Año 180 de nuestra era, Roma está en uno de los momentos de máximo esplendor, aunque ha de vigilar constantemente sus fronteras, sobre todo la del norte, donde los pueblos germanos continúan su lucha. Es ahí precisamente, donde el general Máximo Décimo Meridio (Russell Crowe), al frente de la legión Felix, consigue una aplastante victoria en presencia del emperador Marco Aurelio (Richard Harris).
El emperador, ya viejo, viéndose a las puertas de la muerte, está preocupado por el futuro del Imperio, no confía en que su hijo Cómodo (Joaquin Phoenix), sea la persona adecuada para dirigir los destinos de la nación y le dice a Máximo que él era el hijo que debería haber tenido y que tiene pensado dejarle como depositario del poder, hasta que sea transferido al senado y Roma vuelva a ser una república.
Cómodo llega al campamento fronterizo y cuando su padre le comunica su decisión, le asesina y ordena la ejecución de Máximo que se ha negado a acatar su autoridad sospechando que ha cometido un crimen.
Sin embargo, el general consigue escapar y tras diversos avatares, acabará convertido en gladiador.
Regreso a la pantalla de Ridley Scott tras el fiasco que había supuesto su anterior gran superproducción 1492: La conquista del paraíso, si bien es cierto que entre tanto dirigió "Tormenta blanca" y "La teniente O'Neil", pero fue con "Gladiator" cuando se volvió a ver en la cima del éxito.
Sobre un argumento de David Franzoni, el guión narra la épica aventura de Máximo Décimo Meridio, su descenso a los infiernos, tras escapar de una muerte segura decretada por el nuevo emperador y descubrir que su familia ha sido salvajemente torturada y asesinada, para acabar convertido en gladiador, luchando en el circo romano donde alcanza el favor del público y con un único objetivo en su mente: La venganza.
La película supuso la reaparición de un género del que se había firmado hacía muchos años el acta de defunción, el del "peplum", las pelis de romanos de toda la vida, y lo hace de forma brillante, apoyado en un guión sólido y con una historia atractiva para el público que se deja emocionar por la peripecia vital del protagonista.
Una buena parte de los efectos se consiguen por medios digitales, desde parte de los combatientes de los ejércitos romano y bárbaro, hasta las escenas del circo, pero no por ello la película resulta menos espectacular, desde luego, la batalla del comienzo es toda una apoteosis prometedora y supone una buena recreación de lo que podían ser aquellos combates, se puede apreciar la combinación de la barbarie de la guerra y las calculadas estrategias de los romanos. Por cierto que en estas escenas de guerra, por un problema de falta de luz, se acudió al viejo recurso de rodar escenas a una velocidad muy baja y en algún lado he leído que están en cámara lenta para subrayar el dramatismo de la acción, en fin, esas interpretaciones que sorprenden a los propios autores.
Magníficas interpretaciones tanto de Russell Crowe, como de Joaquin Phoenix (que dota a su personaje del histrionismo requerido) y la exquisita contención de Connie Nielsen, rodeados por la impagable presencia de un grupo de veteranos de lujo: Oliver Reed, Richard Harris y Derek Jacobi.
Atención a la banda sonora, una joya del maestro Hans Zimmer, con ese "Now We Are Free", la apoteosis final, mientras contemplamos las bellas y evocadoras imágenes del tránsito a la otra vida de Máximo, enlazando con los títulos de crédito. La canción es una especie de lamento al que pone su voz increíble Lisa Gerrard.
Gladiator es una de aquellas películas que sorprenden. La publicidad siempre tiende acrear una idea preconcebida muy definida en la mente del espectador sobre lo que será un film. En Gladiator esa imagen era la grandilocuencia y estar cargado de una buena dosis de acción. Así es como la vendieron y nadie va a negar que parte de su éxito es gracias a ello. Sin embargo, Gladiator es mucho más que batallas espectaculares, grandes decorados, héroes maravillosos y alguna que otra intriga romana, Gladiator nos aporta personajes reales, de carne y hueso, con sus debilidades e imperfecciones. Nos encontramos con un héroe que no es otra cosa que un granjero, cuyo único deseo es abandonar las guerras romanas y regresar junto a su familia. El malo sólo es un hijo que busca la aprobación de su padre y el amor de su hermana. Es un análisis simplista, cierto, pero quiero indicar con ello que la película es algo más de lo que parece a simple vista.
Gladiator no es una película de romanos común. No es como las que se hacían antes, ni tampoco como las que han intentado proseguir con su éxito posteriormente. Porqué Gladiator no trata de revelar hechos históricos (bien se sabe que su versión de la historia está bastante alejada de la realidad) ni tampoco tiene el afán de recordar antiguos mitos, si no que trata de explicar una historia universal, extrapolable a cualquier otro tiempo, de lo que nos habla es de valores universales, de las pasiones y deseos de las personas. Cada cual con un deseo muy diferente: paz, poder, amor, fama, redención, familia, venganza... Deseos humanos, al fin y al cabo, de antes, de ahora y de siempre.
Exceptuando su primera media hora y el trabajo de Joaquin Phoenix, lo demás me aburre y además creo que ha envejecido mal.
ResponderEliminarEs cierto que el comienzo promete más de lo que viene después.
EliminarMe parece un entretenimiento excelente y además me gusta mucho Russell Crowe
ResponderEliminarCreo que es una de las mejores películas épicas que se han hecho en los últimos tiempos.
EliminarEntretenida. Por cierto el otro día leí, que ese aspecto de hombres fuertes y musculosos que nos pintan de los gladiadores, queda muy bonito para el cine, pero que en la realidad, habían muchos bajitos, rechonchos y barrigones.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Habría de todo, Rafa, pero una buena presencia ayudaba a su popularidad. Vamos, como ahora.
Eliminar