El zar Alejandro II (Louis Arbessier), está tremendamente enojado porque ha quedado incomunicado con su hermano, el Gran Duque, debido a que los tártaros, que se han sublevado, han cortado las comunicaciones telegráficas y no puede avisarle del peligro que corre, ante la incorporación al bando sublevado del traidor Ivan Ogareff (Henri Nassiet).
La única solución que le ofrecen sus asesores es la de enviar un correo, una misión condenada al fracaso, ya que quien vaya, habrá de atravesar las líneas enemigas para llegar a Irkutsk, donde está acantonado el Gran Duque con las tropas a su mando.
La persona elegida para hacer llegar la misiva del zar, es el capitán Miguel Strogoff (Curd Jürgens), a quien el Jefe de la policía zarista, General Krisloff (Michel Etcheverry), hará pasar por un comerciante de telas y como tapadera, llevará a una joven que se hará pasar por su esposa, se trata de Nadia Fédor (Geneviève Page), hija de un disidente que está desterrado en esa zona, a quien se le promete la libertad de su padre a cambio de que acompañe al capitán Strogoff en tan arriesgada misión.
En el camino, habrán de superar innumerables obstáculos, hasta que la zíngara Sangarre (Sylva Koscina), amante de Ogareff, descubre la verdadera identidad del capitán y le delata.
El guión se basa en la novela del escritor francés Julio Verne "Miguel Strogoff. El correo del zar" y fue una coproducción franco-italo-yugoslava, cuyos exteriores se rodaron, precisamente en Yugoslavia.
Hay algunas cosas de la novela que, literalmente, desaparecen y otras están bastante alteradas, casi siempre, para mal, resultando decepcionante la manera en que cambia la narración, incluído el momento cumbre de la novela y de la película, cuando Miguel Strogoff es condenado a ser cegado y se le somete a tan cruel tortura, porque en el film se da a entender que quien salva al protagonista es una sirvienta de Ogareff, cuando en la novela, tiene una explicación mucho más poética, en lo que me parece una de las escenas más emotivas de la literatura de aventuras.
Unas actuaciones bastante acartonadas, con un Curd Jürgens que, para mi gusto, no da el papel, para nada y algunas de las escenas bélicas, en las que participó la caballería del ejército yugoslavo, absolutamente teatrales.
De todo, lo que más me atrajo fue la fotografía, que se beneficia de los bellos paisajes naturales y que tiene algunas escenas bien rodadas en el descenso del río; algunos de los pasajes musicales, y la magnífica escena de inicio, en la que la cámara acompaña a una columna de tártaros marchando a caballo de dos en fondo, mientras grupos de compatriotas está talando los postes del telégrafo.
Buff... ni siquiera salvo la novela...
ResponderEliminarNo había vuelto a ver la peli desde mi infancia, sin duda tenía un recuerdo nebuloso y, visto lo visto, equivocado, es bastante decepcionante y encima después de la buena escena de arranque, con la columna de tártaros a caballo, piensas que vas a ver algo que merece la pena y la cosa cae en picado.
EliminarA mi personalmente no me gustan estas películas que hacen de estas novelas maestras de la literatura universal. Cuando ves la película, echas en falta escenas que te gustaron en la novela y que no ves en la cinta. Puede haber una fotografía fantástica , como es el caso, pero al no coincidir con la novela, minusvaloras la película,' aunque esté muy bien hecha. Debe ser algo psicológico
ResponderEliminarLas adaptaciones siempre son complicadas.
EliminarLeí la novela hace muchos años, y la película también hace tela de tiempo que la vi.
ResponderEliminarAbrazo Trecce.
Yo hacía mucho que no la veía.
EliminarLa novela está bien, pero la forma de hacer que se quede ciego y luego no chirría bastante. Toda la vida cegando al personal y nadie sabía que bastaba con llorar para que la cosa fuera reversible.
ResponderEliminarEsa forma, un tanto poética, aunque increíble, de salvarse de la ceguera, está alterada en el film.
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