Tras quince años de servicio, Henri Boulanger (Jean-Pierre Léaud), un emigrante francés en Gran Bretaña, es despedido de su puesto de trabajo como empleado de la empresa de abastecimiento de agua de la ciudad. Sorprendido y desesperanzado, intenta suicidarse, pero no puede hacerlo, por lo que contrata a un asesino a sueldo en un bar de mala muerte para que lo asesine en algún momento no especificado en el futuro. Pero casi de inmediato conoce y se enamora de Margaret (Margi Clarke), una vendedora de flores, lo que hace que Henri se dé cuenta de que, después de todo, su vida tiene algún significado. Pero cuando regresa al bar para cancelar el contrato, descubre que ha sido demolido y no hay forma de ponerse en contacto con el asesino.
Aki Kaurismäki abandona aquí los escenarios habituales de su Finlandia natal para situarnos en un Londres decadente y mugriento, alejado de los distritos financieros y turísticos de la ciudad.
Los interiores en que se desarrolla la acción no son menos decrépitos: La oficina en que trabaja, con su aspecto casi dickensiano; los hoteles con paredes desconchadas, humedades y armarios cuyas puertas no cierran o la destartalada buhardilla en que vive en el ahora elegante Portobello Road. Muestra el realizador una ciudad que se degrada, pero que se transforma para renacer con más ímpetu, pues de fondo a los barrios marginales, vemos los nuevos edificios que van ampliando el contorno más moderno de la ciudad y que avanzan sobre las ruinas de lo antiguo, pero siempre fuera del alcance de las clases humildes, como si fuera el decorado de sus míseras vidas, que ven a lo lejos, pero que les está vedado.
Una comedia oscura, casi absurda, en la que su realizador ofrece una sonrisa a quien quiera y sepa aceptarla, sin artificios, con esa sencillez tan característica del autor y yendo directamente al meollo de la cuestión. Kaurismäki sabe lo que quiere contar y lo hace, pero sabiendo trasladar al espectador esa sensación de esperar lo imprevisible tan difícil de encontrar en otras historias que quizá sean más canónicas, pero carecen del magnetismo de ésta, quizá por lo surrealista de algunas de sus situaciones.
Pues así, como quien no quiere la cosa, Kaurismäki ha ido creando una personalísima filmografía.
ResponderEliminarY tanto que sí.
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