documentos, lo que le vale la persecución de quienes se los habían confiado.
Adaptación de la novela del mismo título escrita por el jesuíta Luis Coloma, que tuvo gran éxito en su momento, en buena parte por las críticas favorables de personajes ilustres de las letras españolas como Valera, Clarín, Menéndez Pelayo o Pardo Bazán.
La obra de Coloma pone en solfa a la nobleza alfonsina, en un claro intento de enlazar a la monarquía con el pueblo, saltándose la barrera de los nobles, a quienes censura con inusitada violencia. Olvidada ahora, la verdad es que la novela de Coloma fue muy contestada en su momento por quienes se vieron reflejados en ella, esa aristocracia a la que pinta como ociosa y amante del chismorreo y de las conspiraciones de salón.
Magníficos los decorados del gran Sigfried Bürmann, que llega a recrear con verdadero detalle, zonas de la madrileña calle Alabarderos y un lujoso diseño de vestuario, en el que destacan los 19 vestidos que Pedro Rodríguez diseñó para Aurora Bautista, todos en seda natural, incluída la ropa interior, en los que se invirtieron nada menos que 400.000 pesetas, una cantidad nada desdeñable para la época.
Con música del maestro Quintero, está protagonizada por la pareja con más gancho del momento, Jorge Mistral apenas encuentra hueco para el lucimiento ante la arrolladora presencia de Aurora Bautista que, por momentos, adolece de esa especie de sobreactuación que yo llamo declamativa, que resulta un poco repelente, igual que el papel que le toca desempeñar a Carlos Larrañaga, niño aún, y no porque él lo haga mal, supongo que haría lo que pidieron. Se nota a un Juan de Orduña que o no sabe, o pasa del dirigir a sus actores, dejando al albur el desarrollo de sus intervenciones.
Con música del maestro Quintero, está protagonizada por la pareja con más gancho del momento, Jorge Mistral apenas encuentra hueco para el lucimiento ante la arrolladora presencia de Aurora Bautista que, por momentos, adolece de esa especie de sobreactuación que yo llamo declamativa, que resulta un poco repelente, igual que el papel que le toca desempeñar a Carlos Larrañaga, niño aún, y no porque él lo haga mal, supongo que haría lo que pidieron. Se nota a un Juan de Orduña que o no sabe, o pasa del dirigir a sus actores, dejando al albur el desarrollo de sus intervenciones.
Superproducción de Cifesa, que responde a la época, recogiendo todos los valores del nacionalcatolicismo con un relato de marcado contenido doctrinal que la deja como un producto trasnochado.
Supongo que llevado por las necesidades del momento, quiero decir evitar problemas con la censura, el realizador opta por resaltar la parte moral de la novela, en lugar bucear en el retrato de los personajes, incluso el final resulta demasiado largo y tan descaradamente doctrinario que se hace pesado, por pedante y excesivo.
De hecho los mejores momentos de la película son los que huyen de ese tono catequístico y nos muestran el retrato de una nobleza decadente y encerrada en si misma, con algunos diálogos y situaciones que resultan incluso brillantes. Y también la parte de suspense y cierto misterio que envuelve a la figura del conde de Sabadell y sus perseguidores, encarnados por un inquietante Guillermo Marín tan efectivo como de costumbre.
Magnífica tu crítica de la película. la recuerdo como si la acabará de ver. Me gustó mucho y también la novela del padre Coloma.
ResponderEliminarUn beso
Muy amable. Gracias por tu comentario y me alegro que te haya traído buenos recuerdos.
EliminarLo bueno de presentar estas películas, son los años que nos quitas de encima jajaja.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Porque eres optimista, porque otro pensaría en los años que nos pone el pensar lo antiguas que son las películas y que ya las hemos visto cien veces.
EliminarPero esa es la actitud, la positiva.