Un hecho que podemos calificar de puntual, por su escasa dimensión en el tiempo, la creación de una cooperativa llamada D.E.R. (Dibujantes Españoles Reunidos), es el asunto central de la historia que nos traslada el libro de Paco Roca, presentado en forma de viñetas.
Lo cierto es que aquel asunto representó un caso único en España, cinco nombres míticos de la historieta, Conti, Cifré, Escobar, Peñarroya y Giner, hartos de la situación que vivían en la Editorial Bruguera, deciden embarcarse en una nueva aventura, la de ser editores de su propia obra, conciben la cabecera de “Tío Vivo” y se lanzan a la arena para competir en condiciones bastante desiguales. Hay otros ejemplos de actuaciones de este tipo en EE.UU. o Francia, pero ellos lo hicieron en un país sin libertades y en un momento histórico complejo.
Aunque Bruguera ofrecía unas condiciones, sobre todo en el aspecto salarial, que dignificaban bastante la figura del historietista, había algunas zonas oscuras, por así decirlo, que empañaban la dignidad de aquellas personas, no siendo la menor que la editorial se quedara con todos los derechos sobre los originales publicados. De este modo, se dieron situaciones bastante pintorescas (por darles un apelativo suave), como la conocida de Ibáñez que, años después de los hechos que narra el libro, se quedó sin sus personajes Mortadelo y Filemón, los más famosos del mundo de la historieta patria, porque eran propiedad de Bruguera y se embarcó en una pelea por recuperarlos que marcó un camino para otros autores.
Volviendo al libro que reseñamos, apuntar que, aunque la historia central es la efímera vida como publicación independiente de Tío Vivo, lo que Roca nos cuenta es mucho más que eso, pues a través de sus páginas se revive una parte de la vida cotidiana de la España del momento. Los dibujos de Paco Roca, que a mí me recuerdan mucho a los de la época clásica del cómic (el anglicismo se evita en el libro), aquellos de los años 40 y 50, en parte puede ser porque se sitúa a finales de los 50, nos trasladan a la Barcelona del momento y estoy seguro de que quien viva o haya vivido en esa ciudad, puede encontrar rastros en las viñetas de paisajes conocidos, pues algunos están aún presentes y de otros quedan recuerdos en la memoria colectiva.
Muy bien recreado el entorno de trabajo de los dibujantes, la redacción, los bares en los que tomaban sus tentempiés, incluso los domicilios particulares, donde completaban el trabajo que no habían tenido tiempo de acabar en la editorial. Asistimos a los momentos de nerviosismo en las redacciones por las pruebas a enviar a la censura, las discusiones con los jefes, los apremios para que acaben cuanto antes las historietas que han de salir en el próximo número; también a las bromas, a los comentarios sobre los compañeros, el momento sociopolítico o la situación familiar de cada cual. El relato está salpicado de anécdotas reales, como las relativas a la vida de Vázquez, un tipo con una peculiar manera de ser, todo un trapisondista profesional, algunas de cuyas situaciones mejoran (por increíbles) cualquier guión de historieta.
Una auténtica delicia para cualquier aficionado a la historieta, pero particularmente para quienes crecimos con las creadas por los autores que desfilan por el libro y que traen de nuevo a nuestra memoria a La familia Cebolleta, El Capitán Trueno, Agamenón, 13, Rue del Percebe , Sir Tim O’Theo, Doña Urraca, Rigoberto Picaporte, Pascual, criado leal, Carioco, El reporter Tribulete, Carpanta y tantos y tantos otros. La escuela Bruguera sigue siendo un referente para muchos de nosotros que tenemos una deuda impagable para quien durante nuestra infancia y juventud formó parte tan importante de nuestro aprendizaje, pues aunque colecciones como Joyas Literarias Juveniles hayan tenido reconocimiento desde que nacieron, para las historietas de El Jabato, El Capitán Trueno, Hazañas Bélicas o las que aparecían en revistas como Pulgarcito, DDT, Can Can, Tío Vivo, Pumby o TBO, el reconocimiento como algo más que una tira de viñetas, llegó mucho después, menos por aquellos que las leíamos y disfrutábamos, pues ya nuestras mentes de niños percibían la inteligencia de sus guiones y la calidad de lo que teníamos entre manos.
Muy buenos los dibujos, pero además, quiero hacer especial mención al trabajo de documentación que ha hecho el autor para poder reproducir lo más fielmente posible el entorno en el que se desarrolla la acción, es una delicia recorrer con la vista los recovecos de cada viñeta y descubrir en algunas de ellas detalles que nos hacen apreciar y agradecer, hasta qué punto ha sacado provecho de la documentación gráfica de la época que ha manejado.
Magnífico homenaje de Paco Roca a algunos de los historietistas que pusieron una sonrisa sobre la mordaza de aquella España pacata y triste, que nos trasladaban cada semana a un mundo maravilloso que, en ocasiones, era aquel en el que vivíamos adornado con una pizca de humor y con sus dibujos y chistes geniales. Un pequeño homenaje, aunque no se escape una crítica ácida, a aquella editorial Bruguera que, como dice Paco Roca en su libro, en nuestra imaginación era algo tan maravilloso como la fábrica de chocolate de Willy Wonka.
La reseña fue publicada en su día en HISLIBRIS
Mal va la cosa cuando ya no se ve prácticamente a nadie leyendo comic, aunque alguno he localizado pero en e-book, algo que no he llegado a probar. Me parece raro eso de tener que viendo viñeta a viñeta desapareciendo la anterior y sin saber cómo será la próxima.
ResponderEliminarEl e-book aún tiene unos cuantos problemas que resolver, no sé si lo harán algún día, pero de momento, no es igual que el formato papel, ni mucho menos.
Eliminar