Laure (Zoé Héran) es una niña de 10 años de voz dulce y suave que acaba de mudarse a un apartamento en las afueras de París junto con su hermana de 6 años y sus padres. Sin que su familia lo sepa, inmediatamente intenta hacerse pasar por un niño ante todos los demás niños del vecindario. La artimaña comienza con la primera amiga que hace, una niña de aproximadamente la misma edad llamada Lisa (Jeanne Disson). Después de que Lisa se presente, Laure duda en corresponder. “¿No me dirás tu nombre?” pregunta Lisa. Laure responde: “Mikäel, mi nombre es Mikäel”. Es una mentira que instantáneamente crece como una bola de nieve cuando, un momento después, Lisa presenta a Laure como Mikäel a un grupo de chicos del vecindario. Para complicar la situación está el creciente afecto que Lisa siente por Laure.
¿Es Laure un niño en un cuerpo de niña o es que su mentalidad preadolescente le hace iniciar un juego en el que aprovechando su manera de vestir y su pelo corto se hace pasar por niño simplemente para que otros niños la acepten en las actividades que a ella le atraen y en las que quizá no le dejaría participar por ser niña?
Céline Sciamma juega con la confusión y la forma de actuar de Laure nos resulta algo ambigua, no tenemos claro qué es lo que exactamente pasa por su cabeza. Claro que la realizadora y guionista francesa ya dijo que ella quería que tanto personas transgénero, como aquellas otras que en algún momento de su infancia o adolescencia han sentido confusiones por el género, aunque fueran hetero o bi-sexuales, pudieran sentirse reconocidas y pensar: Eso que le ocurre a Laure, me ocurrió a mí.
Porque esta niña inicia todo aquello como una especie de juego, hasta que los adultos y el entorno social que tanto influye en los niños, la hacen toparse de bruces con la ingrata realidad. Tanto si es por juguetear, como si es por confusión en su género, Laure sufrirá consecuencias y nos hace sufrir a nosotros con ella, porque la película transmite muy bien ese estado de zozobra a que se ve abocada la joven, con la que inevitablemente empatizamos, con ella y con su sufrimiento.
Se trata de un film que, sin pretender dar lecciones, resulta muy aleccionador, con una trama sencilla y unos niños que actúan como tales, despreocupados, incluso compasivos y solidarios en ocasiones y algo crueles y mezquinos en otras, como suelen ser en la realidad. Al final, en lo que incide especialmente la historia es una crítica hacia los roles de género establecidos (las niñas de rosa, los niños de azul y todo eso) que ocasionan que personas que se sienten inclinadas a romper esos esquemas pasen por momentos muy complicados en medio de críticas ácidas y feroces por salirse del estereotipo y más cuando son niños, sin referencias y sin herramientas para gestionar la situación, que solo se adquieren con una experiencia de la vida de la que ellos carecen.
Temáticamente conectaría con la reciente "20.000 especies de abejas" de Estibaliz Urresola.
ResponderEliminarEn cierto modo, así es.
EliminarEs algo que ha ocurrido siempre, lo malo es que ahora, al primer síntoma, se ponenen marcha cirugías, medicaciones y cambios en el registro civil.
ResponderEliminarLa verdad es que habría que ser un poco más prudente.
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