Iván IV (Nikolai Cherkasov) es coronado como archiduque de Moscú por el Metropolitano de la ciudad, pero sus ambiciones no paran ahí, él desea ser reconocido como zar de todas las Rusias.
Está casado con Anastasia Románovna Zajárina (Lyudmila Tselikovskaya), que influye de manera notable en sus decisiones, una de las cuales es liberarse del poder de los boyardos, la nobleza terrateniente del país, formando su propio cuerpo armado, los streltsí, cuyos miembros serán recompensados con parcelas de tierra, con la finalidad de fortalecer el poder del monarca frente al de la gran aristocracia, además de reorganizar y modernizar el ejército.
Al tiempo que se enfrenta a los manejos de su tía y al descontento de los boyardos que ven en peligro su influencia, ha de acabar con algunos desórdenes, incluidos los incendios que destruyeron distritos enteros de Moscú, en los que murieron miles de personas, por otra parte, comienza su política expansiva, cuyo primer objetivo en la conquista de Kazán, en 1552. La muerte de su esposa en 1560 le sume en un estado de desesperanza, su crueldad se agudiza y aparecen los primeros síntomas psicopáticos.
Aunque estrenada en 1944, la película fue rodada algunos años antes, cuando comenzaba la II Guerra Mundial y empezaba a vislumbrarse la magnitud de lo que aquel conflicto iba a suponer.
Rusia necesitaba héroes y el propio Stalin impulsa este proyecto que se lleva a cabo con medios precarios y que se convierte, por un lado, en una obra de estilizada factura y, por otro, en un panfleto político alrededor de la figura del zar Iván, en lo que casi todo el mundo ve como un enaltecimiento del propio Stalin.
Clarísimas las referencias cuando nos retrata la soledad del mandatario, su desconfianza en todos los que le rodean, las traiciones de algunos personajes cercanos al poder y su firme convencimiento de que es el elegido para conducir a su pueblo a la victoria.
La película no es fácil, quiero decir que habrá personas a quienes su ritmo y su lenguaje quizá les parezcan incluso aburridos. Cierta lentitud en la narración y la ausencia de escenas de acción que quedan reducidas a la conquista de Kazán, con unos soberbios planos del avance del ejército ruso, hacen que la película quede quizá un tanto teatral, impresión que se acentúa por la sobreactuación de los intérpretes.
Sin embargo, para quien sepa apreciarlo, todas esas expresiones, las miradas, la gestualidad exagerada, hacen que el film pueda seguirse prácticamente sin necesidad de mayores explicaciones ni texto aclaratorio.
Eisenstein sigue basando gran parte de su trabajo en el montaje, hay veces que se observa que la cámara apenas se mueve y toda la sensación de acción se consigue a través del montaje de los planos.
Muy llamativas las escenas en las que utiliza la iluminación para mostrarnos las sombras agrandadas de Iván y la sensacional actuación de Nikolai Cherkasov que nos transmite con sus miradas desencajadas toda la paranoia de este hombre que tuvo en sus manos la vida y la muerte de sus súbditos.
Tampoco la he visto. Pero la veré. Me voy a poner al día con las pelis que vas reseñando. Por ahora ya las voy consiguiendo. Luego es cuestión de buscar tiempo.
ResponderEliminarEsta es la primera de una proyectada trilogía sobre el persona. La muerte de Eisenstein nos privó de la tercera parte.
ResponderEliminarCreo recordar haber visto alguna otro versión, pero esta desde luego no.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Puede ser, Rafa. Un saludo.
EliminarEspectaculares las fotos que has elegido. Cómo siempre buena crítica.
ResponderEliminarHabía dónde elegir, Paloma. Hay muchos planos magistrales.
EliminarCreo que se trata de una película que acierta a describir perfectamente ese ambiente profundo de la Rusia zarista..
ResponderEliminarEstá plagada de simbolismo.
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