Lucio Domicio Aureliano, emperador romano (270 - 275), fue el segundo de varios «soldados-emperadores» notablemente exitosos que ayudaron al Imperio romano a recuperar su poder durante la última parte del siglo III y comienzos del IV.
Durante su mandato, se vivió uno de los episodios más sórdidos de la historia del Imperio Romano: La rebelión de los acuñadores de moneda.
Para hacer economía y ahorrar, Roma llevaba años emitiendo moneda con porcentajes cada vez menores de oro y plata en la aleación, esta devaluación llegó a comerse hasta el 98% de la moneda. El resultado es que, en numerosas regiones del Imperio Romano, la economía monetaria se había desplomado, y había regresado al trueque. Aureliano acometió una reforma monetaria, intentando recuperar la solidez de la moneda, como única manera de salvar la economía imperial. Pero experimentó una inesperada resistencia: El rationalis Felicísimo, acuñador en Roma, se alzó contra Aureliano. La revuelta parece haber sido causada por el hecho de que los acuñadores, y Felicísimo, el primero de ellos, estaban acostumbrados a robar la plata usada para las monedas y producir monedas de calidad inferior (aún más inferior, cabría decir). Aureliano quería eliminar esta práctica, y sometió a juicio a Felicísimo. El rationalis incitó a los acuñadores a rebelarse. La rebelión se extendió por las calles, a pesar de que Felicísimo fue rápidamente asesinado, posiblemente ejecutado. La rebelión de Palmira en Egipto probablemente había reducido el abastecimiento de cereal a Roma, haciendo que cundiera la desafección entre la población respecto al emperador. Este levantamiento fue apoyado incluso por algunos senadores. Aureliano reprimió la revuelta con ayuda militar, ordenando a las cohortes urbanas, reforzadas por algunas tropas regulares del ejército imperial, que atacaran a la masa rebelde: La batalla resultante, que tuvo lugar en la Colina de Celio, marcó el final de la revuelta, aunque a un alto precio (algunos historiadores dan la cifra, probablemente exagerada, de 7.000 víctimas mortales en ambos bandos). La mayor parte de los rebeldes fueron ejecutados; algunos de los senadores rebeldes fueron muertos. La ceca de Roma fue cerrada temporalmente, y la creación de otras cecas hizo que la principal ceca del imperio perdiera su hegemonía.
La Historia nos enseña, una vez más, que la humanidad repite sus males una vez y otra. Ahora ya no hay problema con las fábricas de acuñación de moneda, otros ladrones han venido a sustituir a aquellos del tiempo de Aureliano. A base de activos tóxicos, jubilaciones blindadas, participaciones preferentes, hipotecas basura… Ya no les hace falta hurtar la plata, se la llevan cruda. Pero ahora, nadie les planta cara en la Colina de Celio.
Estos romanos estaban también todos medio zumbados, así que no es para nada de extrañar que el Imperio Romano tuviese el final que tuvo. Interesante historia, y menudos sinvergüenzas los acuñadores de monedas. Pero vamos desde luego la revuelta se cobró un alto precio. Nada menos que 7.000 muertos. Si dura más se quedan todos tiesos. Muy bueno el párrafo tuyo final. Ahora sin acuñadores, hay muchos más mangantes, ladrones y mugre que en aquella época.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Al final es lo de siempre, Rafa, encima los sivergüenzas protestan cuando les pone cortapisas al lotrocinio y pretenden hacerse pasar por mártires.
EliminarUna pena el último párrafo. Demuestra que el redactor ha entendido poco o nada.
ResponderEliminarSigue habiendo problema con la acuñación de moneda, más que nunca, porque ahora el dinero de curso legal vale menos que nunca: es de papel o de bits en una pantalla. La ceca de hoy es el BCE, y el amigo Draghi ha estado falsificando (inflando) la moneda a dos manos todo lo que ha querido, como Felicísimo. Los derivados financieros que se mencionan no son una causa, sino una consecuencia.
Por cierto, los que estaban en la colina eran los mangantes, desde ahí pretendieron plantar cara a los sanos.
Creo que el que no ha entendido bien es el anónimo comentaristas.
ResponderEliminarEn cuanto a que los mangantes eran los que estaban en la colina de Celio, en el texto no se dice lo contrario, se dice que nadie les planta cara "EN"la colina de Celio, no "DESDE" la colina de Celio.
Bueno, se entiende por plantar cara pararse y darse la vuelta para enfrentarse a quien te persigue. Aureliano era el que perseguía, no el que plantó cara.
ResponderEliminarPero esas cuestiones gramaticales no tienen importancia. Lo que no se ha entendido en la explicación es que tanto Aureliano como los monetarii estaban, en realidad, en el mismo perverso bando, y, al mismo tiempo, que ni el uno ni los otros eran comparables con los banqueros y los bancarios de nuestra época y sus derivados financieros.
Aureliano no redujo a los monetarii que le plantaron cara porque le disgustara que adulterasen la moneda, porque él mismo había ordenado adulterarla, como fue norma entre los emperadores. Lo que le molestó es que no mezclaron la plata con metales viles para inflar y devaluar la moneda, como él había ordenado en un acto de latrocinio institucional, sino que, a escondidas, se quedaron con la plata y envilecieron la moneda más de lo ordenado.
Así que el símil adecuado es comparar a Aureliano y los monetarii, en comandita, con los gobiernos políticos y el banco central de nuestra época, que inflan la moneda sin pedirnos opinión en un acto de latrocinio institucional.
Los banqueros actuales y sus derivados serían comparables a los banqueros de la época, que también existían y practicaban la usura todo lo que podían, pero no aparecen en la anécdota histórica.
Mi opinión es que plantar cara es enfrentarse u oponerse, sin más retóricas.
EliminarEn lo demás, es Vd. muy libre de opinar como quiera y, no sólo eso, sino que agradezco su opinión en lo que vale y sepa que siempre serán publicadas cuando se hacen desde el respeto cual es el caso.