Ya hemos comentado en alguna ocasión al hablar de este insigne literato que, más que un revolucionario, Dickens era un reformista convencido, una forma de pensar que se vio rebajada en sus expectativas tras su visita a EE.UU. en 1842.
Dickens fue recibido en la antigua colonia como una estrella, ya que libros como "Oliver Twist" o "Los papeles póstumos del Club Pickwick", ya le habían convertido en un escritor famoso en todo el mundo con tan sólo 30 años.
Tras las pimeras impresiones, gratas por ambas partes, la situación se fue volviendo un tanto ácida y las impresiones del novelista sobre la sociedad norteamericana fueron cambiando, hasta el punto de que cuando salieron a la luz sus notas sobre el viaje, en ellas podían leerse severas críticas sobre aquel país por el que se había sentido defraudado. Criticaba la persistencia de la esclavitud y la hipocresía de la sociedad estadounidense, que predicaba la moralidad política a medio mundo, mientras exterminaba a los amerindios, invadía a sus vecinos, negaba el voto a las mujeres, contaba a los negros somo "3/5 de ser humano" y su único ídolo era el dinero.
Para la prensa norteamericana, "American Notes", el libro de viajes de Dickens, era una difamación al país. "Somos descritos como una raza mugrienta y glotona", se leía en un artículo publicado en el Courier and Enquirer. Los estadounidenses habían recibido a Dickens como un héroe y ahora lo consideraban un traidor.
Sin embargo, el tiempo, que todo lo cura, hizo que las aguas retornaran a sus cauces, la calidad literaria del británico resultaba tan evidente que el público norteamericano seguía leyendo sus obras y Dickens volvió a cruzar el Atlántico en 1867, las creaciones de su genio habían cerrado las heridas y, como publicó el New York Tribune, "el segundo viaje de Dickens era necesario para despejar cada nube y cada duda y para colocar su nombre con todo el esplendor de la luz plateada de la admiración estadounidense".
Sin embargo las opiniones de Dickens sobre la sociedad norteamericana tras su primer viaje, ahí están y alguna de ellas, por desgracia, sigue vigente en el pensamiento de mucha gente sobre la actitud de un país que da lecciones a los demás sin preocuparse de barrer su propia casa.
No es para nada de extrañar que Dickens tuviese sus diferencias con la sociedad norteamericana, o mejor dicho que los americanos tuviesen algo en contra suya, ya que eran y siguen siendo los que meten la pezuña cada vez que pueden. La doble moralidad de está gente, y las maneras de querer imponer su imperialismo sobre otras sociedades y culturas han quedado patentes a través de la historia, lo mismo que le ocurre a los ingleses. Así que Dickens tenía mucha razón respecto al criterio y concepto que tenía sobre ellos. Efectivamente que barran primero su casa, y como dice Serrat en una canción, que dejen de joder con la pelota.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
En algunas cosas siguen igual o peor, Rafa.
EliminarBueno, en este caso el "imperialismo" era en todo caso al revés y los emancipados los otros querido Rafa, un saludote y que tengas buen verano, que hace mucho que no hablamos.
ResponderEliminarTrecce, me acabo de hacer con un libro compendio de relatos de fantasmas del autor titulado "Para leer al atardecer" y lo empecé anoche...parece muy prometedor.
Saludos.
De hecho, la decepción de Dickens, vino motivada, en buena parte, porque él esperaba encontrar en norteamerica una concepción de la vida distinta a la británica, dada su condición de país recién emancipado y halló lo que todos sabemos.
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